Lágrimas de dolor

 

 

 

Lágrimas de

Dolor

 

Trilogía Lágrimas vol.2

 

Bárbara Bouzas

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

Los personajes, eventos y sucesos que aparecen en esta obra son ficticios, cualquier semejanza con personas vivas o desaparecidas es pura coincidencia.

 

No se permite la reproducción total o parcial de este libro, ni su incorporación a un sistema informático, ni su transmisión en cualquier forma o por cualquier medio, sea este electrónico, mecánico, por fotocopia, por grabación, u otros métodos, sin el permiso previo y por escrito del editor. La infracción de los derechos mencionados puede ser constitutiva de delito contra la propiedad intelectual (Art.270 y siguientes del código penal).

Diríjase a CEDRO (Centro Español De Derechos Reprográficos) Si necesita fotocopiar o escanear algún fragmento de esta obra. Puede contactar con CEDRO a través de la web www.conlicencia.com o por teléfono en el 91 702 19 70 / 93 272 04 47.

 

© de la fotografía de la autora: Archivo de la autora

 

© Bárbara Bouzas 2019

© Editorial LxL 2019

www.editoriallxl.com

04240, Almería (España)

 

Primera edición: octubre 2019

Composición: Editorial LxL

 

ISBN: 978-84-17763-28-2

 

 

 

 

 

 

 

 

 

Para mi abuela, María. No hay pluma más

delicada que la voz de sus historias.

 

 

 

 

 

 

 

 

Nunca digo adiós, porque un adiós significa

irse e irse significa olvidar.

J.M. Barrie

 

Índice

 

Índice

Agradecimientos

1

DABRIA

2

MIKI

3

DABRIA

4

MIKI

5

DABRIA

6

MIKI

7

DABRIA

8

MIKI

9

DABRIA

10

MIKI

11

DABRIA

12

MIKI

13

DABRIA

14

MIKI

15

DABRIA

16

17

MIKI

18

DABRIA

19

MIKI

20

DABRIA

21

MIKI

22

DABRIA

23

24

25

26

MIKI

27

DABRIA

28

MIKI

29

DABRIA

30

MIKI

31

DABRIA

32

MIKI

DABRIA

33

34

MIKI

35

DABRIA

36

37

Dabria

38

MIKI

39

40

41

42

DABRIA

MIKI

DABRIA

43

MIKI

44

MIKI

45

DABRIA

MIKI

DABRIA

46

dabria

MIKI

DABRIA

MIKI

DABRIA

47

DABRIA

MIKI

DABRIA

MIKI

48

Miki

49

DABRIA

50

MIKI

51

DABRIA

52

DABRIA

53

Dabria

54

dabria

55

MIKI

Continuará...

Biografía de la autora

 

 

Agradecimientos

 

 

Siempre debe empezarse a barrer la casa desde el interior, por eso, comienzo por mis padres.

Nada nuevo tengo que decirles, solo que gracias a ellos, a todo lo que me aportan, me enseñan y me aconsejan conforman la persona que conocéis hoy en día. Ellos me hacen apreciar las pequeñas cosas, a ver la grandeza en los pequeños detalles. Me enseñan a ser un poquito más feliz cada día.

A mi hermana debo agradecerle sus sinceros consejos, porque, aunque no la llame y por mucho que no quiera escuchar lo que me dice, se presenta como la voz de la conciencia. Su sinceridad puede dejarte perplejo y con unas ganas terribles de mandarla a paseo, sin embargo, sé que lo hace por mí, para mejorar mi vida día a día.

A mi novio, con quien mi vida nunca será aburrida. Cada noche me acuesto pensando que no podría sorprenderme más, pero… a la siguiente, vuelvo a decir lo mismo. Es capaz de sacarme una sonrisa incluso cuando echo humo por las orejas o tengo ganas de retorcerle el pescuezo. Debo reprocharle una cosa: que no puedo escribir con él, porque es incapaz de estar más de un minuto callado.

Debo incluir, por supuesto, once agradecimientos; uno para cada primo. Podría decir miles de cosas de cada uno, pero como grupo también tenemos nuestras características. Les agradezco enormemente que me hayan apoyado desde el momento cero, que se hayan alegrado e ilusionado por mí como si de su propio sueño se tratase. Junto a ellos doy las gracias a la familia Trapisonda al completo, porque los momentos juntos son caóticos, llenos de chillidos, risas, abrazos… Somos como un gran montón de gallinas que no pueden asentarse en ningún sitio. Si quedamos para tomar unas cañas o comer, antes debemos esquivar algunos obstáculos hasta conseguir el propósito. La dificultad para encontrar un bar con sitio libre para tantos, ponerse de acuerdo en la hora, el sitio, las disculpas hacia el primero que llega, que lleva unas dos horas esperando por el resto… Nada de eso es impedimento para que consigamos un día perfecto.

Fuera de casa, pero no por ello menos importante, al contrario, con todo mi cariño les doy gracias a los lectores por seguirme en este sueño. Gracias por darle a Lágrimas de hielo la oportunidad de ser leída y disfrutada. Me llena de ilusión y orgullo que algo en lo que puse tanta pasión, llegue a vuestras manos. Que la toquéis, la veáis, la disfrutéis y me acompañéis en este camino tan emocionante.

Gracias a todos, porque sois la parte más importante de la historia.

No puedo olvidar a Editorial LxL, son los causantes de que este sueño se hiciese realidad. Gracias a mi editora, Noelia, por darme esta oportunidad, enseñarme y confiar en mí. Gracias por el enorme trabajo que hacen, porque hasta que el libro llega a vuestras manos hay un enorme trabajo. Gracias por el esfuerzo para que todo quede perfecto y por hacer que yo disfrute en todo el proceso.

Gracias a Angie, mi otra editora, porque pese a que al principio me sentía… como con más vergüenza al tratar con ella, pronto me di cuenta de que no tenía nada que temer; seguía estando en casa. Ella me ayudaría, me enseñaría y me aconsejaría de la mejor manera. Simplemente, estoy encantada de ser pupila de ambas.

 

La puerta de metal estaba abierta. No esperaban que viniéramos o nos habían facilitado la entrada.

La nave era grande, pero al fondo se veía a un grupo de hombres rodeando algo o a alguien. Sabía con exactitud quién estaba en medio de los leones.

Apuramos el paso. Al primero que vi fue a uno de mis enemigos; eso creía antes, al menos. Estaba alejado del círculo y mirando en todas direcciones. Al encontrarse con mi mirada, negó con la cabeza.

¿Qué quería decir eso?

Empujé a dos tipos para abrirme camino y ver lo que ellos observaban maravillados.

