Sonia Varela Barrientos

 

Los tres reinos
El descubrir

 

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Primera edición: enero de 2017

 

© Difusión de revistas y libros, S. L.

© Sonia Varela Barrientos

 

ISBN: 978-84-16815-98-2

ISBN Digital: 978-84-16815-99-9

 

Depósito Legal: M-42630-2016

 

Ediciones Lacre

Monte Esquinza, 37

28010 Madrid

info@edicioneslacre.com

www.edicioneslacre.com

 

IMPRESO EN ESPAÑA - UNIÓN EUROPEA

 

 

Para mis queridos hijos Jennifer y Vicente
que cada día que paso junto a ellos es una aventura
que mantiene vivo mi espíritu.
Mi esposo que me ha acompañado desde el primer día en que comencé esta bella historia y que con su apoyo seguí esforzándome en cada página.

A mis padres y hermanos que creyeron en mi obra
y me han acompañado en el difícil camino
de la publicación.

Una especial dedicatoria a mi querida amiga Janina, que me ha enseñado sobre la verdadera fortaleza para vencer los obstáculos que la vida nos impone.
“Eres una mujer realmente admirable”.

 

 

1
EL COMIENZO

«Lo que el cielo tiene ordenado que suceda, no hay diligencia ni sabiduría humana que lo pueda prevenir».1

Qué frase más curiosa cruza la mente de Sara en este momento. De frente al mar, sintiendo como la calma de la brisa la cubre de pies a cabeza, su negra y larga cabellera baila al compás del viento, mientras sus pies son suavemente acariciados por el mar.

—¿Cómo puedo escapar de mi destino? —se repite una y otra vez sin encontrar una respuesta. Su mente es bombardeada de imágenes de destrucción y muerte, de angustia y tristezas… de soledad y desolación. Ella espera encontrar en la pureza del mar una respuesta, un consuelo, una orientación que le permita dar respuesta a su interrogante.

Sara, era una chica alegre y optimista, siempre estaba atenta por ayudar a sus amigos, sin embargo era solo una careta que presentaba al resto, los que verdaderamente la conocían, sabían que ella era muy solitaria e introvertida, de un carácter autoritario pero dulce, resolutiva ante los problemas, jamás se quejaba de algo, todo lo aceptaba de buena manera, y, lo más importante, nunca hablaba de ella, quizá porque sentía que no tenía nada que decir.

Había sido abandonada a los dieciséis años en un orfanato, y no recordaba nada de su infancia, su memoria comenzaba desde el día que la encontraron, no conocía a sus padres ni sabía de familia, tampoco recordaba quién la había dejado en la puerta de la institución benéfica, es decir, era una niña sin pasado. Por esta razón, ella nunca hablaba de sí misma. Los del orfanato decidieron llamarla Sara, porque ese era el onomástico de aquel día.

En el hogar conoció a un muchacho cinco años mayor que trabajaba de voluntario, también había sido abandonado en su niñez y, tal como Sara, no tenía recuerdos de su familia, sólo conocía su nombre porque venía escrito en una de sus prendas, Kazuya Tukusama.

Kazuya era un joven de carácter pasivo y tímido, era alto y delgado, su cabello castaño claro, le llegaba al cuello en pequeñas y finas ondulaciones; de facciones suaves, poseía unos bellos ojos color miel y su mirada era profunda daba la impresión que podía leerte los pensamientos sólo con mirarte, no muchos se atrevían a mirarlo directo a los ojos, pero al conocerlo más de cerca su actuar decía totalmente lo contrario. De corazón generoso, amaba poder ser útil a los demás. Antes de conocer a Sara, se sentía muy solo y era voluntario para no estar en su casa, que era otro lugar oscuro y sombrío, pero al entrar ella en su vida le trajo vitalidad, color y luz, su personalidad era por naturaleza ágil y perspicaz, en cambio él era calmado y reflexivo, se complementaban muy bien.

Como era sabido que a los adolescentes no los adoptan, Sara comenzó a ayudar al joven en el cuidado de los niños, les inventaban juegos y les leían muchos cuentos, e incluso les hacían representaciones, pero cuando llegaba la hora de dormir, la tristeza volvía a su corazón y lloraba.

Pasó el tiempo y entre juegos y lecturas, floreció el amor entre los jóvenes. Cuando Sara cumplió dieciocho años se mudó con Kazuya. Ella estudiaba mientras él trabajaba en un restaurante y los domingos eran voluntarios en el orfanato. Así transcurrieron los años, en una monótona rutina.

