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T693

Torres, Lucía Victoria, autor

Leer ficción. Una experiencia de apreciación literaria / Autor. Lucía Victoria Torres. – Medellín: UPB, 2018. –

238 páginas, 14 x 21 cm. -- (Colección Mensajes)

ISBN: 978-958-764-577-4 / 978-958-764-578-1 (E-pub)

1. Literatura – Enseñanza – 2. Creación literaria – 3. Interpretación textual – I. Título – (Serie)

CO-MdUPB / spa / rda

SCDD 21 / Cutter-Sanborn

© Lucía Victoria Torres

© Editorial Universidad Pontificia Bolivariana

Vigilada Mineducación

Colección Mensajes

LEER FICCIÓN. Una experiencia de apreciación literaria

ISBN: 978-958-764-577-4

ISBN: 978-958-764-578-1 (E-pub)

Primera edición, 2018

Escuela de Ciencias Sociales

Facultad de Comunicación Social-Periodismo

Gran Canciller UPB y Arzobispo de Medellín: Mons. Ricardo Tobón Restrepo

Rector General: Pbro. Julio Jairo Ceballos Sepúlveda

Vicerrector Académico: Álvaro Gómez Fernández

Decano Escuela de Ciencias Sociales: Ramón Arturo Maya Gualdrón

Directora de la Facultad de Comunicación Social: María Victoria Pabón Montealegre

Editor: Juan Carlos Rodas Montoya

Coordinación de Producción: Ana Milena Gómez Correa

Diagramación: Ana Mercedes Ruiz Mejía

Corrector de Estilo: Ingrid Molano

Fotografía: Pixabay

Dirección Editorial:

Editorial Universidad Pontificia Bolivariana, 2018

E-mail: editorial@upb.edu.co

www.upb.edu.co

Telefax: (57)(4) 354 4565

A.A. 56006 - Medellín - Colombia

Radicado: 1715-22-05-18

Prohibida la reproducción total o parcial, en cualquier medio o para cualquier propósito sin la autorización escrita de la Editorial Universidad Pontificia Bolivariana.

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Presentación

Elementos para la lectura

1. Naturaleza de la literatura

2. Ficción y no ficción

3. Lectores literarios

4. Técnicas expresivas

5. Formas narrativas

6. Estructura dramática

7. Estudio de personajes

8. Voz narrativa

9. Espacio y tiempo

10. Temática

Historias sugeridas

Un corazón sencillo, de Gustave Flaubert

Secretos a voces, de Alice Munro

Parece una tontería, de Raymond Carver

El marciano, de Ray Bradbury

Duplicados, de James Joyce

El rastro de tu sangre en la nieve, de Gabriel García Márquez

Un día perfecto para el pez banana, de J.D. Salinger

Mientras los demás duermen, de Ernest Hemingway

La autopista del sur, de Julio Cortázar

El verano feliz de la señora Forbes, de Gabriel García Márquez

Un médico rural, de Franz Kafka

Parecía de seda, de Mercè Rodoreda

Otras lecturas recomendadas

Lista de referencias

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LEER FICCIÓN. Una experiencia de apreciación literaria nació por la necesidad de resolver una preocupación académica. Sin embargo, no es producto del desarrollo de un proyecto de investigación formal con postulados por demostrar ni pretende ser un manual. Se publica como testimonio de una búsqueda y una práctica docente de varios años que tuvo como reto el escepticismo ajeno sobre la pertinencia de lo enseñado y la forma de enseñarlo. Lo que aquí se consigna parte de un curso de literatura dictado en la Escuela de Ciencias Sociales de la Universidad Pontificia Bolivariana entre los años 2009 a 2017.

Las peguntas que inspiraron este texto fueron para qué y cómo dictar un curso de literatura a estudiantes de psicología, comunicación social, periodismo, publicidad, trabajo social, historia o antropología; un curso dedicado al estudio de obras literarias en un entorno donde en algunos casos no se sabía claramente la manera de vincular dicho asunto al proceso de formación profesional; un curso, además, dirigido a jóvenes poco relacionados con la ficción escrita, con un nivel precario, nulo a veces, de lecturas en este campo, por lo tanto, con limitaciones para captar el sentido profundo de las historias.