Nuestros hombres rodearon el círculo, apuntando a las cabezas de cada uno de esos malnacidos. Todos sabíamos lo que teníamos que hacer, cómo actuar.

—Llegáis tarde a la fiesta. —Rio aquel asqueroso ser.

—No tenías derecho —le dijo mi padre.

No escuché la respuesta. A decir verdad, dejé de escuchar cualquier ruido. El tiempo se paró cuando vi su pequeño cuerpo tumbado en el suelo, como un ovillo de lana.

Tenía la espalda al descubierto impregnada en sangre. Corrí hacia ella para comprobar que la mujer que amaba estaba muerta.

Me agaché y le aparté el pelo de la cara. La imagen que vi hizo que me tambalease.

No podía estar muerta, muerta, muerta, muerta…

 

1

 

DABRIA

 

 

 

 

Un ruido seco me despertó, seguido de otro y otro más. Mierda. Debían de ser Nitca y Aleksei.

—¡Va! —grité levantándome del sofá. No me molesté en ponerme las lentillas.

—Estábamos a punto de irnos —dijo Aleksei. Cuando la puerta se abrió del todo y entré en su campo de visión, me miraron con preocupación.

—Tienes un aspecto horrible, forastera. —Nitca utilizaba ese mote de vez en cuando para hacerme sonreír—. Las lentillas te han irritado los ojos, deberías quitártelas. —Se acercó para observar mi cara detenidamente y ladeó la cabeza de un lado a otro, de forma que su pelo con corte Cleopatra se sincronizaba con los movimientos de su cabeza

—Me he quedado dormida. —Escapé del escrutinio de mi amiga y caminé hacia el salón. No necesité mirar atrás para saber que me seguían—. Lo siento.

—Nos tienes muy preocupados, Babette —dijo Aleksei sentándose en el sofá, atento a todos mis movimientos.

—¿Queréis algo? ¿Té? ¿Café? ¿Un trago?

—Cualquier cosa —respondió Nitca con una sonrisa—, pero no tardes, que nos tienes en ascuas.

—Enseguida vuelvo.

Hice una tila bien cargada para mí y tomé la botella de vodka con dos vasos para ellos. Iban a necesitarlo más que un café.

—Bien. ¿Qué es lo que tienes que contarnos? —preguntó Nitca moviendo sus largas y delgadas piernas arriba y abajo con impaciencia.

—Antes de nada, me gustaría pediros algo: que me escuchéis hasta el final, sin interrumpirme. A cambio, responderé a todas vuestras preguntas y aceptaré todas vuestras críticas, gritos y reproches. —Pestañeé con rapidez para evitar que se me escapasen las lágrimas de nuevo.

—De acuerdo —afirmó Aleksei. Sus ojos azules expresaban preocupación.

—Algo me dice que no será bueno —añadió Nitca para sí misma. Sus ojos, estos de color caramelo, también mostraban preocupación.

—Allá voy. —Agarré la taza con ambas manos para que me dejasen de temblar—. Me llamo Dabria y soy una agente encubierta.

—¿Qué estás diciendo? —preguntó Nitca confusa.

—Lo siento, Nit, es la verdad. Mi verdadero nombre es Dabria, no Babette. Os he engañado a todos, me he hecho pasar por otra persona…

—¿Qué coño estás diciendo? —inquirió mi amigo.

—Trabajo para el CNI. Soy…

—Te has infiltrado, ese es tu trabajo —observó casi en un susurro, sin poder creerse lo que estaba escuchando.

—¿Infiltrada? ¿CNI? Dime que es una broma. —Antes de que pudiera responderle a Nitca, Aleksei hizo otra pregunta.

—¿Por qué? —Ya sabía la respuesta. No era estúpido. Aun así, respondí:

—Ya sabes el motivo, es por lo que estás pensando. Las Tres K lleva demasiados años en auge, de hecho, su crecimiento es cada vez mayor. Necesitábamos pararlo.

—¿Quieres acabar con nosotros? ¿Ese era tu plan? —preguntó Nitca horrorizada.

—Sí. Meter entre rejas a los miembros más importantes o a todos, a ser posible. —No era momento de verdades a medias, la capa se me había caído, o, mejor dicho, la había tirado.

—¿Cómo has podido? —Aleksei se pasó la mano por el pelo, que le había crecido bastante desde que lo había conocido. Ahora le caía sobre la frente en desordenados mechones castaños, quitándole varios años.

—Esperad. —Levanté una mano en alto—. El plan era perfecto: enamorar al heredero y hacerme amiga del resto. Así, todo estaría a mi alcance.

—No puedo creer semejante barbaridad. —Nitca negó con la cabeza.

—Podría catalogarse así.

—Has jugado con nosotros, con Miki, ¿para qué?

—La razón es obvia, Nitca —soltó Aleksei—. Acabar con nosotros.

—Exacto. Todo ha salido como debía, sin ningún fallo —Aleksei me interrumpió.

—¿Quieres decir que todos iremos a la cárcel? ¿Tu plan ha llegado a su fin y quieres limpiar tu conciencia?

—¿Quieres eso? ¿Vernos entre rejas? —Nitca casi gritó. Los nervios se estaban apoderando de ella.

—En absoluto. Os habéis convertido en mis amigos, en mi familia. No sería capaz.

—No lo entiendo. Tú misma estás diciendo que el plan ha sido un éxito. —Mi amigo intentaba mantener la calma. Ninguno se había servido la copa, la conversación requería toda su atención.

—Cierto, sería un golpe fantástico en mi carrera. Conseguiría lo que nadie ha podido. Salvo que yo no contaba con enamorarme.

—Miki —susurró Nitca. Tenía los ojos más abiertos de lo normal y no parpadeaba.

—Exacto. Miki. Nunca pensé enamorarme de él. Debía ser trabajo; sin embargo, ha resultado ser el amor de mi vida. —Mi amiga giró la cabeza hacia mí para escucharme con el ceño fruncido—. Lo que es, lo que hace, a lo que se dedica dejó de importarme, quedó relegado a un segundo plano porque se convirtió en mi prioridad. En mi felicidad. En mi vida.

—No tenemos por qué creerte —atacó Aleksei.

—¿Crees que si no me importarais, estaríamos aquí? —Reí de forma nerviosa—. No tenía una vida de ensueño, pero era muy feliz antes de venir a Rusia. Tengo un trabajo que adoro y por el que me pagan bien. Lo único que me importaba, aparte de ciertas personas, era acabar una misión con éxito para empezar otra. Mi vida giraba en torno al trabajo.

—No sé —dudó Aleksei—. Puede ser una trampa

—No me la jugaría cuando solo necesito hacer una llamada para que durmáis hoy mismo en el calabozo. —Intentaba darles alguna razón convincente para que al menos me otorgasen el beneficio de la duda.

