cub_jul1467.jpg

1197.png

 

 

Editado por Harlequin Ibérica, S.A.

Núñez de Balboa, 56

28001 Madrid

 

© 2003 Candace Viers

© 2014 Harlequin Ibérica, S.A.

Demasiado tarde, n.º 1467 - agosto 2014

Título original: Venus, How Could You?

Publicada originalmente por Harlequin Enterprises, Ltd.

Publicada en español en 2004

 

Todos los derechos están reservados incluidos los de reproducción, total o parcial. Esta edición ha sido publicada con autorización de Harlequin Books S.A.

Esta es una obra de ficción. Nombres, caracteres, lugares, y situaciones son producto de la imaginación del autor o son utilizados ficticiamente, y cualquier parecido con personas, vivas o muertas, establecimientos de negocios (comerciales), hechos o situaciones son pura coincidencia.

® Harlequin, Julia y logotipo Harlequin son marcas registradas propiedad de Harlequin Enterprises Limited.

® y ™ son marcas registradas por Harlequin Enterprises Limited y sus filiales, utilizadas con licencia. Las marcas que lleven ® están registradas en la Oficina Española de Patentes y Marcas y en otros países.

Imagen de cubierta utilizada con permiso de Dreamstime.com

 

I.S.B.N.: 978-84-687-4632-6

Editor responsable: Luis Pugni

 

Conversión ebook: MT Color & Diseño

www.mtcolor.es

Sumário

 

Portadilla

Créditos

Sumário

Capítulo 1

Capítulo 2

Capítulo 3

Capítulo 4

Capítulo 5

Capítulo 6

Capítulo 7

Capítulo 8

Capítulo 9

Capítulo 10

Publicidad

Capítulo 1

 

Tengo una noticia estupenda! Voy a estar en coma las dos próximas semanas —Mary Beth sonrió cuando su hermana dio un grito de alegría al otro lado del teléfono.

—¿Y cómo te las has arreglado para que te saquen del guión de The Wild and the Free? —tras un momento de duda, su hermana añadió—: ¿O es mejor que no me entere?

—No te preocupes, Maddie; no acabé en la cama del director, si es lo que te preocupa. Sólo he tenido que llorarle un poco a la guionista, que por suerte es una mujer muy comprensiva. Además, si voy a tomarme unos días libres más vale que sea al final del verano.

—Me alegra tanto que vayas a venir a casa, Mary Beth. No podía soportar la idea de que no fueras a asistir a nuestra reunión de antiguos alumnos. La gente no deja de hablar de ti por aquí.

—Como si eso fuera una novedad —murmuró Mary Beth mientras recordaba el día más embarazoso de su vida.

—Me refería a tu nueva serie, tonta, no a...

—¿No a que Zack Callahan me dejara colgada ante el altar? —Mary Beth oyó que su hermana suspiraba—. Sólo estoy bromeando, Maddie. Tienes razón. Debo asistir a esa reunión. Ya es hora de que deje de preocuparme por la lacra que va unida a mi nombre desde que Zack me dejó.

—Y también es hora de que des a unos cuantos en las narices con tu éxito como actriz, hermanita mayor. Y si no lo haces tú lo haré yo.

Mary Beth rió el comentario de su hermana gemela, que tan sólo era dos minutos menor que ella.

—No hace falta que te pongas en plan militante. Ahora eres una mamá, ¿recuerdas? ¿Y cómo está mi adorado B.J., por cierto?

Mary Beth miró automáticamente la foto más reciente de su querido sobrino. Mientras Maddie se lanzaba a contarle las proezas de su bebé de un año, salió al porche de su casa en Malibú y contempló el Pacífico.

Resultaba bastante irónico que su vida y la de Maddie parecieran haberse intercambiado en los últimos tiempos. Su gemela idéntica, una conocida profesora de Entomología que siempre había estado obsesionada con su carrera, era en la actualidad una amante esposa y una madre entregada a su bebé, mientras ella, que nunca había pensado ser otra cosa que madre y esposa hasta que Zack la dejó plantada ante el altar, estaba en la actualidad totalmente centrada en su carrera de actriz.

—¿Y qué tal está mi guapo cuñado? —dijo cuando Maddie hizo una pausa para respirar—. ¿El capitán Hawkins sigue acudiendo a casa regularmente?