En la academia siempre han existido inquietudes sobre el interés o las habilidades de los jóvenes en torno al acto de leer. En el caso de la ficción, y cuando no se trata de estudios específicos en literatura, el encuentro de los profesores en general es con alumnos que recorren los textos de manera despreocupada y desconocen las más elementales estrategias para distinguir los componentes del texto, condiciones que les impiden captar la importancia de los detalles, por ejemplo, descubrir datos de valor en cosas que apenas se sugieren en la historia e incluso entender el argumento.

“Quienes trabajamos desde hace algunos años en la enseñanza de la literatura, en la Educación Superior, especialmente en cursos introductorios, nos hemos encontrado, en general, entre estudiantes poco familiarizados con ella, cuando no indiferentes o enemistados desde sus acercamientos académicos en el bachillerato”, afirma Inés Posada al introducir su Curso de apreciación literaria. Relato de una experiencia, un texto de 2004, hasta ahora inédito. Con base en su trabajo docente en el programa de Filosofía y Letras de la Universidad Pontificia Bolivariana, la profesora y poeta plantea un modelo pedagógico y empieza por confesar su vivencia al respecto:

Esta ha sido una experiencia pedagógica difícil y a veces desconcertante, pues sentimos, por una parte, la necesidad y la urgencia en estos tiempos, de reconciliarlos con la literatura, con la lectura y en general con la experiencia de conocimiento humana y esencial que es el arte; y por otro lado, nos inquieta el deseo de encontrar un método, un camino para llegar de una manera más cercana y eficaz a ellos (p.2).

El novelista norteamericano Richard Ford, refiriéndose también a su experiencia docente, cuenta que en su caso en realidad no parecía que sirviera para nada enseñar literatura a gente para la que hacer literatura no era una elección, “ni leerla un hecho importante en su vida”, como si fuera un tema que solo incumbiera a los escritores, o al menos a los que sueñan con serlo.

En su obra titulada Flores en las grietas. Autobiografía y literatura, Ford concluyó que lo que valía la pena enseñar “era qué me hacía sentir a mí la literatura cuando leía, dejando ligeramente de lado las cuestiones de pertinencia. Después de todo, por eso deseaba yo escribir”. Para él, la literatura se puede abordar tan empíricamente como la vida pues ambas cosas están conectadas porque en ellas se dan las mismas cuestiones: “¿Cómo amo a quienes amo? ¿Cómo puedo seguir adelante cada día con o sin esas personas? ¿Cómo terminará este día? ¿Viviré o moriré?”. Y esas son las grandes lecciones de la literatura pertinentes para la vida.

En lo personal, el curso de literatura en la Universidad Pontificia Bolivariana significó una experiencia pedagógica interesante y gratificante; sus resultados ratificaron la importancia de que un estudiante de pregrado adquiera destrezas para acceder al alma humana a través de la literatura. Los alumnos siempre aceptaron el método propuesto para el estudio de la obra literaria. Por medio de él descubrieron que leyendo ficción podían sintonizarse con la comprensión de temas muy pertinentes con sus futuras profesiones o su rol como ciudadanos, obtener un conocimiento no conseguible por otras vías, criterio para interpretar fenómenos de la cultura contemporánea, sentido crítico y sensibilidad en la vida personal o profesional, además de una mejora en las actitudes lectoras y la relación con los textos en general.

Con un curso de literatura no se consigue que alguien sin afecto por las historias ficcionales desarrolle un gran gusto o pasión por las novelas o los cuentos, pero sí se descubre un camino para el encuentro con las cuestiones fundamentales del ser humano que han inquietado siempre: la muerte, el amor, el odio, la maldad, la soledad, la dualidad del ser, los nexos familiares, los traumas de la infancia o los miedos internos.

De la manera como se aborde la enseñanza literaria o se lleve a cabo el ejercicio de lectura y análisis de obras de ficción depende lograr –o malograr– el interés de un joven por la literatura, permitirle –o impedirle– entender su valor como área del saber, y que se beneficie o no de los aportes que puede hacerle.

Conocer más de los rasgos formales de una obra narrativa requiere disposición para leer de manera atenta, así como conceptos que ayuden a comprender los mecanismos de la ficción. Si adicionalmente se entregan herramientas para desentrañar en las narraciones lo que es reconocible en la vida y encontrar la dimensión humana de las historias leídas, la experiencia será más completa y formadora.