—¿Por qué te la juegas entonces? ¿Qué más quieres de nosotros? —preguntó Nitca, nerviosa y triste—. ¿No lo tienes todo ya? —Sé que querría gritarme en ese momento; sin embargo, se contuvo y la voz le salió como un chillido histérico sin florecer.

—No lo que me importa: que me perdonéis. Poneos en mi lugar e intentad entenderme. —Apliqué más fuerza sobre la taza, como si con ello me fuese a salir el genio de Aladín para arreglarme semejante embrollo.

—Es demasiado. —Nitca negó con ambas manos y los ojos húmedos—. Pides demasiado.

—Vosotros también me habéis engañado, nunca me habéis dicho la verdad.

—Es diferente —contradijo Aleksei—. No vamos por ahí diciendo que estamos de mierda hasta las orejas, ¿sabes?

—Entonces, estamos igual. Pensadlo. Solo pensadlo, por favor.

—¿Y Miki? ¿Qué pasa con él? Tiene que saberlo —aseguró Nitca.

—Ya lo sabe. Se lo he dicho cuando nos hemos levantado, quería que fuera el primero en saber la verdad. —Limpié con la manga unas lágrimas que se escaparon de mis ojos.

—¿Cómo está? —quiso saber Nitca, preocupada—. No quiero ni imaginármelo. —Se pasó la mano por la frente.

—Peor de lo que te imaginas, seguramente; está lo peor que se puede estar. —Hundí mi mirada en la tila para evitar la suya cargada de reproche.

—¡Joder! —masculló Aleksei—. ¿Y el resto?

—Miki no tardará en contarlo. Quería que al menos vosotros lo escucharais de mi boca. —Aleksei también se frotó la cara, nervioso. Me recordó a Miki unas horas antes, había hecho lo mismo. Nitca movía enérgicamente las piernas arriba y abajo, también nerviosa. Ninguno sabía qué hacer, cómo actuar o qué decir—. Me gustaría que me creyerais, que me perdonarais, que todo volviera a ser como antes. —Las palabras salieron de mi boca sabiendo que no eran más que tontas fantasías.

—Eso es imposible —respondió Aleksei—. No sabes lo que estás pidiendo.

—Lo sé. —Me limpié otra lágrima—. ¿Queréis preguntarme algo?

—¿Por qué has esperado tanto para decirnos la verdad? —preguntó Aleksei.

—Vine aquí por trabajo, sabía qué debía hacer. Soy buena en ello, la mejor; hasta ahora. —Mostré una triste sonrisa—. No os conocía, para mí no erais más que unos niños ricos acostumbrados a tener todo lo que querían. Demasiado dinero manchado de sangre, negocios sucios; todo lo que yo odio, contra lo que yo lucho.

—Jugaste con nosotros. Una especie de juego macabro donde solo tú tenías el mando para mover. ¿Te divertiste? —inquirió Nitca.

—No se trataba de eso, Nitca, era mi trabajo. Al conoceros de verdad, me di cuenta de que no podría haceros daño. No voy a negar que durante un tiempo intenté convencerme de que tenía la cabeza confundida por pasar tanto tiempo con vosotros, con Miki. Soy muy testaruda como para dejarme vencer a la primera, a la segunda e incluso a la tercera; pero al final no valió de nada. Imaginármelo entre rejas por mi culpa me sentaba peor que un tiro a quemarropa en el estómago, así que decidí contarle la verdad. Apostar porque el amor que sentimos fuese más grande que cualquier cosa, aunque estoy segura de que perdí hasta mis bragas. Me odia.

—Necesitamos tiempo, Babette. —Mi amiga se levantó de un salto.

—Nit —pedí—. Todo lo que os he dicho es cierto. Con que me digáis que lo pensareis, es suficiente.

—No digo que no te crea… Yo… necesito tiempo para asimilarlo. —Se marchó antes de que pudiera contestar.

—Admiro lo que hiciste, Bab… —Aleksei negó con la cabeza e hizo un gesto con la mano de que daba igual—. Pero esto es la mafia, sabes cómo funcionan las cosas aquí. No puedes pedir rebaja de condena por tus actos en este mundo. Arreglamos las cosas de una única manera: haciéndolas desaparecer. No resolvemos los problemas, los cortamos de raíz. ¿Sabes lo que quiero decir?

—Por supuesto que lo sé. La traición se paga con la muerte; en cambio, yo os valgo más viva que muerta, Aleksei.

—¿A qué te refieres?

—No soy tan idiota como para contaros la verdad sin tener un seguro por mi vida. Si me llega a pasar algo, todos acabaréis entre rejas, sin excepción alguna. Además, tengo algo que puede interesaros, pero ahora no quiero hablar de negocios.

—¿Negocios? —preguntó confuso.

—Un día de estos hablaremos. Pronto, no te preocupes —añadí para tranquilizarlo.

—Está bien —dijo levantándose del sofá.

—Siento mucho haberte engañado, a todos. Espero que podáis perdonarme algún día.

—Yo también. —Cerró los ojos unos segundos—. Yo también —susurró para sí mismo—. Ahora tengo que ir con Nitca. Ten cuidado. —Caminó hacia la puerta sin mirar atrás.

—Lo tendré. —Tan pronto esa se cerró, rompí en un sonoro llanto.

 

 

2

 

MIKI

 

 

 

 

 

No podía creerlo, por más que lo pensaba, no quería creerlo. Sentía una presión en el pecho, un dolor tan fuerte como si me estuviesen arrancando el corazón en vivo.

Esperé con impaciencia a despertarme de semejante pesadilla, mas no sucedería porque eso era tan real como que me llamaba Mikhail Korsakov. Mi pequeña me había engañado, me había usado como a un trapo. ¡Maldita fuera! No había sido más que su títere.

«¿Por qué me has hecho esto? Me enamoré de ti. Me enamoré perdidamente y locamente de ti».

¿Qué iba a hacer? ¿Qué iba a ser de mí?

—¡Miki! —gritó mi hermana asustada.

La miré con los ojos bañados en lágrimas. Hacía años que no lloraba. Contaba con los dedos de la mano las veces que lo había hecho cuando era niño. A partir de los diez no había vuelto a derramar una lágrima.

—Laryssa —susurré.

—¿Qué ha pasado, Miki? —Se acercó a mí saltando los cristales, cuadros y muebles rotos esparcidos por mi habitación.

Cuando mi pequeña se fue, descargué toda mi ira a base de patadas y puños contra cualquier cosa que pudiera romper. Principalmente, sus malditas fotos. Mi habitación había quedado hecha un estropicio, a juego con mis puños ensangrentados.

