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TOMÁS MORO

EPIGRAMAS

Introducción, edición, versión española y notas de
Concepción Cabrillana

EDICIONES RIALP, S.A.

MADRID

© 2012 de la versión española y notas by Concepción Cabrillana

© 2012 de la presente edición by EDICIONES RIALP, S.A.,

Alcalá, 290. 28027 Madrid (www.rialp.com)

Realización ePub: produccioneditorial.com

ISBN: 978-84-321-4199-7

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SUMARIO

PORTADA

PORTADA INTERIOR

CRÉDITOS

INTRODUCCIÓN

I. EL AUTOR

II. LA OBRA

1. Fecha de composición

2. Fuentes y modelos

3. Temática

4. Forma y estilo

5. Tipo de texto y traducción

6. Referencias bibliográficas

III. APÉNDICE

PROGYMNASMATA.
EJERCICIOS RETÓRICOS (PRELIMINARES) DE LOS AMIGOS RIVALES TOMÁS MORO Y WILLIAM LILY.

EPIGRAMAS

EPIGRAMAS DE LA EDICIÓN DE 1518 NO INCLUIDOS EN LA DE 1520

EPIGRAMAS NO INCLUIDOS EN LA EDICIÓN DE 1518 Y 1520

ÍNDICE DE EPIGRAMAS

ÍNDICE TEMÁTICO

INTRODUCCIÓN

I. EL AUTOR

Tomás Moro nació el 6 ó 7 de febrero de 1478, un año después de la publicación del primer libro impreso en Inglaterra. Era hijo del próspero abogado John More, que llegó a ser Caballero y Juez del Tribunal del Rey; también su abuelo paterno fue distinguido con el mismo nombramiento y se convirtió en el Sheriff de Londres en 1503. Parte de la familia, por tanto, parecía ir en una dirección pareja.

Moro fue el segundo de los seis hijos (Joan, Thomas, Agatha, John, Edward y Elizabeth), fruto de los cuatro matrimonios de su padre. Su primera escuela fue la de mejor reputación entonces en Londres, la de St. Anthony en Threadneedle Street, donde la disciplina era severa, los libros escasos y el latín la principal asignatura. El futuro abogado, humanista y literato comenzaría aquí a ejercitar la memoria y el arte de la dialéctica. Uno de los maestros en St. Anthony, Nicholas Holt, que se había dado cuenta de la valía de Moro y que era amigo de John Morton, arzobispo de Canterbury, podría ser responsable, junto con el padre de Moro, de que cuando el alumno tenía unos doce años (1490) se trasladara a vivir a la residencia oficial del arzobispo —Lambeth Palace—, una experiencia que sería deslumbrante para un muchacho despierto y brillante. Morton era por entonces Consejero del rey Enrique VII, y en 1493 fue creado cardenal1. Los pupilos del cardenal encontraban un ambiente ideal para la educación en la práctica política, el trato con la sociedad y sus reglas…; en definitiva, una inmejorable antesala para el ejercicio de la vida pública.

Tras dos años en este ambiente, el protegido del Cardenal fue enviado en 1492 al Canterbury College de Oxford, donde la escasez económica en la que vivía no fue óbice para que Moro fuera también feliz en un ambiente de disciplina casi monástica. Pero al poco tiempo, su padre, que quería que Tomás siguiera sus pasos profesionales, vio con alarma los derroteros que tomaba la educación de su hijo: John More no tenía ningún interés en el movimiento cultural del renacimiento griego, que tanto había atraído a Tomás, ni quería que el joven Moro siguiera caminos de contemplación, de modo que lo llevó de nuevo a Londres en 1494 para que estudiara Derecho en la Escuela Jurídica de New Inn. Allí, Tomás siguió dócilmente los deseos de su padre, pero las largas horas dedicadas al aprendizaje de las leyes no le impidieron continuar aprendiendo lo que había iniciado en Oxford ni relacionarse con compañeros de estudios y aficiones de la ciudad universitaria2: la semilla, por así decir, estaba ya puesta. Sus conocimientos y ejercicio de las lenguas griega y latina, que le permitían leer directamente las grandes obras de la filosofía y la literatura clásica, fueron pasos útiles para la adquisición de sus conocimientos legales.

Una segunda gran influencia en la vida de Moro vino de parte de los cartujos que conoció y con los que compartió casi tres años —entre 1499 y 1503— en su Charterhouse, viviendo prácticamente como uno de ellos, aunque sin hacer ningún voto. Sin embargo, Moro comprendió que no era ése el camino por el que debía ir y, pasado ese tiempo, en los primerísimos años del s. XVI, dejó la Cartuja, se estableció como abogado y se casó con una joven de Essex3 —Jane Colt— en 1505.

