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Juan Ruiz Arcipreste de Hita

El libro de buen amor
Texto antiguo

Créditos

ISBN rústica: 978-84-96290-80-8.

ISBN ebook: 978-84-9816-907-2.

Sumario

Créditos 4

Brevísima presentación 13

La vida 13

Enseñanza moral y monólogo polifónico en El libro del buen amor 15

Monólogo polifónico 16

El contraste 17

La autoridad del que habla 17

Las analogías 18

El amor siempre fabla mentiroso 20

La llave del tesoro es el tesoro 20

Jesús Nazarenus Rex Judaeorum. Ésta es oración qu’el arcipreste fizo a Dios cuando comenzó este libro suyo 23

Intellectum tibi dabo, et instruam te in via hac, qua gradieris: firmabo super te oculos meos 25

Aquí dijo de cómo el arcipreste rogó a Dios, que le diese gracia que podiese facer este libro 29

Gozos de santa María 31

Gozos de santa María 33

Aquí fabla de cómo todo ome entre los sus cuidados se debe alegrar: et de la disputación que los griegos et los romanos en uno ovieron 36

Aquí dice de cómo según natura los omes e las otras animalias quieren haber compañía con las fembras 40

De cómo el arcipreste fuer enamorado 41

Enxiemplo de cómo el león estaba doliente, e las otras animalias lo venían a ver 42

Enxiemplo de cuando la tierra bramaba 44

De cómo todas las cosas del mundo son vanidad, sino amar a Dios 45

De lo que contesció al arcipreste con Fernand García, su mensajero 47

Aquí fabla de la constelación, et de la planeta, en que los omes nascen, el del juicio del hora cuando sabios naturales dieron en el nascimiento del fijo del rey Alcarás 49

De cómo el arcipreste fue enamorado: et del enxiemplo del ladrón e del mastín 55

De cómo el amor vino al arcipreste, et de la pelea que con él ovo el dicho arcipreste 57

Enxiemplo del garzón que quería casar con tres mujeres 58

Enxiemplo de las ranas, en cómo demandaban rey a don Júpiter 60

Aquí fabla del pecado de la cobdicia 63

Enxiemplo del alano que llevaba la pieza de carne en la boca 65

Aquí fabla del pecado de la soberbia 66

Enxiemplo del caballo e del asno 67

Aquí fabla del pecado de la avaricia 69

Enxiemplo del lobo, e de la cabra, e de la grilla 70

Aquí fabla del pecado de la lujuria 71

Enxiemplo del águila et del cazador 73

Aquí fabla del pecado de la invidia 74

Enxiemplo del pavón e de la corneja 76

Aquí fabla del pecado de la gula 77

Enxiemplo del león et del caballo 78

Aquí fabla del pecado de la vanagloria 79

Enxiemplo del león que se mató con ira 80

Aquí dice del pecado de la acidia 81

Aquí fabla del pleito qu’el lobo e la raposa ovieron ante don Gimio alcalde de Bujía 82

Aquí fabla de la pelea qu’el arcipreste ovo con don Amor 89

Aquí fabla de la pelea que ovo el arcipreste con don Amor 91

Enxiemplo del mur topo et de la rana 94

Aquí fabla de la respuesta que don Amor dio al arcipreste 96

Enxiemplo de los dos perezosos que querían casar con una dueña 101

Enxiemplo de lo que contesció a don Pitas Pajas, pintor de Bretaña 104

Enxiemplo de la propiedad que el dinero ha 106

De cómo el Amor enseña al arcipreste, que haya en sí buenas costumbres, e sobre todo que se guarde de beber mucho vino blanco e tinto 111

De cómo Amor se partió del arcipreste, et de cómo doña Venus lo castigó 117

Aquí dice de cómo fue fablar con doña Endrina el arcipreste 127

Enxiemplo de la abutarda y de la golondrina 138

De cómo doña Endrina fue a casa de la vieja, e el arcipreste acabó lo que quiso 153

Del castigo qu’el arcipreste da a las dueñas, e de los nombles del alcagüeta 156

De la vieja que vino al arcipreste y de lo que le contesció con ella 163

De cómo el arcipreste fue a probar la sierra e de lo que le contesció con la serrana 164

Cántica de serrana 166

De lo que le contesció al arcipreste con la serrana 168

Cántica de serrana 170

De lo que le contesció al arcipreste con la serrana 171

Cántica de serrana 172

De lo que contesció al arcipreste con la serrana, et de las figuras d’ella 174

Cántica de serrana 176

Del ditado qu’el arcipreste ofreció a santa María del Vado 180

De la pasión de nuestro Señor Jesú Cristo 181

De la pasión de nuestro Señor Jesú Cristo 183

De la pelea que ovo don Carnal con la Cuaresma 184

De la penitencia qu’el flaire dio a don Carnal, et de cómo el pecador se debe confesar, et quién ha poder de lo asolver 192