 

 

2
UN SUEÑO INQUIETANTE

Cuando Sara cumplió veintitrés años despertó inquieta. Kazuya ya se había ido a su trabajo en el restaurant y la muchacha no podía moverse pensando en el sueño que había tenido, después de unos minutos se animó y se levantó para ir a clases.

Durante el descanso, se reunió con su mejor amiga Janny para almorzar, quien la encontró muy extraña, estaba distraída más que de costumbre.

—¿Qué te ocurre Sara?

—¿Por qué lo dices? —respondió la joven.

—Hoy estás muy extraña, distraída mejor dicho. Deberías estar feliz por cumplir años, estás a punto de terminar tu carrera y, lo mejor de todo, tienes un novio que te adora. ¡Sube tu ánimo! Hoy vamos a celebrar hasta muy tarde.

—Tienes razón, es que tengo esa sensación de que algo va a ocurrir.

Sara, estaba en lo cierto. Su sueño no era simplemente un sueño, sino un aviso de que su vida estaba a punto cambiar.

Durante la tarde Janny insistía en subir el ánimo de su amiga, pero sus esfuerzos eran infructuosos, hasta que Kazuya llegó junto a ellas.

—¡Hola amor, feliz cumpleaños! —la besó tiernamente poniendo un tulipán rojo en sus manos, ésta era la flor favorita de Sara, una vez la había visto en unos libros y le pareció tan hermosa y majestuosa que se enamoró de ella inmediatamente. Janny decidió retirarse para dar privacidad a los enamorados.

—¿Pasa algo? —le preguntó el joven al notar que su novia estaba ausente.

—¿Por qué lo dices? —preguntó ella.

—Porque Janny me ha bombardeado toda la mañana con mensajes apurándome para que viniera a subirte el ánimo. Dime, ¿tienes algún problema? Sabes que puedes confiar en mí.

—Lo sé, lo sé, es que no sé cómo decirlo, porque no sé lo que me pasa. Anoche tuve un sueño muy vívido y no he podido sacármelo de la cabeza, eso es todo.

—Pero cuéntame lo que soñaste, quizá te hace bien conversar sobre el tema.

—Promete que no te reirás de mí, ni me cuestionarás lo que digo.

—Lo prometo.

—Mi nombre no era Sara, sino Kristem y era una princesa, pero este reino estaba gobernado por sombras y oscuridad, yo corría e intentaba luchar con ellas pero no podía hacer nada, de pronto me rodeó mucho fuego, hacia donde corría había fuego, no podía huir… —la joven se tomó el rostro, angustiada por el recuerdo de esta experiencia— de repente, cuando creía que moriría abrasada por las llamas, apareció una silueta que me tomó en sus brazos y me rescató de entre las sombras, sólo escuchaba su voz que repetía «por fin te encontré». Desde ese momento no he podido sacar de mi cabeza esas palabras, me parece escuchar su voz a cada instante.

—Espera, espera, esa voz ¿era de un hombre? —preguntó Kazuya con tono serio.

—Sí —respondió con indiferencia la muchacha, la verdad es que la pregunta del joven la desanimó, le parecía que no la estaba tomando en serio.

—¿Qué sensación te provocó? —volvió a preguntar con el mismo tono celoso. Pero ella no se desanimó y respondió con agudeza.

—La verdad, sentí una sensación cálida, me sentí a salvo, mi corazón se calmó, sus brazos me proporcionaron la protección que necesitaba en ese instante… —suspiró lentamente y cerró sus bellos ojos café— es como si lo conociera, lo que sentí en sus brazos es una sensación conocida por mí… ese abrazo, ya lo conocía y por sobre todo, su voz, esas breves palabras quedaron grabadas en mi memoria —abrazó a su novio buscando confort y desahogo—. Sé que solo es un sueño y que es estúpido lo que digo, pero no puedo olvidar.

—Tranquila, mientras esté contigo no te sucederá nada —Kazuya decía estas palabras a su novia, sin embargo había quedado muy preocupado, él la amaba profundamente, pero escucharla hablar así de otro hombre, aunque fuera sólo un sueño, lo perturbaba. ¿Sería acaso que ella comenzaba a dudar de su amor hacia él y ésta era la forma en que sus sentimientos se comenzaban a manifestar? ¿Acaso ya no sentía lo mismo por él?

—Gracias por ser tan comprensivo, no sé qué haría si tú no estuvieras aquí —estas palabras interrumpieron los pensamientos del joven, proporcionándole tranquilidad.