Ya antes, en 1504, fue elegido para la Cámara de los Comunes, y una de las primeras actuaciones destacadas del joven abogado fue su oposición al excesivo impuesto que Enrique VII quería cobrar con ocasión de la boda de su hija y el nombramiento de Caballero de su hijo; su exposición consiguió que la propuesta no saliese adelante4 y, como consecuencia, Moro comenzó a estudiar francés por si le sobrevenía el exilio, algo que no sucedió, aunque el abogado viajó a Francia para despachar diversos asuntos legales y aprovechó para visitar las universidades de Lovaina y París. Era el último año del reinado de Enrique VII, al que sucedió su hijo Enrique VIII, hecho que se saludó como un cambio de era esperanzador5.

Moro se había convertido en padre de tres hijas (Margaret, Elizabeth y Cecily) y un hijo (John). Practicó ideas innovadoras con respecto a las costumbres de la época en el enfoque de la educación de las mujeres; de hecho su hija mayor Margaret, por la que siempre sintió una especial predilección, estudió latín, griego, lógica, filosofía, teología, matemáticas y astronomía; en su casa se educaron no sólo sus hijos sino también otros niños allegados a la familia, y Moro escogió para ello los mejores tutores, humanistas amigos suyos. Cuando Margaret tenía sólo cinco años, en 1511, su madre murió repentinamente y Moro, pensando sobre todo en la necesidad de una madre para sus hijos, se casó con la viuda Alice Middleton, siete años mayor que él. Pero Moro nunca olvidaría a su primera mujer: muestra de ello es el epitafio que redactó y que recoge el epigrama 258.

Tomás había llegado también a ser un prestigioso y cada vez más célebre abogado y juez, profesión que le dejaba menos tiempo del que deseaba para la actividad literaria; quizá por eso, el género del epigrama —pensamientos por lo general breves— se acomodó bien a las circunstancias de su autor, que plasmaba con concisión ideas más y menos profundas. Se ha hablado6 de tres ejes temáticos principales, aunque no únicos7, que bien pueden estar en la base de la biografía de Moro: la muerte y sus consecuencias, la libertad política de los ciudadanos y los cambios en los azares de la vida. Comenzó también a escribir una historia del rey Ricardo III que no terminó, y lo hizo en inglés y en latín: un inglés que hacía de esa obra la mejor historia escrita sobre el personaje en su lengua, y un latín que algunos han considerado comparable con el de Tácito. El tema iba a conducir con el tiempo a su obra insignia, la Utopía.

Tales habilidades humanas y profesionales no pasaron inadvertidas al arzobispo Thomas Wolsey8 (1471-1530), que llegó a ser Lord Canciller de Enrique VIII en 1515. Una de las primeras misiones que le confió a Moro fue la defensa de los intereses ingleses ante unos litigios con comerciantes de Flandes en el verano de 1515; Brujas, Bruselas y Amberes fueron las ciudades más visitadas por Moro y fue muy probablemente entonces cuando tomaron forma más concreta sus ideas para la Utopía. Dividida en dos libros, el primero —que fue escrito en segundo lugar— fue completado en 1516, año de su publicación, y consiste en una velada explicación de los males que existían en la Inglaterra de Moro; el segundo, completado un año antes, es un brillante jeu d’esprit. En este segundo libro, Moro desarrolla la idea de una sociedad sin Revelación, la cual es, según el autor, esencial para conducirse en la vida; sólo guiados con la razón, los utopianos hacen lo que pueden. El tono aparentemente serio esconde un fondo humorístico y no se puede tener absoluta certeza de cuándo habla en serio y cuándo lo hace en broma.

Sin duda dos de los mejores amigos holandeses de Moro fueron Jerónimo Busleyden y Erasmo de Rotterdam, que son objeto de algunas se sus composiciones epigramáticas9; más concretamente, con Erasmo mantuvo una larga y profunda amistad y éste nos ha dejado un retrato de Moro que merece la pena conocerse, aunque sea parcialmente10.