De lo que se face miércoles corvillo en la Cuaresma 198

De cómo don Amor y don Carnal venieron e los salieron a rescebir 203

De cómo clérigos e legos, e flaires e monjas, e dueñas, e joglares salieron a recebir a don Amor 205

De cómo el arcipreste llamó a su vieja, que le catase algún cobro 216

De cómo el arcipreste fue enamorado de una dueña que vido estar faciendo oración 217

De cómo Trotaconventos consejó al arcipreste que amase alguna monja, e de lo que le contesció con ella 219

Enxiemplo del ortolano e de la culebra 221

Enxiemplo del galgo e del señor 223

Enxiemplo del mur de Monferrado et del mur de Guadalajara 225

Enxiemplo del gallo que falló el zafir en el muladar 228

Enxiemplo del asno e del blanchete 230

Enxiemplo de la raposa que come las gallinas en la aldea 232

Enxiemplo del león et del mur 234

Enxiemplo de la raposa et del cuervo 236

Enxiemplo de las liebres 237

Enxiemplo del ladrón que fizo carta al diablo de su ánima 239

De las figuras del arcipreste 243

De cómo Trotaconventos fabló con la mora de parte del arcipreste, e de la respuesta que le dio 246

En cuáles instrumentos non convienen los cantares de arábigo 247

De cómo morió Trotaconventos, et de cómo el arcipreste face su planto denostando et maldeciendo la muerte 248

El petafio de la sepultura de Urraca 255

De cuáles armas se debe armar lado cristiano para vencer el mundo, e la carne 256

De las propiedades que las dueñas chicas han 260

De don Furón, mozo del arcipreste 262

De cómo dice el arcipreste que se ha de entender su libro 263

Gozos de santa María 265

Gozos de santa María 267

De cómo los escolares demandan por Dios 269

Del Ave María de santa María 271

Cántica de loores de santa María 273

Cántica de loores de santa María 274

Cántica de loores de santa María 276

Cántica de loores de santa María 277

Cántica de los clérigos de Talavera 279

Cantar de ciegos 282

Otro cantar de ciegos 283

Libros a la carta 285

Brevísima presentación

La vida

Juan Ruiz Arcipreste de Hita (Alcalá de Henares c. 1282-c. 1350). España.

Fue un hombre inteligente y erudito, experto en derecho civil y canónico y con un gran conocimiento de las Sagradas Escrituras. Parece que siempre vivió en Hita, un pueblo de Andalucía. Allí desempeñó el cargo eclesiástico de arcipreste y más tarde el arzobispo de Toledo le encomendó la dirección espiritual de los conflictivos monjes de Talavera. Escribió además el libro De cómo clérigos e legos e frailes e monjas e dueñas e joglares salieron a recibir a Don Anno, muy polémico, que provocó su destierro durante trece años al convento de San Francisco, en Guadalajara.

El libro de buen amor, extensa composición de 1728 estrofas escrita hacia 1330, en la Castilla de antes de la Peste negra donde cristianos, judíos y musulmanes todavía convivían en paz, es una de las obras más notables del mester de clerecía y de la literatura medieval. En ella, el autor ofrece un relato supuestamente autobiográfico donde expone de forma tan didáctica como pormenorizada los avatares del amor carnal, así como sus peligros morales y espirituales. A través de una sucesión de fábulas, apólogos y alegorías ejemplares, se describen y examinan las aventuras y el aprendizaje que conducen al protagonista del amor concupiscente al amor verdadero, y se le ofrece al lector una metáfora del camino espiritual para alcanzar la caritas y la salvación de su alma. Sin embargo, la ambigüedad sigue siendo uno de los rasgos más notables de este texto: ¿cómo saber si el relato de las aventuras del protagonista es una invitación a los placeres carnales o una advertencia contra los vicios y las debilidades del alma humana? No en vano el autor, consciente de la ambigüedad de su obra, apela desde el comienzo a la sensatez del lector para discernir el sentido profundo de lo que se dispone a leer.

La presente edición parte del códice de Salamanca (S), que corresponde a la segunda versión de la obra e incorpora pasajes que no aparecen en los otros dos códices que se conservan, el de Gayoso (G) y el de Toledo (T).

Enseñanza moral y monólogo polifónico en El libro del buen amor

Ernesto Menéndez-Conde

De mis fablas e mis fazañas, rruego te que bien las mires.

