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De insomnio y medianoche



COLECCIÓN TEATRO EMERGENTE











Edgar Chías






De insomnio
y medianoche

(cuento para espantar gatas)
Pieza para dos voces










EDICIONES EL MILAGRO










Je m’suis fait tout p’tit devant une poupée
Qui ferm’les yeux quand on la couche.
Je m’suis fait tout p’tit devant une poupée
Qui fait maman quand on la touche


GEORGE BRASSENS


PERSONAJES







ÉL


ELLA


INDICACIONES







Todo transcurre en la habitación de un espacioso hotel de una ciudad pequeña.

El espacio es íntimo y ajeno. Ajeno, porque no pertenece a ninguno de los que intervienen en él: están de paso.

Íntimo, porque sólo es permisible mostrar la infamia y los abismos, la debilidad y la ternura, la luz de la duda y los caprichos del amor ante otro que es igual estando a solas.

Él es un hombre viejo, o eso cree. Se siente enfermo. Seguramente lo está. En realidad sólo padece la ruina de una inteligencia implacable, incluso contra sí mismo.

Ella es joven, probablemente bonita, o casi bella. No asombra por su ingenio. Diremos incluso que es ingenua y cruel: vital.

El tiempo… como todos: perdido. Aunque vale la pena decir que hay huecos, periodos no expuestos en los que algo ha sucedido ya y nosotros sólo presenciamos los rastros o sus efectos.

La luz y la sombra son un elemento fundamental, así como el silencio.










ELLA Nadie lo vio. Nadie lo ha visto. En ese hotel no se acuerdan.

ÉL ¿Y los diarios qué dicen?

ELLA Nada importante. Lo mismo de ayer. Lo que ya sabíamos. Que se tiró al río. La chica se tiró sola. Dicen.

ÉL ¿Lo detuvieron?

ELLA No. Tampoco hay una foto suya.

ÉL Bien. ¿Comenzamos?

ELLA ¿Puedo encender la luz?

ÉL Me inquieta un poco tu actitud. Parece que tuvieras miedo. ¿Es eso? ¿Tienes miedo?

ELLA No. Miedo no. Otra cosa.

ÉL ¿Qué cosa?

ELLA Una que no puedo nombrar porque no conozco las palabras. Es un sentimiento confuso. Tal vez no debería estar aquí.

ÉL Pero viniste.

ELLA Sí.

ÉL Eso pasa cuando se es joven. La confusión muerde todo, pero se pasa. Pasará.

ELLA La luz. ¿Puedo? Me gustaría ver. No es otra cosa, sino sólo que me gustaría. Creo que me ayudaría un poco.

ÉL Ayer dijiste lo mismo.

ELLA Ayer me hubiera gustado ver, hoy me gustaría.

ÉL ¿Prefieres irte?

ELLA No dije eso.

ÉL ¿Quieres quedarte, entonces?

ELLA Tampoco he dicho eso.

ÉL Vuélvete un poco.

ELLA ¿Así?

ÉL Sí. Ahora acércate.

ELLA ¿Así está bien?

ÉL Sí. Respira más lentamente. Me angustia un poco sentirte así.

ELLA Puedo encender la luz... Esas sombras...

ÉL Podrías cerrar la puerta.

ELLA Con eso habría menos luz.

ÉL Con eso no habría sombras.

ELLA No. Así está bien.

ÉL Comencemos. Háblame un poco.

ELLA Es tarde.

ÉL Pero ya estás aquí. No te muevas. Quédate así. Calma. Háblame ahora.

ELLA No se me ocurre nada.

ÉL Cuéntame lo mismo...

ELLA ¿Está bien? ¿Necesita algo...?

ÉL No necesito nada.

ELLA Puedo encender la luz...

ÉL Tus piernas son largas, son fuertes, son gruesas.

ELLA ¿Cómo lo sabe?

ÉL No lo sé, lo imagino. Sólo cuéntame lo mismo de ayer. No necesito nada. Quiero escucharlo.

ELLA Bueno. Pero no me mire. Por favor no me mire.

ÉL Lo intento, no te prometo nada.

ELLA Yo no le gustaba a la madre.

ÉL La madre era tonta. Todas las madres son tontas. ¿Cómo podías no gustarle?

ELLA No le gustaba, nada más.

ÉL Continúa.

ELLA Aquella vez eran las ocho. La luna era muy roja y muy grande. Parecía un queso.

ÉL ¿Un queso rojo?

ELLA Un queso de sangre. Se asomaba por la ventana. Nos miraba y estaba caliente.

ÉL ¿Quién estaba caliente? ¿La madre, alguna de las hermanas, tú? Eso no me lo dijiste.

ELLA La luna. La luna estaba caliente, o eso parecía. La madre nos miraba. Yo estaba asustada. Se oían pasos en el corredor. Ladraba, sola, una campana. Todas las hermanas, maquinalmente, en silencio, llevaban la cuchara a la boca. La boca mascaba. La sopa era fría.

ÉL ¿Como tus pies ahora?

ELLA ¿Cómo lo sabe?

ÉL Como tus pies. Continúa.

ELLA Yo hacía grandes esfuerzos... Mi cara se hinchaba. No me gusta la avena. Estaba muy babosa.

ÉL ¿Babosa cómo? ¿Como qué? Dime. ¿Como qué?

ELLA No se me ocurre. Como una guayaba, como un recién nacido, como una rata mojada.

ÉL ¿Mojada como tú, ahora?

ELLA ¿Cómo lo sab...?

ÉL Bien. Muy bien. Continúa.

ELLA Siempre les hice saber que no me gustaba la sopa, que me daba asco, y la sopa de avena mucho más porque me recordaba a mi mamá.

ÉL Suele pasar. Mi madre más que asco me daba lásti-ma. Continúa.

ELLA Me daba asco porque me recordaba la misma sopa aguada y fría que cocinaba mi madre. Eso me daba asco. Mi madre no me da asco, me da otras cosas. Dinero y pena, pero no asco. Eso es otra cosa.

ÉL ¿Qué más?

ELLA Pues nada. Nunca me hicieron caso. Cada que protestaba me ponían a rezar padresnuestros. Protestar no era bueno. Me arrodillaban sobre nopales y me obligaban a rezar padresnuestros. El altar presidía, hueco e iluminado. El altar y sus velas. Las velas olían a rancio. Las hermanas me vigilaban. Si me equivocaba, lo repetía. Yo no me lo sabía, pero igual lo rezaba. Creo que funcionó. Castigada sí me sentía. Pero esa vez, especialmente esa vez, no les importó que me hiciera daño la sopa. Pedí permiso de ir al baño.

ÉL ¿Querías defecar?

ELLA No. Pero quería ir al baño. Hacer tiempo. Dejar que pasaran las cosas. Como insistí demasiado la madre se enojó conmigo y me gritaba. No me de-jó ir.

ÉL ¿Qué te gritaba?

ELLA No lo recuerdo. Cosas que asustan. Cosas que atontan. Quiso obligarme a tragar. Tomó la cuchara y la llenó de sopa. La llevó a mi boca y de regreso a la puchera, luego de nuevo a la boca y otra vez a la puchera.

ÉL ¿Cuántas veces?

ELLA No las conté, pero creo que fueron muchas. Las otras hermanas nos miraban. No era miedo, pero miraban. A mí me dolieron los dientes. Se me atascó la garganta. Sentí que mis ojos lloraban. No era yo, no era llanto, pero mis ojos lloraban. La mancha de luna en la ventana parecía inundarse conmigo. Ella de agua y yo de sopa. Yo de sopa y ella de agua...