—Me ha engañado, me ha engañado. —Me froté la cara con frustración.

—¿Quién te ha engañado?

—Mi pequeña. Ella me ha engañado.

—¿De qué hablas, Miki? —Veía incomprensión y miedo en su rostro.

—¡Nos ha engañado a todos! —Me levanté y volví al ataque con lo poco que quedaba entero—. ¡No es más que una asquerosa poli! ¡Una rata de alcantarilla! ¡Una espía!

Mis gritos retumbaban en las paredes mientras le explicaba cómo me había mentido, cómo nos había mentido.

—¡Romperlo todo no arregla las cosas! —gritó Laryssa persiguiéndome escaleras abajo—. ¡Te vas a hacer daño, Mikhail! ¡¡¡Basta!!!

—¿Daño? Ella ha sido quien me ha hecho daño. —Cuando empecé a arrojar los jarrones, marcos y todo adorno rompible de la sala, Laryssa se plantó enfrente de mí con los brazos cruzados.

—Si piensas que esto te va a ayudar, continúa, adelante. —Abrió los brazos abarcando la estancia—. Rómpelo todo, si con eso te sientes mejor. Incluso puedo ayudarte, si quieres.

—Nada puede hacerme sentir mejor. —Me dejé caer en el sofá cuando vi que había más cosas por el suelo que en su sitio. Me eché a llorar de nuevo. Me cubrí la cara con las manos y di rienda suelta a mi dolor.

Mi hermana se arrodilló enfrente de mí, me apartó las manos de la cara y me abrazó con fuerza. Me dejé hacer, permití que me consolase.

Laryssa se parecía mucho a mí, teníamos el mismo color de ojos y pelo, salvo que ella había adornado su larga melena con mechas rubias. Su rostro también era más dulce que el mío, expresaba bondad con una simple sonrisa. Era bastante alta, no tanto como yo, pero bastante más que Kalina.

Después, cuando me hube calmado un poco, sirvió una copa para cada uno. Mientras a ella el trago le duró lo que parecieron horas, yo vacié la botella. No me preguntó nada más, se limitó a darme consuelo y a escuchar lo poco que decía. Su rostro contraído y sus manos temblorosas sosteniendo el vaso delataban que no sabía qué hacer, que estaba tan preocupada y con tanto miedo como yo. Como lo estarían todos. Cada uno por diferentes y semejantes motivos.

—No era real, era una creación perfecta de la mujer capaz de arrebatármelo todo. Ha venido para acabar con nosotros, conmigo —susurré más para mí mismo que para ella.

—Miki, lo siento, no sé cómo ha podido hacernos esto.

—Es su trabajo, La, es lo que hacen para cogernos. —Acabé el vodka de un trago y volví a llenarlo. Aún no era capaz de creerme mis palabras, era demasiado doloroso asimilar lo que había pasado.

Más tarde, la escuché hablar con Venyamin por teléfono sin prestar atención a sus palabras. Aunque quisiera, el alcohol me mantenía poco consciente ya; cosa que agradecía. Esperaba que el dolor desapareciese a medida que mis sentidos se empapaban. Las lágrimas seguían cayendo de mis ojos, las imágenes volvían a mi mente y el fuerte dolor en el pecho continuaba intacto. El alcohol no era bálsamo suficiente; la verdad, no creía que hubiera uno.

No me había molestado en decirle que no quería ver a nadie. Ella ya lo sabía.

 

 

Horas más tarde, la puerta de la entrada se abrió y supe que no podría escapar. De ellos, no. Me alegraba estar tirado en el sofá medio dormido. Mi paz se vio interrumpida por los tacones de mi madre y los pasos sordos de mi padre. No me molesté en levantar la mirada para saber que estaban enfadados y preocupados.

—¿Qué ha pasado aquí? —preguntó mi madre.

—¿Qué es todo este desastre? —añadió mi padre casi al instante.

—Laryssa, Mikhail, ¿qué ha ocurrido? —Mi madre nos miraba seria.

—Veréis… —Mi hermana sonó bastante insegura—. Ha pasado algo. Miki…

—¿Qué te ocurre? ¿Qué te ha pasado? —Mi madre intentó acercarse a mí, pero levanté una mano para que no lo hiciese—. ¿Estás bien?

—Ninguno lo estamos —respondí con la boca pastosa de tanto alcohol, de tantas lágrimas, de tanto dolor.

—¿Quieres explicarte? —El tono hosco de mi padre no me importó. Quería que esto acabase cuanto antes, así que me dirigí a Laryssa.

—Suéltalo ya, La, sin rodeos. Una flecha directa al centro de la diana.

—Babette ha resultado ser una espía, una poli, una infiltrada que trabaja para…

—¿Cómo? ¿Qué? Pero… ¿quién os ha dicho eso? —preguntó mi padre abriendo los ojos de la sorpresa.

—Debe haber un error, eso es una locura —añadió mi madre, negándose a creerlo.

—No hay ningún error, mamá, ella misma se lo ha contado a Miki. No ha venido de Erasmus, no ha venido a estudiar, no ha venido a bailar. Ha venido para acabar con nosotros, para encerrarnos a todos.

—Si eso es cierto, ¿por qué te lo ha contado? —Fue Laryssa quien contestó de nuevo a la pregunta de mi padre.

—Dice que no quiere hacernos daño, que se ha enamorado de Miki.

—¿Qué sabe? —Eso era lo más importante para mi padre. Como líder, debía valorar los daños de su fortaleza antes que los de su hijo. La noticia podía afectar a mucha más gente si no hacía algo.

—No creo que sea el momento —empezó mi madre, pero él la interrumpió. Yo, en cambio, me limité a vaciar el contenido de mi vaso una vez más.

—¿No crees que sea el momento? —preguntó él mirándola serio—. Pues yo digo que sí, tenemos que saber qué sabe esa niña.

No pude evitar soltar una carcajada que se escuchó como un sonido gutural al escaparse del interior de un animal malherido.

—Esa niña —recalqué la palabra elegida por mi padre para referirse a mi pe…, a la mujer que me había destruido— nos tiene en sus manos, papá, porque lo sabe absolutamente todo. Dónde, cómo, cuándo y con quién llevamos a cabo cualquier negocio.

—Entonces… —Mi madre lo interrumpió, adoptando una expresión seria y segura, para enfrentarlo dispuesta a ganar.

—Se acabó, Egor, no es el momento. ¿No lo ves? —Me señaló con la mano—. ¿Piensas que está en condiciones de hablar?