Arcipreste de Hita, El libro del buen amor, 908d

Uno de los problemas que plantea El libro del buen amor es la falta de coherencia en la voz del narrador. Al parecer no todo lo que dice Juan Ruiz debe tomarse como una verdad ni como un precepto ético, no todo lo que dice es en todo momento cómico, ni tampoco habla seriamente en todo momento. En ocasiones Juan Ruiz introduce situaciones que rozan la picaresca, en otras da pruebas de un amor piadoso. A veces la devoción alterna con la lujuria sin que parezca privilegiarse, como habría de esperar el lector, una sobre otra. Este vaivén hace pensar El libro del buen amor como un texto asistemático. Muchos estudiosos, como Dagenais, han llegado a sospechar de la unidad de la obra y, sobre todo, a considerar ambivalentes o problemáticas las intenciones de Juan Ruiz. Así, por ejemplo, Michael Gerli comenta:

...El libro del buen amor se estructura precisamente en torno a la compenetración del amor carnal y el amor divino, pero en este caso las simpatías del Arcipreste parecen ser totalmente indistinguibles (1981:65).

Además, la virtual falta de unidad del texto parece oscurecer la posibilidad de que el libro tenga un carácter didáctico, incluso cuando el Arcipreste incluyó, tal vez con un sentido moralizador, no pocas fábulas y ejemplos. ¿Debiera concluirse que, debido a las contradicciones del texto, El libro del buen amor es una obra carente de unidad, con simpatías indistinguibles y con una enseñanza moral no del todo clara?

Aquí partiré del presupuesto de que las ambigüedades, las tiradas contra la moral reinante, los elogios mundanos y también las alabanzas a la vida contemplativa, son enunciadas desde voces distintas y se alternan dentro de una obra esencialmente polifónica. Así muchos comentarios estarían dichos desde la voz y la posición del pecador, mientras que otros serían evidentemente escritos desde el punto de vista del moralista y el devoto. Trataré de demostrar que El libro del buen amor está escrito en forma de «monólogo polifónico», en el que la primera persona del narrador habla desde puntos de vista contradictorios, encarna en personajes diferentes, discurre sobre un mismo tema desde posiciones cambiantes y muchas veces en discordia.

Monólogo polifónico

El término «monólogo polifónico» fue introducido por Ronald Macaulay (1991), en su Locating Dialect in Discourse, para designar el uso de citas directas en el discurso, es decir, los momentos en los que el narrador cita textualmente lo que dice uno de los personajes que aparece en su relato. El monólogo polifónico permite que en lugar de un solo punto de vista, el narrador pueda presentar diversas perspectivas, mientras conserva el control sobre el discurso. Si el monólogo polifónico posee, efectivamente, una importancia considerable en la obra de Juan Ruiz, entonces, sería necesario esclarecer mediante qué gestos el autor advierte sobre los cambios de voces. ¿Cómo, mediante qué pistas, el lector podría reconocer la posición desde la que habla el narrador? ¿Qué indicaciones, qué guiños hizo Juan Ruiz a sus contemporáneos para que no incurriesen en el equívoco de tomar una farsa por un discurso elevado o una diatriba sobre la blasfemia por una celebración de la vida licenciosa?

Si El libro del buen amor fue concebido como un monólogo polifónico, entonces cabría pensar que el Arcipreste de Hita introdujo algunos signos, por sutiles o retóricos que fuesen, encaminados a orientar al lector. El libro debió contener, en el modo en que fue escrito, su propio código de lectura, aunque fuese un código que advirtiese tan solo un lector adiestrado (mientras otros, menos al tanto de las señales a las que apelaría Juan Ruiz, tendrían que contentarse con el disfrute engañoso y se quedarían sin comprender las sutilezas que, como tantas veces menciona el propio autor, existen en su libro). La apuesta consiste en demostrar que El libro del buen amor posee una clave que permite acceder a lo que debieron ser sus enseñanzas. A continuación me detendré en algunos rasgos que podrían interpretarse como pistas para que el lector acceda el texto de la manera acertada.

El contraste

El contraste violento podría ser una de las maneras de llamar la atención sobre el cambio de voces y un modo de enseñar por medio de ejemplos negativos. Al ejemplo licencioso le corresponde un contra-ejemplo de buenaventura. A menudo, frente al habla del seductor, el Arcipreste de Hita opone bruscamente la voz del devoto, apegado a la Virgen y a Cristo. Así, por ejemplo, los licenciosos episodios de Trotaconventos y las serranas se cierran, ambos, con una enseñanza moral. En el primer caso Juan Ruiz aconseja a las mujeres que se cuiden del amor loco. En el segundo, se produce un salto a la celebración de la Virgen María —evidente contra-figura de las serranas— y la pasión de Cristo, o sea el cuerpo como redención del pecado en lugar del cuerpo para el placer.

El lector tiene, por tanto, que elegir. El libro ofrece una alternativa ética entre el amor (que los cuerpos alegre) y la buenaventura (que las almas preste). Habría una lectura para los cuerdos y otra, por completo opuesta, para los mancebos livianos. Como escribe Arcipreste de Hita:

67 En general a todos fabla la escriptura:

los cuerdos con buen sesso entendrán la cordura;

los mançebos livianos guarden se de la locura

escoja lo mejor el de buena ventura.

No parece casual que precisamente antes de presentar a su Arcipreste que «fue enamorado», Juan Ruiz haga comentarios sobre cómo leer su libro y termine por aconsejar:

76d e saber bien e mal e usar lo mejor.

