DATOS DE LA COLECCIÓN

PEQUEÑOS GRANDES ENSAYOS

DIRECTOR
Álvaro Uribe
CONSEJO EDITORIAL
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David Turner Barragán
Arturo Camilo Ayala Ochoa
Elsa Botello López
José Emilio Pacheco
Antonio Saborit
Ernesto de la Torre Villar †
Juan Villoro
Colin White Muller †
DIRECTOR FUNDADOR
Hernán Lara Zavala

Universidad Nacional Autónoma de México
Coordinación de Difusión Cultural
Dirección General de Publicaciones y Fomento Editorial


 

Bibliografía mínima

Machado de Assis, Quincas Borba, Barcelona, Icaria, 1990; Don Casmurro, Madrid, Cátedra, 1991; Helena, Barcelona, Sirmio, 1992; El alienista, Barcelona, Tusquets, 1997; La causa secreta y otros cuentos de almas enfermas, Madrid, Celeste, 2000; Memorial de Aires, Valladolid, Cuatro, 2001; Memorias póstumas de Blas Cubas, Madrid, Alianza, 2003; Los papeles de Casa Velha, Madrid, Funambulista, 2005; Crónicas escogidas, Madrid, Sexto Piso, 2008.

INFORMACIÓN SOBRE LA PUBLICACIÓN

JOAQUIM MARIA MACHADO DE ASSIS


Textos críticos


UNAM

Presentación de
CONSUELO RODRÍGUEZ MUÑOZ

UNIVERSIDAD NACIONAL AUTÓNOMA DE MÉXICO
2012

Notas

1 Sociedad literario-humorística fundada por la editorial Paula Brito (N. de la Ed.). [regresar]

2 Al respecto véase Valquiria Wey, “Reflexiones de una crisis: 1878 en la obra de Machado de Assis”, en Latinoamérica. Anuario de Estudios Latinoamericanos, núm. 32, México, CCyDEL-UNAM, 2001, pp. 45-57. Este texto señala las objeciones que el escritor brasileño ponía a dos de las obras más importantes del más prestigiado escritor de la época: Eça de Queirós, y plantea que esta crítica revela en gran medida un nuevo proyecto de novela de Machado de Assis, quien ya estaba pensando en cambios en la concepción de este género, que más tarde emprendería en su propia obra. “Podemos suponer, ante el cambio inminente de dirección en su propia obra, que está también molesto con algo que tiene que ver con su propia lucha por la expresión; por una nueva solución formal que resuelva satisfactoriamente la tensión entre experiencia y representación estética, entre la valoración madura de la sociedad brasileña y su representación, en un proyecto congruente entre lo local y lo universal”, p. 51. [regresar]

 


PRESENTACIÓN

 

Joaquim Maria Machado de Assis (Río de Janeiro, 1839-1908) es considerado el escritor más importante del siglo XIX en Brasil y, según los críticos, el precursor de la literatura brasileña contemporánea. Abordó diferentes géneros: poesía, teatro, crónica, novela y cuento, entre otros, aunque es más conocido por su narrativa. Su obra de ficción es el género más adecuado para apreciar su evolución como escritor. Sin embargo, en géneros denominados menores –como la crónica o el ensayo, en este caso textos críticos– sus reflexiones en torno a la literatura fueron trascendentes en su época y significativos para su propia producción narrativa.

Inició su vida como escritor en 1855 con la publicación del poema “Ella” en la revista A marmota fluminense, editada por Francisco de Paula Brito, la cual constituía un punto de encuentro de los jóvenes escritores de la época, lo que le permitió incorporarse al grupo literario del momento. Fue miembro de la llamada Sociedad Petalógica,1 y sus relaciones con este grupo lo llevaron a ingresar como tipógrafo aprendiz en la Imprenta Nacional, en 1856, y dos años más tarde pasó a ser corrector de pruebas de la editorial Paula Brito.

Incursionó en el teatro con relativo éxito (Hoje avental, amanhã luva, 1860). Su vocación de dramaturgo le dio a su obra una perspectiva teatral que está presente en la forma de proyectar su producción narrativa, su poesía y sus crónicas. Su primer libro de poesía, Crisálidas, apareció en 1864 y, aunque nunca despuntó como poeta, sí cultivó el género con maestría; sus otros poemarios son Falenas (1870) y Americanas (1875). En este último retomó el tema indigenista tardíamente, por supuesto bajo la influencia de José de Alencar y Antônio Gonçalves Dias, aunque sin aportar nada nuevo al tratamiento del tema. En Ocidentais, de 1879, hay algunos poemas de calidad entre los que cabe mencionar “No alto” y el soneto a Carolina, su esposa, quien había fallecido.