—Tiene que estarlo, debemos saber a lo que nos enfrentamos. Miki tiene que…

—Miki tiene que descansar. —Alzó la voz y, aunque no me giré para verla, estaba seguro de que le mantenía la mirada. Mi madre no se dejaba amedrentar por el líder, tenía la capacidad de poner a su marido en su lugar cuando era necesario—. Ya tiene suficiente él solo. Así que te pido, más bien, te prohíbo que lo atosigues. —Su tono no daba pie a discutir más—. Está… —Se acercó más a mi padre para acabar susurrándole y evitar que yo escuchase—. Laryssa, cielo. —Le lanzó una mirada a mi hermana que pareció entender como la mejor explicación; sin embargo, carecía de significado para mí.

—Por supuesto, mamá. —Su voz sonó triste, aunque no estaba en condiciones de calificar nada, ya que tenía los sentimientos ateridos y medio sedados por el alcohol.

Lo último que escuché fue a mi hermana removiéndose en el sofá.

 

 

—Cielo, cielo. —La dulce voz de mi madre trató de despertarme, pero cerré los ojos con más fuerza—. Cielo. —Se sentó a mi lado y me acarició la cara como cuando era niño—. Ve para la cama. Dormirás mejor allí.

—Mamá. —La voz se me quebró—. ¿Qué voy a hacer, mamá? ¿Qué será de mí ahora?

—Lo siento tanto, Miki.

—Duele tanto, mamá. —Las lágrimas volvieron de nuevo. Me incorporé y me arrojé a sus brazos para que me cuidase.

—Pasará, todo se arreglará. —Me abrazó con fuerza.

—La odio, mamá —le dije todavía aferrado a su pecho—. La odio.

—Necesitas descansar. Tu padre no esperará más para hablar contigo. To… está muy nervioso.

—Dile que estaré listo a primera hora de la mañana. —Mi madre se levantó y me acompañó por las escaleras.

—Sé que es muy duro para ti hacer esto.

—Es mi deber. —Entré en una de las habitaciones de invitados. No sería capaz de atravesar la puerta de la mía.

 

 

3

 

DABRIA

 

 

 

 

Había pasado la noche en vela, no había podido dormir nada. Cada vez que cerraba los ojos veía su cara, su odio, su rencor, su decepción… Recordaba el dolor en su mirada, en su voz…

Decidí no ir a la universidad, no era una buena idea. Me puse doble ración de antiojeras y cogí un taxi hacia el gimnasio. Era mi trabajo, no podía arriesgarme a perderlo y mucho menos a que sospecharan nada, mi vida ya corría peligro al haber descubierto mi verdadera identidad ante los Korsakov.

Entré y fiché como cada día. Para mi mala suerte, no pude pasar desapercibida ante Inna. Era una buena amiga, por eso, en ese momento no era favorable un encuentro, mi dolor estaba a punto de entrar en ebullición.

—Buenos días, Babette —me saludó alegre desde el mostrador. No tuve más remedio que acercarme.

—¿Qué tal, Inna? ¿Mucho trabajo? —Mi sonrisa fue tan fingida que mi amiga arrugó el entrecejo y procedió a un exhaustivo examen de mi aspecto. Notaba que algo andaba mal.

—¿Qué te ha pasado? ¿Te encuentras bien?

—Sí, yo… —Los ojos se me humedecieron y no fui capaz de contener un par de lágrimas, que limpié rápidamente con la manga.

—Babette, ¿qué ocurre? —Rodeó el mostrador para hablar más cerca conmigo. Me tomó una mano y esperó a que contestase.

—Hemos roto, Miki y yo… Se ha acabado. —Tragué con fuerza y aspiré profundamente para no echarme a llorar.

—¿Qué dices? ¿Por qué? —Abrió los ojos con sorpresa y preocupación.

—Ahora no, por favor. —Mi amiga asintió con la cabeza cuando vio mi mirada de súplica y mi gran empeño en no empezar a llorar—. ¿Podemos hablar más tarde? Tengo que subir —le dije mirando hacia las escaleras.

—De acuerdo. Para lo que necesites, estoy aquí.

—Estoy bien, Inna. —Sonreí de forma débil, sin enseñar los dientes.

Subí las escaleras lo más rápido que me permitieron mis piernas para no pararme a hablar con nadie más. Me cambié y me dirigí a la sala de baile como un robot. Fingí mi mejor sonrisa y empecé a dar las clases deseando que el día acabase de una vez.

 

 

Entré al vestuario pensando en abrir el grifo y aliviar mi dolor, pero justo cuando iba a cerrar la puerta, alguien me lo impidió. No podía ser. No quería hablar con nadie y no deseaba encontrarme a otra persona que no fuese él.

—Babette. —Empujó la puerta y me obligó a dejarlo pasar. Cerró con llave y yo suspiré—. ¿Qué ha pasado? —preguntó cruzándose de brazos—. ¿Qué te ha hecho?

—Borak. —La voz se me rompió. Comencé a sollozar y me arrojé a sus brazos.

No lo dudó, me envolvió y me acunó con ternura. Me hacía falta desahogarme con alguien, ¿quién mejor que mi mejor amigo? ¿Quién peor que su peor enemigo?

—¿Qué ha pasado? —volvió a preguntar cuando nos sentamos en el sofá. Sí, había un sofá dentro del vestuario. Era el gimnasio más lujoso de San Petersburgo.

—Hemos roto, se ha acabado.

—¿Por qué? ¿A quién se ha follado ya? —inquirió enfadado.

—A nadie. Nadie se ha follado a nadie.

—Entonces, ¿qué ha pasado?

—No me quiere como yo creía.

—¿De qué hablas? Miki está colado por ti. Te adora. —No dejaba de escrutarme con su miraba verde musgo en busca de más.

—Antes, quizá sí; ahora, no lo sé, Borak. No estamos hechos el uno para el otro.

—No lo entiendo, es que… —Achinó los ojos y torció los labios de un lado a otro. Siempre lo hacía cuando no le cuadraban las cosas.

—No hay nada que entender. Se acabó. Supongo que todos sabíamos que tarde o temprano se acabaría. Solo que yo no estaba preparada, no quería que se acabara. —Las lágrimas seguían cayendo mientras le explicaba.

—Lo siento, Babette. Cuando te enamoras, no deberías hacerlo de una persona que te haga llorar. Te sonará a tópico, pero no se merece tus lágrimas.

—Supongo que el tópico es cierto. —Reí—. Pero me duele tanto que no sé cómo hacer.

—Miki es un imbécil —maldijo rechinando los dientes.

—En eso, estoy de acuerdo.

—Dúchate, anda, que te invito a comer.

