Prólogo

El siglo de la investigación criminal de Jürgen Thorwald es un libro sin precedentes que marcó las pautas necesarias para el nacimiento y divulgación de una ciencia sustentada en otras que, hasta el momento en que se enunciaron sus principios fundamentales y bases científicas, poseía un desarrollo bastante adelantado para la época. En el siglo xix el positivismo se basaba en la experiencia y en el conocimiento empírico de los fenómenos naturales, en virtud de lo cual consideraba que la metafísica y la teología eran sistemas de conocimientos imperfectos e inadecuados.

Esta escuela filosófica tuvo sus tropiezos y detractores en cuanto fue declarada por el pensador francés Augusto Comte y el británico John Stuart Mill. El positivismo rompe con todo lo anteriormente referido en cuanto al conocimiento vulgar, empírico del ser humano no sometido a un análisis rigurosamente científico. Parece que no por casualidad surge en Francia, inspirado en esta escuela, el empleo de métodos “modernos” para investigar crímenes e identificar delincuentes por la policía de ese país, la famosísima Sureté, que en la persona de Alfonso Bertillón tuvo su más prolífero exponente de este nuevo procedimiento.

Así, a finales del siglo xix surge una definición que marcaría el reconocimiento de una nueva ciencia encargada de la investigación de crímenes, que dejaba atrás los métodos deductivos e inductivos al estilo de Sherlock Holmes: la criminalística, y su enunciación, dada en 1893 por Hans Gross en su libro Manual del Juez como ­Sistema de Criminalística fue “…ese cúmulo de conocimientos, auxilia­res del dere­cho, que se define como el análisis sistemático de las huellas dejadas por el culpable”, cambió la metodología de la investigación del hecho a los datos que aportaban las evidencias físicas, mucho más confiables que el testimonio de testigos.

Fue este mismo científico quien escribió por primera vez sobre esta nueva ciencia, que suponía conocimientos del juez sobre medicina y química forenses, así como también sobre el examen del lugar de los hechos, de documentos, la búsqueda de huellas de todo tipo, etc., aunque no fue el primero en aplicar los conocimientos de las diferentes ciencias, artes o técnicas para esclarecer y aportar las pruebas legales de un crimen.

Por eso y para conocer en detalles este particular y otros relacionados con la criminalística, invito a leer el importante e imprescindible libro La Criminalística en preguntas y respuestas, escrito en un lenguaje ameno, comprensible para cualquiera: desde los neófitos hasta los más avezados en los temas teóricos y prácticos de la actual ciencia criminalística.

Se ha escrito mucho sobre esta ciencia jurídica, con varias definiciones según el ordenamiento legal de donde proceda el autor, pero considero que la definición que más se acerca al contexto cubano e incluso latinoamericano y al de otros países que fundamentan sus leyes en el Derecho Romano, es la que declara el autor de este libro, Rafael Hernández de la Torre, doctor en ciencias, poseedor de vastísimos conocimientos en criminalística, con más de 45 años de oficio en estos menesteres investigativos y jurídicos en Cuba y que ha extendido su obra a México, Costa Rica, Nicaragua, Ecuador, Venezuela y Angola.

Hernández de la Torre ha dedicado prácticamente su vida laboral al trabajo como experto criminalista y es versado en las leyes, por lo cual es fundador de la Unión Nacional de Juristas de Cuba, miembro de la Sociedad Cubana de Ciencias Penales y presidente de su Sección de Criminalística, miembro de la Comisión Asesora del Instituto de Desarrollo e Investigaciones del Derecho (IDID) de la Fiscalía General de la República de Cuba. Además, pertenece al consejo científico y al consejo editorial del Anuario del Centro de Investigaciones Jurídicas, del Ministerio de Justicia, así como también es miembro del Grupo de Expertos del Programa Ramal “El conocimiento científico al servicio del Derecho cubano”, del Ministerio de Justicia de la República de Cuba.

A la labor docente también ha dedicado mucho tiempo, formando varias generaciones de peritos criminalistas y juristas de Cuba y de Angola, Congo, Islas Seychelles, Sao Tomé y Príncipe, Mozambique, México, Costa Rica, Ecuador, Venezuela y Nicaragua; se destaca, además, en la confección de planes y programas de estudios sobre especialidades de Criminalística y Derecho de los centros de enseñanza superior, lo que le ha permitido una rica experiencia como profesor de cursos de postgrado, diplomados, especialidades y maestrías sobre criminalística en todas las provincias cubanas y en la Universidad Nacional Autónoma de Nicaragua, la Universidad de Carabobo del Estado de Valencia y la Fuerza Armada Policial del Estado de Lara (FUCAPEL), en Venezuela. En México también ha impartido docencia, en la Dirección de Criminalística y Servicios Periciales de la Procuraduría General de Justicia del Estado de Nuevo León, en el Instituto Forense de Investigaciones Latinoamericanas A. C. (IFIL), en Coatzacoalcos, Veracruz, en reiteradas ocasiones, así como en varias universidades mexicanas.

También ha prestado sus valiosos servicios en la formación de criminalistas en la Universidad Nacional de Loja, Ecuador y en el Laboratorio Central de Criminalística de la Policía Nacional de Nicaragua.

Este versátil hombre de ciencias también se ha destacado en el campo de las pericias criminalísticas: fue perito criminalista principal en la especialidad de Documentología durante muchos años, además de especializarse en el trabajo criminalístico en el lugar de los hechos (escena del crimen), la fundamentación de la Teoría de la Identificación Criminalística, la Ética, Propedéutica y Deontología Criminalísticas. Ha realizado aportes significativos para la historia de la investigación criminal y de la criminalística en el mundo y en Cuba, y ha merecido, entre otros galardones, la condición de Miembro de Honor del Instituto Internacional de Inteligencia Corporativa (IIIC) de Barcelona, y el título de Consultor Técnico Internacional, como Experto en Criminalística, de la Unión Europea, desde 2012.