Hacia los años sesenta de ese siglo reapareció el Diário do Rio de Janeiro, de cuyo equipo de redacción formó parte. Colaboró en diversas publicaciones periódicas como cronista y en este género alcanzó gran reconocimiento. Su trabajo como cronista está recogido en diversas series entre las que destacan las dos últimas: Bons dias y A semana.

La producción novelística de Machado de Assis está integrada por nueve obras y ha sido dividida en dos etapas. A la primera pertenecen Ressurreição (1872), A mão e a luva (1874), Helena (1876) y Iaiá Garcia (1878), que fueron escritas según los cánones románticos, giran en torno al problema de la jerarquía social y ponen de manifiesto la lucha entre la ambición y los sentimientos. La década de los ochenta representa un periodo de transformaciones en los ámbitos personal y nacional que va a dar cuenta del salto cualitativo de la obra de Machado de Assis. A partir de este momento la producción machadiana está en constante reinvención debido, esencialmente, a la experimentación artística. En Memórias póstumas de Brás Cubas (1881) se revela la consolidación de un estilo propio, singular y original, inaugurándose con ello una segunda fase en su novelística que se completará con Quincas Borba (1891), Dom Casmurro (1899), Esaú e Jacó (1904) y Memorial de Aires (1908).

En 1863 empezó a escribir para el Jornal das famílias de la editorial Garnier; fue ahí donde aparecieron algunos de sus cuentos, tres o cuatro por número, así como una cantidad considerable de traducciones. De esta misma época fueron cuatro comedias que se llevaron a escena. Sus primeros cuentos, al igual que sus novelas, se apegan al romanticismo de tal manera que la mayoría de los publicados en el Jornal das famílias estaban dirigidos a un público que buscaba una literatura amena. Algunos de los temas desarrollados en estos primeros cuentos serán retomados más tarde y trabajados de manera ejemplar. Con el tiempo, los personajes y asuntos de la primera época cobrarán nueva fuerza. La experiencia y madurez de Machado, así como su convivencia con la elite social e intelectual, le permitieron plasmar con más vigor estos personajes, asimilando la realidad y recreándola desde su interior. Su producción cuentística está recogida en varios volúmenes, entre ellos: Contos fluminenses (1870), Histórias da meia-noite (1873), Histórias sem data (1884) y Relíquias da casa velha (1906). Aunque su concepción del mundo fue casi siempre la misma, con el tiempo se fue haciendo precisa, profunda; no cambió de dirección, pero fue modificando la forma de expresarse.

La trayectoria como escritor de Machado de Assis está acompañada por una carrera pública de cierta relevancia. Fue funcionario importante del Ministerio de Agricultura y, con algunas variantes en los nombramientos, siguió teniendo cargos públicos hasta los últimos días de su vida. En 1867 recibió el nombramiento de Caballero de la Orden de la Rosa, por decreto imperial; y en 1888 fue ascendido a Oficial por sus servicios a las letras.

En 1892 comenzó su colaboración con la Revista Brasileira, una nueva publicación dirigida por José Veríssimo. Su participación lo llevó a frecuentar al grupo de redacción que estaba formado, entre otros, por Affonso de Taunay, Joaquim Nabuco, José P. de Graça Aranha; de estas reuniones surgió el proyecto de crear la Academia Brasileña de Letras, que Machado de Assis impulsó de manera sostenida. La Academia se fundó en 1896 y tuvo como primer presidente electo, en enero de 1897, al mismo Machado de Assis, quien ocupó ese puesto hasta su muerte, en 1908.

Machado de Assis: crítico

 

La cuantiosa labor Machado de Assis como crítico literario abarcó temas especialmente importantes vinculados con su entorno, con él mismo y con obra. Los textos reunidos en el presente volumen aparecieron en la prensa brasileña de la época; son parte de su correspondencia personal, y muestra del pensamiento crítico de este autor. Dichos trabajos contienen ideas que se entretejen y complementan, en particular sus planteamientos sobre el desarrollo de la literatura en Brasil y los fundamentos que deben sustentar la tarea del crítico. Sus reflexiones parten de una visión propia de los cambios que observaba en su país y, sobre todo, de su percepción de la producción literaria.

