LA RADIO: LA PELEA POR EL SONIDO

 

Manuel Ángel Menéndez

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

© Manuel Ángel Menéndez Gijón, 2017

© Editorial El Ángel, SL, 2017

www.elangel.es

info@elangel.es

ISBN: 9788494780424

 

 

 

 

 

LA RADIO EN ESPAÑA: LA PELEA POR EL SONIDO

Manuel Ángel Menéndez

 

 

 

 

ÍNDICE

LA RADIO EN ESPAÑA: LA PELEA POR EL SONIDO

 

El boom de la FM en las décadas de los 80 y 90

Las luchas por las audiencias y la publicidad

Los inicios de la nueva radio

La FM conquista a la audiencia

Los socialistas cambian el mapa radiofónico

Surge Radio Blanca, una máquina de hacer dinero en FM

Las ‘otras’ concesiones autonómicas completan el nuevo mapa

Ona catalana entra en escena y Pujol retira licencias a la COPE

La COPE se remodela a fondo

Nuevos cambios accionariales en la radio de los obispos

La Iglesia se queda con la COPE

El espectacular crecimiento de la Cadena SER

Auge y caída de Antena 3 Radio

Prisa se hace con el control de Antena 3: nace Unión Radio

Guerra entre la SER y la COPE

La oposición política y mediática pasa a la ofensiva

Unión Radio: la mayor empresa del mundo de radio en español

La era Aznar: las nuevas alianzas

Onda Cero, el buque insignia radiofónico... de Telefónica

Fuerte reestructuración y crecimiento inicial de Onda Cero

Del crecimiento a la inestabilidad

Unedisa, del Olmo y Kiss FM: la ruina de Onda Cero... y Antena 3

La configuración del sector radiofónico de FM

La nueva radio en la era digital

El controvertido fenómeno de las radios libres

Radio Libre: bajo coste de instalación

La experiencia madrileña de la fórmula Radio Enlace

La experiencia autogestionaria de Contrabanda FM en Cataluña

Directorio de radios libres, alternativas y comunitarias

La radio personalizada en Internet

El ‘podcast’, un nuevo formato de comunicación

 

 

 

LA RADIO EN ESPAÑA: LA PELEA POR EL SONIDO

Hace muchos años existía sólo la prensa diaria y la radio, luego apareció la televisión pública; años más tarde la televisión privada; posteriormente el cable, el satélite, la televisión de pago, Internet... En radio, primero fue la Onda Media, después la Frecuencia Modulada y en el año 2000 se empezó a vislumbrar en España la nueva era digital, Digital Audio Broadcasting, el DAB, que se presentaba como el futuro de la radio. Pero, ¿hacia dónde camina este medio de masas? ¿Está a punto de agotarse el modelo, como sostienen algunos, o, por el contrario, ha encontrado fórmulas novedosas en las nuevas tecnologías para un espectacular desarrollo?

La transición política marcó un hito en la historia de la radio en España: significó el inicio del boom de la radio informativa, desencadenado por la liberalización de la información en la radio, conseguida en octubre de 1977, que ponía fin al monopolio sobre la información que había detentado Radio Nacional de España (RNE) tras el final de la guerra civil (todas las emisoras estaban obligadas a conectar con RNE a la hora del famoso ‘parte’ informativo). Pero la efervescencia social generada en ese clima de recuperación de las libertades introdujo también otros dos fenómenos radiofónicos: la aparición, junto al boom de las emisoras generalistas, de las radios libres y las radios municipales.

La radio que actualmente escuchamos en España es básicamente actualidad informativa y música a través de los dos formatos que definen la programación radiofónica en este fin de siglo: el “convencional” (noticias, magacines, radiodiarios, humor, entrevistas, musicales) y la “radiofórmula” (música o noticias las 24 horas del día). El modelo de “la radio de las estrellas” continúa siendo la referencia de la imagen corporativa principal que tiene hoy la radio, pues en las ‘estrellas’ se fundamenta una parte importante de la inversión publicitaria y del prestigio institucional de las cadenas. Y en cuanto a los ‘tertulianos’, han conseguido desplazar en buena medida a los periodistas de calle en los acontecimientos informativos de gran calado.

De esta forma, partiendo de una radio controlada como lo fue hasta la transición democrática, hemos llegado al año 2017 con un mapa radiofónico español de los más densos de Europa, con la existencia de unas 2.500 emisoras en el conjunto nacional. Es cierto que una gran mayoría de esas emisoras se agrupan en cadenas que emiten un mismo contenido, realizado principalmente desde Madrid o Barcelona. Sin embargo, es la radio pública, tanto la del Estado (RNE) como la de las instituciones autonómicas que explotan emisoras, la que tiene una mayor potencia en kilovatios y cobertura territorial.

