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Se cuenta que hace mucho tiempo, los abuelos de nuestros abuelos eran unos seres especiales, muy sabios.

A estos antiguos ancianos, a quienes hoy todavía llamamos nawales, les gustaba salir a caminar por las montañas de Santiago Atitlán.

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A los abuelos de nuestros abuelos les gustaba aprender mucho, eran sensibles e inteligentes. Aprendían de la montaña, aprendían del cielo, aprendían de la vida recorriendo los caminos de las montañas, viendo las señales de la naturaleza.

Un día los nawales se fueron a la montaña movidos por la curiosidad que les provocaba un camino de colores que se miraba en el cielo; querían saber de dónde salía.

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