La autoridad del que habla

Las citas a los griegos se contraponen a las citas de las Sagradas Escrituras. El autor habla con una ironía demoledora al evocar a Aristóteles:

72 Si lo dixiese de mío, sería de culpar

dize lo grand filosofo, non so yo de rrebtar

De lo que dice el sabio no debemos dubdar

que por obra se prueba el sabio e su fablar.

La frase de Aristóteles (el mundo por dos cosas trabaja: la primera/ por aver mantenencia; la otra cosa era/ por aver juntamiento con fenbra plazentera, 71b-d) no se refuta mediante argumentos; sino a través del cuestionamiento de la autoridad del pensador pagano. Las Sagradas Escrituras en cambio no admiten ser puestas en duda. Son enseñanzas incuestionables. La autoridad del que habla es una pista para interpretar lo que se dice. Cuando la cita proviene de un autor pagano, el lector debiera entenderla como un juicio moral engañoso o incorrecto. Cuando se trata de una referencia a los textos cristianos, entonces debieran aceptarse como verdades o dogmas.

Las analogías

Cinco astrólogos acuden ante la presencia de un rey moro y vaticinan, con versiones diferentes, la muerte de su hijo. Las discrepancias entre los «estrelleros» provocaron que el rey los guardase en prisión. Años más tarde, las cinco profecías aparentaron quedar confirmadas en la trágica muerte del infante. El rey moro, al ver realizadas las predicciones, piensa erróneamente que no se puede dudar de la astrología. El narrador advierte que el rey se dejó llevar por un espejismo que le impidió vislumbrar el poder divino que se alza muy por encima de las conjeturas de los astrólogos:

150 Non son por todo aquesto los estrelleros mintrosos,

que judgan según natura por sus cuentos fermosos,

ellos e la ciencia son ciertos et non dubdosos,

mas no pueden contra Dios ir, nin son poderosos.

Ahora bien, como mismo la muerte de su hijo llevó al monarca a sobrestimar el poder de los astrólogos; del mismo modo, el amor hacia las mujeres lleva al Arcipreste a confiar desmedidamente en los signos astrales. Al igual que el rey que termina creyendo en los poderes de la astrología, el Arcipreste ve su atracción por las mujeres como un designio de las estrellas. Entre el rey y el personaje que narra la historia del rey existe una correspondencia muy directa. De un modo análogo al rey que consagra a los astrólogos, el protagonista inicia el elogio del amor terrenal, para el cual el Arcipreste se considera a sí mismo fatalmente predestinado. La historia del rey moro lleva al Arcipreste a justificar su inclinación al amor. El lector debiera prestarle atención al hecho de que Arcipreste reacciona de un modo similar a un «moro», es decir, se comporta como alguien que está fuera de las enseñanzas de los Evangelios.

Creer en el «signo de Venus» es un desacierto comparable al del moro que cree en los astrólogos. El amor se presenta como un poder inmenso (hace sutil al hombre rudo, elocuente al mudo y atrevido al cobarde); pero que posee una falla: es una ilusión y es un hablar mentiroso.

160 Una tacha le fallo al amor poderoso

...

161d es esta: que el amor siempre fabla mentiroso.

Toda cosa que dize paresçe mucho buena

...

165d e nunca vos creades loores de enemigos.

La disputa entre el Arcipreste y Don Amor constituye un largo pasaje donde el protagonista opone a este último —a quien considera el causante de los siete pecados capitales— los argumentos y ejemplos del hombre que sigue los senderos de la virtud. Sin embargo, Don Amor replica con una historia y unos consejos irreprochables desde el punto de vista ético. El lector debiera entender dichos consejos como parte de un «hablar mentiroso» y a partir de aquí, percibir cómo el tono virtuoso se va disipando, cómo Don Amor no habla con la gravedad ni con la seriedad con que el Arcipreste lo desafía. Una de sus formas de seducir consiste en degradar el acento condenatorio del sermón y llevar la discusión a un tono divertido y mundano. En lugar de polemizar contra los ejemplos y las impugnaciones, Don Amor responde a las objeciones con el elogio de los placeres terrenales y, sobre todo, con lecciones de cómo tener éxito en el arte de amar.

El episodio del diablo que tienta al ermitaño —al hablarle de las supuestas virtudes del vino— es una nueva analogía. La historia del ermitaño, como observó Gybbon Monypenny, es éticamente intachable, pero cumple la función de establecer un paralelismo entre el ermitaño, seducido por el diablo, y el Arcipreste arrastrado al vicio por Don Amor.

El amor siempre fabla mentiroso

A partir de aquí, luego de que el Arcipreste elige el placer terrenal y los fuegos fatuos del amor (una elección semejante a la que pudiera hacer el moro infiel y el hombre ebrio) se entra en un mundo patas arriba. El narrador habla desde el vicio y es necesario reparar en que el pecador, aunque en ocasiones se reconoce atrapado por sus pecados, posee unos valores morales por completo emponzoñados.