—¿Bromeas? Desde que lo han asignado al Pentágono viene a casa casi todos los fines de semana. De hecho, a veces me siento tentada a sugerirle que se presente voluntario para alguna misión secreta; así me lo quitaría de encima de vez en cuando.

—Mentirosa —dijo Mary Beth, y ambas rieron.

—Entonces, ¿cuándo podemos esperarte?

—Ya he llevado al perro a la residencia canina y he pedido a mis vecinos que se ocupen de regar mis plantas. ¿Te parece demasiado pronto mañana?

Maddie dio otro gritito de alegría.

—Dime cuándo llega tu vuelo y allí estaré esperándote.

Mary Beth recitó su número de vuelo y esperó a que Maddie tomara nota.

—Estoy deseando ir, Maddie.

—Y yo estoy deseando que vengas.

Mary Beth notó de inmediato la preocupación del tono de su hermana.

—¿Pero?

—Es sólo que... es la reunión de antiguos alumnos y... ¿no creerás que...?

—¿Que Zack tendrá el valor de presentarse? —terminó Mary Beth por su hermana—. Ni hablar. Le pedí a mamá que se asegurara de que la tía de Zack supiera que iba a asistir a la reunión. Ya sabes que él no irá si sabe que estoy en el pueblo. Lo mismo que yo no voy nunca cuando sé que está él.

—Pero Zack era el delegado de nuestra clase, Mary Beth. ¿Y si se presenta?

—¡En ese caso, mi personaje en el serial no será el único que quede en coma!

Maddie aún estaba riendo cuando su hermana colgó.

Mary Beth dejó el teléfono en una mesa y se tumbó con su diminuto bikini en la tumbona que tenía en el porche. Cerró los ojos y volvió el rostro hacia el sol mientras se preguntaba por qué se sentía más culpable de lo normal por no haber aclarado aún las cosas definitivamente con Maddie seis años después de lo sucedido, por no haber admitido que en realidad se culpaba a sí misma por la humillación que sufrió el día que Zack Callahan la dejó plantada.

Lo cierto era que Zack le había rogado hasta el día anterior de la boda que la pospusieran. Incluso le había dicho bien claro que no iba a presentarse en la iglesia. Pero ella estaba demasiado segura de sí misma como para tomárselo en serio. Sobre todo porque desde el día en que se acercó a él en el patio del colegio cuando tenían diez años y le dijo que iba a ser su novio, Zack nunca le había dicho que no.

¡Nunca!

Y desde aquel día habían empezado a planear su vida juntos.

Aunque lo cierto era que casi todos los planes los había hecho ella. Pero Zack nunca había dejado entrever que tuviera un problema con aquello. Se iban a casar después de la universidad, por supuesto, e iban a vivir en la adorable casa de las afueras de Morgan City que Mary Beth había heredado de su abuela. Ella utilizaría su título de Arte Dramático para enseñar en el instituto local hasta que estuvieran listos para iniciar una familia. Zack, con su título de Ciencias Empresariales, se prepararía para ocuparse del concesionario de coches del padre de Mary Beth. Todo estaba planeado, incluso que iban a tener tres hijos.

Sin embargo, aquellos eran los planes que Zack había dejado colgados ante el altar.

Lo que Mary Beth no había planeado era que iba a ser descubierta por un agente dos semanas antes de la boda, cuando estaba en Atlanta haciendo unas compras. Se sintió muy halagada, por supuesto. ¿Qué mujer en su sano juicio no se habría sentido halagada si un importante caza talentos de Hollywood la hubiera detenido en medio de la calle para ofrecerle hacer el anuncio que se emitía en el intermedio de la Super Copa?

Se quedó tan conmocionada que aceptó intercambiar nombres y teléfonos. Fue una decisión de la que se había arrepentido un millón de veces. Una cosa era sentirse halagada, pero interrumpir su luna de miel y dejar a su marido atrás para irse corriendo a Hollywood a rodar un anuncio no era una opción. Había planeado su vida con Zack desde que tenían diez años. Aquellos planes estaban escritos en piedra. O al menos eso pensaba.

Desafortunadamente, cuando volvió a Morgan City aquella tarde, encontró a su madre histérica porque un desconocido había estado llamándola sin cesar.