Acabamos saboreando un exquisito y poco apetecible plato en un restaurante italiano cerca del gimnasio. Era una pena no valorar tal delicia, pero en ese momento mi estómago respondía con una punzada de dolor y unas crecientes náuseas cada vez que le metía algo a la fuerza. La mirada de mi amigo no dejó la preocupación en todo el tiempo que duró la comida.

—Sabes que puedes tomarte la tarde libre, ¿verdad? —me ofreció.

—Lo sé, y la respuesta es no. Tengo que cumplir con mi trabajo, que tú seas mi jefe no quiere decir que pueda aprovecharme de ti cuando quiera.

—Como si no lo hicieras nunca —respondió sonriendo.

—Me vendrá bien mantenerme ocupada, así no pensaré tanto en él.

—Eso sería un desperdicio de tiempo. —Le lancé chispas asesinas con los ojos y fruncí los labios. Él levantó los brazos en son de paz y sonrió—. Inna está preocupada.

Me gustaba más hablar de nuestra amiga, aunque el tema seguía siendo mi sorprendente ruptura. La mayoría esperaba que me pusiese un anillo pronto, que nos vistiésemos con unos trajes que solo los Korsakov pudiesen pagar, que nos dijésemos el «sí, quiero» y que fuese la mujer más envidiada de las siguientes treinta décadas por haber conquistado al soltero más codiciado de toda la ciudad.

—Hablaré con ella. Allí no era el momento, no quería hurgar mucho en la herida, ¿sabes?

—Claro, lo que quieres es utilizar mi hombro de pañuelo para los mocos y las babas que sueltas por el cabrón del Korsakov.

—Diciéndolo así, suena cruel. —Dejé de remover la comida y posé el tenedor a un lado. No iba a comer más.

—Cruelmente cierto. Venga, cuéntame. ¿Qué tal te van las clases?

—Muy bien, me encantan.

—Y supongo que apruebas todo sobrada, ¿no? —Ladeó la cabeza y chasqueó los dientes. Era sorprende la cantidad de muecas que hacía, y más sorprendente lo bien que le sentaban. Lo hacían todavía más guapo.

—Por supuesto, ¿por quién me tomas?

 

4

 

MIKI

 

 

 

 

Me levanté más sobrio y con menos dolor de cabeza, por el resto estaba igual de mal o peor; sin embargo, mi padre tenía razón, debíamos hablar.

Me destrozaba el alma pensar en lo que me había hecho mi…, quería decir la falsa Babette, pero no podía permitir que acabase con los míos. Con que uno de nosotros estuviera destrozado era suficiente. A partir de ese momento lo único que sentiría por ella sería odio, rabia y más odio.

Caminé a mi habitación para darme una ducha. Intenté no pensar en nada, dejar la mente en blanco para poder entrar. Imposible. La ola de recuerdos me asaltó cuando abrí la puerta: su olor, su voz, sus caricias… Falso, falso, todo era falso. Cerré de golpe, me apoyé en ella y respiré hondo intentando concentrarme en alejar el dolor el tiempo suficiente para coger la ropa. Miré a mi alrededor. El cuarto estaba igual a como lo había dejado: todo hecho pedazos esparcidos por el suelo, las sábanas revueltas, el disfraz de ángel tirado al borde de la cama, las alas cerca de ese y, un poco más alejada, la peluca, de un tono entre castaño claro, dorado o rubio; un color que no sabía qué nombre recibía exactamente. Caminé deprisa, sorteando los cristales con cuidado de no cortarme. Cuanto antes saliera de ahí, antes se aliviaría la tensión en mi pecho, o eso intentaba creer. Cogí ropa para vestirme y salí con rapidez de mi habitación, también era mejor ducharme en otro lugar.

Mientras me duchaba, revivía una y otra vez la última conversación con Babette.

«Soy policía, una agente infiltrada. Pertenezco al cuerpo de inteligencia».

Eso no podía estar pasándome, era tan feliz a su lado y… Todo era falso.

Bajé al salón. Mis amigos estaban sentados y, pese a que estaban hablando, no era como las otras veces: ni bromas ni chillidos ni insultos ni carcajadas.

—Miki. —Nitca fue la primera en saludarme con una tímida sonrisa. Me acerqué para sentarme a su lado. Cuando lo hice, me besó en la mejilla y agarró mi mano con fuerza.

Pude notar seis pares de ojos mirándome, esperando que estallase en cualquier momento. Y no me faltaba mucho, estaba haciendo acopio de toda mi fuerza de voluntad para que la poca cordura que me quedaba no desapareciese hasta que esa reunión no hubiera finalizado.

—¿Cómo estás, Miki? —preguntó Murik con cautela.

—¿Tú cómo estarías? —respondí más grosero de lo que pretendía.

—Pues…

—Mi novia me ha engañado, no con otro, peor. —Nunca creí que hubiese peor engaño que una buena cornamenta, en cambio, en ese momento parecerme a un toro de lo más dotado me resultaría cómico—. Me hizo creer que me amaba para acabar conmigo y con toda mi familia. Cada vez que yo le hacía el amor estaba un paso más cerca de nosotros y cuando me enamoré de ella le entregué el salvoconducto para conseguir lo necesario para encerrarnos. ¿Cómo queréis que me sienta?

—Miki, nosotros… Lo sentimos mucho —dijo Venyamin acabando de hablar en un susurro y con la cabeza gacha.

—Miki. —Por su expresión supe que las próximas palabras de Aleksei no iban a gustarme—. Babette ha hablado con nosotros.

—¿Nosotros? —Abrí los ojos con sorpresa.

—Con Aleksei y conmigo —respondió Nitca evitando mi mirada.

—Ella misma nos contó la verdad antes de que nos enterásemos por ti —explicó Aleksei—. Supongo que para disminuir el mal.

—¿Disminuir el mal? ¿En serio crees que haya algo que pueda disminuir el mal? —Mi tono sonó unas octavas más alto de lo normal.

—Reconozco que es valiente por hacer lo que hizo —respondió mi amigo manteniéndome la mirada.

—Otros la tacharían de insensata. Lo que ha hecho no tiene perdón, no hay forma de menguar el mal —dije serio.

—No justifico lo que ha hecho, de ninguna manera, pero creo que dice la verdad. —Las palabras de mi mejor amiga me cayeron como un jarro de agua fría.

—¿De qué parte estás, Nitca? —Mis palabras salieron tan frías que vi cómo tragaba con fuerza. Obviamente, no se dejó amedrentar, alzó la mirada hasta mis ojos y respondió:

—Sé que estás sufriendo, pero, aunque nos pese a todos, ella también. Babette se ha enamorado de ti tan locamente como tú de ella. Estoy segura de que eso nunca ha sido mentira.

—Estoy de acuerdo con Nitca, ¿por qué si no lo arriesgaría todo? —preguntó Aleksei.