La llave del tesoro es el tesoro

Los atinados consejos morales que Juan Ruiz pone en boca de Don Amor están encaminados a mostrar la conducta inescrupulosa y los engaños de los que se sirve el seductor. Juan Ruiz no pretende presentar a Don Amor como un moralista ni como un consejero al que resulta apropiado seguir. Aspira, por el contrario, a que el lector perciba los señuelos con los que suele enmascarar sus malévolos propósitos. Las máximas morales, en boca de Don Amor y más adelante en boca del Arcipreste mismo o de otros caracteres inclinados hacia el pecado, constituyen un modo de desmontar sus argucias, de hacer ver al lector que pueden pronunciarse discursos virtuosos desde la degradación moral. Si Don Amor hace el mal, una de sus armas predilectas es hablar de tal modo que parezca moralmente irreprochable.

Juan Ruiz pone en práctica una de las sutilezas que permite el monólogo polifónico: muestra que las palabras tienen un reverso, pueden ser esgrimidas con propósitos diferentes y por tanto, más allá de su literalidad, sus significados dependen de la voz del que habla. Algunos siglos antes que el post-estructuralismo, para el Arcipreste de Hita las palabras eran inseparables de las posiciones de quien las pronunciaba. Al parecer el Arcipreste de Hita era plenamente consciente de esta intencionalidad de lo que se dice, como se desprende de muchas de sus indicaciones sobre cómo leer el libro:

908 De mis fablas e mis fazañas, rruego te que bien las mires.

La posición moral de los personajes sugiere el grado de verdad o de engaño que encierran sus palabras. La autoridad del que habla puede entenderse como una importante pista a la hora de encontrar un código de lectura presumiblemente inscrito en el texto mismo. Dicho código podría reconocerse en:

1. Los contrastes bruscos entre un pasaje y el siguiente,

2. Las «dudosas» autoridades grecolatinas que contrastan con el dogma de los textos cristianos,

3. Las analogías entre el comportamiento del narrador y los errores que cometen otros personajes que aparecen como ejemplos negativos.

Si efectivamente Juan Ruiz dejó, en la escritura misma, algunas claves para entender el libro, en tal caso El libro del buen amor, sería un ataque contra el amor terrenal, contra el placer de los cuerpos, contra los engañosos juegos de la seducción, el donjuanismo y la vida mundana. Los gozos de la buenaventura, del amor a la Virgen, al Cristo redentor y la verdad divina constituyen el cuerpo moral y el aprendizaje del texto. Los retos y las ambivalencias de la lectura tienden a adiestrar al lector a la hora de discernir entre las palabras del seductor y las del virtuoso. Juan Ruiz no solo se propone postular el sendero de la fe y la buenaventura; sino también entrenar a sus lectores para que el amor no les haga pasar gato por liebre. Leer correctamente el libro, es aprender a desenmascarar al seductor y permanecer alerta frente sus asedios, sus reclamos y sus tretas. En el otro extremo, leer el libro solo por mero deleite —lo que Juan Ruiz no aconseja—, recrearse en la historia erótica de las serranas, en la burla de la adúltera esposa de Don Payas Pitas, seguir los consejos de Don Amor, saborear los manjares dispuestos en la cena a la que asiste Don Carnal, implica elegir incorrectadamente y sucumbir ante las seducciones. El libro del buen amor, al mostrar que detrás de las palabras existen intenciones ocultas, le sugiere claves al lector para reconocerlas y descifrarlas. El libro funciona como una especie de ejercicio mental destinado a proteger a los virtuosos de la malicia de los burladores. Este código de lectura habría podido ser, para el lector medieval, una manera de acceder a las enseñanzas del texto. Juan Ruiz muy bien hubiese podido repetir con John Barth, the key to the treasure is the treasure.

Jesús Nazarenus Rex Judaeorum. Ésta es oración qu’el arcipreste fizo a Dios cuando comenzó este libro suyo

Señor Dios, que a los jodíos pueblo de perdición 1

sacaste de cabtivo del poder de Faraón,

a Daniel sacaste del pozo de Babilón,

saca a mi coitado d’esta mala presión.

Señor, tú diste gracia a Ester la reina, 2

ant’el rey Asuero ovo tu gracia digna,

Señor, dame tu gracia e tu merced ayna,

sácame d’esta lazeria, d’esta presión.

Señor, tú que sacaste al profeta del lago, 3

de poder de gentiles sacaste a Santiago,

a santa Marina libreste del vientre del drago,

libra a mí, Dios mío, d’esta presión do yago.

Señor, tú que libreste a santa Susaña, 4

del falso testimonio de la falsa compaña,

líbrame, mi Dios, d’esta y coita tanmaña,

dame tu misericordia, tira de mí tu saña.