Si no se hubiera mostrado tan eufórica cuando había devuelto la llamada... Y si Zack no hubiera entrado en la habitación y le hubiera escuchado decir que se habría ido a Hollywood de inmediato si no hubiera estado a punto de casarse...

Aún recordaba lo conmocionado que le pareció Zack cuando se volvió y lo encontró tras ella. Trató de reírse del asunto, de explicarle que sólo estaba siendo amable, de convencerlo de que no quería que aquel agente creyera que era tan estúpida como para no darse cuenta de la increíble oportunidad que le estaba ofreciendo. Pero cuanto más trataba de explicarse, más honda cavaba su propia tumba.

—Si de verdad crees que es una oportunidad tan increíble, y si es cierto que te irías a Hollywood si no estuvieras a punto de casarte, creo que tal vez deberíamos posponer la boda.

Y Zack no trataba de hacerle sentirse culpable por nada. Simplemente estaba siendo él mismo. Zack el práctico, como lo llamaba cariñosamente casi todo el mundo que lo conocía, el hombre que siempre tenía la habilidad necesaria para analizar una situación minuciosamente y buscar una solución plausible.

Pero Mary Beth no había visto nada práctico en el hecho de posponer su boda. Además de que amaba a Zack, sólo faltaban dos semanas para el acontecimiento. Las invitaciones habían sido enviadas. Tenía el vestido. Se habían hecho todos los preparativos necesarios y se había pagado por ellos. Pero cuando expresó todos los motivos por los que no deberían posponer la boda, Zack la miró y dijo:

—No hay nada que desee más en el mundo que tenerte por esposa. Pero creo que no es el momento adecuado para casarnos.

Continuó recordándole que él creía firmemente que el futuro estaba en los ordenadores y la informática y que podría tener éxito en aquel terreno si tenía la oportunidad. Pero Mary Beth ya estaba al tanto de la fascinación que sentía Zack por los ordenadores y siempre se había negado a hablar de aquel tema. Zack y ella sabían que en un pueblo como Morgan City no había muchas oportunidades de desarrollar una carrera en el terreno de la informática. Y siempre llegaban a aquel punto muerto, porque por aquel entonces Mary Beth no quería ni oír hablar de trasladarse a otra ciudad.

De manera que siguieron discutiendo hasta la noche anterior a la boda, cuando las últimas palabras de Zack fueron:

—Pospón la boda, Mary Beth. No voy a presentarme en la iglesia.

Aquello había sucedido seis años antes.

Y Zack había tenido éxito. Mucho éxito. Había salido en la portada de Forbes Magazine por haber tenido la visión necesaria respecto a Internet como para comprar grandes fragmentos de la red junto con otros dos magos de la informática cuando aún había posibilidad de hacer grandes negocios con ella.

Y cuanto más éxito tenía él, más se había empeñado Mary Beth en demostrarle que ella también podía tenerlo. En demostrar a su familia y a su pueblo natal que la alocada gemela Morgan, como a veces solían llamarla, era tan capaz de triunfar en algo como su sesuda hermana.

Y en demostrarse a sí misma... ¿qué?

En realidad seguía sin estar segura de lo que aún trataba de demostrarse a sí misma, pero había llegado a creer que aquel viaje a Atlanta dos semanas antes de la boda no había sido casual. Tampoco creía que el taxi en el que iba el agente se hubiera detenido por casualidad ante un semáforo justo cuando ella salía de una tienda. Estaba convencida de que el destino había intervenido. Y gracias a la madre Venus, gobernante de Libra, su signo del zodiaco, llevaba en la actualidad una vida llena de oropeles, glamour y bastante fama.

Un auténtico libro de cuentos para muchas mujeres.

De hecho, probablemente debería darle las gracias a Zack si volvía a verlo en alguna ocasión. Después de romperle las piernas y los brazos, por supuesto. Tal vez fuera responsable de que ella se hubiera librado de un fregadero lleno de platos sucios y de una casa llena de niños gritando, pero ello no significaba que estuviera dispuesta a perdonar y olvidar el dolor y el bochorno que le hizo pasar.

Aunque no pensaba volver a verlo.

Al menos, no en un futuro cercano.

Cuando se enterara de que ella iba a acudir, no era muy probable que Zack decidiera asistir a la reunión de antiguos alumnos.