—No tienes nada que agradecer, tú sabes que siempre estaré para ti —le dijo tomándole el rostro para besarla nuevamente—, ahora debemos prepararnos para tu celebración —ella asintió con su cabeza, le sonrió y juntos partieron a la reunión.

 

 

 

3
LA SOMBRA

Es de noche, el bosque es tan frondoso que apenas deja pasar la luz de la luna, se escuchan a lo lejos los sonidos de los animales que habitan los árboles y los arbustos, de pronto se siente a alguien correr despavoridamente, se sienten las ramas secas quebrándose cuando las pisan con fuerza, los pasos se aceleran como si alguien huyera de la misma muerte. Era Sara quien corría, asustada y desorientada, en un lugar desconocido para ella. Miró hacia atrás pero no pudo ver el rostro de quien la seguía. Estaba aterrada escondida detrás de un árbol, en ese lugar se quedó en absoluto silencio, al escuchar pasos que la seguían intentó pasar desapercibida pero los pasos de su captor se hacían cada vez más fuertes y ya no eran sólo los de él comenzaron a sentirse más pasos, eran tres, no cuatro figuras que la acechaban, la joven no sabía qué hacer pensaba en Kazuya y lo llamaba con el pensamiento pero nada ocurría, los seres comenzaron a rodearla; Sara se paralizó y para protegerse se envolvió en su propio cuerpo, hundiendo su cabeza entre las rodillas, lloraba sin cesar, desconsolada se repetía: «Es un sueño, es un sueño», y de pronto un silencio cubrió el bosque, los pasos de los atacantes se detuvieron, la calma se apoderó de las sombras, algo se aproximaba, no podía saber lo que era, la incertidumbre del silencio era tanto o peor que la angustia de sentirse atacada.

Habían pasado algunos minutos cuando Sara decidió salir de su escondite para buscar una salida del bosque, pero al dar los primeros pasos, cinco siluetas negras y alargadas se abalanzaron hacia ella al mismo tiempo, la joven intentó huir pero una de las sombras la sujetó de la cintura, otra le tomó los brazos, dos la arrojaron al suelo y cuando la quinta la iba a liquidar, una sexta silueta apareció y luchó con las otras cinco apartándolas, Sara estaba atónita, no podía creer lo que veía, la fuerza con que las sombras fueron derrotadas era inexplicable. Cuando sintió que ya estaba segura, la silueta la tomó en sus brazos y la llevó lejos de ese espantoso bosque que tanto miedo y pavor le había provocado.

El corazón de Sara se estremecía «¿qué es esta sensación tan conocida y a la vez tan placentera que le provocaba este ser? ¿Por qué le producía miedo y tranquilidad al mismo tiempo? ¿Cuál es el secreto que se esconde bajo la sombra de esta silueta?», estas interrogantes bombardeaban la mente de la mujer cuando, inesperadamente, se detuvieron en una vieja cabaña al interior del bosque, cerca de un arroyo. La dejó lentamente sobre una silla y se sentó frente a ella en silencio, pero no un silencio incómodo, sino uno agradable, tranquilizador.

—¿Quién eres? —preguntó la joven, rompiendo el silencio.

—No puedo decírtelo, eso lo debes descubrir tú misma —ella escuchó por primera vez la voz de aquella silueta. «¡qué voz más suave!» pensó.

—¿Por qué no puedo verte? —volvió a preguntar

—Me lograrás ver cuando decidas hacerlo y sabrás quién soy cuando aceptes que lo que estás viviendo no es simplemente un sueño, sino que tu verdadera vida te necesita —se levantó de su asiento y se dirigió hacia ella, la miró fijamente a los ojos y la tomó de los hombros.

— Te necesito…por favor recuerda pronto —y desapareció, tal cual había aparecido, sin rastros ni huellas, Sara quedó ahí sin saber qué pensar, qué hacer, a quién recurrir; se sintió tan sola, el mundo en el que vivía comenzaba a hacerse más y más lejano.

 


4
UN VIAJE SORPRENDENTE

El despertador tocó su melodía reiteradas veces pero Sara no deseaba despertar, se negaba a salir de aquella cabaña sin conocer las respuestas a sus interrogantes, en su interior tenía la esperanza de volver a ver a aquella figura que le traía paz, a su salvador anónimo, sin embargo el sonido de la alarma era insistente y poco a poco abrió sus ojos y se enfrentó a la luz de su habitación, a la rutina de sus estudios, a fingir delante de sus amigos. Como siempre, Kazuya ya se había ido al restaurant, lo cual para ella fue un alivio, no deseaba hablar de lo ocurrido y seguramente él le preguntaría.

