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Editado por HARLEQUIN IBÉRICA, S.A.

Núñez de Balboa, 56

28001 Madrid

 

© 2004 Harlequin Books S.A.

© 2014 Harlequin Ibérica, S.A.

Pasiones secretas, n.º 144 - enero 2014

Título original: The Newlyweds

Publicada originalmente por Silhouette® Books.

Publicada en español en 2007

 

Todos los derechos están reservados incluidos los de reproducción, total o parcial. Esta edición ha sido publicada con autorización de Harlequin Books S.A.

Esta es una obra de ficción. Nombres, caracteres, lugares, y situaciones son producto de la imaginación del autor o son utilizados ficticiamente, y cualquier parecido con personas, vivas o muertas, establecimientos de negocios (comerciales), hechos o situaciones son pura coincidencia.

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® y ™ son marcas registradas por Harlequin Enterprises Limited y sus filiales, utilizadas con licencia. Las marcas que lleven ® están registradas en la Oficina Española de Patentes y Marcas y en otros países.

Imagen de cubierta utilizada con permiso de Harlequin Enterprises Limited. Todos los derechos están reservados.

 

I.S.B.N.: 978-84-687-4106-2

Editor responsable: Luis Pugni

 

Conversión ebook: MT Color & Diseño

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El legado de los Logan

 

Porque el derecho de nacimiento tiene sus privilegios, y los lazos de familia son muy fuertes

 

Dos agentes del FBI fingen ser un matrimonio para descubrir una banda de traficantes de niños, pero pronto se dan cuenta de que la idea de un matrimonio real entre los dos es muy atractiva...

 

Bridget Logan: ansiaba secretamente tener una familia, pero ser agente especial no le ofrecía muchas oportunidades de encontrar al amor de su vida... hasta que Samuel Jones le fue asignado como compañero... ¡y como esposo!

 

Samuel Jones: cuando su ex mujer lo traicionó, Samuel juró que no volvería a comprometerse. Pero Bridget, trabajadora y concienzuda, le robó el corazón e hizo que se replanteara toda su filosofía del amor. Si seguía a su corazón, ¿conseguiría la felicidad que tanto se merecía?

 

Un hombre perseguido: andaba suelto y nadie sabía cuándo volvería a actuar. ¿Calmaría su amor por cierta enfermera del Hospital General de Portland a su alma vengativa?

1

 

Bridget Logan sabía mucho sobre muchas cosas. Sabía quién había ganado las Word Series desde mil novecientos ochenta y seis. Hablaba español, francés y alemán. Sabía la letra entera de Louie, Louie. Incluso sabía programar su vídeo.

También sabía colocar micrófonos en una habitación de modo que nadie los detectara. Sabía disfrazar su apariencia con un sencillo atrezo que le cabía en el bolso. Y sabía cómo montar y desmontar su revólver treinta y ocho, y dispararlo para acertar en el centro del corazón blanco de la silueta negra de papel de las prácticas de tiro.

Pero no sabía nada sobre bebés.

Y tampoco quería aprender. Porque Bridget Logan era una de las nuevas promesas del FBI. Había ascendido tan rápidamente, de hecho, que había sido designada para trabajar en un grupo antiterrorista en Viena, un trabajo estupendo y codiciado por gran parte de los veteranos, y que significaría su ingreso en un pequeño grupo de investigación de elite a los veinticinco años.

Y aquél era el lugar donde Bridget quería estar. Cuando estudiaba en el instituto, ya sabía que quería formar parte de las fuerzas de seguridad de su país. Era lista y ambiciosa y, después de graduarse en el instituto a los dieciséis años, había dejado su ciudad, Portland, en Oregón, y se había ido al otro extremo del país a estudiar Ingeniería Informática a la Universidad de Georgetown. Después había trabajado durante tres años en una de las empresas de seguridad más importantes de Alexandria, en Virginia. Y después, cuando hubo completado el periodo de experiencia profesional que le exigía el FBI a sus candidatos, había entrado en la Academia del FBI en Quantico, Virginia, a los veintidós años, y se había convertido en una de sus graduadas más jóvenes.

Desde entonces, había trabajado durante tres años en el FBI, haciendo el trabajo no deseado que todos los nuevos tenían que tolerar y, después, se había convertido en una agente hecha y derecha antes de los veinticuatro años. Sin embargo, tenía más experiencia que muchos de sus compañeros veteranos.