A Jonás, el profeta, del vientre de la ballena 5

en que moró tres días dentro en la mar llena,

sacástelo tú sano así como de casa buena;

Mesías, tú me salva sin culpa e sin pena.

Señor, a los tres niños de muerte los libreste, 6

del forno del gran fuego sin lesión saqueste,

de las ondas del mar a san Pedro tomeste:

Señor, de aquesta coita saca al tu arcipreste.

Aun tú que dijiste a los tus servidores, 7

que con ellos serías ante reyes decidores,

et los darías palabras, que fabrasen mejores,

Señor, tú sey conmigo, guárdame de traidores.

El nombre profetizado fuer grande Emanuel, 8

Fijo de Dios muy alto Salvador de Israel,

en la salutación el ángel Gabriel

te fizo cierta d’esto, tú fuiste cierta d’él.

Por esta profecía e por la salutación 9

por el nombre tan alto Emanuel salvación,

Señora, dame tu gracia, et dame consolación,

gáname del tu fijo gracia et bendición.

Dame gracia, señora de todos los señores, 10

tira de mí tu saña, tira de mí rencores:

faz que todo se torne sobre los mezcladores,

ayúdame, Gloriosa, Madre de pecadores.

Intellectum tibi dabo, et instruam te in via hac, qua gradieris: firmabo super te oculos meos