La publicidad sigue siendo la vía financiera exclusiva o principal de la radio española (excepto en RNE, financiada a través de los Presupuestos Generales del Estado) y causa de una crisis importante que vivió el sector durante los tres primeros años de la implantación de las televisiones privadas (a partir de 1990). Si el espacio público de la radio está dominado por RNE y las cadenas autonómicas, la radiodifusión privada en España está especialmente representada por cuatro grandes grupos empresariales: la SER (Prisa), Onda Cero (Antena 3), la COPE (la Iglesia española) y durante unos años por Punto Radio (Vocento), hasta su liquidación e inclusión en la COPE.

Resulta curioso y puede parecer una obviedad, pero cuando mayor impulso ha experimentado el medio radiofónico tras el retroceso iniciado en 1990 –nacimiento de las televisiones generalistas privadas- ha sido precisamente cuando el mundo se ha mostrado más convulso. Por ejemplo, el año 2003 fue especialmente bueno para la radio en España, debido, precisamente, a los grandes conflictos o tragedias que vivió la humanidad: conflictos internacionales como la guerra de Irak –en la que España estuvo implicada, por decisión del Gobierno de Aznar-, u otros de alcance nacional, como la catástrofe del Prestige, en Galicia, y sus secuelas, por poner dos ejemplos de acontecimientos que crisparon el ambiente político, caldeando los ánimos de los españoles e influyendo en la recuperación de la audiencia de un medio que parecía en declive. Así lo ha analizado el profesor titular de Comunicación Audiovisual y Publicidad de la Universidad de Santiago de Compostela, Xosé Ramón Pousa (“La radio, entre la descomposición del modelo analógico y la indefinición del digital”, APM, Madrid, 2004).

Antes de 2003, y gracias a las nuevas tecnologías, la radio había perdido uno de sus principales atractivos: lo que podríamos denominar la práctica simultaneidad entre la producción del hecho y la narración por el medio; es decir, la inmediatez. Y no sólo debido a la televisión, que gracias a esas nuevas tecnologías permitía ‘ver’ –además de ‘oír’- el acontecimiento en directo, sino que Internet, por ejemplo, había abierto ya una importante vía en materia de comunicación inmediata.

Si tomamos en consideración las audiencias del Estudio General de Medios (EGM, tan alabado por unos y vilipendiado por otros) y nos centramos, por ejemplo, en los primeros meses de 2003 que referenciamos antes, en mayo de ese año el conjunto de emisoras de radio alcanzó la audiencia de 21.666.000 oyentes; es decir, que superó en casi dos millones la cifra media de los últimos años anteriores. ¿Qué había ocurrido? Pues que a los hechos a los que antes hacíamos referencia –Irak, Prestige...-, se añadieron otros, como la celebración de elecciones municipales y autonómicas en España en un ambiente muy crispado. El resultado fue que emisoras privadas como la Cadena SER batieron su récord absoluto de audiencia, con 5,2 millones de seguidores atraídos por su programación, especialmente en los grandes contenedores de mañana y de tarde, mientras que la pública Radio Nacional de España, desaparecía voluntariamente del más importante Instrumento de medición de audiencias -el EGM-, debido a la decisión del entonces director general de RTVE, el periodista José Antonio Sánchez, que no lo consideraba fiable.

Esos mismos altibajos se han venido observando a partir de entonces. Por acercarnos en el tiempo, si atendemos a los datos disponibles de audiencia, la de la radio experimentó una ligera recuperación en el comienzo de 2016, tras haber cerrado 2015 con descensos, también ligeros. Pero en términos generales, los oyentes de radio mantienen las características mostradas en años anteriores, con un reparto entre radio generalista y temática estable, en el que los más de 14,5 millones de las fórmulas radiofónicas superan ampliamente a los 11,3 millones de la generalista, según se puede observar en la siguiente tabla elaborada para el Informe de la APM de 2016:

No obstante, la radio sigue manteniendo en términos generales un perfil más joven que el promedio de la población, lo que acentúa su atractivo publicitario. Ello es debido a que, al contrario de lo que sucede con otros soportes, el descenso de los oyentes jóvenes es inferior al que registran medios impresos y televisiones.

Como el resto de los medios, los responsables de las empresas radiofónicas están buscando la manera de aprovechar la digitalización de los hábitos de los ciudadanos, con la expansión de sus actividades en internet. A la disponibilidad de todas las programaciones a través de la red y de las emisiones de la TDT, se unen nuevas propuestas, como los podcasts [archivos de audio gratuitos para descargar y oír en el ordenador o en un reproductor MP3] realizados expresamente para su difusión digital, ya que los de programas grabados están disponibles desde hace años.