Por todas aquellas razones, no tenía tiempo de pensar en un marido o una familia. Estaba completamente dedicada a su trabajo. Con aquella misión en Viena habría ascendido un escalón más en el aspecto profesional y, en el personal, habría sido muy divertido vivir y trabajar en Europa.

Sin embargo, dos días después de llegar a Viena, le habían comunicado que había sido asignada a otro caso y que tenía que volver a Estados Unidos inmediatamente. Y que, aunque no tenía ningún interés en convertirse en esposa ni en madre, tendría que aprender a ser ambas cosas. Porque para su nueva misión, Bridget Logan, agente especial y experta antiterrorista, iba a convertirse en Bridget Logan, esposa y aspirante a madre.

Iba a ser el papel más difícil que hubiera representado en toda su vida.

Sobre todo, porque no conocía al que iba a representar el papel de su marido. Ni siquiera sabía cuáles eran los detalles de su nueva misión ni el motivo por el que había sido seleccionada para llevarla a cabo. Sólo sabía que, unos días antes, debía hacerse pasar por miembro de una oscura organización terrorista del este de Europa y que, aquel día, estaba de vuelta en Portland.

También le habían dicho que pasara todas las horas que duraba el viaje de vuelta hojeando revistas de decoración y de moda y un libro sobre la infertilidad clínica. Y como Bridget Logan sabía muchas cosas, sospechaba que aquello tenía algo que ver con la relación de sus padres con una de las organizaciones más famosas de Portland: Children’s Connection. Aquélla era la única razón que se le ocurría para que sus jefes la hicieran cruzar de nuevo el Atlántico y le asignaran una misión de la que cualquiera podría haberse hecho cargo.

Porque los Logan de Portland, Oregón, eran famosos, incluso internacionalmente, por su trabajo para la fundación que ayudaba a las parejas infértiles a adoptar niños o a concebirlos. Antes de que Bridget naciera, sus padres habían sufrido una terrible tragedia: su hijo mayor había sido secuestrado y asesinado. Logan y Terrence Logan nunca habían superado la pérdida de su hijo Robbie pero, al menos, habían conseguido continuar con sus vidas y empezar de nuevo una familia. Entre hijos adoptados y naturales, los Logan habían formado una familia con cinco vástagos, de los que Bridget era la más pequeña. Aquella familia se había formado en gran medida gracias a Children’s Connection, y Leslie y Terrence sentían tanto agradecimiento hacia aquel centro de adopción que se habían convertido en parte de él. Donaban mucho dinero y mucho tiempo para contribuir a su funcionamiento.

Antes de que los Logan se involucraran, Children’s Connection era un pequeño orfanato que funcionaba desde los años cuarenta, y una clínica de fertilidad asociada al Hospital General de Portland. Pero gracias a las generosas donaciones de los Logan y a la efectiva recaudación de fondos que Leslie Logan llevaba a cabo mediante eventos benéficos, Children’s Connection se habían convertido en una de las clínicas de fertilidad más importantes del país y en un centro de adopción muy respetado. Con el apoyo financiero, también proporcionado por los Logan, a orfanatos de ciudades de todo el mundo, sobre todo de Moscú, habían conseguido que la adopción extranjera fuera otra de las opciones disponibles para los futuros padres.

En aquellos días, Children’s Connection tenía orfanatos asociados por todo el mundo, que formaban familias con padres que no podían tener hijos naturales y niños que necesitaban desesperadamente un hogar. Y todo aquello, gracias a Children’s Connection y los Logan.

Bridget respetaba y admiraba la dedicación de sus padres al centro. Sobre todo la de su madre, que estaba tan dedicada a su trabajo voluntario en Children’s Connection como Terrence Logan lo estaba a su puesto de director general de Logan Corporation, la gran empresa informática de la familia. Y la hermana de Bridget, Jillian, también trabajaba para Children’s Connection como psicóloga. Sus hermanos Eric y Peter habían seguido los pasos de su padre y los dos trabajaban para Logan Corporation. Eric se había comprometido con Jenny y pronto se casaría y se convertiría en el padre del hijo adoptivo de Jenny, Cole.