Lo que se propone aquí básicamente es un ejercicio de interpretación textual relacionado con la reflexión, la investigación, la sensibilidad y la creatividad, que además proporcione placer estético, formación de la personalidad y un encuentro con la subjetividad humana, con los sentimientos o pensamientos más profundos del ser.

La esperanza es que este libro sea útil para quienes deseen establecer una relación más profunda con el hombre a través de la literatura, explorar con hondura las posibilidades que ofrece la imaginación de acceder a lo real y acercarse al mundo de los escritores de ficción, esos seres que se atreven a volcar todo su espíritu en una obra literaria para regalarnos un espejo donde mirarnos. Al fin y al cabo, como dice Richard Ford, “el arte (incluso el de escribir) siempre está subordinado a la vida, siempre va detrás de ella”.

La autora

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LEER FICCIÓN sigue la premisa fundamental del curso en el que se inspiró: si el objeto de estudio es la obra literaria como tal, al hacer el análisis de la misma es recomendable acudir a la lectura personal, propiciando un acercamiento desde la propia experiencia del lector y evitando asomarse previamente al expediente bibliográfico de análisis e interpretaciones hechas por teóricos o críticos que han estudiado la obra. Más que lo dicho sobre la obra y la reflexión o discusión teórica en torno a ella, interesa la perspectiva del lector que la descubre y aprende a interpretarla aplicando elementos teóricos básicos.

Las fuentes primarias de esta primera parte han sido las reflexiones personales en torno a la lectura, la propia experiencia de creación literaria, las notas de clase y los libros de diversos autores: académicos, escritores e investigadores que en conjunto fueron vitales para estructurar el componente teórico del curso mencionado; algunos se citan a lo largo del texto, otros ofrecen perspectivas diferentes favoreciendo la diversidad de enfoque y al final se referencian todos como fuentes de consulta de la presente obra.

Vale aclarar que en esta obra no se trata de hacer una contrastación de los conceptos narratológicos de unos autores que abordan lo mismo de distinta manera, y que se ha trabajado con libertad para adherir a aquellas voces que contribuyen más al hallazgo en la búsqueda emprendida y con las cuales, por lo tanto, se logró mayor sintonía. Sin querer desconocer que hay otras voces que hacen parte importante de la experiencia literaria contemporánea, no hubo ni la intención ni la pretensión de abarcarlas todas.

El desarrollo temático se centra en el estudio de narraciones de ficción –cuento y novela– y en los tres mundos o momentos de existencia del texto: la realidad, la obra y el lector. Se empieza por revisar de qué manera la obra literaria propicia una experiencia múltiple, de lenguaje, imaginación, belleza, conocimiento y lectura. Luego se hace una necesaria distinción entre realidad, imaginación y fantasía. En tercer lugar se lleva a reflexionar sobre la dimensión del acto de leer y se dan bases para un diario, memoria o cuaderno de lectura como ejercicio de interpretación textual.

Con dichos conceptos preliminares es posible entrar mejor a los elementos del texto dramático. Se empieza por los discursivos, a partir del capítulo cuatro, recordando las características generales de la narración, la descripción, el diálogo, el cuento y la novela, formas expresivas de la ficción que aportan los aspectos de estilo.

Los elementos de la historia se concentran en los capítulos finales, del cuarto al octavo. En estos se aborda la comprensión de lo que es la estructura dramática, el conflicto y la trama, el estudio de los personajes, el espacio, el tiempo, el narrador y la perspectiva de autor, para concluir con la formulación del tema, algo que lleva a desentrañar el sentido profundo de una obra ficcional y el planteamiento del autor sobre la condición humana, su entorno o su tiempo.

Analizar una obra literaria implica ir más allá de la obra misma, las acciones y sus personajes, buscar la intención del autor, captarla y acertar en lo posible. Un lector por lo general se queda con el personaje y sus hechos. El ejercicio del analista es ir detrás, ir al autor y encontrar el porqué y el para qué de su historia.

Hay mucha diversidad en la naturaleza y variedad de los trabajos literarios, así mismo, pautas para hacer lecturas y distintas formas de abordar una novela o un cuento. Sin embargo, es posible establecer ciertos parámetros, dar unos principios que permitan un mayor nivel de comprensión de la misma y desarrollar la capacidad de emitir mejores juicios literarios, sin sacrifico del disfrute de la obra de ficción. Todo esto es lo que se propone esta primera parte de LEER FICCIÓN.