Siendo muy joven escribió “El pasado, el presente y el futuro de la literatura” (1858), un ensayo lúcido que refleja ya al crítico literario, y en el que observa la necesidad de una transformación ante la “doble esclavitud”, política e intelectual, que vivía Brasil. Para él era fundamental un cambio que permitiera al país proyectarse como una nación nueva en el campo de las ideas, sobre todo las literarias.

En “Ideas sobre el teatro” (1859) hace un extenso análisis del género dramático y expresa sus opiniones acerca de la tarea educativa de los intelectuales. Este trabajo se complementa con los puntos de vista expuestos en “El teatro nacional”, en donde considera que el teatro, el periódico y la tribuna pública son vehículos esenciales en el proceso de modernización.

Un texto fundamental para la crítica brasileña es “Noticia de la actual literatura brasileña. Instinto de nacionalidad” (1873), en el cual Machado de Assis desarrolla el asunto de la literatura nacional y pone en tela de juicio la producción romántica, aun cuando fuera seguidor de este movimiento, en su primera etapa como escritor, y admirador de sus dos grandes figuras: el poeta Gonçalves Dias y el narrador José de Alencar. Quería dejar claro que para escribir literatura nacional no era necesario tratar exclusivamente temas nacionales, y si bien no reniega totalmente de la temática nacionalista se reserva el derecho de abordar otros asuntos.

Su lucidez también quedará plasmada en dos artículos de gran importancia, en los que expresa su opinión sobre el realismo a partir de su crítica a la novela O primo Basílio del escritor portugués Eça de Queirós.2

“El ideal de crítico” retoma ideas planteadas en textos anteriores y esboza un conjunto de principios éticos que contribuirán a la profesionalización de este trabajo de importancia semejante a la del propio creador literario. En “El periódico y el libro” subraya la relevancia de tal medio de comunicación en el proceso de modernidad y circulación de las ideas. Su ironía y estilo hiperbólico están presentes en “Acuarelas”, donde critica a los diferentes grupos sociales de su época, entre los que se encuentran los falsos intelectuales, la Iglesia y los políticos. Interesantes puntos de vista sobre autores brasileños –José de Alencar y Antônio Castro Alves– y portugueses –João Almeida Garrett y José Maria Eça de Queirós–, contemporáneos suyos, también están incluidos en la presente antología.

Su concepción literaria no se reducía a una obra nacionalista con elementos patrióticos y edificantes. Por eso hay en la crítica machadiana una acumulación de experiencia y reconocimiento de sus antecesores, no sólo la influencia o lectura de escritores extranjeros. El tema de la tradición literaria es muy importante para Machado de Assis en tanto sabe que es necesario consolidar una tradición nacional independiente y, al mismo tiempo, apropiarse de la tradición europea con el objetivo de insertar a la primera en un contexto universal, tarea sustancial del escritor moderno.

Los ensayos aquí reunidos ofrecen un panorama de la producción literaria de Machado de Assis, aunque su escritura abarcó un lapso de tiempo extenso, que va desde sus inicios intelectuales hasta su consolidación como escritor moderno. También se incluye el discurso inaugural y el de cierre de sesión de la Academia Brasileña de Letras, dada la importancia de la labor del escritor como fundador y primer presidente de esa institución.

Se optó por una organización temática de los ensayos, más que cronológica, para presentar no sólo la evolución de las ideas de Machado, sino una visión amplia de sus temas. Sus ideas comprenden el espacio histórico que va desde el romanticismo brasileño hasta la producción portuguesa contemporánea suya, de donde recoge ciertos aspectos primordiales presentes en las obras de la segunda etapa, ya inscritas en el realismo.

La traducción de estos textos la llevaron a cabo, de manera individual, varios traductores, aunque cada trabajo fue revisado colectivamente en un seminario organizado para tal efecto. Durante las sesiones de trabajo se decidieron los criterios para mantener la coherencia y unidad de la obra original, como conservar vocablos y alocuciones de la época.

Asimismo, se acordó que los textos incluyeran las notas que, a criterio del traductor y del grupo de trabajo, resultaran indispensables para la mejor comprensión de los lectores actuales, aunque sin duda también dan cuenta de la amplia cultura de Machado de Assis.