Peter también se había casado recientemente con Katie Crosby. Aquello había sido toda una sorpresa, porque entre las familias Crosby y Logan siempre había habido mala relación. Leslie y Terrence culpaban a la madre de Katie, Sheila Crosby, del secuestro y muerte de su hijo Robbie, porque el niño estaba jugando con su mejor amigo, Danny Crosby, sin vigilancia de un adulto en el jardín de la mansión de los Crosby cuando había desaparecido. Si Sheila no hubiera cometido tal negligencia, en opinión del matrimonio Logan, Robbie estaría vivo. Sin embargo, era muy bueno ver a Peter y a Katie enamorados y juntos, y quizá aquél fuera otro paso para dejar descansar la memoria de Robbie.

Sin embargo, los intereses y las pasiones de Bridget estaban en un lugar distinto a Children’s Connection y a Logan Corporation, como los de su hermano David. David trabajaba para el Departamento de Estado y había estado destinado en Europa hasta hacía poco tiempo. De hecho, él también se había comprometido con una mujer a la que había conocido mientras trabajaba en Moscú. Y él también iba a ser padre muy pronto, como Eric, de la niña que había adoptado Elizabeth Duncan, Natasha. Pero allí era donde terminaban las similitudes entre Bridget y David, porque ella no tenía ninguna gana de casarse y formar una familia. Ella siempre había sabido lo que quería hacer con su vida, y lo estaba haciendo.

Bueno, salvo por el detalle de que la hubieran sacado de aquel caso en el extranjero, peligroso y de importancia capital, para asignarle un caso aburrido y de poca monta en su propio país. Pero en realidad, en la vida de todo el mundo había algún contratiempo, ¿no?

Tras un viaje de veinticuatro horas y varios cambios de avión, llegó a Portland agotada. Lo único que quería era ir a casa de sus padres, darse una ducha y dormir un poco, pero tenía que trabajar, y el trabajo para ella siempre era lo primero. Notó que le sonaba el estómago debido al hambre que tenía y, desconcertada, se preguntó qué hora sería allí en Portland. Intentó recordar a qué hora estaba previsto que aterrizase aquel último vuelo... las tres y cuarto de la tarde, seguramente. Lo que sí sabía con certeza era que estaban a finales de abril y que, en Portland, aquello significaba que el tiempo sería lluvioso.

Con un suspiro, recogió sus maletas de la cinta y se dirigió hacia la salida, antes de darse cuenta de que no sabía a quién debía buscar. Sin embargo, al instante detectó entre la gente a un hombre que tenía un letrero con su nombre en la mano. Al ser una buena agente, y sabiendo tantas cosas como sabía, Bridget reconocía a un compañero del FBI cuando lo veía. Incluso con aquella falta de sueño.

Sin embargo, se espabiló un poco cuando elevó un poco la vista y vio la cara del hombre que sujetaba el letrero. Parecía muy descansado y llevaba la ropa impecable, no arrugada como ella tras un viaje tan largo. Tenía el pelo, perfectamente cortado y peinado, del color del chocolate, y las luces fluorescentes del techo le arrancaban reflejos dorados. Llevaba un traje oscuro, anodino, pensado para no llamar la atención, con una camisa blanca y una corbata azul. Pese a aquello, sí llamaba la atención, pensó Bridget, porque había un trío de mujeres a su lado, mirándolo con admiración.

Y no era de extrañar, porque aquel hombre era guapísimo. Tenía los rasgos marcados y una belleza muy viril. Además, era muy alto; mediría un metro noventa, más o menos. Sin embargo, lo más llamativo de él eran los ojos, de un azul oscuro, como el del cielo del atardecer, como la mezcla de color púrpura y zafiro que aparecía justo antes de que el sol se ocultara.

Bridget se dijo que no debía sentirse intimidada por él e hizo lo mejor que pudo para parecer muy eficiente al decirle:

—Soy la agente especial Bridget Logan.

Él asintió a modo de saludo y la miró de pasada, como haría cualquier agente con cualquiera. Después, tiró el letrero a la papelera que había a su izquierda y dijo:

—Sam Jones. Agente especial Samuel Jones —se corrigió inmediatamente, como si necesitara hacer aquella distinción. Como si necesitara que ella supiera que él quería hacerla—. Pertenezco a la oficina de Portland. Bienvenida a casa, Logan.

—Agente especial Logan —reiteró Bridget, para aclararle su identificación—. ¿Y por qué estoy aquí?