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La literatura es un medio de expresión que sirve para contar la vida, en el cual los asuntos de la condición humana se toman muy en serio. Sin embargo, la lectura de novelas y cuentos poco o nada significa para muchas personas. Por desconocimiento del sentido de la ficción, porque no saben cómo adentrarse en una obra literaria para extraerle su sustancia, porque una experiencia educativa las alejó de la lectura o porque esta era algo marginal en su entorno familiar o social.

Se han perdido esa manera particular de leer y narrar el mundo que ofrece la literatura, la oportunidad de conocer a otros con mayor hondura a través de los escritores que durante siglos se han dedicado a consignar vivencias y fantasías de la humanidad, pero sobre todo a compartir con el lector una manera seria de entender la vida.

En las historias ficcionales pueden descubrirse reflexiones muy profundas y certeras en torno a las relaciones e interacciones del hombre, ampliarse la comprensión sobre la forma como fluye la vida, o asomarse al universo interior de seres de edad, nacionalidad y condiciones sociales, ideológicas o temporales muy diferentes.

“Cuando, en mi juventud, empecé a tomarme las novelas en serio, aprendí también a tomarme la vida en serio”, dice el escritor Orhan Pamuk en su obra El novelista ingenuo y el sentimental. Para el autor, la novela es el producto de un arte y un oficio al mismo tiempo y su objetivo esencial es ofrecer una descripción precisa de la vida. Según él, cuando el arte de la novela se desarrolla en sociedades cerradas, “invita a la gente a examinar sus vidas, y lo logra mediante la presentación meticulosa de narraciones literarias elaboradas sobre decisiones, sensaciones y rasgos personales del individuo”.

El hecho creativo es parte de la vida misma, de ahí la conexión intensa de ella con el arte, que al arte le sea natural establecer relaciones con lo social y que la creación y la creatividad tengan importancia para los distintos saberes.

En particular, la literatura es un arte y es un saber que establece una profunda relación con la condición humana individual y colectiva, por lo tanto tiene enormes posibilidades de generar y entregar conocimiento sobre la vida. Los términos narrativos y/o poéticos de las obras de ficción son tan válidos como los conceptos por medio de los cuales se aborda el estudio del hombre en los saberes sociales donde se ofrecen diversas miradas sobre él y, además, se estudian los fenómenos estéticos, usualmente originados en acontecimientos colectivos, formas de pensamiento o el espíritu de una época. El nexo de la literatura con el conocimiento humano es tan incuestionable como lo es, por ejemplo, el de las profesiones con el hombre, en quien ellas cobran sentido.

No obstante lo anterior, hay profesiones que ignoran las posibilidades de la literatura, peor aún, la desdeñan como un saber necesario para la formación humanística del universitario y cuestionan su inclusión en los estudios de pregrado. Pero lo que esto indica es un desconocimiento de lo mucho que tiene para decirles a quienes comparten con ella la pregunta común acerca del hombre.

Por supuesto, en el mundo de hoy es difícil justificar el acto de leer novelas y sustentar la literatura como un objeto de estudio necesario en la formación de una persona o un profesional cuando una mayoría considera que la importancia de las obras literarias no es apreciablemente mayor que el de otros pasatiempos con los cuales las horas pasan más rápido y menos tediosas. ¿Por qué molestarse en leer ficción?, es un cuestionamiento que persiste en algunos sectores.

En sus múltiples escritos y conferencias, el escritor colombiano William Ospina ha insistido en el tema de la lectura y expresado su preocupación por el papel de la literatura en una sociedad en crisis de valores y caos social donde se le restan méritos y, como dice, lo humano está solo, a pesar de ser la literatura un lenguaje de la memoria y única forma de mirar al hombre.

El novelista norteamericano Richard Ford, en la obra mencionada, considera que “en esos momentos de impotencia, el impulso de escribir o de leer una novela debería ser un impulso salvador”, pero a la vez se pregunta “¿Por qué insistir tanto sobre la autoridad en la ficción si hay tantas otras cosas de las que hablar?”.