Sólo para asegurarse, Mary Beth se irguió, tomó de la mesa el periódico de la mañana y lo abrió por la página de los horóscopos.

Libra: No dejes que la incertidumbre respecto a cierta situación sin resolver merme tu confianza. Rodéate de amigos y personas queridas y disfruta del hecho de ser admirado por tu talento. Alguien a quien quieres espera con anhelo tu visita.

Reconfortada por aquellas palabras, Mary Beth dejó el periódico a un lado y se estiró perezosamente en la tumbona. Finalmente iba a regresar a Morgan City convertida en una estrella y decidida a hacer ver a todo el mundo lo bien que le había ido en la vida sin contar con Zack Callahan en ella.

 

 

Zachary Thaddeus Callahan era conocido en Morgan City como el miserable que dejó plantada y sollozando en el altar a su bonita novia del instituto. El hecho de que hubiera sido elegido recientemente como uno de los hombres de negocios más importantes de Chicago no significaba nada.

Sentado en un bar de las afueras, al fondo, donde no pudiera ser fácilmente visto, Zack agradeció que nadie lo hubiera reconocido. Asintió a modo de saludo a la camarera teñida de rubio que le sirvió la cerveza.

—Debes ser nuevo en el pueblo, guapo —dijo, y trató de sonreír y hacer un globo con su chicle al mismo tiempo—. Por aquí no vienen muchos tipos de traje y corbata.

—Sí, soy nuevo —mintió Zack, sin dejar de mirar la puerta de entrada y con la esperanza de que su nueva admiradora se fuera antes de atraer la atención sobre él.

—Yo sólo llevo en Morgan City unas semanas —dijo la camarera—. ¿Cómo te llamas, cariño?

Zack trató de hacerse el distraído, pero cuando vio que su primo Greg entraba en el bar, se levantó y movió los brazos frenéticamente para llamar su atención. La camarera le lanzó una mirada de desagrado antes de alejarse murmurando algo sobre su orientación sexual.

—De acuerdo, señor espía —dijo Greg con el ceño fruncido mientras se sentaba frente a él en la mesa—. He tomado carreteras secundarias, he cambiado de coche tres veces y he esperado fuera media hora para asegurarme de que nadie me seguía. ¿Contento?

Zack miró al techo.

—Muy gracioso.

—Lo que es realmente gracioso es que Mary Beth y tú llevéis seis años jugando al escondite. Tú no vienes a casa si ella está en el pueblo y ella no viene si estás tú. Parece que aún estáis en párvulos. Necesitáis madurar.

—Estoy de acuerdo. Y no se me ocurre mejor ocasión para aclarar las cosas entre nosotros que la fiesta de antiguos alumnos.

Greg se atragantó al oír aquello y tuvo que tomar un trago de la cerveza de Zack.

—¿Acaso eres masoquista? ¿De verdad quieres que Mary Beth te saque los ojos delante de todos tus ex compañeros?

—Estoy dispuesto a pasar por ello. Sé que no es lo mismo que que te dejen plantado ante el altar, pero...

—¿Por qué ahora? —interrumpió Greg—. ¿Por qué has decidido hacer las paces con ella seis años después?

Zack alzó una mano para aflojar su corbata. Sólo era un año mayor que Greg, con el que había crecido como un hermano después de que sus padres murieran en un incendio. Los padres de Greg, sus tíos, se habían portado con él como si fuera un hijo más. La gente incluso decía que Greg y él parecían hermanos. Ambos tenían el mismo pelo rubio arena y el mismo cuerpo atlético que ninguno de los dos había descuidado después de su época de jugadores de fútbol en la universidad. Su relación era la de dos hermanos, y Zack sabía que habría sido absurdo intentar mentirle.

—¿Por qué ahora? Porque ahora he tenido éxito. Soy dueño de mi propio negocio. He ganado más dinero del que creía posible y...

—No querías ver a Mary Beth hasta que no pudieras demostrarle que no necesitabas que su padre te echara una mano, ¿no?

Zack no se había equivocado. Greg lo conocía bien.

—Supongo que eso más o menos lo resume.

—En ese caso no debes tener en gran concepto a un gorrón como yo.