Ahora bien, dos factores limitan el desarrollo de esta modalidad radiofónica: la falta de recursos de las empresas del sector (no debe olvidarse que se trata de un negocio que se mueve en el espectro de los 300-400 millones desde hace años) y el propio acceso de los usuarios.

Según datos del Estudio General de Medios, en 2016 escuchaban la radio por internet un millón y medio de personas, idéntica cifra que en 2015 y algo mayor que en 2014. La situación, sin embargo, podría mejorar en el futuro, ya que, como consecuencia de la expansión del acceso a internet desde los terminales móviles, también se está dando la de las webs de las radios: según el Informe de la APM para 2016, entre 2014 y 2015 el número de usuarios únicos de las principales webs de las radios creció principalmente por el acceso desde terminales móviles y, muy especialmente, a algunas de las ofertas temáticas musicales.

Por otro lado, según los datos históricos analizados por el profesor Pousa, desde finales de los 90 la onda media (OM) perdió más de la mitad de su audiencia, que fue recuperada por la frecuencia modulada (FM). Una modulación que ya no era sólo musical: resultaba prácticamente igual el número de oyentes de radio convencional y de radiofórmula que elegían ese dial. Así, mientras la radio convencional se mantenía estabilizada en torno a los 11 millones de oyentes, la radiofórmula inició ya en 2003 su recuperación, de forma que sólo la separaban de la radio generalista menos de un millón de oyentes. Además, debido a la proliferación de formatos all news (Radio 5, Catalunya Informació, etcétera), ya no era todo música en la radiofórmula. Un dato a tener muy en cuenta.

Parece evidente que grandes sucesos, como los ya comentados de la guerra de Irak o las elecciones municipales y autonómicas -con el escándalo de la espantada de los diputados socialistas madrileños Eduardo Tamayo y María Teresa Sáez y la repetición en octubre de los comicios en Madrid en 2003-, trasladan a las ondas el nivel de crispación vivido por la sociedad española.

Algunos, sin embargo, se formulan la pregunta a la inversa: ¿fue la sociedad la que trasladó a los medios la crispación o fueron los medios los que crisparon el ambiente? La única evidencia es que la opinión de los tertulianos, claramente posicionada en algunos casos, ha venido marcando gran parte de la programación de cada dial, resaltando más que nunca una tendencia que ya se venía observando en la radio convencional española: el posicionamiento ideológico como marca. Y este hecho parece más acentuado a partir de 2004, cuando se produjo la matanza terrorista del 11 de marzo en Madrid y la pérdida de las elecciones generales por el Gobierno de Aznar tres días después, y se ha venido incrementando a lo largo del tiempo hasta nuestro días.

Para abundar aún más en el asunto: si 2003 fue un buen año para las audiencias radiofónicas, 2004 superó con creces las expectativas... y por motivos similares. 2004 fue un año de vértigo informativo: desde los ecos de la guerra de Irak, que había polarizado a la población española, hasta las elecciones generales, pasando por el atentado terrorista más brutal que se recuerda y que convulsionó al país. Además, se siguió con expectación la Comisión de Investigación sobre el 11-M (abierta a los medios de comunicación), se casó el Príncipe de Asturias y lo hizo con una presentadora de telediarios y el año acabó con un tsunami que arrebató más de cien mil vidas en Asia. Tanto acontecimiento dio como resultado que, en 2004, casi 22 millones de españoles escuchasen diariamente la radio, logrando una penetración de casi el 57%, superior a la de los periódicos impresos, aunque muy inferior a la de la televisión. En 2005 y años posteriores se mantuvo esa tendencia.

Los últimos años, pues, han sido especialmente buenos para el reflote de la radio en términos generales, aunque en ese mismo periodo el medio sufrió importantes convulsiones internas como consecuencia de la politización de sus contenidos y en los cambios de propiedad en algunas cadenas. Algunos analistas del sector radiofónico ven como evidente que el hecho de que la COPE se situara claramente al lado del gobierno conservador de José María Aznar -lo mismo que Onda Cero, aunque desde posiciones más suaves- produjo como efecto que desterraran de su audiencia a los sectores más progresistas, que habrían caído en la programación de la Cadena SER. Además, el caos permanecía instalado en el panorama radioeléctrico nacional con la existencia de miles de emisoras ilegales y con el descontento de una profesión bajo mínimos que a nivel laboral está -y está- a años luz de las estrellas de la radio.