 

De los agradecimientos

 

La traducción de los textos se realizó en el marco del seminario de traducción del Centro de Estudios Brasileños (CEB) de la Embajada de Brasil en México y contó con la generosidad incondicional de su directora, Valquiria Wey, a quien agradezco como siempre su amistad y confianza al invitarme a realizar este trabajo. Mi reconocimiento a María Auxilio Salado por coordinar el seminario y por haber compartido, una vez más, sus conocimientos y experiencia. Las sesiones de trabajo se convirtieron en un espacio de aprendizaje que trascendió el nivel académico, hasta llegar a lo personal, a partir del intercambio de saberes, vivencias, críticas, pero también de risas, bromas y todo lo que hace de espacios como éste sitios especiales; expreso mi gratitud a mis compañeras y compañeros traductores por su compromiso y trabajo invaluable.

Por último quiero hacer patente mi homenaje personal a Machado de Assis tras el centenario de su fallecimiento, conmemorado el 29 de septiembre de 2008, pues su obra ha significado para mí no sólo un objeto de estudio, sino parte de mi vida académica y personal, alimentada de mis actividades como estudiante-docente, de las amenas conversaciones con maestros, colegas, alumnos y familia, todos amigos, que han compartido conmigo la obra de este escritor brasileño siempre vigente.

Consuelo Rodríguez Muñoz
México, D. F., abril de 2010

EL PASADO, EL PRESENTE Y EL FUTURO DE LA LITERATURA *

 

I

La literatura y la política, estas dos facetas muy distinguidas de la sociedad civilizada, envuelven como una pareja púrpura de gloria y de martirio a los personajes luminosos de nuestra historia de ayer. La política, elevando las cabezas eminentes de la literatura y la poesía, santificando con sus inspiraciones atrevidas a las víctimas de las agitaciones revolucionarias, es la manifestación elocuente de una raza heroica que luchaba contra la indiferencia de la época, bajo el peso de las medidas despóticas de un gobierno absoluto y bárbaro. El ostracismo y el cadalso no los intimidaban a ellos, verdaderos apóstoles del pensamiento y de la libertad; a ellos, nuevos Cristos de la regeneración de un pueblo, cuya misión era la unión del desinterés, del patriotismo y de las virtudes humanitarias.

Era una empresa difícil la que entonces tenían a la vista. La sociedad contemporánea era muy mezquina para clamar “¡adelante!” a aquellos misioneros de la inteligencia y sustentarlos en sus más altas aspiraciones. Parece que el terror de una época colonial inoculaba en las fibras íntimas del pueblo el desánimo y la indiferencia.

La poesía de entonces tenía un carácter esencialmente europeo. Gonzaga, 1 uno de los más líricos poetas de la lengua portuguesa, pintaba escenas de la Arcadia, según la frase de Garrett,2 en vez de dar un color local a su lírica, en vez de darles un cuño puramente nacional. De aquí una gran pérdida: la literatura se esclavizaba, en vez de crear un estilo propio, de forma que más tarde pudiera influir en el equilibrio literario de América.

La mayoría era así; las excepciones eran pocas. Era evidente que la influencia poderosa de la literatura portuguesa sobre la nuestra sólo podía ser disminuida y sacudida por una revolución intelectual.

Sin embargo, para contrarrestar ese hecho, cuyos resultados podían ser funestos, como una valiosa excepción apareció el Uraguai de Basílio da Gama.3 Sin pisar la senda seguida por los otros, Gama escribió un poema, si no puramente nacional, al menos nada europeo. No era indígena, y la poesía indígena, bárbara, la poesía del boré y el tupã, no es la poesía nacional. ¿Qué tenemos con esa raza, con esos primitivos habitantes del país, si sus costumbres no son el lado característico de nuestra sociedad?

Mientras tanto, Basílio da Gama era un verdadero talento, inspirado por los ardores vaporosos del cielo tropical. Su poesía suave, natural, a veces enternecedora, pero elevada sin ser bombástica, agrada y apasiona el espíritu. Fue una lástima que en vez de escribir un poema de tan tímidas proporciones, no emplease su talento en un trabajo de más amplia esfera. ¡Los grandes poemas son tan escasos entre nosotros!

Las odas de José Bonifácio4 son magníficas. La belleza de la forma, la concisión y fuerza de la frase, el estilo elevado, todo ahí encanta y arrebata. Algunas de ellas son superiores a las de Filinto.5 José Bonifácio reunió los dos grandes principios por los cuales se sacrificaba aquella generación: la literatura y la política. Sería más poeta si fuera menos político, pero, tal vez, no sería tan conocido por las clases bajas. Preguntad al trabajador que cava la tierra con el azadón quién era José Bonifácio; hablará sobre él con el entusiasmo de un corazón patriota. La oda no llega al ámbito del agricultor. La razón es clara: le faltan los conocimientos, la educación necesaria para comprenderla.

