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Índice

Colección

Portada

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Introducción. Cultura y perspectiva urbana (Fernanda Arêas Peixoto y Adrián Gorelik)

Parte I. Laboratorios culturales (entresiglos)

Río de Janeiro. Crepúsculo de Ouvidor (Maria Alice Rezende de Carvalho)

Buenos Aires. La ciudad de la bohemia (Pablo Ansolabehere)

San Pablo. La avenida Paulista de la Belle Époque: élites en disputa (Paulo César Garcez Marins)

Parte II. Lenguas para lo nuevo y la memoria (años 1910-1930)

La Plata. Figuras culturales de lo nuevo en la ciudad del bosque (Gustavo Vallejo)

Córdoba. 1918, más acá de la Reforma (Ana Clarisa Agüero)

Montevideo. El anhelo de ser cosmópolis: la arena cultural 1917-1933 (Jorge Myers)

Recife. De la ciudad a la infancia: Gilberto Freyre, historia y biografía (José Tavares Correia de Lira)

Buenos Aires. Mezclas puras: lunfardo y cultura urbana (años 1920 y 1930) (Lila Caimari)

San Pablo. El edificio Martinelli y la euforia vertical (años 1930) (Fernanda Arêas Peixoto y Alexandre Araújo Bispo)

Parte III. Escenas de modernización (años 1940-1970)

Bogotá. 1948: de la hipérbole al mito (Germán Rodrigo Mejía Pavony)

Caracas. Tiempo e imagen: el ritmo de la modernización acelerada (años 1950) (Gustavo Guerrero)

Río de Janeiro. “Un buen lugar para encontrar”: Cosmopolitismo, nación y modernidad en Copacabana (años 1950) (Julia O’Donnell)

Brasilia. Una ciudad modernista en el sertón (Nísia Trindade Lima y Tamara Rangel Vieira)

Salvador. El renacimiento bahiano, 1945-1964 (Silvana Rubino)

Parte IV. Escenas partidas (años 1940-1970)

Quito. Trajines callejeros: ciudad, modernidad y mundo popular en los Andes (años 1940 y 1950) (Eduardo Kingman Garcés)

Montevideo. La ciudad y el campo a mediados del siglo XX (Ximena Espeche)

Buenos Aires. La ciudad y la villa. Vida intelectual y representaciones urbanas en los años 1950 y 1960 (Adrián Gorelik)

Lima. Hora cero: miradas, acciones y proyectos en una ciudad desbordada (Anahi Ballent)

San Pablo. La ciudad en escena: teatro y culturas urbanas disidentes (Heloisa Pontes)

Santiago de Chile. La capital de la izquierda (Gonzalo Cáceres)

Parte V. Espectáculos urbanos (años 1990-2010)

Buenos Aires. El Bafici: festivales y transformaciones urbanas (Gonzalo Aguilar)

Río de Janeiro. La ciudad mediática: telenovelas y mundo urbano (Beatriz Jaguaribe)

San Pablo. Oficina: un teatro atravesado por la calle (Guilherme Wisnik)

Los autores

colección

teoría

Adrián Gorelik
Fernanda Arêas Peixoto

compiladores

CIUDADES SUDAMERICANAS COMO ARENAS CULTURALES

Artes y medios, barrios de élite y villas miseria, intelectuales y urbanistas: cómo ciudad y cultura se activan mutuamente

Bogotá | Brasilia | Buenos Aires | Caracas | Córdoba | La Plata | Lima | Montevideo | Quito | Recife | Río de Janeiro | Salvador | San Pablo | Santiago de Chile

Traducción de los textos sobre ciudades brasileñas
Ada Solari

Gorelik, Adrián

© 2016, Siglo Veintiuno Editores Argentina S.A.

Introducción

Cultura y perspectiva urbana

Fernanda Arêas Peixoto

Adrián Gorelik

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Fiesta popular en el barrio de Ribeira, c. 1954-1960, Salvador. Fotografía: Marcel Gautherot. Fondo del Instituto Moreira Salles.

UNA FIGURA INSPIRADORA

“Arenas culturales”: esta fue la figura clave del proyecto de historia cultural urbana que dio origen a este libro, como una contraseña para sus veinticinco autores, el modo de entenderse en medio de la babel de lenguas (enfoques, disciplinas, registros narrativos) que todo estudio de la ciudad debe al mismo tiempo convocar y conjurar.