Sara comenzó a cambiar, cada día se le hacía más fácil no estar con Kazuya, cuando pensaba en él, su cuerpo no se estremecía como sí lo hacía al pensar en el hombre de sus sueños. La monotonía de la relación con su novio, fueron apagando lentamente el amor, quizá aquellos sueños era su subconsciente que le decía que ya no lo amaba más. Era momento de tomar decisiones en su vida.

Habían pasado tres semanas de aquel sueño tan impactante, Sara seguía sin dejar de pensar en aquel hombre, aún podía sentir sus fuertes brazos sujetándola. En las noches pensaba en él hasta que se dormía con la intención de volverlo a ver, pero era en vano.

Kazuya intentó por todos los medios de arreglar la relación, pero Sara ya no quería más, así que decidió terminar con el noviazgo y se fue a casa de Janny. Él no se resignaba a perderla y la llamaba constantemente por teléfono, pero ella no respondía, no deseaba hablar con él, estaba inmersa en olvidar todo y comenzar de nuevo.

Kazuya volvió a ser el de antes, tímido y pasivo, su vida volvió a tornarse de gris, el perder a Sara acababa con sus ganas de vivir.

Pasaron dos semanas de tranquilidad, Kazuya había dejado de llamarla y ella había resuelto olvidar, todo estaba en calma.

Un día, Sara no durmió por estar preparando un trabajo, por esto estaba muy cansada y sin darse cuenta se durmió en clase, en aquel sueño la silueta volvió a aparecer, pero ahora no estaba en un frío bosque ni en una cálida cabaña, sino que estaba en su clase, frente a ella tal cual fuera el profesor.

—¿Qué haces parado ahí? —preguntó muy sorprendida.

_ Te dije que te necesitaba por eso estoy aquí, para llevarte donde perteneces, creo que es momento de que recuerdes, de que asumas tu posición

—¿Mi posición? ¿Dónde pertenezco? ¿De qué diablos estás hablando? —Sara se levantó de su asiento y observó a su alrededor, a sus compañeros que no reaccionaban ante nada y muy enojada le gritó— ¡Este es mi lugar! —y se acercó a él, frente a frente le recalcó— ¡Eres sólo una ilusión, no existes, sólo estás en mi mente, yo NO CREO EN TI!—la figura la tomó de los hombros y le gritó— ¿Acaso esto te parece una ilusión? —y la besó. Sus labios eran tibios y suaves, su corazón latía con fuerza al igual que el de la muchacha; por un instante todo desapareció, sólo existieron ellos, ya no importaba si era sueño o realidad, luz o sombra, cordura o locura; aquel beso cambió para siempre el interior de la muchacha. Cuando abrió los ojos, exclamó:

—Lerni —lo recordó, por fin lo recordó. Sus ojos se humedecieron al ver el bello rostro del hombre que la había salvado.

—¿Recordaste todo? —le preguntó ansioso y abrazándola aún con más fuerza.

—No, sólo tu nombre, pero ahora te puedo ver —Sara admiraba el perfecto cuerpo de Lerni, era mayor que ella, unos diez años, alto, delgado, su pálido rostro transmitía dulzura y confianza, de manos grandes y cuidadas, se notaba que procedía de una buena familia, que no realizaba labores de fuerza física.

—El que me veas es un avance para mí. Poco a poco recordarás el resto y cumplirás tu objetivo.

—No sé de qué objetivo me hablas, yo sólo quiero saber qué está ocurriendo. Hasta ahora sólo eras parte de mi imaginación, pero ahora tengo dudas, me pareces real y lo que siento es real —se aleja un momento y con voz tenue y temerosa—, me asusta lo que se aproxima, tengo un mal presentimiento.

Cuando estaba diciendo esto, volteó a mirar a Lerni, pero había desaparecido y ella estaba en su asiento rodeada de sus compañeros tomando apunte del profesor, parecía que nadie se había dado cuenta de lo que había ocurrido, pero no importaba, puesto que ella sabía que era verdad y eso era lo único que importaba.

Era ya de noche y la joven no podía dejar de pensar en el beso de Lerni. Su cuerpo se estremecía cada vez que lo recordaba, comparaba esta sensación con su relación con Kazuya, era tan distinto, hacía mucho tiempo que no se estremecía de esta manera.