Los Andrada6 fueron una trinidad simbólica de la inteligencia, del patriotismo y de la libertad. La naturaleza no produce muchos hombres como aquéllos. Interesados vivamente por la regeneración de la patria, plantaron la dinastía bragantina7 en el trono imperial, convencidos de que el héroe de Ipiranga8 convenía más que nadie a un pueblo altamente liberal, y así legaron a la generación actual las doradas tradiciones de una generación fecunda de prodigios, animada por una santa inspiración.

Sousa Caldas, S. Carlos y otros muchos también fueron astros luminosos de aquel firmamento literario. La poesía, la forma más conveniente y perfectamente acomodada a las expansiones espontáneas de un país nuevo, cuya naturaleza sólo conoce una estación, la primavera, tuvo en aquellos hombres, verdaderos misioneros que honraron la patria y que hacen evidentes nuestras riquezas intelectuales, al crítico más investigador y exigente.

II

 

Una revolución literaria y política era necesaria. El país no podía continuar viviendo bajo aquella doble esclavitud que lo podía aniquilar.

La aurora del 7 de septiembre de 1822 fue la aurora de una nueva era. El grito de Ipiranga fue el “Eureka soltado por los labios de aquellos que verdaderamente se interesaron por la suerte del Brasil, cuya felicidad y bienestar procuraban.

El país se emancipó. Europa contempló de lejos esta regeneración política, esta transición súbita de la servidumbre hacia la libertad, operada por la voluntad de un príncipe y de media docena de hombres eminentemente patriotas. Fue una honrosa conquista que nos debe llenar de gloria y de orgullo; y es, más que nada, una elocuente respuesta a la interrogación pedantesca de media docena de escépticos de la época: ¿Qué somos nosotros?

Había, digamos de paso, en el procedimiento del fundador del imperio un sacrificio heroico, admirable y pasmoso. Dos tronos se erguían delante de él: uno lleno de tradiciones y de gloria; el otro, apenas salido de las manos del pueblo, no había pasado, ¡y se fortificaba sólo como una esperanza en el futuro! Escoger el primero era un doble deber, como patriota y como príncipe. Aquella cabeza inteligente debía dar su parte de gloria al trono de D. Manuel y de D. João II.9  ¡Ahora bien!, él escogió lo segundo, con el cual nada ganaba, y al cual iba a dar mucho. Hay pocos sacrificios como éste.

Pero posterior al fiat político, debía venir el fiat literario, la emancipación del mundo intelectual, vacilante bajo la acción influyente de una literatura ultramarina. ¿Pero cómo? Es más fácil regenerar una nación, que una literatura. Para ésta no hay gritos de Ipiranga; las operaciones se realizan vagarosamente y no se llega en un solo momento a un resultado.

Además, las erupciones revolucionarias agitaban las entrañas del país; la antorcha de las disensiones civiles ardía en corazones inflamados por las pasiones políticas. El pueblo se había fraccionado e iba derramando por sus propias venas la fuerza y la vida. Era necesario hacer cesar esas luchas fratricidas para dar lugar a las luchas de la inteligencia, cuyo resultado inmediato son los laureles fecundos de la gloria y los aplausos entusiastas de una posteridad agradecida.

Ciertamente, la sociedad actual no es compasiva; no acoge el talento como debe hacerlo. ¡Compréndanos! No somos enemigos encarnizados del progreso material. Chateaubriand10 lo dijo: “Cuando se perfeccione el vapor, cuando se hayan hecho desaparecer las distancias, no han de ser sólo las mercancías las que han de viajar de un lado a otro del globo, con la rapidez del relámpago; también han de ser las ideas”. Este pensamiento de aquel restaurador del cristianismo es justamente el nuestro; no es el desarrollo material lo que acusamos y atacamos. Lo que nosotros queremos, el que quieren todas las vocaciones, todos los talentos de la actualidad literaria, es que la sociedad no se lance exclusivamente a la realización de ese progreso material, magnífico pretexto de especulación para ciertos espíritus positivos que alientan el flujo y reflujo de las operaciones monetarias. El predominio exclusivo de esa realeza obtusa, cuya legitimidad se funda en una letra de cambio, es fatal, demasiado fatal a las inteligencias; el talento pide, y también tiene derecho, a las miradas piadosas de la sociedad moderna: negar y despejarlo de todas las aspiraciones es nulificar todos los esfuerzos aplicados en la realización de las ideas más generosas, de los principio más saludables y de los gérmenes más fecundos del progreso y de la civilización.