Comenzamos apelando, de un modo casi instrumental, a la potencia de esa figura por su capacidad de presentar a la ciudad de manera simultánea como lugar de germinación, de experimentación y de combate cultural, pero a poco de andar se fue transformando en un homenaje implícito a su creador, Richard Morse.[1] De hecho, el título que finalmente escogimos para el libro parafrasea uno de los últimos textos que Morse dedicó al tema de las ciudades latinoamericanas: “Ciudades ‘periféricas’ como arenas culturales”, de 1982.[2] Allí, Morse pasaba revista a la más reciente literatura de tema urbano –de Marshall Berman y Carl Schorske a José Luis Romero–, para replantear desde un ángulo nuevo ese vínculo estructural entre ciudad y cultura que le había permitido desde el inicio de su trayectoria intelectual comprender de un modo tan original el proceso de la modernidad en América Latina. Por supuesto, lo hacía con esa mirada celebratoria sobre la cultura latinoamericana que también lo caracterizaba: el artículo mencionado termina con una suerte de efusión carnavalesca en las playas de Río de Janeiro, colmando la hipótesis morsiana de que las culturas urbanas periféricas son mucho más intensas e interesantes que las centrales. Pero no es esa mirada –bastante ajena al espíritu con que los autores de este libro pensamos la cultura urbana latinoamericana– lo que interesa destacar al rendir homenaje a Morse, sino el extraordinario arsenal de recursos analíticos que, a pesar de ella, supo desplegar para una comprensión histórico-cultural muy sofisticada de las ciudades del continente, las incontables y todavía hoy provocativas preguntas que nos enseñó a formular.

Ya en fecha tan temprana como 1956, por ejemplo, había subrayado la importancia decisiva de las fuentes culturales para entender las ciudades en América Latina: las aproximaciones de artistas, escritores y ensayistas, con su capacidad demiúrgica de nombrar, de modelar la realidad, le parecían a Morse tanto o más esclarecedoras que las encuestas y las estadísticas; y para advertir la radicalidad de su pensamiento, su forma de razonar a contracorriente, conviene recordar la centralidad que habían ganado la sociología y la planificación en esos años –seguramente el momento de mayor pretensión normativa del pensamiento social–, relegando a los márgenes otras formas de acceso al conocimiento de la ciudad, como las de la tradición ensayística.[3] Pero lo más interesante de ese breve texto temprano –y quizás la mejor muestra del talante polemista de Morse– es que, junto con esta batalla mayor contra las posiciones dominantes en el pensamiento sociourbano, no dejaba de discutir con los pocos que sí daban importancia a la dimensión cultural. Así, analizando un trabajo dedicado a las relaciones entre literatura y ciudad, señalaba los límites de los enfoques que ven en la creación artística sólo una cantera de informaciones positivas –que reducen, por tanto, la productividad cognoscitiva del arte a sus “temas explícitos”, y las fuentes culturales para interpretar la ciudad, a los géneros naturalistas–. Contra ellos, demandaba un análisis interno de la obra de arte capaz de capitalizar la evidencia de que el artista latinoamericano, más allá de sus temas y estilos expresivos, es un producto cabal de la ciudad y, como tal, no puede sino revelarla –y con ello argumentaba, de paso, a favor de la incorporación como tema de estudio de la producción vanguardista, que tanto lo fascinaba–. Es decir que, para Morse, la cultura urbana cuando se entiende de modo refinado es una calle de dos direcciones: permite una comprensión más compleja e integral tanto de la ciudad como de la cultura misma.

Este es el desafío morsiano que ha quedado acuñado en la fórmula “arenas culturales”. Y es la pregunta implícita en ella lo que se busca retomar aquí: si la vida cultural moderna de América Latina ha tenido su centro en la ciudad, ¿cuáles de las características específicas de esta le han dado a aquella sus marcas singulares? Es decir, ¿en qué medida el análisis de la cultura urbana es capaz de iluminar ese proceso de interpenetración y correspondencia entre ciudad y cultura? ¿Es posible reconocer momentos determinantes en algunas ciudades en los que esa relación haya sido especialmente productiva? Como se puede apreciar, no es de una “historia urbana” de esos momentos de donde saldrán las respuestas que esta pregunta suscita, sino de la posibilidad de darle una perspectiva urbana a la historia cultural, poniendo en evidencia aquellos episodios de la vida intelectual, artística o cultural en que la ciudad y sus representaciones han intensificado su mutua activación.