Paralelamente, a partir de 2004 se puso en marcha un nuevo perfil radiofónico que se ha mantenido hasta nuestros días: una mayor pérdida de protagonismo de los periodistas de calle en beneficio de los ‘tertulianos’, recrudeciendo, además, la guerra por la primacía, el poder y la influencia sobre la opinión pública que mantienen las primeras cadenas radiofónicas españolas. Ese nuevo perfil radiofónico ha motivado a lo largo de los años importantes movimientos empresariales –como apuntábamos arriba- que han llevado a una nueva recomposición del mapa radiofónico tradicional: crisis en Onda Cero, nacimiento y desaparición de una nueva cadena generalista -Punto Radio, de Vocento- y un acusado movimiento de las ‘estrellas’ de la programación radiofónica, especialmente el veterano Luis del Olmo, que dejó Onda Cero para sumarse a la nueva aventura radiofónica del grupo Vocento, desapareciendo al final ambos dos del mapa radiofónico español.

Estos años convulsos en materia empresarial en el sector radiofónico tienen, probablemente, su raíz en el intento del Gobierno del PP de romper la primacía del Grupo Prisa en este sector, un grupo que, al decir del Ejecutivo conservador y de sectores mediáticos afines, había sido favorecido por el anterior Gobierno socialista de Felipe González, pero que lo iba a ser aún más del siguiente gobierno socialista de Rodríguez Zapatero.


El boom de la FM en las décadas de los 80 y 90

Podríamos situar el moderno inicio del boom de la radio en frecuencia modulada (FM) en las 120 primeras licencias de emisoras que aprobó el Gobierno de Leopoldo Calvo-Sotelo (UCD) el 29 de diciembre de 1981. Fue la resolución de un concurso para el que se habían presentado nada menos que 1.800 solicitudes. Tras la aprobación del Plan Técnico Transitorio de Ondas Métricas con Modulación de Frecuencia el 8 de junio de 1979, la concesión de emisoras de radiodifusión de FM había sido regulada por una orden ministerial del 28 de agosto de 1980. Desde entonces, el proceso sufrió diversas interrupciones, lo que ofrece una idea de la presión política y mediática con la que se enfrentaba ya entonces el Gobierno de UCD. Una presión que no disminuiría a lo largo de los sucesivos gobiernos socialista y popular.

Además de empresas privadas dedicadas al mundo de la comunicación de masas, las solicitudes de emisoras de FM en 1981 procedían de entidades culturales, organizaciones profesionales, ayuntamientos y diputaciones provinciales. De los 127 municipios de más de 20.000 habitantes gobernados por la izquierda, cien aspiraban a una de esas emisoras –por razones obvias-. En un segundo bloque de concesiones el Gobierno otorgaría otras 180 licencias, hasta completar las trescientas que en principio iba a ser concedidas, de acuerdo con el plan técnico realizado por la Administración.

De las 120 nuevas emisoras de frecuencia modulada concedidas al sector privado por el Gobierno de UCD en diciembre de 1981, el 80% fueron a parar a manos de empresas informativas de prensa o de radio y el 20% restante se adjudicó a empresas o empresarios no vinculados a medios de comunicación. A la sociedad Promotora de Televisión y Radio, SA, dirigida por Luis Ángel de la Viuda y en la que participaba de forma importante la Editorial Católica (EDICA, editora del diario Ya y otros diarios regionales), obtuvo un total de 15 emisoras en determinadas provincias de Galicia, Levante, Extremadura y Andalucía.

Le seguían en número de emisoras la Cadena SER, con trece (Vitoria, Málaga, Teruel, Palencia, Ibiza y otras poblaciones menos importantes, como Miranda de Ebro o Torrelavega), y el grupo Antena 3, dirigido por Manuel Martín Ferrand e integrado por las correspondientes empresas editoras de Abc, La Vanguardia, el grupo Zeta y la Agencia Europa Press. A este grupo, que también aspiraba a cadenas de televisión privada, le correspondieron 23 emisoras, y otras doce al veterano y poderoso hombre de la radiodifusión privada Ramón Rato, asociado desde hacía algún tiempo a la Cadena SER. Rato controlaba hasta ese momento 8 emisoras de onda media y alguna de FM.

Al grupo Prisa se le concedieron cuatro emisoras de FM (Madrid, Cuenca, Soria y Valladolid), iniciando la experiencia fallida de Radio El País. En menor escala fue agraciada la empresa editora del semanario Cambio 16 y del periódico Diario 16, a la que el Gobierno les concedió tres emisoras de FM (Madrid, Sevilla y Valencia). La Cadena de Ondas Populares Españolas (COPE), no obtuvo tampoco muchas ventajas, ya que tan sólo se le adjudicaron tres emisoras (Santiago, Oviedo y Logroño). Claro, que, como ya hemos señalado, a la sociedad Promotora de Televisión y Radio, SA, dirigida por Luis Ángel de la Viuda y en la que participaba de forma importante la Editorial Católica le habían correspondido 15.