III

 

Es, sin duda, por este doloroso indiferentismo que la generación actual ha de encontrar numerosas dificultades en su peregrinación; contrariedades que, sin abatir del todo las tendencias literarias, todavía pueden fatigarlas, reduciéndolas a un marasmo apático, síntoma doloroso de una decadencia prematura.

En el estado actual de cosas, la literatura no puede ser perfectamente un culto, un dogma intelectual, y el literato no puede aspirar a una existencia independiente, sino a volverse un hombre social, participando de los movimientos de la sociedad en que vive y de la que depende.

Esta verdad, excepto en el periodismo, se verifica en cualquier otra forma literaria. Ora, ¿será posible que así tengamos una literatura convenientemente desarrollada? Respondemos que no.

Tratemos de las tres formas literarias esenciales: la novela, el drama y la poesía.

Nadie que sea imparcial afirma la existencia de las dos primeras entre nosotros; por lo menos, la existencia animada, la existencia que vive, la existencia que se desarrolla fecunda y progresiva. Pocos, muy pocos, se han dedicado al estudio de una forma tan importante como la novela; aun a pesar de la convivencia perniciosa con las novelas francesas, que discute, aplaude y endiosa nuestra juventud, tan poco escrupulosa de herir las susceptibilidades nacionales.

Podríamos aquí señalar los nombres de esos pocos que se han entregado a un estudio tan importante, pero eso no entra en el orden de este trabajo, breve examen genérico de nuestras letras. En un trabajo de más largas dimensiones que vamos a emprender, analizaremos minuciosamente a esos personajes de mucha importancia en verdad para nuestra reciente literatura.

Pasando al drama, al teatro, es palpable que a ese respecto seamos el pueblo más atrasado y pobretón entre las naciones cultas. Decir que tenemos teatro es negar un hecho; decir que no lo tenemos es publicar una vergüenza. Y todavía es así. No somos severos: los hechos hablan muy alto. Nuestro teatro es un mito, una quimera. Y ni se diga que queremos que en tan verdes años nos irgamos a la altura de Francia, la capital de la civilización moderna; ¡no! Basta con que nos moldeemos por aquella renaciente literatura que florece en Portugal, todavía ayer estremecido al impulso de las erupciones revolucionarias.

¿Para qué estas traducciones que debilitan nuestra escena dramática? ¿Para qué esta invasión de piezas francesas, sin el mérito de lo local y llenas de equívocos, a veces sin sabor, y con galicismos, que hacen recular el más denodado francelho?

Es evidente que es ésta la cabeza de Medusa, que llena de terror a las tendencias indecisas, al igual que a las animosas. Es verdad que más de una tentativa habrá abortado de cara a esta verdad pujante, a este hecho doloroso.

Pero, ¿a quién atribuirlo? ¿Al pueblo? El triunfo que obtuvieron las comedias de Pena11 y del señor Macedo12 prueba lo contrario. El pueblo no es avaro en aplaudir y animar las vocaciones; saber agradarlo es lo esencial.

Está fuera de dudas, pues, que no existe en el pueblo la causa de ese mal, no puede existir sino en las direcciones y empresas. Digan lo que quieran, las direcciones influyen en este caso. Las tentativas dramáticas naufragan delante de este zariato de bastidores, inmoral y vergonzoso, puesto que tiende a obstruir los progresos del arte. La traducción es el elemento dominante en ese caos que debería ser el arca santa donde el arte por los labios de sus oráculos hablara a las turbas entusiasmadas y delirantes. Trasplantar una composición dramática francesa a nuestra lengua es tarea que incumbe a cualquier bípedo que entiende de letra redonda. ¿Qué sacan de ahí? Lo que se está viendo. El arte se volvió una industria; y aparte de media docena de tentativas, bastante exitosas sin duda, nuestro teatro es una fábula, una utopía.

¿Habrá remedio para esta situación? Creemos que sí. Una reforma dramática no es fácil en este caso. Hay un medio fácil e ingenioso: recúrrase a las operaciones políticas. La cuestión es de pura diplomacia: un golpe de estado