UN CAMPO DE EXPERIMENTACIÓN

Como un paso en esta dirección, este libro es el resultado de un proyecto que coordinó el trabajo de un grupo de estudiosos de varias ciudades sudamericanas y diferentes proveniencias disciplinares (historia cultural, historia de la arquitectura, antropología, sociología, crítica literaria, estudios culturales), reunidos por la común sensibilidad hacia las múltiples dimensiones de la vida urbana.[4] Durante tres años de debate e investigación, el grupo seleccionó una serie de ciudades sudamericanas y una serie de momentos clave en ellas, pero dejó librado a las orientaciones temáticas y estilísticas de cada integrante el tipo de objeto cultural sobre el cual centrarse y el modo de hacerlo, justamente porque uno de los principales objetivos fue explorar el elenco más rico y variado de enfoques posibles, proponiéndose no sólo como una serie de estudios de cultura urbana, sino como un campo de experimentación de las perspectivas analíticas disponibles para practicarla.

De allí la heterogeneidad de recortes y recorridos que pueden encontrarse en los diversos capítulos del volumen, lo que quizá constituya la base de su vitalidad narrativa y analítica. En algunos casos, el foco está puesto en momentos emblemáticos, como el año 1918 en Córdoba, para entender qué ciudad posibilitó el movimiento de la reforma universitaria así como qué ciudad existía más allá de él; o el 48 bogotano, el cataclismo político que se convirtió en profecía autocumplida de un modernismo cultural que quería rehacer la ciudad desde sus escombros. En otros casos, el relato se centra en fragmentos espaciales: a veces un edificio, como el Martinelli en San Pablo, condensador de las representaciones sociales de una ciudad en vertiginoso proceso de transformación; a veces una calle, como la Rua do Ouvidor en Río de Janeiro, memoria de una bohemia carioca que prosperó en la mezcla social y racial puesta en crisis por el proyecto modernizador de comienzos del siglo XX, o la avenida Paulista, que en ese mismo momento se convertía en escenario de representación social y urbana de las élites inmigrantes en San Pablo; a veces un barrio, como Copacabana, el balneario que llegó a identificarse con Río de Janeiro en su proyección internacional, combinando de manera audaz modernidad, cosmopolitismo y sentido de la nacionalidad; o como el Abasto en Buenos Aires y el Bexiga en San Pablo, barrios que a través del prisma de instituciones culturales (el Bafici y el Teatro Oficina, respectivamente) muestran las relaciones conflictivas entre fuerzas locales, movimientos culturales y programas de reforma urbana. En otros casos, se recorren los circuitos intelectuales, como el de los escritores bohemios en la Buenos Aires del 1900, para quienes la ciudad era al mismo tiempo una condición de posibilidad y una amenaza hostil por su irremediable carácter fenicio; o el de los movimientos feministas y reformadores en La Plata de 1920, la ciudad que parecía haber sido programada para los ensayos del progreso social; o el de los grupos literarios de Montevideo en esos mismos años, que alimentaban la exaltación de una metrópoli orgullosa de su dinamismo.

Se analizan producciones letradas, como las crónicas que en la década de 1950 tentaban la difícil alianza de tradición y cambio en Salvador, o las obras de teatro que en el San Pablo radicalizado de los años sesenta interpelaban a los nuevos sujetos urbanos; producciones de la cultura masiva, como las telenovelas que rehicieron en los últimos años el imaginario social sobre la favela en Río de Janeiro; e incluso el léxico y el movimiento de las calles, como el lunfardo en Buenos Aires, que en las décadas de 1920 y 1930 pretendió la paradójica defensa de una “mezcla originaria” como esencia inmutable para una ciudad en tránsito, o los trajines del mundo popular, indígena y mestizo en la Quito de los años cuarenta y cincuenta, que abrían desde abajo espacios inéditos de vida moderna. Y también se examinan programas gubernamentales, institucionales y urbanísticos, como los del general Pérez Jiménez en Caracas, que buscaban imponer una sensación de aceleración del tiempo histórico, en que la ciudad se sincronizara de un salto con la contemporaneidad, o el caso paradigmático de la Brasilia de Kubitschek, visto a través de las reacciones intelectuales ante la implantación de una ciudad modernista en el sertón, o los proyectos que convierten a Santiago de Chile a finales de los años sesenta en “capital de la izquierda”, entre el reformismo democratacristiano y el experimento radical de la Unidad Popular.