Con Wolsey como Lord Canciller, era inevitable que se involucrase a Moro en el servicio real: desde 1517, Tomás pasa a ser miembro del Consejo del Rey y Caballero, algo que sus amigos humanistas no vieron con agrado. Por esa época, Wolsey mandó quemar los libros de Lutero en la Iglesia de St. Paul. Ante el peligro de que se extendiese la herejía protestante, el rey Enrique, que se consideraba un teólogo, decidió componer un libro en defensa de la Santa Sede, que tituló Defensa de los siete Sacramentos; pidió consejo y ayuda a algunos de los intelectuales más eminentes, incluidos el obispo John Fisher y Moro, que parece que actuó como editor, puesto que en su juicio declaró que sólo había ordenado y recolocado las principales cuestiones que allí se contenían. El libro se envió a Roma y el Papa León X recompensó al rey con el título de Defensor de la fe.

Moro escribe, por encargo del rey, algunas obras contra la herejía protestante; en realidad, se convirtió en el principal defensor laico de la Iglesia católica en Inglaterra.

Por influencia del Cardenal Wolsey, Moro, contra su voluntad, fue nombrado en 1523 Portavoz de la Cámara de los Comunes y sustentó diversos cargos; una vez que asumió sus funciones realizó una valiente petición para que en la Cámara se pudiese hablar con total libertad. Fue entonces, ya en 1524, cuando Moro cambió su residencia y se instaló en Chelsea, a donde el rey acudía en algunas ocasiones, atraído por el ambiente que reinaba en la casa familiar de Moro.

Colateralmente, iba tomando cuerpo un distanciamiento entre el rey Enrique y su esposa, la reina Catalina, al no haber logrado traer al mundo hijos varones. Enrique había tenido un hijo ilegítimo con una de sus amantes, a su vez dama de la reina, y por esta razón culpaba a Catalina de no haberle dado un varón que pudiese ser su heredero. Entra entonces en escena Ana Bolena, hija de un padre ambicioso y poco escrupuloso a la hora de valerse de sus hijas para lograr cargos y prebendas en la corte.

El rey manifiesta problemas de conciencia: piensa que Dios lo ha castigado sin hijos por haberse casado con la mujer de su hermano e invoca el Levítico para justificar que su matrimonio era incestuoso, y que debía ser declarado inválido. Por ello, el rey pide una dispensa al Papa para que le permitiera casarse con Ana, petición que no tuvo éxito y que marcó el comienzo del declive de Wolsey. Las gestiones para conseguir el divorcio continúan y se presiona al Papa Clemente VII, que se encuentra entre dos fuegos: el rey Enrique y el emperador Carlos, sobrino de la reina Catalina. El Papa se vio obligado a consentir la constitución de una comisión que examinara el caso en Inglaterra, presidida por los cardenales Wolsey y Campeggio, este último en representación del Papa. Se convoca a la reina Catalina, que niega haber consumado el matrimonio con Eduardo, el hermano de Enrique. El cardenal Campeggio abandona Inglaterra sin que se haya tomado ninguna determinación, y es entonces cuando Wolsey consulta a las universidades más importantes de Europa para forzar una respuesta a favor de los deseos del rey. Cambridge y Oxford se pronuncian afirmativamente; en Francia, Poitiers reacciona en contra, mientras que en Angers hay posturas enfrentadas. El rey de Francia interviene para que París vote a favor, y lo mismo ocurre en Orleans, Bourges y Toulouse. Alcalá y Salamanca se oponen, así como Nápoles. Roma no se inclina por la solución del divorcio y el cardenal Wolsey es depuesto; muere antes de llegar a la Torre de Londres.

Es el momento —1529— en que Moro es nombrado Canciller en sustitución de Wolsey; fue el primer plebeyo y laico que poseyó tal título. Su labor como Lord Canciller fue ingente y esforzada y el prestigio que adquirió en ella, enorme.

Los hechos en torno al asunto del matrimonio del rey se precipitan; Enrique aparta a la reina de la corte e instala a Ana Bolena en los aposentos de la reina.

El rey presiona a la Iglesia para que se le reconozca como cabeza de la Iglesia y el arzobispo de Cantebury, anciano y débil, afirma que no sería errado dirigirse al rey como «único y supremo señor, y hasta donde la ley de Cristo permite, incluso Cabeza suprema». Enrique entendió que esta postura no implicaba ir contra la autoridad del Papa, siempre que el Papa le tratase con la consideración debida; si no fuese así, él sabría qué hacer.

Moro guarda silencio. El Parlamento suprime el tributo anual a la Santa Sede por cada nuevo obispo nombrado. Casi todo el clero, presionado, firma un documento llamado la Sumisión del clero, quedando así éste sujeto al poder temporal. Al día siguiente, 16 de mayo de 1532, Moro renuncia a su cargo de Canciller y se le retiran todos sus ingresos.

Enrique obliga a que todos sus súbditos juren el Acta de supremacía, que hace a Enrique cabeza de la Iglesia en Inglaterra.