El profeta David, por Espíritu Santo fablando, a cada uno de nos dice en el salmo triçésimo primo del verso deceno, que es el que primero suso escrebí. En el cual verso entiendo yo tres cosas, las cuales dicen algunos doctores filósofos que son en el alma et propriamente suyas, que son éstas: entendimiento, voluntad, et memoria. Las cuales digo, si buenas son, que traen al alma consolación, e aluengan la vida al cuerpo, et danle honra con pro e bona fama: ca por el buen entendimiento entiende hombre el bien, et sabe d’ello el mal. Et por ende una de las peticiones que demandó David a Dios, porque sopiese la su Ley, fuer ésta: Da mihi intellectum, etc. Ca el home entendiendo el bien, habrá de Dios temor; el cual es comienzo de toda sabiduría, de que dice el dicho profeta: Initium Sapientiae timor Domini. Ca luego es el buen entendimiento en los que temen a Dios, et por ende sigue la razón el dicho David en otro logar, en que dice: Intellectus bonus omnibus facientibus eum, etc. Otrosí dice Salomón en el libro de la Sapiencia: Qui timet Dominum, faciet bona. Et esto se entiende en la primera razón del verso, que yo comencé en lo que dice: Intellectum tibi dabo; et desque está informada et instruida el alma que se ha de salvar en el cuerpo limpio, e piensa, e ama, e desea omen el buen amor de Dios, e sus mandamientos: et esto a tal, dice el dicho profeta: Et meditabar in mandatis tuis quae dilexi: et otro si desecha, et aborresce el alma el pecado del amor loco d’este mundo. Et d’esto dice el salmista: Qui diligitis Dominum, odite malum, etc. Et por ende se sigue luego la segunda razón del verso que dice: Et instruam te. Et desque el alma con el buen entendimiento e la buena voluntad con buena remembranza escoge, e toma el buen amor, que es el de Dios, et pónelo en la çela de la memoria, porque se acuerde d’ello, e determine al cuerpo a facer buenas obras, por las cuales se salva el ome. Et d’esto dice san Juan Apóstol en el Apocalipsi de los buenos que mueren bien obrando: Beati mortui, qui in Domino moriuntur: opera enim illorum sequuntur illos. Et dice otrosí el profeta: Tu reddes unicuique juxta opera sua. Et d’esto concluye la tercera razón del verso primero, que dice: In via hac qua gradieris: firmabo super te oculos meos. Et por ende debemos tener sin dubda, que obras siempre están en la buena memoria, que con buen entendimiento et buena voluntad escoge el alma, et ama el amor de Dios por se salvar por ellas. Ca Dios por las buenas obras que face omen en la carrera de salvación, en que anda, firma sus ojos sobre él. Et ésta es la sentencia del verso, que empieza primero: Breves, como quier’ que a las vegadas se acuerde pecado e lo quiera e lo obre; este desacuerdo non viene del buen entendimiento, nin tal querer non viene de la buena voluntad, nin de la buena obra viene tal obra; ante viene de la fraqueza de la natura humana, que es en el omen, que se non puede escapar de pecado. Ca dice Catón: Nemo sine crimine vivit. Et dícelo Job: Quis potest facere mundum de inmundo conceptum semine? Quasi dicat: Ninguno, salvo Dios. Et viene otrosí de la mengua del buen entendimiento, que lo non ha entonce, porque ome piensa vanidades de pecado. Et d’este tal pensamiento dice el salmista: Cogitationes hominum vanae sunt. E dice otrosí a los tales, mucho disolutos et de mal entendimiento: Nolite fieri sicut equus et mulus, in quibus non est intellectus. Et aún digo, que viene de la pobledad de la memoria, que non está instructa de buen entendimiento; ansí que non puede amar el bien, nin acordarse d’ello para lo obrar. Et viene otrosí esto por razón que la natura humana, que más aparejada e inclinada es al mal que al bien, e a pecado que a bien: esto dice el Decreto. Et éstas son algunas de las razones, porque son fechos los libros de la ley et del derecho, e de castigos, et costumbres, et de otras ciencias: otrosí fueron la pintura et la escritura, e las imágenes primerament’ falladas por razón que la memoria del ome deslesnadera es: esto dice el Decreto: ca tener todas las cosas en la memoria, et non olvidar algo, más es de la Divinidad que de la humanidad: esto dice el Decreto. Et por esto es más apropiado a la memoria del alma, que es espíritu de Dios criado et perfecto, et vive siempre en Dios. Otrosí dice David: Anima mea illi vivet: quaerite Dominum, et vivet anima vestra. Et non es apropiada al cuerpo humano, que dura poco tiempo. Et dice Job: breves dies hominis sunt. Et otrosí dice: Homo natus de muliere: breves dies hominis sunt. Et dice sobre esto David: Anni nostri sicut aranea meditabuntur, etc. Onde yo de mi poquilla ciencia et de mucha et gran rudeza entiendo cuántos bienes facen perder el alma e el cuerpo, et los males muchos que les aparejan e dan el amor loco del pecado del mundo. Escogiendo et amando con buena voluntad salvación et gloria del paraíso para mi ánima, fis’ esta chica escritura en memoria de bien: et compuse este nuevo libro, en que son escritas algunas maneras e maestrías et sotilesas engañosas del loco amor del mundo, que usan algunos para pecar. Las cuales leyéndolas et oyéndolas omen o mujer de buen entendimiento, que se quiera salvar, descogerá, et obrar lo ha: et podrá decir con el salmista: Viam veritatis, etc. Otrosí los de poco entendimiento no se perderán: ca leyendo et coidando el mal que facen o tienen en la voluntad de facer, et los porfiosos de sus malas maestrías e descobrimiento publicado de sus muchas engañosas maneras, que usan para pecar et engañar las mujeres, acordarán la memoria e non despreciarán su fama: ca mucho es cruel quien su fama menosprecia: el Derecho lo dice; et querrán más amar a sí mesmos que al pecado: que la ordenada caridad de sí mesmo comienza; el Decreto lo dice: et desecharán et aborrecerán las maneras et maestrías malas del loco amor, que face perder las almas et caer en saña de Dios, apocando la vida et dando mala fama, et deshonra, et muchos daños a los cuerpos; en pero, porque es humanal cosa el pecar, si algunos (lo que non los consejo) quisieren usar del loco amor aquí fallarán algunas maneras para ello, e ansí este mi libro a todo omen e mujer, al cuerdo e al non cuerdo, al que entendiere el bien et escogiere salvación, e obrare bien amando a Dios: otrosí al que quisiere el amor loco en la carrera que andubiere puede cada uno bien decir: Intellectum tibi dabo. Et ruego et consejo a quien lo viere et lo oyere, que guarde bien las tres cosas del alma, lo primero que quiera bien entender e bien judgar la mi intención porque la fis’, et la sentencia de lo que y dice, et non al son feo de las palabras, que, según derecho, las palabras sirven a la intención et non la intención a las palabras. Et Dios sabe que la mi intención no fuer de lo facer por dar manera de pecar ni por mal decir, más fuer por reducir a toda persona a memoria buena de bien obrar et dar enxiemplo de buenas costumbres e castigos de salvación: et porque sean todos apercebidos, e se puedan mejor guardar de tantas maestrías como algunos usan por el loco amor. Ca dice san Gregorio, que menos fieren al ome los dardos que ante son vistos, et mejor nos podemos guardar, de lo que ante hemos visto. Et compóselo otrosí a dar algunas lecciones e muestra de metrificar et rimar, et de trobar: con trovas et notas, et rimas, et decades, et versos, que fis’ complidamente según que esta ciencia requiere. Et porque de toda buena obra es comienzo et fundamento Dios, e la fe católica, e dícelo la primera decretal de las Crementinas, que comienza: Fidei Catholicae fundamento; a do éste no es cimiento, no se puede facer obra firme, ni firme edificio según dice el Apóstol: por ende comencé mi libro en el nombre de Dios, et tomé el verso primero del salmo que es el de la Santa Trinidad, et de la fe católica, que es: Quicumque vult, el verso que dice: Ita Deus Pater, Deus Filius, etc.

Aquí dijo de cómo el arcipreste rogó a Dios, que le diese gracia que podiese facer este libro

Dios Padre, Dios Fijo, Dios Espíritu Santo: 11

El que nació de la Virgen, esfuerzo nos dé tanto,

que siempre lo loemos en prosa et en canto,

sea de nuestras almas cobertura et manto.

