LA VERDADERA

Y SINGULAR

HISTORIA DE

LA PRINCESA

Y EL DRAGÓN

 

BESOS

PARA LA

BELLA DURMIENTE

 

 

TEATRO FANTÁSTICO

 

 

 

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COLABORADORES

 

 

MAGDALENA AGUINAGA MARÍA ANGULO EGEA

JOSÉ LUIS ARAGÓN SÁNCHEZ JESÚS ARRIBAS

RAFAEL BALBÍN

PAULA BARRAL CABESTRERO

Mª ESPERANZA CABEZAS MTNEZ. ÁNGEL MARÍA CALVO

MANUEL CAMARERO

FRANCISCO CORRALES FERNANDO DOMÉNECH RICO JESÚS FERNÁNDEZ VALLEJO

LUIS FERRERO CARRACEDO ANTONIO A. GÓMEZ YEBRA ANTONIO HERMOSÍN

GLORIA HERVÁS

JOSÉ MARÍA LEGIDO

FRANCISCO LÓPEZ ESTRADA ARCADIO LÓPEZ-CASANOVA

 

JOSÉ MONTERO PADILLA JUAN A. MUÑOZ

FRANCISCO MUÑOZ MARQUINA FÉLIX NAVAS LÓPEZ

KEPA OSORO ITURBE

Mª TERESA OTAL PIEDRAFITA BEATRIZ PÉREZ SÁNCHEZ JOSÉ ANTONIO PINEL

MONTSERRAT RIBAO PEREIRA ANA HERRERO RIOPÉREZ TOMÁS RODRÍGUEZ

MERCEDES ROSÚA

JORGE ROSELLÓ VERDEGUER FLORENCIO SEVILLA

EDUARDO SORIANO PALOMO ALEJANDRO VALERO

J. VARELA-PORTAS DE ORDUÑA JESÚS ZAPATA

 

 

 

 

 

 

JOSÉ LUIS ALONSO DE SANTOS

 

LA VERDADERA Y SINGULAR

HISTORIA

DE LA

PRINCESA

Y EL

DRAGÓN

 

BESOS

PARA LA

BELLA DURMIENTE

 

TEATRO FANTÁSTICO

 

 

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Edición a cargo de

FRANCISCO CORRALES

 

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En nuestra página web www.castalia.es encontrará

nuestro catálogo completo comentado.

 

 

Diseño gráfico: RQ

 

 

 

Primera edición impresa: 2006

Primera edición en e.book: septiembre de 2010

 

 

© de la obra: José Luis Alonso de Santos, 2005

 

© de la edición: José Luis González Subías, 2006

 

© de la presente edición: Castalia, 2010

C/ Zurbano, 39

28010 Madrid

 

 

«Actividad subvencionada por ENCLAVE»

 

 

Quedan rigurosamente prohibidas, sin la autorización escrita de los titulares del Copyright, bajo la sanción establecida en las leyes, la reproducción parcial o total de esta obra por cualquier medio o procedimiento, comprendidos la reprografía y el tratamiento informático, y la distribución de ejemplares de ella mediante alquiler o préstamo público.

 

 

 

ISBN: 978-84-9740-366-5

 

 

Presentación

 

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EL AUTOR

 

José Luis Alonso de Santos (Valladolid, 1942) ha llenado buena parte de la historia del teatro del último cuarto de siglo. En Madrid se licenció en Filosofía y Letras y en Ciencias de la Información, aunque fue su paso por el TEM, Teatro Estudio de Madrid que introdujo en España nuevas técnicas de interpretación, el que habría de despertarle una vocación a la que se ha entregado profesionalmente desde entonces; primero como actor y director de grupos independientes como Tábano y el Teatro Libre de Madrid, después como adaptador de autores clásicos, iniciando a partir de 1975 una prolífica trayectoria como autor, repleta de estrenos y galardones entre los que destacan el Premio de Teatro de la Editorial Aguilar, el Premio Tirso del Molina o el Premio Nacional de Teatro.

La preocupación por la búsqueda de la dignidad humana es quizá su tema más recurrente. Sus personajes, seres habitualmente marginados y habituados a la derrota, entablan una lucha desigual con una sociedad que los aprisiona. Y todo ello abordado mediante un lenguaje en apariencia natural, sencillo, que da cabida al argot y al habla juvenil, pero que el autor recrea siempre de una manera artística. Ése es uno de sus logros: ofrecer una visión un tanto amarga de la sociedad a través de la comedia y el humor inteligente, sin frivolizar, huyendo del lenguaje sentencioso y dogmático que se empeña en mostrar una perspectiva monolítica de la realidad.

