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Akal / Historia del mundo / 67

Esperanza Yllán Calderón

El Franquismo

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Serie: Historia de España

Diseño de portada

RAG

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© Esperanza Yllán Calderón, 1998

© Ediciones Akal, S. A., 2000, 2008

Sector Foresta, 1

28760 Tres Cantos

Madrid - España

Tel.: 918 061 996

Fax: 918 044 028

www.akal.com

ISBN: 978-84-460-4152-8

 

 

1. España, entregada a Franco

El 1 de abril de 1939, el general Franco firmó el último parte de guerra y se anunciaba al mundo que la guerra civil española había terminado. En los tres últimos días del mes de marzo los frentes de resistencia se habían desplomado y aquel 1 de abril se entregaban los últimos mandos del Ejército Republicano.

La República fue aniquilada y cayeron también los símbolos de una época: la bandera tricolor republicana, hoces y martillos y las banderas rojas o nacionalistas, fueron sustituidas por yugos y flechas, banderas rojas y gualdas, y el negro y rojo de la Falange. Eran los símbolos del Nuevo Estado, autodefinido de totalitario y caracterizado por la dictadura personal del general Franco, convertido también en Caudillo de España. Comenzaba un largo período, de casi cuarenta años de dictadura, cuya herencia ha ejercido una considerable influencia en el comportamiento social y político de los españoles.

El poder absoluto de Franco y su ensalzamiento, tuvieron su origen en los meses decisivos que siguieron a la sublevación militar contra la República. Entre julio y septiembre de 1936, el poder estuvo bajo el control de la Junta de Defensa Nacional, instalada en Burgos y formada íntegramente por militares.

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El último parte de la guerra:“En el día de hoy, cautivo y desarmado el ejercito rojo, han alcanzando las tropas nacionales sus últimos ­objetivos militares. La guerra ha terminado”

Durante aquellos meses, en medio de la guerra civil desencadenada, el problema de la concentración del mando para dirigir las operaciones fue discutido y disputado entre los militares que integraban la Junta. Su presidente, el general Cabanellas, abogaba por la dirección compartida del mando, mientras durase la guerra, y en el que podrían integrarse él mismo, el general Mola y el propio Franco. Pero la cuestión se resolvió, finalmente, el 1 de octubre, entregando al general Franco el mando único.

A pesar de sus gestiones y argumentos, el general Caba­nellas no pudo evitar lo que consideró entonces como irreparable: Ustedes no saben lo que han hecho —comentó a algunos de los generales que se habían pronunciado a favor de Franco— porque no le conocen como yo, que le tuve a mis órdenes en Africa (...) y si, como quieren, va a dársele en estos momentos España, va a creerse que es suya y no dejará que nadie le sustituya en la guerra ni después de ella, hasta su muerte.

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Franco saluda desde el balcón de la Capitania General de Burgos tras ser proclamado Jefe de Estado y Generalísimo de los Ejércitos el 1 de octubre de 1936.

No pudo ser más sagaz aquella premonición del viejo general monárquico. A partir de aquel momento, Franco sería el absoluto responsable de la dirección de la guerra, al tiempo que se le entregaban todos los poderes del Estado. En la ceremonia de nombramiento como Jefe del Gobierno del Estado Español y Generalísimo de los Ejércitos –celebrada en la Sala del Trono de la Capitanía de Burgos– Franco agradeció a los congregados tan trascendental ofrecimiento: ...Yo sólo puedo en estos momentos solemnes, con la seriedad del soldado, con la lealtad del caballero y con el corazón en la mano, deciros a todos: ponéis en mis manos España. Mi mano será firme, mi pulso no temblará y yo procuraré alzar a España al puesto que le corresponde, y que ocupó en épocas pretéritas.

Aquella misma noche del 1 de octubre de 1936, desde los micrófonos de Radio Castilla de Burgos, Franco se dirigió a los españoles, anunciando la naturaleza del nuevo Estado: España se organizará dentro de un amplio concepto totalitario mediante aquellas instituciones nacionales que aseguren su totalidad, su unidad y su continuidad.

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Esta fotografía del General Franco, tomada en su cuartel general de Salamanca, es una de sus primeras fotos oficiales como jefe del Estado.

La dictadura franquista comenzó, pues, a finales de 1936, una vez que el resto de los militares sublevados contra el Go­bierno de la República, le encomendaron la dirección de un Estado, aún por construir, sin fijarle más plazo ni objetivo que ganar la guerra civil que ellos mismos habían provocado unos meses antes. La caída de Madrid, tras largos y penosos años de resistencia popular, fue la culminación de la ofensiva militar de las tropas sublevadas en 1936, que entraron en la capital el 28 de marzo de 1939. La huida, el miedo, el desconcierto, la ocultación, cuando no la acomodación rápida a las nuevas circunstancias, conformarían la nueva vividura de los españoles.