En Ospina podemos encontrar una respuesta. El autor considera que no siempre hay que preguntarse para qué se lee pues leer debería justificarse por sí mismo y lo que hay que hacer es dejar que la lectura obre en cada uno su trabajo.

Por su parte, John Maxwell Coetzee, en una entrevista publicada en la revista colombiana Arcadia, decía que la literatura es importante porque puede abordar preguntas grandes y fundamentales de una manera no discursiva, es decir, a través de la metáfora, la fábula, la narración y todos los demás recursos que tiene a su disposición, y que sería triste que el estudio de los clásicos desapareciera de los programas de estudio. Como novelista, ensayista y crítico literario, el escritor sudafricano, Nobel de Literatura 2003, se ha distinguido por profundizar en los mecanismos internos de la literatura.

Leer obras literarias tiene el poder de cultivar la mente, estimular o despertar el sentido de la vida y hacer reflexionar sobre asuntos esenciales de ella, como por ejemplo el amor o la muerte. La intención o justificación primera sería proporcionar disfrute y entretención, pero frente a un libro de cuentos o una novela puede haber otros propósitos, sin que deje de resultar gratificante la lectura.

Para Richard Ford, la literatura es hermosa y buena, tiene “misterio, densidad, autoridad, capacidad de conexión, conclusión, resolución, percepción, variedad, grandeza, o, en otras palabras, valor en el sentido que Sartre daba a este término cuando decía que la obra de arte es un valor porque es una llamada”.

Dos investigadores de la Nueva Escuela de Nueva York que llevaron a cabo cinco experimentos con cerca de mil voluntarios, concluyeron que una novela mejora la capacidad de entender las emociones ajenas. Según el reporte del estudio, publicado originalmente en la revista Science en 2013 y reseñado por la revista Semana ese mismo año, la literatura de ficción permite apreciar el mundo desde otros puntos de vista. Quienes en el experimento leyeron este tipo de libros fueron más precisos cuando tuvieron que identificar las emociones de los demás, y esto se debió a que en la ficción literaria cada personaje presentaba una versión diferente de la realidad y para entenderla el lector debía adentrarse más en la historia, a diferencia de como tenía que hacerlo en otros géneros convencionales y realistas. 

Casi todos los autores coinciden en señalar el poder de la ficción como forma de conectar a la gente con lo real y con ella misma, como algo que permite percibir lo bello y lo terrible del mundo, a la vez que conmoverse, imaginar y crear.

Desde los postulados de las poéticas clásicas se establece como objeto de la obra artística la imitación de la naturaleza, entendiendo que en esta se incluye al ser humano, con sus características físicas y comportamientos, por lo cual la obra resultante debe ser reflejo de ello.

En nuestro caso, no es necesario definir la literatura, ¿para qué una definición de literatura? Basta señalar lo que esta es y significa, entenderla como una experiencia múltiple –de lenguaje, de belleza, de conocimiento, de lectura y de imaginación– y precisar el alcance de cada una de estas posibilidades, como se hace a continuación.

Para empezar, conviene aclarar lo que se entiende como una experiencia. Es aquello de lo que se obtiene cierto aprendizaje, es decir, algo que trasciende la mera vivencia; sería la vivencia más lo que esta enseña. Jorge Larrosa (2003), en su obra La experiencia de la lectura: Estudios sobre literatura y formación, lo explica de la siguiente manera:

La experiencia, la posibilidad de que algo nos pase, o nos acontezca, o nos llegue, requiere un gesto de interrupción, un gesto que es casi imposible en los tiempos que corren: requiere pararse a pensar, pararse a mirar, pararse a escuchar, pensar más despacio, mirar más despacio, y escuchar más despacio, pararse a sentir, sentir más despacio, demorarse en los detalles, suspender la opinión, suspender el juicio, suspender la voluntad, suspender el automatismo de la acción, cultivar la atención y la delicadeza, abrir los ojos y los oídos, charlar sobre lo que nos pasa, aprender la lentitud, escuchar a los demás, cultivar el arte del encuentro, callar mucho, tener paciencia, darse tiempo y espacio (p. 87).

El autor colombiano Jorge Orlando Melo, cuando reflexiona sobre el acto de enseñar y el significado de la educación en la formación integral del ser humano, concluye que la mejor educación es la que se basa en la experiencia que, con el mundo y la vida, debe ser la fuente del conocimiento porque “allí es donde aprendemos lo que realmente es importante”. En su ensayo “Montaigne en el día del maestro”, Melo incluye la lectura dentro de dichas experiencias y asegura que la enseñanza de la literatura debe asumirse a partir de la experiencia personal.