 

 

LAS OBRAS

 

La verdadera y singular historia de la princesa y el dragón, estrenada en el Centro Cultural de la Villa en 1982, y Besos para la Bella Durmiente, estrenada en la Sala San Pol de Madrid en 1984, son los títulos de la presente edición. Se trata de dos adaptaciones de obras escritas a partir de conocidos cuentos tradicionales que recuperan y actualizan los viejos mitos de la literatura oral. Ese mundo maravilloso asume con naturalidad la existencia de hadas, dragones y encantamientos, y las transformaciones más inverosímiles adquieren todo su esplendor, en un principio para disfrute de los adultos, más tarde también para los niños. Sin subrayados ni moralinas, estos cuentos mantienen su intención primitiva: la recuperación de los valores universales, la invitación a reaccionar ante el peligro en busca de nuestra identidad, en suma, mostrar que la creación de esos mundos ideales que mejoran el nuestro son posibles.

La verdadera y singular historia de la princesa y el dragón, como indica el título, parte del tradicional cuento de princesas y dragones, de buenos y malos. Sólo que Alonso de Santos invierte la estructura clásica de relatos de hadas y trastoca la asignación de papeles, convirtiendo al caballero en oponente y al dragón en el héroe bueno. Incapaz de dominar su pasión, el dragón rapta a la princesa. Cautiva en el bosque y alejada de su ambiente protector, la joven comienza un viaje que acabará transformándola en un ser adulto. Al cabo, la ternura y la honestidad de su carcelero logran conquistarla. Y, de pronto, la extraña pareja encarna el bien, mientras que el pretendiente oficial y el rey, empeñados en romper esa relación, representan el mal. Se origina después una lucha desigual entre esas fuerzas contrarias: la sencillez del bosque frente al lujo del castillo, los valores espirituales frente a los materiales, el matrimonio por amor frente al matrimonio impuesto.

El poder del rey, la tradición y el hecho nada desdeñable de que los enamorados pertenecen a especies distintas, parecen obstáculos casi insalvables. De la energía y la determinación mostrada por los héroes dependerá su felicidad. Y quien lucha, al menos en el mundo de los cuentos, puede alcanzar sus sueños. De ese modo, el autor nos está invitando a ser princesas o dragones. A los niños para que descubran el poder de la rebeldía, a los adultos para que superen el escepticismo y recuperen la alegre ingenuidad de la infancia.

La magia que destila esta historia inunda de color los escenarios y de humor el lenguaje, haciéndonos creer por un instante que tocar el mundo de los deseos cumplidos es posible: sólo tenemos que sacudirlo y sacarlo de nuestro interior.

Besos para la Bella Durmiente también hunde sus raíces en la tradición oral. Una joven princesa es víctima de un hechizo que la obliga a permanecer dormida hasta que la despierte un beso de amor. Esta célebre historia comenzó a popularizarse gracias a las versiones literarias del siglo XVII de Giambattista Basile y de Charles Perrault, repletas ambas de personajes violentos y vengativos, que la adaptación romántica de los hermanos Grimm, destinada a un público infantil, se encargó de dulcificar.

De esta versión también parte Alonso de Santos, para darle luego un giro inesperado. El relato clásico premia a la hermosa durmiente con el beso de un príncipe, manteniendo así el orden social establecido. Sin embargo, uno no siempre se enamora de un igual. ¿Qué ocurriría si el beso capaz de romper el hechizo se encontrara en los labios de un modesto paje? ¿Puede el amor vencer todos los obstáculos o pesan más en la elección el dinero y las costumbres?

Los héroes de los cuentos lo son gracias a su obstinación e inconformismo y los de Alonso de Santos, en especial las mujeres, muestran una determinación arrolladora. Besos para la Bella Durmiente es una metáfora acerca de los beneficios del amor, un sentimiento escasamente valorado, al que solemos renunciar aun a riesgo de permanecer dormidos sin saberlo. Este amor, motor del mundo, lo encarnan la princesa y el paje, mientras que los pretendientes, enzarzados en una lucha ridícula y eterna por conseguir su trofeo, simbolizan el mundo de la violencia y la sinrazón. Para complicarlo todo un poco más, el rey se empeña en sabotear los deseos de su hija y se alía con los oponentes.

La solución del conflicto no parece que vaya a beneficiar a la joven pareja, pero cuando hay un hada de por medio todo puede pasar. A través de un ejercicio metateatral, el autor nos invita a reflexionar acerca del empeño que todos tenemos en representar siempre un papel lleno de prejuicios y normas absurdas al que nos mantenemos fieles con pertinaz inconsciencia. ¿Qué ocurriría, no obstante, si un día dejáramos de representar y renunciáramos a nuestras máscaras y títulos para ser nosotros mismos? Difícil tarea, pero en el mundo de los cuentos no existen los imposibles y quizá en el tuyo tampoco si decides ser valiente y te atreves a renunciar a lo superfluo cuando te sorprende un beso de amor.

El humor, el color y la poesía que destila esta maravillosa historia supera los límites del escenario y embruja al público para que construya en su mundo los mismos decorados y haga suyos los valores de esos héroes, porque el grueso muro que separa la fantasía de la realidad puede quebrarse con la determinación de un beso.

 

 

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José Villegas: Paje del siglo xv

(h. 1888, acuarela).

Colección particular, Barcelona.