El mismo día de la victoria, el 1 de abril de 1939, la máxima autoridad de la Iglesia Católica, remitía a Franco el siguiente telegrama: Levantamos nuestro corazón al Señor, agradecemos sinceramente, con V.E., deseada victoria católica España. Hacemos votos para que este queridísimo país, alcanzada la paz, emprenda con nuevo vigor sus antiguas y cristianas tradiciones, que tan grande le hicieron. Con estos sentimientos efusivamente enviamos a V.E. y a todo el pueblo español nuestra apostólica bendición.–Papa Pío XII.

La prensa, por su parte, se encargaría de crear el clima de entusiasmo en espera del Caudillo y del próximo desfile militar, previsto para el 19 de mayo. Se procedió también a la limpieza de las calles, a descubrir los monumentos protegidos contra los bombardeos y ofrecer un nuevo aspecto de Madrid, lejos de la estampa proletaria y popular, tan denostada por las más selectas plumas del bando triunfador.

Mientras tanto, la España vencida y huérfana iniciaba su expatriación: las largas colas de exiliados serpenteaban por los caminos, las familias destrozadas y divididas, y miles de españoles, en las cárceles o en campos de concentración, esperaban un incierto futuro: unos el fusilamiento y otros, muy largas condenas o la más penosa clandestinidad. Alrededor de 300.0000 españoles habían huido al extranjero. Muchos de ellos pasaron a Francia, donde serían acogidos en campos de refugiados, otros continuaron luchando, durante la Segunda Guerra Mundial, contra el fascismo, formando parte de la Resistencia. Y otros muchos marcharían a Latinoamérica. En 1940 todavía permanecían encarcelados unos 300.000 presos políticos, entre ellos 7.000 maestros.

2. Represión, vigilancia y control

Terminada la guerra civil, y celebrada la victoria por los vencedores, llegó su secuela más temida: la represión. Los derrotados, considerados rebeldes, comparecieron ante consejos de guerra sumarísimos y en juicios celebrados con enorme rapidez. El trabajo, que concluyó en 1943, se realizó de forma veloz y con frecuencia inmisericorde. Fueron ejecutados miles de prisioneros. Y a estas muertes hay que sumar las producidas al margen de esta justicia, por simples venganzas personales.

Junto a esta represión, se produjo otra derivada de la Ley de Responsabilidades Políticas de 9 de febrero de 1939. El haber sido funcionario o prestado cualquier servicio político a la Re­pública, haber estado afiliado a un partido político o sindicato, o simplemente ser de izquierdas, se convirtió en suficiente motivo para ser depurado, temer por la vida y, en muchos casos, para perderla.

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Escena de la vida cotidiana en la España de 1952.

La Administración pública, la Universidad, la Enseñanza e incluso las grandes empresas privadas, fueron depuradas de sospechosos de haber pertenecido o simpatizado con partidos o sindicatos obreros o haber sido adictos a la República. Decenas de miles de personas perdieron así su empleo. Como consecuencia de estas medidas represivas, la oposición al franquismo desapareció casi por completo.

Por otro lado, la población fue sometida desde 1939 a un control absoluto. Se estableció una rígida vigilancia policial e ideológica en la que participaba en primer lugar la Falange, convertida en única instancia política legal como Partido Único. Su presencia era total en todas las esferas de la vida cotidiana: ayuntamientos, diputaciones, sindicato, universidad, juventud, la mujer, etc. En cuanto a los medios de comunicación, el control de radio, prensa,, y de cuanto afectaba a la información, estuvo directa o indirectamente en manos del Es­tado.

Estatutos de FET yde las JONSCaudillo.

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Escena de la vida cotidiana en la España de 1952.

En cuanto a la política represiva, se fue plasmando a través de una serie de Leyes sucesivas: la Prohibición de los Partidos Políticos (septiembre de 1936); la ya citada Ley de Responsa­bilidades Políticas (9 de febrero de 1939); Ley de Represión de la Masonería y el Comunismo (1 de marzo de 1940); Ley de Seguridad del Estado (29 de marzo de 1941), o, en fin, las sucesivas Leyes de orden público, de prensa, modificaciones del Código Penal (en la de 23 de diciembre de 1944, se incluía la huelga como delito de sedición y la prohibición de propaganda, reunión y asociación), hasta la Ley de Peligrosidad Social de 1971 y la Ley Antiterrorista de agosto de 1975.