Al anochecer, Sara estaba en su habitación, se disponía a cerrar la ventana de su habitación para irse a dormir cuando ésta se abrió de repente golpeando las paredes, luego apareció una sombra que se detuvo frente a ella, no sentía miedo sólo le provocaba ansiedad. La sombra comenzó a materializarse poco a poco, los colores aparecieron y Lerni se hizo presente.

—¿Te asusté?

—No —titubeó la joven mostrando una pequeña sonrisa—. ¿Qué haces aquí?

—Es hora de que recuerdes todo —la tomó de la cintura y la acercó con fuerza a su cuerpo—, haremos un viaje —cuando terminó de decir esto, apareció un remolino oscuro que los envolvió y los elevó. Sara cerró los ojos y se cobijó en el pecho del joven. Sentía un gran mareo y su cabeza no dejaba de dar vueltas, su cuerpo se adormeció, no tenía control de sus extremidades, era una sensación abrumadora, cuando todo dejó de dar vueltas y por fin pudo abrir los ojos… no podía creer lo que veía.

 

 

5
¿Quién es Lerni?

La imagen que apareció ante la joven era impresionante, estaba frente a un castillo como los que había visto en películas, su aspecto era parecido a los castillos medievales que había visto en revistas o televisión, pero no se atrevía a asegurarlo, lo rodeaban árboles de cerezo que le daba un aspecto oriental, pero a una construcción occidental. Se podía apreciar una fusión de culturas que le daba una hermosura nunca antes vista.

El castillo era un círculo gigante de roca con altas torres vigías. Al centro se podía apreciar la Torre del Homenaje, o habitación del Rey.

En el muro exterior había cuatro torres de vigilancia y dos barbacanas, le seguía el pozo y luego otra muralla con ocho torres más. Al centro se apreciaba un pozo para extraer agua, también se veía una herrería.

¿Qué es este lugar?

—Este lugar es tu verdadero hogar, el Reino Sperantia.

La joven no tomaba en cuenta las explicaciones de Lerni, estaba tan absorta con lo que estaba presenciando que de sus sentidos, sólo funcionaba la vista. Se acercó al castillo muy lentamente, observaba las vestimentas de los habitantes, estaba maravillada, siempre le había atraído el pasado, pero estar en él, jamás lo hubiese esperado.

Las mujeres se veían hermosas en trajes parecidos a los yukatas pero con arreglos occidentales y vestidos medievales, los peinados dejaban ver los rostros perfectos y hermosos de las jóvenes; los hombres usaban vestimentas, al igual que las damas, en tonos orientales y occidentales. La mezcla de cultura era maravillosa.

Lerni le comenzó a relatar una historia.

—Este Reino es tu hogar, tu padre es el Rey Felipe el Justo y tu madre es la Reina Clarice la Benévola.

—¡Qué nombres tan cursis! —bromeó Sara.

—No son cursis, sólo demuestran las cualidades que los caracterizan, además sus apodos demuestran los rasgos que se plasman en ti.

La muchacha se sintió avergonzada al escuchar a Lerni, sin embargo, sabía que tenía razón, pero se sentía muy nerviosa y no medía lo que decía.

Se acercaron a una pequeña casa a las afueras del Reino, al ingresar él comenzó un sorprendente relato.

El Reino Sperantia es la cúspide de tres Reinos: Al borde del mar se encuentra el Reino Marinis, gobernada por el Rey Marcus y la Reina Isolda; son un reino justo y trabajador, no poseen gran ejército, su fortaleza es la pesca. Al borde de la montaña se encuentra el Reino Petrosa Gobernada por el Rey Luciano y la Reina Agatha, poseen soldados fuertes y orgullosos, se dedican a la agricultura y ganadería, sin embargo su debilidad es su soberbia; el Rey se siente seguro de su ejército, pero no cuentan con un gran número como para defenderse en caso de gravedad.

Al centro de ambos reinos se encuentra Sperantia, el Reino más grande y con mayor ejército en cuanto a estrategia y fortaleza, son dirigidos por un joven General, descendiente de una élite de guerreros provenientes del oriente.

Su pueblo se ha especializado en la herrería y en las estrategias militares; el General hace ejercicios continuos por lo cual están preparados ante cualquier ataque.

El Rey Felipe era un hombre sabio, sabía que la maldad podía levantarse desde cualquier lugar y momento. Cada vez que sentía algún peligro o que el mal se acercaba, acudía a su hechicero, un joven dotado en las artes ocultas, podía realizar conjuros y predecir el futuro, poseía poderes incomprensibles para todos; su nombre era Lerni. El Rey confiaba ciegamente en sus consejos y apoyo.