En su retiro, Moro se dedica a escribir, contento a pesar de la pobreza en la que vive, que le preocupa sobre todo por su familia. También empeora su ya débil salud, y Moro tiene cada vez más en su mente su más que probable muerte, de forma que incluso compone su epitafio y prepara su tumba en la iglesia de Chelsea; se siente preparado para ese momento11.

En agosto de 1532 muere el anciano William Warham, arzobispo de Canterbury; su sucesor fue Thomas Cranmer, que contó con las recomendaciones de la familia Bolena. El paso siguiente lo dio el Parlamento, autorizando a Cranmer a declarar el divorcio entre Enrique y Catalina; Cranmer anunció que el matrimonio entre ellos no era tal, aunque Roma finalmente se pronunciaría el 23 de marzo de 1534, expresando que el matrimonio entre Enrique y Catalina había sido válido.

El 25 de enero de 1533, Enrique se casó en secreto con Ana Bolena y la Pascua siguiente la declaró abiertamente reina. Se pensó que Moro, como hombre sensible que era, dejaría su resistencia pasiva y acudiría a la ceremonia de coronación, preparada con un gran esplendor y celebrada el 1 de junio. Moro declinó la invitación apelando a su pobreza, pese a que se le quiso ayudar en este sentido. La noticia no fue bien recibida en la corte; Ana se sintió afrentada de manera especial y era inevitable que Tomás estuviera cada vez más cerca del desagrado del rey.

Comenzó una campaña para manchar el honor de Moro con diversas acusaciones falsas; el abogado, que poseía una de las mentes legales más claras de Inglaterra, no estaba dispuesto a renunciar a su prudente defensa, pero la suerte estaba prácticamente echada. La acusación de alta traición tenía lugar si, empezando por los Lores —y concretamente por el Lord Canciller de Inglaterra— y el clero, no se suscribía un juramento reconociendo a Enrique como Cabeza de la Iglesia en Inglaterra, lo cual implicaba desobediencia al obispo de Roma, quien no tendría más autoridad que cualquier otro obispo.

Moro recibió estas noticias y la de la constitución de una Comisión para tomar juramento a Lores y clérigos; llegó el momento de decir adiós a su familia, que no entendió su posición. Moro declaró que estaba dispuesto a prestar juramento al Acta de Sucesión12 por tratarse de un asunto terreno, pero que no suscribiría la supremacía del rey sobre la Iglesia.

Tomás fue llevado entonces —el 17 de abril de 1534— como prisionero a la Torre de Londres; comienza para él una etapa de una dureza creciente, pero también de creciente apoyo y profundización en su fe; obras como Diálogo del Consuelo en la tribulación, el Tratado sobre la Pasión, la Agonía de Cristo o su propia correspondencia así lo evidencian.

Tras diversos interrogatorios, el 1 de Julio de 1535 tiene lugar el proceso contra Moro en Westmister-Hall y, por medio de una declaración falsa prestada bajo juramento, Moro es condenado por alta traición. Finalmente, el 6 de julio de 1535, Moro es decapitado en la colina de la Torre13.

1 Moro lo describiría en la Utopía; cf. V. de Prada (19753: 55).

2 Fue probablemente entonces cuando escribió los Progymnasmata que abren la traducción.

3 En opinión de su amigo Erasmo de Rotterdam, fue la cuestión del celibato la que fundamentalmente decidió a Moro por el camino del matrimonio, ya que el inglés prefirió ser un marido casto a un sacerdote licencioso; quizá aporte un apoyo a esta postura lo que Moro describe en el epigrama 263 sobre un amor de juventud: como Erasmo juzgaba, Moro no era extraño a las emociones del amor.

4 Al menos, por la cantidad que deseaba el rey; se aprobó sólo un tercio de la suma inicialmente propuesta; cf. epigrama n. 19.

5 Cf. epigrama n. 19.

6 Cf. V. de Prada (19753: 136).

7 Cf. la Introducción a la obra y el Índice temático.

8 Cf. epigrama n. 256.

9 Cf. epigramas nn. 250-252; 255-256.

10 Cf. Apéndice a esta Introducción.

11 Cf. epigrama n. 258, en realidad, añadido al epitafio como tal.

12 Documento proclamado en marzo de 1534, en virtud del cual se reconocía como bastarda a la hija de Enrique y Catalina y se nombraba sucesor a la descendencia de Ana Bolena.

13 Una útil cronología de la vida y la obra de Moro se puede encontrar en Berglar (19932: 405-410).