Estos son sólo algunos de los enfoques ensayados en la tentativa de capturar las relaciones íntimas e inextricables entre ciudad y cultura. Ciudad considerada a través de una pluralidad de formas y escalas: ciudades portuarias e interiores, antiguas y nuevas, metrópolis regionales y centros provincianos; cultura pensada desde una concepción ampliada, que no se reduce a las elaboraciones “cultas”, sino que incluye también las creaciones “populares” o de la industria cultural.

La organización cronológica que el índice del libro propone, sus capítulos encadenados por períodos, no supone un compromiso con la construcción de un relato histórico articulado, sino que busca pensar la producción cultural en estrecha consonancia con los ritmos y las texturas urbanas de cada época. Leídos en ese orden –de los “laboratorios urbanos” de entresiglos a los “espectáculos urbanos” de los años 1990 y 2000–, es posible componer, en la larga duración, la vida cultural al sur del continente con el auxilio de marcos temporales decisivos en la historia de los países que lo integran: los períodos de crisis o de recuperación económica, las posguerras, los gobiernos dictatoriales o las aperturas democráticas. Pero ese filo diacrónico –por momentos, incluso, événementielle– es sistemáticamente perturbado, sea por saltos temporales en el interior de los ensayos, sea por las relaciones de afinidad que se establecen entre ciudades alejadas en el tiempo y en el espacio, en función de ciertos temas y perspectivas. En otros términos, la línea horizontal de las sucesiones que define el orden de presentación de los textos es atravesada por otras, verticales y transversales, proyectadas por comparaciones variadas que los ensayos sugieren al lector, incitándolo a moverse en diversas direcciones: una ciudad termina por funcionar como espejo a través del cual otra se presenta en nuevos ángulos, transformada y desplazada.

Como se ha podido advertir a través de la enumeración parcial de temas y enfoques que realizamos, los análisis aquí reunidos ofrecen un amplio abanico de cuestiones, pero podría decirse que todos se despliegan a partir del examen de procesos de modernización específicos. Proyectos modernos de diverso calibre, forjados a partir de diferentes inspiraciones, animan debates intelectuales, formulaciones artísticas y programas políticos, marcando el paisaje social, cultural y material de las urbes del sur del continente. Experimentaciones modernas testeadas en distintas ciudades, que nacen y se modifican en función de la apropiación de modelos foráneos, en procesos que gestan tanto creaciones inéditas como fracturas, incongruencias, conflictos.

En este sentido, no parece exagerado afirmar que todos los ensayos lidian con nacimientos, más o menos traumáticos, de lo moderno; nacimientos (y renacimientos) que alumbran una convivencia tensa y permanente entre las dicciones locales (que ganan nombres como “tradición”, “cultura popular” o “cultura mestiza”) y la racionalidad de los proyectos reformadores (políticos, educacionales, urbanos), que imponen nuevos ordenamientos sociales, espaciales y simbólicos, y que encuentran traducción en cuestiones como la constitución de la ciudadanía y del espacio público moderno. Ensayos de modernidad y modernización que coinciden, no por azar, con ciclos de conflictos y disputas entre progresistas y conservadores, entre nacionales y extranjeros, entre nuevas y viejas élites, entre burgueses y obreros (dualidad siempre perturbada por esas tan urbanas e inasibles clases medias). Tales experimentos cargan también, e invariablemente, con embates entre utopías modernistas e idealizaciones antimodernas, que, lejos de oponerse, conviven, unas alimentando a las otras: la ciudad de la infancia, como en el caso de la Recife de Gilberto Freyre, que mezcla historia social y autobiografía para iluminar un pasado que se quiere vivo; la ciudad de los márgenes o del “pueblo”, como en el caso de las representaciones intelectuales y artísticas de la villa miseria en Buenos Aires y de la barriada en Lima en la larga década de 1960, blanco de denuncia a la vez que tema inspirador para múltiples creaciones; e incluso la anticiudad, el campo, que, en los imaginarios disidentes uruguayos, nacionalistas y de izquierda, va a buscar oponer un interior auténtico y americano al predominio tradicional de una Montevideo europeísta.