 

 

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José Luis

Alonso

de Santos

 

DIEZ CONSEJOS
DEL AUTOR
PARA REPRESENTAR
ESTAS OBRAS

 

 

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Decir un autor cómo se debe representar una obra suya me parece una recomendación un tanto gratuita e imposible de seguir. Cada compañía –y cada actor y director– empleará su preparación y su talento, y de ellos dependerá el resultado final. No obstante, por si puede ser útil para alguien, expondré diez puntos de vista sobre cómo debe hacerse el trabajo de la puesta en escena de estas obras.

 

— Tanto si la compañía que representa la obra es profesional, como si es aficionada o compuesta por niños en edad escolar, lo más importante de todo es que la obra se vea (luz), se oiga (voz), y se entienda (sentido común).

 

— Todo ha de estar situado en un mundo mágico e imaginativo, con fantasía y con música y color. Es decir, el mundo de los cuentos infantiles llevado a escena.

 

El juego y el humor han de destacar de forma evidente.

Los personajes han de ser divertidos, sobre todo aquellos que llevan la parte más cómica de la obra.

 

— La acción dramática que se origina en los conflictos de la obra es la fuerza principal de la misma. Los personajes deben centrar su trabajo en el intento de conseguir sus deseos.

 

— Todo debe ser verosímil y lógicamente organizado dentro del lenguaje de “cuento” que se emplea con el movimiento, ritmo y composición escénica.

 

— El vestuario y la escenografía pueden ser costosos y complicados, o sencillos y manejables. Lo importante es que sean bonitos, que ayuden a entender la historia y que faciliten la interpretación a los actores.

 

— No me importa que se corte texto de mis obras, en caso de que se considere necesario. Me gusta menos que se añada texto, a no ser imprescindible por necesidades del montaje.

 

Divertirse al ensayar una obra es la mejor referencia de que el público también se divertirá.

— La dirección escénica ideal es la que resuelve las dificultades que tienen tanto la obra como los actores para representar sus papeles.

— Y en décimo y último lugar, cuanto más se ensaye, mejor se sepan los actores sus papeles y más seguros estén, la obra saldrá mejor, lo cual por ser elemental no deja de ser el consejo más difícil de realizar.

 

J. L. ALONSO DE SANTOS

 

 

 

 

Pág. siguiente (y en la pág. 12): José Mª. Avial y Flores:

Telón de embocadura para el Teatro del Instituto

(1845, aguada y tinta, detalles).

Museo del Teatro de Almagro.

 

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LA VERDADERA Y SINGULAR
HISTORIA
DE LA
PRINCESA
Y EL DRAGÓN

 

 

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«Surge la fiera [...] y tiembla el cielo, pues va rugiendo de amor, pues va rugiendo de celo.»

La verdadera y singular historia de la princesa y el dragón [pág. 25]

 

Gustavo Doré:

Ilustración para Don Quijote,

de Cervantes (1862, grabado,

detalle).

 

 

Págs. anteriores: Paolo Uccello:

San Jorge y el dragón (h. 1456).

National Gallery, Londres.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

A mi hija Vega, que

me llevó de su mano chiquitita al

mundo de los niños

y me hizo escribirles esta obra

 

 

 

 

 

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Cola para entrar a una función matinal en Nueva York

(h. 1950).

 

 

Después de haber escrito y estrenado varias obras de teatro, un día mi hija Vega me planteó la necesidad –con sus cuatro años– de que escribiera también teatro para niños. Por esas fechas ya andaba yo viendo, con ella, todo el teatro para niños que se representaba y veía a ese nuevo público –fresco, vivo y con una capacidad imaginativa total– responder siempre positivamente a obras que, en general, al ser «para niños» no pasaban de un par de payasos dándose golpes tontos, contagiando el histerismo televisivo de los programas infantiles al uso, o unos seres haciendo «de niños» en unos juegos torpes y sin ton ni son.

Me puse entonces a escribir esta obra, y leídas sus primeras hojas, Félix –uno de los miembros del Grupo Teatro Libre de Madrid– se entusiasmó, se cogió el papel de Trovador para sí, y se lanzó a la aventura de montarla. Fue contagiando con su entusiasmo a otros miembros del grupo: a Ignacio, que luego haría un inolvidable Dragón Regaliz; a Raquel, la Princesita que siempre soñé de pequeño –y de mayor–; a Fausto, un Pelón de Ardilla de tomo y lomo, con cara de malo y corazón de niño; a Vere, el Tonto de Capirote, especie de angelote bueno arrancado de un retablo medieval; a Zuru, el Soldadote, que hacía temblar a los niños... de risa; a Jota y a Arturo, que hicieron el Rey, con sus barbas blancas y sus tripas y almas de gomaespuma; a Mercedes y a Eloína, que hicieron el Hada, dicharachera y pizpireta la primera, azul y de algodón la segunda, con su cucurucho de cartón y sus manos acostumbradas a sacar punta a las estrellas; y por último, a Pepe Iges, que le puso música y luz al sueño, para que se viera y se oyera la obra de «tablao» en «tablao» por esos mundos de los niños..., y entre todos fuimos montando la obra primero y representándola después durante varios años.

 

J. L. ALONSO DE SANTOS