Para Álex, nuestro Garbanzo.

1 Que habla de cosas realmente catastróficas

 

EL verano pasado ocurrieron tres cosas realmente catastróficas:

 

1. Nora, mi mejor amiga, se fue a Nueva York.

2. Mi madre tuvo dos ideas horribles.

Sí, ya sé que dicho así parecen solo dos cosas, pero en realidad son tres. Mejor os lo explico.

Comienzo por...

 

LA PRIMERA COSA CATASTRÓFICA

Nora no solo es mi mejor amiga, y la chica más lista de la clase, y la más leal, y la más experta en informática, y la más alegre y la más... Además de todo eso, ¡también es una estrella de la televisión!

Todo ocurrió el curso pasado, cuando los dos ayudamos a su padre a conseguir un nuevo trabajo de presentador.

El padre de Nora es Martín Galán, el presentador del famoso concurso El más memo siempre gana y del programa más exitoso de la temporada pasada, Construyendo al padre perfecto. Pues bien, resultó que además de contratar a Martín Galán, los de la productora pensaron en una joven presentadora para una de las secciones del programa. ¿Adivináis quién? ¡Pues claro! Mi amiga, ¡la gran NORA GALÁAAN!

Así que ahora Nora es una celebridad, y yo soy Óscar, el mejor amigo de la chica más famosa del cole.

Todo estaba muy bien y era muy divertido hasta que llegó el mes de julio y las cosas comenzaron a cambiar. Terminó el curso y también terminó la primera temporada del programa de Nora y su padre, y mi amiga y yo hicimos un millón de planes para las vacaciones, porque nos lo queríamos pasar mejor que nunca.

LISTA DE PLANES ESTUPENDOS
PARA LAS VACACIONES

POR NORA GALÁN Y ÓSCAR LIRÓN

Inventar un helado de sabor raro

Bañarnos en la fuente del parque municipal

Mirar las estrellas en bañador

Buscar países lejanos en internet

Comernos una pizza familiar nosotros solos

Probar el café

Escalar el árbol del patio de la vecina

Dar un baño a todos los gatos
abandonados del barrio

Ver dos películas de terror seguidas
sin que ninguno se muera de miedo

Plantar un hueso de aguacate a ver qué pasa

Había más cosas, pero esas eran las más importantes. Y las vacaciones, estaba seguro, iban a ser las más alucinantes de toda mi vida.

Hasta que el segundo día después de terminar el cole, Nora vino a verme muy desanimada y me dijo que no podríamos hacer ninguna de las cosas de la lista.

–¿Por qué? –le pregunté con tristeza–. ¿Has encontrado un mejor amigo más interesante que yo?

Me miró igual que el profe de mates cuando no me sé la tabla del seis.

–Pero ¿tú estás tonto? –dijo.

–Como ahora eres famosa... –susurré.

–¡Tú estás tonto! –dijo ella, poniéndose colorada del sofoco, y lanzó una pregunta–: ¿Tú crees que yo soy una de esas bobas que no saben valorar lo importante?

Negué con la cabeza. Ella continuó, después de recuperar su color normal:

–No es eso, es que mi padre quiere que pasemos el verano en Nueva York.

Debo reconocer que por poco exploto de la envidia.

–¡Qué suerte! –dije.

Pero ella volvió a ponerse un poco colorada para decir:

–Pero ¿qué dices? ¡Me ha matriculado en una academia de inglés! Tengo que ir a clase todos los días. Empiezo a las siete y media de la mañana, la pausa para la comida es de solo una hora y también hay clases por la tarde, hasta las seis. Mi padre dice que al llegar a casa tendré que hacer los deberes, porque es una escuela muy estricta y no los perdonan ni un solo día. ¡Hasta hay clases los sábados por la mañana! ¿Te sigue pareciendo una suerte?

–Bueno... –dije yo–, siempre te quedan los domingos.

–¡Los domingos hay visitas culturales! Y lecciones de recuperación. Además, mi padre va a estar muy ocupado.

–Jo, menudo rollo –dije yo, no sé si pensando en su plan o en nuestra lista–. ¿Y tu padre qué va a hacer mientras tanto?

–¡Eso es lo peor! ¡Mi padre se va a quedar en el hotel, bronceándose en la piscina de la azotea, estudiando las propuestas que ha recibido de todas las cadenas de televisión de cara a la temporada próxima! ¡Dice que nadie quiere a un presentador que no tenga un buen bronceado! Se ha comprado una docena de botes de crema para el sol y tres toallas de playa. ¡Es una injusticia!

A mí también me pareció una injusticia, pero creí que era mejor no decírselo para que no se enfadara más. En lugar de eso, solo añadí:

–Te voy a echar mucho de menos, Nora.

–Y yo también a ti, tonto.

Y me dio un abrazo tan fuerte que el bocadillo del desayuno soltó desde mi estómago un «¡ay!» de dolor.

Y después de esta escena tan emotiva, lo mejor es dejar las otras dos cosas catastróficas para el capítulo siguiente.