Los laboratorios, las escenas y los espectáculos urbanos que estos ensayos ofrecen al lector se alejan de las totalizaciones panorámicas que dan la ilusión de abarcar universos completos. Al contrario, cada uno de los textos propone experiencias con materiales específicos, que ponen en evidencia prácticas particulares (de intelectuales, militantes, artistas, o del sinfín de figuras errantes de la ciudad), que al erigir sus artefactos permanentes o efímeros (arquitectónicos, fílmicos, literarios, periodísticos) dejan impresas sus marcas en los espacios urbanos, definiendo lugares y formas de sociabilidad y, así, redefiniendo las ciudades y la imaginación sobre ellas. Asimismo, las geografías materiales y simbólicas que estas páginas trazan se encuentran ritmadas por euforias utópicas y evocaciones melancólicas, sentimientos mezclados y ambivalentes inseparables de los paisajes urbanos modernos, sistemáticamente interpelados por sus “otros” (campos o sertones, aldeas o pueblos, indios o paisanos) que exigen nuevos lenguajes y categorías para describirlos.

UNA SITUACIÓN DE IMPASSE

Estas son nuestras arenas culturales sudamericanas, que si buscan inspiración en Morse no es sólo porque su obra aliente una constante ampliación de los horizontes temáticos y metodológicos, sino porque también supone una colocación reflexiva dentro de la tradición de estudios sobre la ciudad en América Latina, que consideramos en una situación de impasse. En los años ochenta terminó la preeminencia de las visiones planificadoras que habían dominado todo el ciclo de despliegue de los estudios urbanos latinoamericanos en las décadas anteriores, como resultado de un “giro cultural” que instaló entre nosotros muchas de las formas complejas de pensar la ciudad que Morse había intentado aplicar hasta entonces casi solitariamente. Pero estas formas novedosas de entender la cultura urbana supusieron, por su parte, un repliegue monográfico sobre ciudades específicas, abandonando el marco comparativo latinoamericano que los estudios urbanos anteriores se habían propuesto construir.

La propia coyuntura en que aparece el texto de Morse que inspira el nombre de nuestro libro subraya la colocación muy particular de su influjo, a caballo de dos épocas: fue presentado como ponencia en una de las últimas reuniones de aquella institución clave de la trama latinoamericana de pensamiento urbano de los años sesenta y setenta que el propio Morse, junto con figuras como Jorge Enrique Hardoy o Richard Schaedel, había contribuido a conformar, el “Simposio sobre la urbanización en América Latina desde sus orígenes hasta nuestros días”.[5] Esa edición de 1982 se había dedicado a la “Cultura urbana latinoamericana”, y mostraba ya en el título la sensibilidad para sintonizar el cambio de intereses que se estaba produciendo; y es muy significativo, en este sentido, que junto con el texto de Morse se haya presentado allí la primera versión de La ciudad letrada, la obra con que Ángel Rama arriesgó quizás el último enfoque de ambición latinoamericanista, pero que rápidamente se convertiría en uno de los puntos de referencia del giro cultural que se iniciaba.[6]

Pero si el título de aquella reunión anunciaba un cambio de programa para la red latinoamericana de pensamiento urbano, lo cierto es que los nuevos enfoques se desarrollaron por fuera de ella –al margen y en ruptura–, comenzando por las nuevas disciplinas que ganaron preeminencia: frente a la sociología y la planificación que marcaron la formación de esa red, ahora pasaban al primer plano la crítica literaria, la historia cultural, la comunicación, la antropología. Y si bien Morse quedó, junto con Rama y José Luis Romero, como antecedente del “giro cultural”, la dimensión latinoamericana de la cuestión urbana que había guiado su trabajo no volvió a retomarse. ¿Será posible hacerlo ahora, beneficiándose de las buenas razones que asistieron a los estudios monográficos y de la nueva etapa en el conocimiento de las ciudades y las culturas urbanas del continente que estos han abierto? Porque es indudable que esta camada de estudios culturales sobre ciudades singulares ha sentado presupuestos mucho más sólidos, generando la demanda de una nueva instancia de reflexión de escala latinoamericana y, por lo tanto, la posibilidad de reevaluar las mismas tradiciones de pensamiento con las que ellos habían roto.