—¡No lo sé! —grité, y me levanté del sofá pasando las manos por mi pelo—. Ni quiero saberlo. Puede que sea parte de su misión, nada más.

—Quizá deberías… —intervino Venyamin, pero Laryssa lo fulminó con la mirada.

—Es pronto para asimilar tantas cosas; sin embargo, yo la creo. —Nitca me miró disculpándose por lo que acababa de decir. Sabía que si no decía lo que pensaba reventaría, pero en ese momento lo que necesitaba era que se callase. Que todos cerrasen la puta boca y se guardasen sus opiniones, críticas o pensamientos para ellos mismos.

—Lo que dicen tiene sentido —intervino Zoria.

—¡Basta! —Miré a cada uno de mis amigos de forma seria. Esa mirada que nunca utilizaba con ellos fue la necesaria para que no siguieran—. No quiero escuchar una palabra más de ella. Laryssa, ¿dónde coño está papá? —acabé gritando. Me serví una copa, necesitaba calmarme. En realidad, lo que necesitaba era acabar con eso cuanto antes.

—Buenas noches, niños. —La voz de mi madre interrumpió los pocos murmullos del salón.

—Buenas noches, corazones. —Mi tía nos saludó a todos con el mismo cariño, pero terminó centrándose en mí. Era la primera vez que odiaba tantas atenciones extra de la gente, aunque fuesen mi gente.

Tanto mis padres como mis tíos tomaron asiento. Yo hice lo mismo en una esquina, al lado de mi progenitor, para evitar que las miradas cayesen directamente sobre mí. Aunque era poco probable.

—Lo siento, hijo, siento todo esto —susurró antes de alzar la voz para que lo escuchasen—. Ya todos sabéis por qué estamos aquí. La cuestión es saber cómo vamos a tratar esto, qué debemos hacer.

—Todos sabemos lo que hay que hacer. —Me tensé ante las palabras de mi tío Liov, no había valorado esa opción.

—Es lo que se merece —añadió Venyamin.

—Lo sabemos; sin embargo, no creo que su muerte arregle este problema —observó Murik.

—Está claro que ese debe ser el pago, pero no antes de saber cuál será su próximo movimiento. No queremos que nos perjudique más muerta que viva —dijo mi padre.

—Ella dijo lo mismo —concordó Aleksei—. Que nos valía mucho más viva que muerta.

—¡Maldita sea! —Pasé las manos por mi rostro—. Todo es por mi culpa.

—No es cierto, es culpa de todos —me contradijo mi tío—. Lo arreglaremos, verás, como siempre.

—¿Y cómo?

—Encontraremos la solución —aseguró mi padre.

Sabía que era cierto, no dudaba que lo conseguiríamos. Sin embargo, ¿qué había de mí? ¿Podría alguien arreglar mi corazón y mi alma?

—Puede que no sea necesario ningún plan —intervino Nitca.

—¿De qué hablas, Nitca? ¿Por qué dices eso? —inquirió mi tía. Lo habitual no era que ellas estuvieran en las reuniones, la razón era simple: cuanto más alejadas, mejor, menos peligro. En cambio, eso era distinto, nos aludía a todos por igual, ya que el objetivo había sido nuestra propia familia. Cada uno de nosotros había sido víctima del engaño.

—Babette no quiere hacernos daño —recalcó mi amiga de nuevo—. Lo repitió unas diez veces.

—¿Estás segura? Porque, hasta donde yo sé, nos quiere entre rejas —replicó mi tía.

—Sí, lo estoy —aseguró—. No nos quiere entre rejas. Parecía sincera. Yo la creo —susurró lo último.

—No es por echar más leña al fuego, pero yo también la creo —añadió Aleksei.

—Hasta que no hablemos con ella, no podemos hacer nada —dijo Murik zanjando el intercambio de opiniones.

—Estoy de acuerdo —coincidió mi padre—. Llámala tú, Aleksei. Dile que venga.

—¿Ahora? —preguntó no muy convencido.

—Quiero acabar con esto cuanto antes. —Mi padre lo miró serio.

—Quizá sería mejor esperar unos días. Ahora mismo todos estamos muy nerviosos, sobre todo… —Aleksei fijó su mirada en mí.

—Haz lo que te dice mi padre, Aleksei; por mí, no te preocupes, sabré comportarme. De hecho, no estaré aquí cuando venga.

—Lo digo por los dos, ambos necesitáis pensar.

—Lo que necesito es que desaparezca de mi vida, ¡joder! ¡Llámala de una puta vez! —grité.

Mentira. Lo que en realidad deseaba era volver a los días en los que solo éramos dos jóvenes enamorados. Nada más. Eso no era posible y el amor que sentía por ella se convertiría en odio. Costase lo que me costase, la sacaría de mi cabeza, de mi corazón y de mi alma.

Aleksei regresó con el móvil en la mano y una expresión de preocupación y tristeza en el rostro, la que tenían todos en el salón, unos más que otros. Si ellos estaban así, no me quería imaginar cuál era mi imagen.

—Viene hacia aquí. Pero ha puesto una condición.

—¿Cuál? —preguntó Zoria.

—Me ha dicho que solo hablará de negocios con Egor y Liov, salvo que tú —fijó su mirada en mí— quieras quedarte también.

Sentí la sangre desaparecer de mi rostro, me tensé y el dolor en el pecho se hizo tan fuerte que me costaba respirar.

—No quiero verla. No puedo quedarme, no puedo verla, papá —susurré la última frase para que solo él pudiera escucharme.

—No tienes por qué hacerlo. Nosotros nos haremos cargo. —Me dio un ligero apretón en el hombro y se levantó.

Al cabo de media hora, el timbre sonó. Me levanté, me serví una copa y, antes de darme la vuelta, decidí llevarme la botella entera, la iba a necesitar. Subí directo a la biblioteca, mi cuarto era el peor lugar en busca de paz al que podía ir. Abrí la puerta pensando que allí podría esconderme un rato.

 

5

 

DABRIA

 

 

 

Como suponía, no habían tardado en llamarme; me habían dado el tiempo justo para acabar la última clase antes de que el teléfono sonara.

El taxi me dejó en la mansión Korsakov. Toqué en la ventanilla de seguridad antes de congelarme, el frío me calaba hasta los huesos pese a que únicamente haber dejado al descubierto los ojos. La verja se abrió al instante. Intenté mantener la calma. Allí dentro sería como el domador que entraba por primera vez en la jaula de los leones, con la ventaja y el inconveniente de que yo sí conocía a mis fieras, sabía hasta dónde podían llegar. No les costaría poner una zarpa sobre mí para hacerme desaparecer.