En primer lugar, la literatura se concibe como experiencia de lenguaje. Es hecha por y para el hombre, animal narrativo, único ser vivo que se hace preguntas sobre sí mismo, lo que es y lo que quiere ser, y que siente además la necesidad de contarlo, para lo cual dispone del lenguaje, su máxima expresión. Contar historias es una cualidad innata y esencial en él, es su forma de comunicación más primaria, la manera más común que tiene para nombrar, interpretar y comprender la realidad; es una práctica inherente a la vida, algo que hace en la conversación cotidiana. El hombre se narra a sí mismo y narra la vida, establece un diálogo con el mundo y con los otros. Por eso cuando se habla de narración de historias se habla también de ser humano, que se vuelve la esencia de la literatura.

En segundo lugar, la literatura es entendible como experiencia de belleza porque hace parte del conjunto de manifestaciones incluidas en la división clásica de las artes, con la arquitectura, la danza, la escultura, la música, la pintura y el cine. Sabemos que el arte tiene por finalidad expresar la belleza, pero también que es algo más hondo y complejo: es fenómeno social, es medio de comunicación, es una necesidad del hombre y un acto creativo que deja un producto artístico. Se acepta que la literatura es el arte de la palabra y la subjetividad, pero tal comprensión es insuficiente para dimensionar la experiencia de belleza que es y proporciona. Es preciso señalar los componentes propios del arte que posee la literatura, su vínculo con la creatividad, la sensibilidad, la inspiración y la genialidad. Es necesario decir que es una experiencia de creación y una forma de expresión del espíritu, producto de artistas deseosos de decir algo sobre el mundo que les rodea, con voluntad para dejar constancia de su paso por el mundo y su postura frente a él, lo que implica un asunto ideológico o ético. Que exige conocimiento del ser humano, de la sociedad y del lenguaje, además de vocación, dedicación y el dominio de una técnica puesto que es también un oficio.

En tercer lugar, se sabe que a través de una obra literaria se conocen cosas nuevas, que la literatura entrega conocimiento y su intención va más allá de lo puramente estético. Pero la dimensión de la experiencia de conocimiento que propicia la literatura es más amplia y trascedente. Ella en sí misma es un saber que posee leyes, estructuras, condiciones y características propias para construir el mundo ficcional que habita. Es un ejercicio intelectual y racional ligado a la investigación y la reflexión, pero que también acude a mecanismos como la intuición, la emoción, el sentimiento y la imaginación para generar conocimiento. O sea, incluye perspectivas que el conocimiento tradicional deja por fuera, abarcando zonas de misterio, incertidumbre, azar, sueño y absurdo, íntimamente ligadas a la condición humana. Son múltiples las vías por las cuales la literatura logra experiencias vitales de contacto con lo real, hace un acercamiento a la realidad que no es arbitrario o evasivo. Formas de pensar que usualmente se mueven en los planos de la razón y la vida cotidiana se vinculan a lo estético y lo sensitivo para conocer más profundamente. Todo esto hace de la literatura un saber que perdura, que a largo plazo puede producir efectos en alguien como persona y como ciudadano.

Al inicio nos referíamos a la gran conexión de la literatura con la vida, relación que determina el tipo de conocimiento que ella ofrece y que se da acerca de la condición humana fundamentalmente, ya que a través de una obra literaria es posible hacer un reconocimiento de lo que los hombres son, han sido y pueden llegar a ser, comprender sus comportamientos, su sensibilidad y su conducta individual y social. Es inagotable lo que aporta una obra de ficción. Allí se encuentran testimonios, experiencias colectivas y singulares, temas políticos, sociales y culturales, verdades armónicas o terribles que se exponen sin teorías sino que se expresan con una forma estética.

Por lo anterior, en literatura una historia puede ser cien por ciento imaginaria, en el sentido en que nunca pasó, sin embargo, puede revelar cosas ciertas e incuestionables. Por eso se ha dicho que un poeta es capaz de adentrarse y dar cuenta del alma humana como nadie más puede hacerlo.