Esta demanda no puede ser satisfecha, desde luego, con un salto voluntarista por sobre las propias condiciones en que el trabajo académico e intelectual se realiza en nuestro tiempo –es decir, en marcos casi estrictamente monográficos–. Por eso hemos restringido el alcance de este libro a las ciudades sudamericanas, es decir, a la región en la que ya hemos podido tender lazos sólidos de interlocución y trabajo colectivo. Porque no se trató sólo de reunir un conjunto de buenos trabajos sobre culturas urbanas, sino de poner en comunicación productiva a un grupo de estudiosos conscientes de esos límites pero con disposición a realizar un esfuerzo común por trazar, desde los estudios puntuales, un estadio diferente de la interrogación, buscando nuevas formas de convocar la actitud comparativa. La ambición de la tarea consistió, así, en identificar contrastes y coincidencias que hicieran asomar constantes y peculiaridades, que permitieran identificar escalas, regiones, líneas de conectividad cultural entre diferentes ciudades, como un suelo abonado colectivamente para una reflexión sobre las culturas urbanas de América Latina.

1 Debemos agradecer aquí a Carlos Altamirano, quien, cuando este proyecto recién comenzaba a imaginarse, sugirió la potencialidad de la figura morsiana de “arenas culturales” para estructurarlo.

2 Véase Richard Morse y Jorge Enrique Hardoy (comps.), Cultura urbana latinoamericana, Buenos Aires, CLACSO, 1985.

3 Richard Morse, “La ciudad artificial”, en Estudios Americanos, vol. XIII, nº 67-68, Sevilla, abril-mayo de 1957 (comentario a la mesa “Expansión urbana en la América Latina durante el siglo XIX”, en la 71ª Reunión de la American Historical Association, Saint Louis, 28 al 30 de diciembre de 1956).

4 El proyecto fue posible gracias al apoyo financiero y logístico brindado por la Universidad Nacional de Quilmes. Funcionó mediante un Consejo Académico integrado por Anahi Ballent, Jorge Myers, Maria Alice Rezende de Carvalho y los dos compiladores del libro. En las diferentes reuniones de trabajo y discusión realizadas en Buenos Aires y San Pablo, se contó con la productiva participación del conjunto de integrantes del Centro de Historia Intelectual de la Universidad Nacional de Quilmes y del grupo ASA –artes, saberes, antropología– de la Universidade de São Paulo. También fueron muy importantes los aportes de Mauricio Tenorio Trillo y Rafael Rojas en las primeras formulaciones del proyecto, poniendo un horizonte en las regiones más al norte de América Latina que sabemos que será retomado.

5 La primera edición del simposio se había llevado a cabo en 1966, como sesión especial del Congreso Internacional de Americanistas que se reunía ese año en Mar del Plata, y continuó realizándose bienalmente junto con el Congreso hasta su edición de 1982. A partir de ese momento se hicieron un par de reuniones más, pero ya fuera de ese contexto institucional, mostrando el declive de la red de estudios urbanos latinoamericanos de los cuales el simposio era al mismo tiempo impulso y expresión. Puede encontrarse una sinopsis de los simposios hasta 1978 en Richard Schaedel, Jorge Hardoy y Nora Scott Kinzer (comps.), Urbanization in the Americas from its Beginnings to the Present, París, La Haya, Mouton Publishers, 1978, que incluye una selección de los trabajos presentados desde 1966.

6 Véase “La ciudad letrada”, en R. Morse y J. E. Hardoy (comps.), Cultura urbana latinoamericana, ob. cit.

Parte I

Laboratorios culturales (entresiglos)

Río de Janeiro

Crepúsculo de Ouvidor

Maria Alice Rezende de Carvalho

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Rua do Ouvidor, última década del siglo XIX. Fotografía: Marc Ferrez. Colección Gilberto Ferrez. Fondo del Instituto Moreira Salles.