Sara miraba sorprendida, le perturbaba toda la información que recibía, sólo surgían interrogantes, no obstante, no quiso interrumpir el discurso del joven.

—Yo era un hechicero joven y poderoso, temido y respetado. Pronto los Reyes tuvieron a su primera y única hija… —en ese momento miró fijamente a la joven— la llamaron Kristem Primera de Sperantia. Me pidieron que te bendijera, y al acercarme, sentí un gran poder, tu interior irradiaba luz y energía que opacaba mis poderes. No quise decir nada a los Reyes y fingí un conjuro de bendición, pero en mi interior estaba inquieto.

—¿Qué pasó luego? —interrumpió Sara.

—Creciste en un hogar con mucho amor y bajo mi tutela, aprendías a utilizar tu poder, pero me era muy difícil, la magia fluía a través de ti con una naturalidad que nunca había visto. Gobernabas sobre tres elementos: el agua, traslación y fuego.

Con el paso de los años, te convertiste en una mujer muy hermosa y poco a poco nació el amor entre nosotros. Mantuvimos nuestra relación en secreto, puesto que estaba prohibido la «mezcla social».

—Pero eso es ridículo, cómo van a prohibir que una persona se enamore, uno no manda al corazón, el amor sólo llega y nada más —Sara no podía evitar hablar sobre las igualdades sociales, creía firmemente que todos deberían tener las mismas oportunidades de amar, crecer, educarse, opinar. Lerni la miró nuevamente y la joven no siguió con sus dichos.

—Pero en el Reino estaba prohibido, tú debías desposarte con un príncipe para formar alianzas entre los Reinos y yo debía ser fiel a las necesidades de sus majestades.

¿Pero qué pasó cuando se enteraron de nuestra relación? Porque debió ser un gran golpe para los Reyes.

Cuando nos descubrieron fuimos llevados al calabozo a esperar nuestra condena que era la muerte en la hoguera…

—¿Qué? —gritó horrorizada la joven sin dejar que el joven terminara de hablar— ¡¿Morí quemada?! ¿Y mis padres no hicieron nada por impedirlo?

—Para tus padres fue la decisión más difícil porque si mostraban compasión, podía tomarse como símbolo de debilidad, así que dejaron todo en manos de la corte y ellos sólo acataron el veredicto.

—No lo puedo creer, cómo puede existir tanta crueldad, se supone que son mis padres. ¿Entonces por qué estoy aquí?

—Cuando estabas en la hoguera, yo no lo pude tolerar, me escapé y te envié a un lugar donde nadie pudiera encontrarte, el único problema es que yo tampoco sabía dónde estabas y tardé mucho tiempo en encontrarte.

—¿Pero qué pasó contigo?

—Me exilié a las montañas y por años planeé este momento, el día de nuestra venganza.

Al oír esto, Sara se asustó muchísimo, no estaba preparada para esto, ella no buscaba venganza, menos enfrentarse a personas que ni siquiera conocía. Ella no tenía recuerdos de esta vida, sólo conocía la historia que le había relatado Lerni, de lo cual no sabía qué pensar.

—Yo no puedo apoyarte en esto, lo siento, pero esta no es mi lucha, no puedo odiar a quien no conozco

—¡Pero ellos iban a permitir tu muerte! ¿Acaso eso no te importa?

—Claro que me importa o importaría, si yo pudiera recordar, pero no recuerdo nada, en mi persona no existe el odio, al contrario, si mi vida proviene de este lugar, me gustaría poder conocer más, ver a mis padres, mi hogar. Crecí en un orfanato y siempre me sentí sola, ansiaba con todo mi corazón tener una familia. Algo en mi interior me dice que las cosas no fueron tal como tú me lo cuentas.

Al oír esto, Lerni se descompuso, su dulce rostro se desfiguró, una sombra comenzó a asomarse a su alrededor, sus ojos pasaron del azul cielo a rojo, la delicadeza de sus manos se transformaron en garras, toscas, sucias, de uñas ennegrecidas y muy largas, su cuerpo comenzaba a crecer y su voz era ronca, lúgubre. Lerni comenzó a gritar:

—¡No puedo creer lo que me estás diciendo! ¡Pasé una vida buscándote! ¡Estás destinada a estar junto a mí y unirte en mi venganza, juntos podemos gobernar este Reino y traer paz! —luego la tomó de los brazos con fuerza.