Otras emisoras fueron concedidas a periódicos como El Correo de Andalucía, el Heraldo de Aragón y algunas Hojas del Lunes –que aún se editaban-, como la de Madrid. El 20% de emisoras restantes fueron repartidas en manos privadas con escasa o nula experiencia en el campo de las comunicaciones.

Ese reparto no gustó a la oposición política, PSOE y PCE, fundamentalmente, que criticó el método seguido. El Partido Socialista no dudó en considerar que la actitud del Gobierno de UCD supuso una grave trasgresión de los principios básicos que rigen cualquier Estado de Derecho y reclamó las concesiones municipales. Algunos especialistas en telecomunicación señalaron entonces que en un plan técnico que comprendiera todo el territorio español cabrían por lo menos 2.000 emisoras de FM, a lo que el Gobierno argumentó que “hemos decidido trescientas porque parecía que era un número racional. Naturalmente se pueden conceder muchas más, pero creemos que eran suficientes porque suponía doblar la oferta de radio en este país. Además, las emisoras comerciales van a estar sometidas ahora a una competencia tremenda. En cualquier caso, siempre, sea éste o cualquier otro Gobierno, podrá decidir nuevas concesiones o nuevos planes” (El País, 22.01.1982).

A las críticas habidas, el Gobierno respondió que quería ofrecer una mejor cobertura radiofónica a aquellas áreas que tradicionalmente habían recibido una pésima señal de este medio y que por las más diversas razones, algunas de ellas de orden técnico, nunca habían podido escuchar un programa de la pública RNE, por citar la emisora de mayor difusión nacional. Sin embargo, con este primer reparto que inició realmente el boom de las FM, salieron beneficiadas las zonas de Madrid (con siete nuevas emisoras, una de ellas en Alcalá de Henares); Baleares (con seis, dos en Palma de Mallorca, dos en Ibiza, una en Mahón y otra en Inca); Asturias (con cinco, tres en Oviedo y dos en Gijón) y Valencia (con otras cinco, todas en la capital), lo que en cierta forma contradecía la tesis oficial.

Además, y como ya hemos señalado, el 82% de esas emisoras fueron a parar a manos de empresas periodísticas formadas a partir de la asociación de otras ya existentes y que, inmediatamente después de la concesión, se propusieron explotar las nuevas emisoras en cadena.

En todo caso. la radio española pasó en 1981 uno de los años más importantes de su historia: lo comenzaba en febrero con uno de los mayores logros profesionales -información en torno al intento golpista del 23 de febrero y cerraba el año con la concesión a las empresas privadas de nuevas emisoras de frecuencia modulada, que supuso una modificación de grandes consecuencias del mapa radiofónico español.

Si la radio era en los últimos tiempos el medio de comunicación preferido por los españoles, ya que, según las estadísticas de que se disponía, un 85% de los ciudadanos de este país la escuchaban, a partir del 23 de febrero de 1981, dado el comportamiento informativo de las principales emisoras, sobre todo las privadas, la radio española alcanzó uno de sus mejores momentos.

El fenómeno comunicativo que surgió a raíz del 23-F benefició tanto a las emisoras privadas, con larga tradición de competitividad -como la cadena SER- como a las cadenas estatales. Radio Nacional, con Eduardo Sotillos recién nombrado director por el primer director general democrático del Ente RTVE, Fernando Castedo, se encontraba iniciando un profundo período de reconversión, que le llevó durante su corta gestión a la profesionalización de los informativos y de la programación, a racionalizar los recursos de esta empresa pública y a vivificar los contenidos de una cadena tradicionalmente poco creativa hasta el punto de hacerla competitiva.

En esta época se consolidaron programas de Radio Nacional como “De costa a costa”, de Luis del Olmo; “Directo, directo”, de Alejo García Ortega, y el mismo informativo “España a las 8”, dirigido por Manuel Antonio Rico. En un orden más amplio, siguiendo las directrices de programación del Consejo de RTVE, se reestructuraron los tres canales nacionales y Radio Exterior, todo ello con la vista puesta en conseguir lo que Sotillos denominó radio total. Este proyecto llegó a entusiasmar a la mayor parte del colectivo de los trabajadores de la radio estatal. Importante era también el impulso que recibía Radiocadena Española.