—Se te necesita para un trabajo.

—Eso ya lo había supuesto —respondió ella—. Lo que quiero saber es por qué me necesitan a mí.

En vez de responderle, el agente especial Samuel Jones se inclinó a recoger las dos maletas más grandes de Bridget y dejó para ella la más pequeña. Después, señaló con un gesto de la cabeza las puertas de salida.

—El coche está justo ahí. Te pondrán al tanto de todo lo referente al caso cuando lleguemos a la oficina. Esperan que llegues lo antes posible. Yo te llevaré.

Sin esperar la respuesta de Bridget, Samuel Jones comenzó a caminar hacia la salida. Los dos se dirigieron en silencio hacia el sedán negro que él había llevado al aeropuerto y Jones abrió el maletero y guardó las maletas.

Después de haberse sentado y puesto el cinturón de seguridad, ella volvió a dirigirse a él.

—¿Y cuánto sabes de este caso al que me han asignado? —preguntó ella.

—Todo —respondió él, en un tono de voz cortante—. ¿O crees que soy sólo el chico de los recados al que han enviado a buscarte?

—¿Y no lo eres? —replicó ella, molesta.

Él la miró con los ojos entrecerrados.

—¿Cuántos años tienes, Logan?

—Veinticinco —respondió Bridget con aspereza—. ¿Y tú, Jones?

—Treinta y dos. Llevo diez años en el FBI. Se podría decir que la antigüedad me otorga ciertos derechos —dijo él. Y, antes de que ella pudiera recordarle que aquellos derechos se adquirían por otros medios aparte de la antigüedad, él continuó fríamente—: Mira, Logan, lo sé todo sobre ti. Todos los agentes de Portland saben lo rápidamente que ascendiste en Quantico. Pero yo sospecho que tuvo mucho que ver con la influencia de papá Logan, tanto allí como en Portland. Debe de ser muy agradable tener un papá tan rico que te facilite la vida. Yo, sin embargo, me gané mi puesto a la vieja usanza, trabajando mucho y luchando con uñas y dientes por él.

Bridget arqueó las cejas al sentir toda la animosidad de aquel hombre hacia ella y respondió con firmeza.

—Mi padre no ha tenido nada que ver con mis progresos. Yo también me he ganado mi puesto, agente Jones, trabajando como una esclava, luchando mucho más que tú y haciendo sacrificios que tú ni siquiera imaginas. No te atrevas a sugerir otra cosa. Si alguien tiene las cosas fáciles en este negocio sois los que tenéis el cromosoma Y. Las mujeres vamos por detrás. Tenemos que trabajar el doble que vosotros para conseguir la mitad.

Ante aquel arrebato, él apretó la mandíbula y no dijo nada. Mejor, pensó Bridget. En aquel momento no estaba precisamente de buen humor y detestaba perder el control tanto como que no la tomaran en serio. Jones arrancó el motor y no volvió a decir otra palabra en todo el trayecto, para alivio de Bridget. Quería librarse cuanto antes de aquel idiota. Y, hasta entonces, quería olvidar por completo que existía.

Cuando llegaron a las oficinas del FBI de Portland, que estaban situadas en el Crown Plaza Building, él metió el coche en el garaje del edificio y, sin decir una palabra, salió del vehículo y comenzó a caminar hacia los ascensores antes de que Bridget hubiera puesto los pies en el suelo. Ella tuvo que hacer un esfuerzo por no elevar la vista al cielo.

«Imbécil», pensó.

Subieron en silencio hasta el cuarto piso y después él la condujo por un largo pasillo hasta las oficinas. Entró delante de ella, pero sujetó la puerta para que Bridget pasara después, algo que le sorprendió. Bien, quizá le quedara algo de cortesía latente, le concedió ella de mala gana. Sin embargo, eso no era compensación por la manera en que la había asaltado verbalmente en el coche.

Una secretaria vestida de gris elevó la vista de su escritorio cuando entraron y, después de saludarlos, los guió hacia la oficina de su jefe.

—Agente Logan —dijo el funcionario, levantándose y tendiéndole la mano a Bridget—. Bienvenida a la ciudad. Soy Steve Pennington, agente especial a cargo de la oficina de Portland.

—Agente Pennington —respondió Bridget, y le estrechó la mano.