—La están esperando —me informó uno de los hombres de la entrada.

Antes de alcanzar la puerta para llamar, tres de ellos me rodearon y me apuntaron con sus pistolas. Lejos de tener miedo, solté una carcajada.

—Caballeros, ¿no les gustaría comprobar primero que estoy en desventaja? —Levanté las manos a la altura de mi cabeza.

—Por eso mismo, mantén la boca cerrada e inclínate contra la pared. —Uno de ellos me empujó de forma brusca y me manoseó el cuerpo comprobando que no tenía ningún arma. Al acabar, tocó la puerta y los cuatro entramos; yo, con las tres pistolas todavía apuntándome.

Al llegar al salón, Egor y Liov me miraron de forma impasible y Aleksei con tristeza, preocupación y decepción.

—Llevamos un rato esperándote, Babette. —Egor era un buen líder, nunca se iba por las ramas cuando se trataba de un asunto importante. Y sin duda, ese era uno de los más.

—Diles a tus gorilas que bajen las armas para que podamos hablar. —Mi voz sonó firme.

Cuando el momento lo exigía, no importaban el miedo, la tristeza o el dolor. Los ojos se te secaban y el corazón se te entumecía, el alma se te congelaba el tiempo suficiente para arreglar las cosas que habían quedado pendientes y tu cerebro obedecía sin rechistar, como si fuese un robot tratando de recuperar una identidad que no era suya.

—Dame una razón para que no disparen.

Egor imponía respecto: con su traje pulcramente planchado, un tobillo sobre una rodilla y recostado hacia atrás. En cambio, bajo esa capa, si te fijabas bien, no era más que un hombre cansado y preocupado por los suyos. A veces, simplemente tenías que oler para darte cuenta de que el miedo tenía un aroma muy característico.

—Puedo darte varias. No soy estúpida, Egor; antes de que yo esté bajo tierra, todos vosotros estaréis entre rejas.

—¿Nos estás amenazando? —inquirió Liov.

—En absoluto, tu hermano me ha pedido una razón. Estoy aquí para que podamos llegar a un acuerdo.

—¿Acuerdo? No trabajamos con gente como tú, menos después de… —No era necesario que Egor terminara la frase para saber a qué se refería.

—No dirás lo mismo cuando terminemos de hablar —aseguré manteniendo su dura mirada.

—Adelante, entonces. —Hizo un gesto con la mano hacia el sofá que estaba enfrente de ellos.

Me desprendí del resto de prendas que me sobraban. En la mansión, los Korsakov no bajaban la calefacción de veinte grados, si a eso le sumábamos mis nervios, el calor se me hacía sofocante.

Eché un vistazo a Aleksei, que continuaba pegado a la ventana. Parecía ajeno a nuestra conversación; sin embargo, levantó la cabeza en mi dirección y cerró los ojos en señal de asentimiento. Me senté y crucé una pierna sobre la otra antes de empezar a hablar.

—Querréis saber hasta qué punto soy un peligro para vosotros. Si en realidad valgo más viva que como fiambre y si lo que os digo no son más que una sarta de mentiras. ¿Me equivoco?

—En absoluto —respondió mi exsuegro.

—Pues dejadme deciros que lo sé todo sobre vosotros, incluso más que vosotros. —Rebusqué en mi mochila, donde había traído el pagaré por mi vida y algo más.

—¿Qué quieres decir? —preguntó Liov.

—Con calma, no quieras leer el final sin haber empezado el libro, Liov. —Saqué unas fotografías y se las tendí a los hermanos Korsakov—. Sé qué clase de negocios realizáis, cómo lo hacéis, quién está implicado. Vladik no duraría más de dos días en la cárcel, los pobres camellos que trabajan para vosotros se lo rifarían.

—¿Cómo has conseguido todo esto? —preguntó Egor levantando las fotos.

—Eso no es asunto tuyo. También puedes ver las consecuencias de tus negocios, fíjate. —Me levanté con otro fardo de fotografías. Le iba pasando una a una a medida que le explicaba—. A esta cría le quedarán secuelas de por vida por el MDMA que fabrica usted, a esta otra la violaron brutalmente porque fue drogada con GHB que también vende.

—No —intervino Liov, pero no lo dejé terminar.

—No he acabado. Este niño tendrá unos tres años. Os preguntareis cómo murió: de drogas, imposible. Le quitaron el corazón y se lo vendieron a una familia sumamente rica para su hijo; a este otro le quitaron los riñones; a esta niña, que no llega al año, los pulmones y el páncreas.

—Imposible, nosotros no traficamos con órganos —aseguró Liov.

—Desde luego que sí. Los hombres son vuestros, tengo las fotos y las grabaciones, ¿los reconocéis? —Les mostré la última foto.

—Estos hombres son de los Kovalenko, no míos. —Egor miró a su hermano en busca de ayuda.

—Lo sé, no es el único negocio que hacen a vuestras espaldas. —Recogí las fotos y me senté donde antes—. ¿Creéis que me necesitáis ahora? ¿U os muestro las fotos de las adolescentes que prostituyen?

—Quizá los Kostka no lo sepan tampoco. —Ni siquiera Egor se creía sus palabras.

Solté una carcajada y saqué la grabadora de la mochila. Pulsé el play y dejé que escuchase las voces de Dusan y Vasyl: «Los Korsakov no pueden enterarse de esto, este negocio es nuestro y nos traerá muchas ganancias». Era una buena confesión respecto a uno de sus muchos sucios negocios.

—Suficiente. —Apagué la grabadora—. Que no te extrañe tanto, Egor, sabes bien la calaña que son. Miki te lo ha dicho miles de veces.

—No creí que se atrevieran de nuevo. —Negó con la cabeza—. ¿Qué quieres a cambio de esas pruebas? Mejor dicho, ¿qué quieres en general?

—Lo que mi hermano quiere decir —intervino Liov irguiendo la espalda— es que no nos queda muy claro por qué haces esto. Puedes meternos a todos durante el resto de nuestros días en la cárcel; sin embargo, arriesgas tu vida. ¿Con qué fin?

—Es cierto. Todos podríais dormir mañana mismo en el calabozo si así lo deseara, pero no lo deseo. La principal razón es Miki. Me enamoré de él, lo quiero más de lo que nunca pensé llegar a querer a alguien; sin embargo, heme aquí, dejando todo de lado si así lo tengo a él. —La voz se me quebró—. No tenéis por qué creerme. Podéis pensar que no es más que parte de mi plan, en cambio, es una de las pocas cosas en las que no he mentido desde que he llegado aquí.

—Bien —dijo Egor—, supongamos que te creemos. ¿Cuál es el trato?