Sigmund Freud creía que los poetas debían considerarse como unos aliados valiosos y que su testimonio era muy estimable porque solían saber de muchas cosas y, en cuestiones del alma, se adelantaban a los mismos sicólogos ya que se nutrían de fuentes que no se habían abierto para la ciencia.

La cuarta experiencia que define lo que es la literatura es la lectura. Sabemos que leer es algo inherente a ella. Las obras literarias adquieren sentido en el ejercicio del lector, quien da vida al texto y lo concreta, a la vez que obtiene conocimientos de él. Sabemos también que leyendo se aprende a discernir, a tomar postura, a relacionarse, que leyendo se aclaran las ideas, se estructura el pensamiento, se desarrolla la capacidad de análisis e interpretación. Que por eso la lectura siempre ha hecho parte de los saberes imprescindibles; hasta el siglo VXIII, con la escritura, la religión y las matemáticas, conformaba el conjunto de las cosas que se consideraban básicas aprender. Hoy la lectura sigue siendo importante para vivir y ejercer una profesión, desde la escuela hasta el grado universitario. Y se la defiende por el aprendizaje que proporciona.

Finalmente, como experiencia de imaginación, también es claro que en el ser humano existe la doble condición de ser a la vez razón e imaginación y que esta es algo que viven tanto el creador como el receptor de la obra literaria. La literatura es estimulada por la imaginación, una de sus propiedades es desarrollar maneras de penetrar en lo real o conocido. Al respecto, Richard Ford afirma que “la imaginación puede aportarnos información sobre nuestra naturaleza que los otros órganos del conocimiento no pueden ni se proponen ofrecer, y que lo que cuenta la literatura es vital para nuestra supervivencia”.

El tema de la imaginación parece obvio. Sin embargo, la estrecha relación de la literatura con la realidad y al mismo tiempo el hecho de que sea la ficción el terreno donde se ubican las creaciones de los escritores, hace necesario tratar lo ficcional de manera más amplia, como se hace en el siguiente apartado, para poder ahondar en todo lo que implica el que la literatura sea también experiencia de imaginación.

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¿Qué se entiende por ficción? ¿Una evasión de la realidad? Distinguir lo ficcional a veces resulta menos sencillo de lo que parece. No falta quien se confunda y confunda una cosa con la otra, pues, como afirma William Ospina, la ficción no es lo contrario de la realidad sino que puede ser su síntesis. Por eso, para tratar el tema siempre es necesario hablar de lo real.

Vladimir Nabokov (2010), que recoge su experiencia como profesor de literatura en el libro titulado Curso de literatura europea, y además de novelista fue un apasionado entomólogo y estudioso de las mariposas, ofrece otra perspectiva del tema. Al respecto dice lo siguiente:

La literatura es invención. La ficción es ficción. Calificar un relato de historia verídica es un insulto al arte y a la verdad. Todo gran escritor es un gran embaucador, como lo es la architramposa Naturaleza. La Naturaleza siempre nos engaña. Desde el engaño sencillo de la propagación de la luz a la ilusión prodigiosa y compleja de los colores protectores de las mariposas o de los pájaros, hay en la Naturaleza todo un sistema maravilloso de engaños y sortilegios. El autor literario no hace más que seguir el ejemplo de la Naturaleza (p. 35).

De todos modos, para construir una ficción se requiere imaginar, y al imaginar el hombre se inspira inevitablemente en sí mismo y su universo. Novelistas y cuentistas acuden a la vida cotidiana como fuente, toman el modelo del ser humano y su mundo conocido como tema central. Y por supuesto, la obra de esos escritores genera un poder de identificación grande; en las historias leídas el lector reconoce lo que ha sentido, visto o testificado en sí mismo y en otros. Ahí es donde el tema puede llevar a error, en particular a aquellos lectores ingenuos o inexpertos que toman lo verdadero como sinónimo de lo real y califican la obra literaria como no ficción con el argumento de que lo narrado se les parece a algo visto en el mundo cercano, o porque algo de humano reconocen en los seres, figuras o territorios que se ubican en los mundos secundarios de la literatura, en los que casi siempre se mantiene al hombre como eje de lo ocurrido.

