Portada









Gallina vieja



COLECCIÓN TEATRO EMERGENTE











Juan Carlos Vives






Gallina vieja















EDICIONES EL MILAGRO




LOS PERSONAJES








EL SEÑOR


LA SEÑORA


EL TENIENTE



La acción se desarrolla recién terminada
aquella tan estresante guerra en la que nos
hallábamos tan ocupados atendiéndola.



EL ÚNICO ACTO







SEÑOR Esposa mía, deja de inmediato el apremio que le tienes a tus quehaceres y acércate que quiero hablarte muy con la verdad.

SEÑORA (Entrando.) Dímela, así duela, esposo mío; y perdona no haber llegado al instante, que me encontraba preparando el…

SEÑOR Entiendo perfectamente, esposa mía, y no tienes por qué disculparte conmigo con esos lloriqueos tan ridículos, ni mucho menos abrazarme de esa forma tan estorbosa.

SEÑORA Oh, exonera mi impulsiva conducta, esposo mío.

SEÑOR Parece que fue ayer el día en que comencé a ser tu esposo, y hoy el día en que me sorprendo a mí mismo constatando que aún algo me queda de aprecio por ti. Así que evita por favor en la medida de lo posible tales manifestaciones de afecto que me afectan… Pero ¿qué fue ese ruido?

SEÑORA Lo ignoro, esposo mío; quizá sean los trabajadores de la metalúrgica que regresan ya a sus hogares.

SEÑOR Qué escandalera, Jesús mártir. En fin, mas ese no es el punto que me hizo llamarte tan de súbito.

SEÑORA Comprendo. Te escucho ávida, mi amado sinónimo del deleite.

SEÑOR No me quites la palabra, antónimo del buen gusto. Mejor presta oído atento.

SEÑORA Te lo presto como desde el primer día.

SEÑOR Porque sé que recibiré un sí por respuesta y porque sé que tus manos son capaces de eso y más, pilluela, te pido de la manera más atenta y gentil que prepares para la cena de hoy en la noche ese grandioso caldo que tan bien te sale, y que tantos y tan buenos comentarios se ha llevado cada vez que lo presentas a la mesa cuando tenemos invitados.

SEÑORA Y razón no te falta, esposo mío, que fue mi abuela quien me dio esa receta que por fortuna ha encontrado en mis manos los instrumentos que mejor se han puesto a su servicio. Del caldo, digo…

SEÑOR ¡Que Dios Todopoderoso –y las deidades que le masajean los pies los domingos– bendigan a la abuela que ya no está con nosotros!

SEÑORA Dios la acoja en su seno… Pero conservamos su receta, esposo mío. Es como si nunca se nos hubiera ido, ¿no es verdad, no lo crees así tú también, esposo mío?

SEÑOR A veces asemejas más a una niña estúpida que a una mujer estúpida, permíteme acotar. ¡Qué maneras, Dios del cielo!

SEÑORA Tienes toda la razón, esposo mío. ¿Sabes?, ella lo dejó todo tan bien estipulado que incluso la dirección correcta del carnicero al cuál acudir viene anexa al recetario. Y con excelente caligrafía.

SEÑOR ¡Pues esa receta quiero que prepares para la cena de hoy mismo en la noche, esposa mía! Tendré invitados de importancia suma… Para ello, hay dos pruritos muy puntuales que debes saber.

SEÑORA Dímelos sin reparo alguno, que ningún reclamo te haré al escucharlos, esposo mío.

SEÑOR La guerra ha terminado y…

SEÑORA Sí, lo he notado.

SEÑOR No me interrumpas, cariño, o te propino un revés.

SEÑORA Una disculpa te pido, esposo mío. Mi boca será una tapia muda de ahora en adelante.

SEÑOR Bien. Decía yo: la guerra ha terminado. Es de un notorio: se advierte en cada rincón de esta casa e incluso del país. Celebro jubiloso que la paz, la concordia y el bienllevarse sean los que de ahora en adelante encabecen los memorandums de nuestra nación. Y para tener un buen pretexto y así levantar las copas y brindar por nuestro triunfo, vendrán invitados harto distinguidos a cenar tu suculento caldo hoy mismo a la noche.

SEÑORA ¿Y de quiénes se trata, dueño de mi existencia?

SEÑOR Ah, esposa mía: formidables héroes del campo de batalla. Soldados amabilísimos con nuestra idiosincrasia y mortíferos con la diplomacia de nuestros enemigos. Guerreros intransigentes que vertieron hasta la última gota de la sangre de nuestros enemigos en las mangueras que actualmente riegan los jardines de nuestro patriotismo.

SEÑORA Qué haríamos sin ellos…

SEÑOR Pues con ellos cenaremos rico hoy en la noche. Dispón todo lo que haya que disponerse para que tengamos contentos a cuanto militar de alto rango se apersone gallardo a esta morada.

SEÑORA Sí, mi amado malvavisco sonrosado. Ya mismo le llamaré al señor carnicero para que vaya haciendo los cortes pertinentes a la res que nos alimentará hoy por la noche.

SEÑOR Hazlo ya. Saca los manteles largos, esposa mía, y píntate los labios de victoria, que hoy en la noche cenaremos delicioso y brindaremos en consecuencia. Ya la boca se me ha hecho agua de solo imaginar ese caldo magistral que nos prepararás…

SEÑORA Señor carnicero, buenas tardes… No en esta ocasión, señor carnicero: más bien le llamé para pedirle otro tipo de favor… Se ve que está usted muy bien enterado, señor carnicero: es precisamente el caldo de la abuela el que protagonizará nuestra cena, así es… Ah, lo ignoro por completo, señor carnicero: permítame treinta y dos segundos y no cuelgue…

SEÑOR Esposa mía, he de salir a atender unos pendientes que me tienen con pendiente. Regresaré, te lo prometo. Esmérate en la cocción de ese caldoso manjar. He de ir a la tintorería.

SEÑORA Que te vaya de maravilla. Pero antes de que tu retirada sea un hecho, te pregunto, esposo mío, ¿de cuántos invitados de alto rango es que estamos hablando?

SEÑOR De uno solo. Todos los demás que estaban contemplados para asistir a este compromiso murieron al fragor de una de las muchas batallas que nuestro país sostuvo con el otro país, nuestro enemigo.

SEÑORA ¡Oh, qué velatoria desdicha! ¡Me aflige bastante pensar en tantas nuevas viudas pensionadas!

SEÑOR Ni qué decir, esposa mía… Voy por mi traje ya limpio, planchado, almidonado e idóneo para la ocasión.

SEÑORA Seremos tres a la mesa, señor carnicero… Bueno, es una mesa para doce personas, sí, pero nuestra cena será para tres… Muchas gracias, señor carnicero, aquí lo esperaré con el pedido que le he pedido… Hasta entonces…

SEÑOR La guerra es la guerra, eso es innegable. Y solo Dios sabe por qué la gente se muere tanto en ella. (Sale.)

SEÑORA Mmmhh, nunca pensé que algún día llegaría el día en que me pidiera preparar de nuevo ese caldo… Sí, ha llegado la hora… (Pausa