El que fizo el cielo, la tierra, et el mar, 12

Él me done su gracia, e me quiera alumbrar,

que pueda de cantares un librete rimar,

que los que lo oyeren, puedan solás tomar.

Tú, Señor Dios mío, qu’el omen crieste, 13

enforma e ayuda a mí, el tu arcipreste,

que pueda facer un libro de buen amor aqueste,

que los cuerpos alegre, e a las almas preste.

Si queredes, señores, oír un buen solás, 14

escuchad el romance, sosegad vos en pas,

non vos diré mentira en cuanto en él yas’,

ca por todo el mundo se usa et se fas’.

Et porque mejor de todos sea escuchado, 15

fablarvos he por trobas e cuento rimado:

es un decir fermoso e saber sin pecado,

razón más placentera, fablar más apostado.

Non tengades que es libro necio de devaneo, 16

nin creades que es chufa algo que en él leo,

ca según buen dinero yace en vil correo,

ansí en feo libro está saber non feo.

El axenús de fuera más negro es que caldera, 17

es de dentro muy blanco, más que la peñavera,

blanca farina está so negra cobertera,

azúcar negro e blanco está en vil cañavera.

Sobre la espina está la noble rosa flor, 18

en fea letra está saber de gran doctor;

como so mala capa yace buen bebedor,

ansí so el mal tabardo está buen amor.

Et porque de todo bien es comienzo e raíz 19

la Virgen santa María, por ende yo, Juan Roís,

arcipreste de Fita, d’ella primero fis’

cantar de los sus gozos siete que ansí dis’.

Gozos de santa María

Santa María 20

luz del día,

todavía.

Tú me guía

Gáname gracia et bendición 21

et de Jesús consolación

cantar de tu alegría.

que pueda con devoción.

El primero gozo que s’ lea 22

en cibdad de Galilea

oviste mensajería.

Nazaret creo que sea

Del ángel que a ti vino 23

Gabriel santo et digno

díjote: «Ave María.»

trójote mensaj’ divino

Tú, desque el mandado oíste 24

omilmente recebiste;

al fijo que Dios en ti envía.

luego, Virgen, concebiste

En Belén acaeció 25

el según’ cuando nasció

de ti, Virgen, el Mesía.

e sin dolor aparesció

El tercer cuenta las leyes, 26

cuando vinieron los reyes,

en tu brazo do yascía.

e adoraron al que veyes

Ofreciol’ mirra Gaspar, 27

Melchor fue encienso dar,

al que Dios e ome seya.

oro ofreció Baltasar

Alegría cuarta e buena 28

fue cuando la Magdalena

qu’el tu fijo vevía.

te dijo gozo sin pena

El quinto placer oviste, 29

cuando al tu fijo viste

gracias a Dios o subía.

sobir al cielo et diste

Madre, el tu gozo sexto 30

cuando en los discípulos presto

en tu santa compañía.

fue Espíritu Santo puesto

Del septeno, Madre Santa, 31

la iglesia toda canta,

al cielo e cuanto y había.

sobiste con gloria tanta

Reinas con tu fijo quisto 32

nuestro Señor Jesu Cristo,

en la gloria sin fallía.

por ti sea de nos visto

Gozos de santa María

Tú, Virgen, del cielo reina, 33

e del mundo melesina,

quiérasme oír muy digna

por te servir.

que de tus gozos ayna

escriba yo prosa digna

Decir de tu alegría 34

rogándose todavía

yo pecador

más al loor.

que a la gran culpa mía

non pares mientes, María,

Tú siete gozos oviste, 35

el primero, cuando rescebiste

salutación

Dios salvación.

del ángel, cuando oíste

Ave María, concebiste

El segundo fue complido, 36

cuando fue de ti nascido,

e sin dolor,

por Salvador.

de los ángeles servido,

fue luego conoscido

Fue el tu gozo tercero, 37

cuando vino el lucero

a demostrar

fue en guiar.

el camino verdadero

a los reyes compañero

Fue tu cuarta alegría, 38

cuando te dijo Magdalena María,

et Gabriel

que viera a él.

que el tu fijo vevía,

e por señal te decía

El quinto fue de gran dulzor, 39

cuando al tu fijo Señor

viste sobir

de a él ir.

al cielo a su Padre mayor,

et tú fincaste con amor

Este sesto non es de dubdar, 40

los discípulos vino alumbrar

con espanto,

Espíritu Santo.

tú estabas en ese lugar,

del cielo viste y entrar

El septeno non ha par 41

cuando por ti quiso enviar

Dios tu Padre,

42

por nos disció

e por nos murió.

del cielo en ti morador

el que pariste blanca flor,

Por nosotros pecadores 43

non aborrezcas

pues por no ser merezcas

ruegal’ por nos.

Madre de Dios,

ant’él connusco parezcas

nuestras almas le ofrezcas.