En una investigación ejecutada en el año 2014 sobre la literatura y su profunda relación con el conocimiento de la condición humana, la profesora Inés Posada y yo concluimos que la literatura puede considerarse una ficción verdadera, –sustancialmente verdadera– como diría Borges, que pone en crisis las nociones tradicionales acerca de lo real, lo irreal, lo verdadero, lo falso, lo exacto y lo inexacto, pues permite develar la doble condición del hombre de ser a la vez imaginación y razón, entendiendo por imaginación no una evasión sino una manera no racional de penetrar en la realidad. Dicha idea la explora y amplía Gaston Bachelard en su texto La poética de la ensoñación, publicado en 1987 por el Fondo de Cultura Económica.

Laurence Perrine y Thomas R. Arp, en su texto Literature: Estructure, Sound, and Sense, expresan que la literatura es “un juego serio de hacer creer en el cual el autor concibe situaciones y personajes que, aunque imaginados, encarnan verdades de la vida humana y comportamientos más completos y significativos que los reportados por los periódicos”. De ahí la afirmación de que la buena literatura es esencialmente verdadera, aunque las circunstancias sean falsas, porque en literatura, verdad no es lo mismo que fidelidad a los hechos.

Una obra de invención en su totalidad puede estar inspirada en lo real, pero no podría clasificarse como real o no ficcional sino como obra realista. La obra ficcional es distinta al texto ensayístico o al texto periodístico. Son dos maneras diferentes de abordar hechos y cosas del mundo; responden a objetivos, estrategias, formas y técnicas singulares, aunque puedan tener coincidencias y produzcan un efecto similar.

El siguiente cuadro (Figura 2.1, de mi propia autoría) es un intento por aclarar el asunto de manera sencilla, pues es necesario empezar por distinguir y ponerse de acuerdo en dos cosas que parecen obvias pero que a veces generan confusión:

Figura 2.1 Maneras de abordar hechos y cosas del mundo para narrarlas

NO FICCIÓN:

Corresponde a la realidad.

La realidad es su finalidad. No inventa ni imagina.

Aporta o refiere datos comprobables.

Plantea ideas.

FICCIÓN:

Corresponde a las cosas imaginadas.

La realidad no es su finalidad, aunque puede basarse en ella.

Aporta o refiere datos no comprobables.

Plantea ideas.

NO FICCIÓN

 

FICCIÓN

Informar sobre la realidad.

Explicar e interpretar hechos reales.

Objetivo

Recrear. Emocionar. Generar reacción.

Apela ante todo a la razón del lector.

Se dirige al cerebro.

Trata de separar la subjetividad.

Busca ser neutral.

Estrategia

Apela al sentimiento del lector.

Se dirige al corazón.

La subjetividad no es su preocupación.

Basada en registro fiel.

Personajes, espacio, tiempo y situaciones existen en la vida real.

Los protagonistas hablan con su propia voz, dicen lo que su conciencia les dicta orientados por el autor.

Técnica

Basada en representación y puesta en escena.

Personajes, espacio, tiempo y situaciones son una construcción del autor.

Los protagonistas dicen lo que el autor los pone a decir, este se expresa a través de ellos.

Textos informativos y argumentativos.

Periodismo, documental, ensayo, biografía.

Forma

Textos literarios narrativos, películas, series audiovisuales, cómics, novela gráfica, entre otros.

Lleva a la reflexión.

Entrega conocimiento o experiencia

de manera indirecta.

Efecto común

Lleva a la reflexión.

Entrega conocimiento o experiencia de manera indirecta.

El periodismo es un ejemplo claro de un territorio narrativo no ficcional: da cuenta de hechos verídicos y siempre trata de ajustarse a lo real, en él las cosas tienen existencia verdadera y efectiva conforme con la idea o imagen de la realidad, por lo tanto se debe ser fiel a los hechos.

La obra literaria no siempre se identifica con el realismo, a veces trata de ajustarse a la realidad y en sus universos ficcionales representa la vida del mundo primario, pero el terreno en el que mejor se mueve es imaginado.

La imaginación permite al que imagina crear imágenes mentales. La mente del hombre tiene capacidad para concebir y construir representaciones de cosas que no están de hecho presentes, por lo tanto de generar mundos secundarios. Es necesario comprender la dimensión de los dos mundos: el primario y el secundario, caracterizándolos. Aclarar cosas que parecen obvias pero que en lectores jóvenes e inexpertos a veces se confunden.