Otro de los campos en que ha incursionado el autor con notable éxito es la elaboración de 25 títulos sobre diversos materiales relacionados con la criminalística, diecinueve de ellos como autor y seis como coautor. Son decenas los artículos que ha publicado en revistas impresas y digitales en varios países.

Con la necesaria argumentación teórica de los procesos de identificación y diagnóstico criminalísticos —tanto de personas como de las cosas—, teniendo en cuenta los preceptos de la ontología y del derecho, a él le correspondió definir y argumentar, junto con Enrique Herrer González y un reducido grupo los fundamentos de la técnica criminalística de la Escuela Cubana de Criminalística, sus orígenes, fuentes, principios y elementos distintivos, así como lo relacionado con la ética, la propedéutica y la deontología del perito criminalista. También definió los usos de cada una de las técnicas criminalísticas empleadas en el lugar de los hechos y en los laboratorios periciales. Por todo lo anterior considero que Rafael Hernández es un fiel exponente de la Escuela Cubana de Criminalística.

En este libro se logra la empatía, por la facilidad de encontrar y entender un contenido indispensable, tanto para quienes operan la criminalística y el derecho, como para quienes estudian estas ciencias y para la ciudadanía que desea aprender sobre estos temas, tildados en ocasiones de misteriosos e intrigantes.

Con una estructura muy interesante —al combinar preguntas sobre un tema y la correspondiente respuesta—, desde el índice ya se puede realizar una consulta y recibir las herramientas necesarias, por ejemplo, para entender un dictamen pericial, la importancia de una huella determinada, cómo se realiza una acción táctica criminalística o se investiga un tipo de delito. Es una obra instructiva, práctica y de aplicaciones insospechadas.

Finalmente, quiero expresar mi más profundo agradecimiento y honor en prologar esta interesante obra científica, teniendo en cuenta que si El siglo de la investigación criminal fue una referencia importante para el mundo contemporáneo deseoso de entender las artes de la investigación científica del crimen, este libro comienza a llenar, por primera vez, las lagunas sobre aspectos hasta ahora poco conocidos y vedados para el público sobre la criminalística cubana. El queridísimo doctor Rafael es un paradigma para la comunidad de criminalistas y juristas de Cuba, y principalmente para mí, porque fue él quien me educó e instruyó en los difíciles, anónimos y atractivos vericuetos de la ciencia criminalística.

A él, mi profesor y amigo, muchas gracias por sus enseñanzas y por regalarnos este tesoro literario.

Marcos Molina Waldemiroff Teniente coronel, doctor en ciencias jurídicas Dirección de Criminalística, Minint 9 de diciembre de 2015

 

 

Introducción

La investigación de los delitos es un tema fundamental para los operadores del sistema de policía y, sin dudas, para todos los relacionados con el sistema de justicia penal. El presente texto tiene como objetivo fundamental tratar temas imprescindibles para la investigación criminal, actividad en la que convergen fiscales, jueces, abogados, peritos criminalistas y otros profesionales, cada uno desde sus misiones específicas y papel asignado ante el enfrentamiento a la criminalidad.

Está comprobada la utilidad de las evidencias en los diferentes aspectos de la investigación criminal y todos los factores encargados del cumplimiento de la ley recurren, cada vez más, a los resultados del laboratorio de criminalística para conseguir evidencias difíciles de obtener por otros medios. A medida que progresa la investigación científico-criminalística, aumenta la importancia y el uso de las huellas, evidencias y muestras en la investigación de los hechos delictivos.

Cuando se comete un delito tenemos la necesidad y el deber de investigarlo, sin pérdida de tiempo, teniendo presente la frase pronunciada por uno de los precursores de la criminalística, el francés Edmond Locard, quien expresó “en toda pesquisa criminal, el tiempo que pasa es la verdad que huye”.1

1 Edmond Locard: Manual de Técnica Policíaca, traductor A. Bon de la 4.ta ed. francesa, Editor José Montero, Barcelona, 1963, p. 26.

El principio básico para examinar las huellas y evidencias es bastante simple. Siempre que alguien abandona un lugar, se lleva algo consigo y a la vez deja algo suyo. Corresponde al perito criminalista examinar aquello que quedó en el lugar de los hechos, formular una hipótesis acerca de su procedencia y determinar a quién pudo pertenecer.

La criminalística representa una herramienta indispensable que contribuye a establecer la objetividad necesaria en la ejecución de los dictámenes periciales, por lo que el auxilio prestado por las demás ciencias es completamente válido y proporciona un alto grado de cientificidad a la investigación de los delitos.

De esta manera, todas las ramas del conocimiento que participan en el saber criminalístico (biología, química, física, medicina, matemática, entre otras) han venido a enriquecer las opciones de estudio propio de la investigación de los delitos. Obviamente, la criminalística en nuestros días es el resultado de la evolución tecnológica y de los nuevos descubrimientos de las ciencias naturales.

Compartimos la idea del austríaco Hans Gross de que la criminalística es un conjunto heterogéneo de conocimientos tomados de otras ciencias y utilizables en la investigación de los delitos.

La redacción del libro, mediante preguntas y respuestas, permite que pueda ser leído tanto por quienes profesionalmente emplean la ciencia criminalística como por los que solamente pretendan incorporar los conocimientos criminalísticos a su cultura jurídica en general.

En el Capítulo 7, después de las 50 preguntas y respuestas, he narrado algunos hechos reales, en los que se puede observar claramente la aplicación de la criminalística para contribuir al esclarecimiento de un delito o para destacar un aspecto de valor histórico.