Él se la sacudió una vez, con firmeza, profesionalmente, y después señaló las dos sillas que había frente a su escritorio para que tomara asiento. Jones también lo hizo, y aquello volvió a sorprenderla. No era un buen indicio de que él fuera a marcharse, que era lo que ella deseaba.

—Estoy seguro de que se está preguntando —continuó el agente Pennington— por qué ha tenido que volver tan precipitadamente de Viena.

—Esa pregunta se me ha pasado por la cabeza —respondió Bridget—. Supongo, por la información acerca de la infertilidad clínica que se me facilitó, que tiene algo que ver con la relación de mi familia con Children’s Connection.

—En efecto —respondió Pennington—. Probablemente, ya sabrá algo de los problemas que está atravesando el centro desde hace meses.

Ella asintió.

—Mi familia me lo ha mencionado, sí. Sé que alguien intentó secuestrar a uno de los bebés que había adoptado un cliente. Me enteré principalmente porque mi hermano David estaba involucrado y pronto será el padre de esa niña —añadió con una sonrisa. Se sentía a la vez eufórica y desconcertada por el hecho de ser tía de tantos niños a la vez tan rápidamente—. Y sé que el secuestro de otro niño se está investigando todavía.

—Así es —dijo Pennington—. Aunque eso no se ha hecho público porque tenemos razones para pensar que ambos hechos pueden tener relación con otros secuestros perpetrados en la ciudad durante el año pasado.

—No sabía que hubiera una posible conexión.

—Y lo que tampoco se ha hecho público es que hace poco tiempo hubo una confusión en una fertilización in vitro realizada en la clínica. La mujer fue inseminada con el semen de un donante que no era el elegido por ella. Tenemos razones para pensar que fue una confusión deliberada. En este momento aún no sabemos con seguridad por qué, ni si lo hizo la misma persona que es responsable de los secuestros. Sin embargo, sospechamos que ambas cosas están relacionadas. Puede que tampoco sepa que, como resultado de esos incidentes —continuó Pennington—, el FBI ha comenzado una investigación criminal.

—No, señor, no lo sabía —dijo Bridget, sorprendida por aquella información—. Nadie me lo había dicho. ¿Mis padres están al corriente? ¿Ellos también están siendo investigados?

—Sí, están al corriente, y no, no han sido interrogados. Ninguno de ellos es sospechoso. Sin embargo, una de las enfermeras del Hospital General de Portland, una tal Nancy Allen, acudió a la policía el pasado enero y les contó sus sospechas acerca de que era posible que una banda de traficantes de niños estuviera operando de alguna manera desde dentro del centro de adopción —le dijo Pennington.

—¿Una banda de traficantes de niños? —repitió Bridget con incredulidad—. Parece de una película mala.

—Ojalá lo fuera —respondió su jefe—. Al principio, las autoridades locales no estaban muy convencidas de la historia de esa mujer, pero ella fue tan insistente que la policía comenzó a investigar, aunque sólo fuera para poder demostrarle a la enfermera que no había nada extraño. Sin embargo, su investigación demostró que sí se estaban llevando a cabo actividades criminales en Children’s Connection. La policía avisó al FBI cuando se dieron cuenta de que posiblemente se estuvieran violando leyes interestatales e internacionales.

—El intento de secuestro que se produjo en Rusia —dijo Bridget.

Pennington asintió.

—Creemos que quizá haya alguien involucrado en Rusia y en otros países. Alguien que está proporcionando niños a un contacto dentro de Children’s Connection. Esa persona ofrece a los niños en venta a parejas que están en la lista de espera de Children’s Connection, o quizá a gente que ha sido rechazada como futuros padres. Creemos que los niños están siendo vendidos, pero en este momento aún no sabemos demasiado.

»Sin embargo, desde este primer informe ha habido más sucesos que nos han convencido de que sí hay actividad criminal en el centro. Incluso tenemos pruebas de que alguien robó algunos óvulos fertilizados y que los ha estado vendiendo a través de Internet. El FBI sospecha que todos estos delitos están relacionados, y también que hay varias personas involucradas. No sabemos quiénes son, ni en qué parte de Children’s Connection están infiltrados. Podrían estar en cualquier departamento.

—Y ésa es la razón de que yo esté aquí —dijo Bridget—. Por mi pertenencia al FBI y mi relación con Children’s Connection, por muy superficial que ésta sea.