Zack frunció el ceño al oír a su primo hablar así de sí mismo. En unos años, la ferretería de su tío pasaría a manos de Greg, como debía ser. Pero una cosa era que un negocio pasara de padre a hijo, y otra que un yerno aceptara caridad de la familia de su esposa.

El empeño de Beth en que heredara el negocio de su padre siempre había preocupado a Zack. Lo mismo que le había preocupado su empeño en que se trasladaran a vivir al piso que ella había heredado de su abuela. Lo tenía todo planeado, incluso los muebles y el ajuar que iban a recibir de regalo de sus padres. ¿Y en qué habría contribuido él a su matrimonio? Desde luego, no en lo suficiente como para sentir que podía ocuparse de su esposa y de su familia por su cuenta.

Pero lo cierto era que entonces amaba a Mary Beth lo suficiente como para estar dispuesto a sacrificar su propia autoestima por verla feliz.

Al menos hasta que un agente artístico vio a Mary Beth caminando por las aceras de Atlanta y decidió ofrecerle un contrato en el acto. Cuando a ella le surgió aquella oportunidad de ampliar sus horizontes, Zack supo que él también quería la suya. Utilizó parte del dinero del seguro de la muerte de sus padres para devolver a los Morgan el dinero que se habían gastado en los preparativos de la boda y el resto como capital para el negocio que puso en marcha.

—No pienso que seas ningún gorrón, Greg —dijo con cierta aspereza—. No has dejado de trabajar en esa ferretería desde que eras un niño. La tienda es tu herencia. La mereces. Pero no habría sido lo mismo que George Morgan me hubiera entregado su negocio por el hecho de que me hubiera casado con su hija.

Evershine

Al menos sabía gracias a tía Lou que nunca había llegado a tener una relación seria con nadie.

—El verdadero amor espera, Zack —solía decirle su tía—. Mary Beth y tú volveréis a encontraros cuando llegue el momento oportuno.

¿Sería cierto que el verdadero amor esperaba?

¿Había llegado el momento oportuno?

Zack pensaba que sí. Ambos habían experimentado la vida fuera de Morgan City y ambos habían tenido éxito. Y por eso había vuelto para asistir a la reunión de antiguos alumnos. Quería comprobar si aún había algo entre ellos.

—Tienes razón —admitió a su primo—. Ya sabía que Mary Beth iba a estar en casa. Y te he pedido que nos viéramos aquí para que nadie sepa que estoy en el pueblo. Sobre todo tía Lou. Todavía no. Necesito contar con el elemento sorpresa a mi favor. Y voy a necesitar tu ayuda.

—No pienso ayudarte —dijo Greg, que se sobresaltó cuando la camarera dejó la botella de cerveza sobre la mesa con un golpe seco—. En serio, ¿qué le pasa a esa camarera? —preguntó cuando la joven se hubo alejado pisando fuerte.

Zack se limitó a sonreír.

—Olvida a la camarera. Pero sí vas a ayudarme, Greg. Lo mismo que yo te ayudé cuando me llamaste en cierta ocasión a media noche para pedirme que le dijera a Lucy que había venido inesperadamente al pueblo y que había pasado contigo todo el fin de semana. Nunca te pregunté dónde habías estado en realidad. Cuando me pusiste a tu novia al teléfono, lo único que hice fue mentir para proteger tu trasero.

Greg tomó su botella y le dio un largo trago.

—Sí, y si te topas con Lucy mientras estás por aquí, mantente firme en tu historia. Aún me da la lata al menos una vez al mes porque no logró encontrarme aquel fin de semana.

Satisfecho al ver que tenía a Greg donde lo quería, Zack se apoyó contra el respaldo del asiento y volvió a hacer una seña a su enfurruñada camarera.

—Puede que hagan falta unas cuantas cervezas, pero antes de que nos vayamos del bar tienes que ayudarme a elaborar una estrategia para evitar que Mary Beth me arranque los ojos antes de que pueda aclarar las cosas con ella.

Greg miró a su primo con suspicacia.

—Algo me dice que quieres algo más que aclarar las cosas —al ver que Zack no decía nada, añadió—: Porque estás loco si crees que va a aceptarte de nuevo.

Zack se encogió de hombros.

—Vayamos paso a paso, ¿de acuerdo?

—Eso era lo que me temía —dijo Greg a la vez que movía la cabeza—. Te conozco demasiado bien.