Mensajes para los jóvenes

Elena G. de White

Gral. José de San Martín 4555, B1604CDG Florida Oeste, Buenos Aires, Rep. Argentina.

Mensajes para los jóvenes

Elena G. de White

Título del original: Messages to Young People, Ellen G. White Publications, Washington, D.C., 1967.

Dirección: Aldo D. Orrego

Traducción: Anónimo

Diseño del interior: Carlos Schefer

Diseño de tapa: Nancy Reinhardt, Nelson Espinoza

Ilustración de tapa: Shutterstock (banco de imágenes)

Libro de edición argentina

IMPRESO EN LA ARGENTINA - Printed in Argentina

Primera edición, e - Book

MMXX

Es propiedad. © Ellen G. White Publications. © 1984 ACES.

Queda hecho el depósito que marca la ley 11.723.

ISBN 978-987-798-112-4

Publicado el 30 de marzo de 2020 por la Asociación Casa Editora Sudamericana (Gral. José de San Martín 4555, B1604CDG Florida Oeste, Buenos Aires).

Tel. (54-11) 5544-4848 (Opción 1) / Fax (54) 0800-122-ACES (2237)

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Prefacio

En la antigüedad, cuando Jerusalén iba a ser reedificada, el profeta oyó en visión que un mensajero celestial decía a otro: “Corre, habla a ese joven”. Y así, en nuestros días, se ha dado a los jóvenes adventistas de ambos sexos una parte importante que realizar en el último drama de la historia terrenal.

“El Señor ha designado a los jóvenes para que acudan en su ayuda” (Joyas de los testimonios, t. 3, p. 105).

“Con semejante ejército de obreros como el que nuestros jóvenes, bien preparados, podrían proveer, ¡cuán pronto se proclamaría a todo el mundo el mensaje de un Salvador crucificado, resucitado y próximo a venir!” (La educación, p. 271).

Desde el mismo comienzo de nuestra obra, mediante el Espíritu de Profecía, los jóvenes de este movimiento han estado recibiendo mensajes como éstos. El instrumento escogido por el Señor para la manifestación de este don, Elena G. de White, era una joven que apenas tenía diecisiete años cuando comenzó sus labores. Conocía las luchas de la niñez y la juventud con los poderes de las tinieblas, y la vida victoriosa en Cristo. De su pluma salieron muchos mensajes de instrucción, simpatía, reprensión y aliento dirigidos expresamente a los jóvenes. Y tales mensajes, que siempre guían la mente de los jóvenes a Cristo y a su Palabra como la única fuente de poder para la formación de hombres y mujeres cristianos y nobles, han hecho mucho para fomentar el espíritu de consagración que caracteriza a tantos de nuestros jóvenes.

Así fue que en 1892 y 1893 se dieron mensajes que sugerían la necesidad de que nuestros jóvenes se organizaran en grupos y sociedades para la obra cristiana. A raíz de estas sugerencias se creó la Sociedad de Jóvenes Misioneros Voluntarios (hoy llamada de Jóvenes Adventistas), que demostró ser un gran poder elevador y sostenedor en la vida de la juventud adventista del mundo entero.

Aunque muchos de los escritos de la Hna. White destinados a los jóvenes se publicaron en sus libros, numerosos artículos que aparecieron en la revista The Youth’s Instructor [El Instructor de la Juventud] y en otros lugares no se conservaron en forma permanente. Esas instrucciones son una herencia preciosa, y debieran estar en las manos de todos nuestros jóvenes hoy día. Por tanto, el departamento de Jóvenes de la Asociación General repasó todo lo que ella escribiera en nuestros periódicos desde el comienzo de sus tareas, y eligió los temas referentes a los jóvenes y a sus problemas. Aunque no ha sido posible conservar siempre el artículo entero, se tuvo el cuidado de hacer la selección de tal manera que ofrezca claramente la idea de la autora sobre el asunto tratado.

De modo que la compilación y el arreglo de los artículos que aparecen en este tomo fueron realizados de común acuerdo por los fideicomisarios del Patrimonio White y los directores del departamento de Jóvenes de la Asociación General. Y para cumplir el propósito de ofrecer a los lectores de habla castellana los más valiosos mensajes dados por Dios a su pueblo mediante Elena de White, y gracias a la labor esmerada de los editores que revisaron su traducción, este material se publica en la forma presente.

Esperamos que el interés de nuestros jóvenes los induzca a estudiar con cuidado todos los mensajes enviados a la iglesia remanente mediante el Espíritu de Profecía. Nuestro más ferviente ruego es que estos mensajes sean una fuente de gran fortaleza moral para los jóvenes adventistas de habla castellana en todo el mundo, para el perfeccionamiento del carácter cristiano y para dar nuevo impulso a la consumación de nuestra gran tarea: “El mensaje adventista a todo el mundo en esta generación”.

DEPARTAMENTO DE JÓVENES DE LA ASOCIACIÓN GENERAL

Sección I

EL PROPÓSITO DE DIOS PARA LA JUVENTUD

Con el fin de que la obra pueda avanzar en todos los ramos, Dios pide vigor, celo y valor juveniles. Él ha escogido a los jóvenes para que ayuden en el progreso de su causa. El hacer planes con mente clara y ejecutarlos con mano valerosa requiere energía fresca y no estropeada. Los jóvenes están invitados a dar a Dios la fuerza de su juventud, para que por el ejercicio de sus poderes, por medio de la reflexión aguda y la acción vigorosa, le tributen gloria e impartan salvación a sus semejantes (Obreros evangélicos, p. 69).

1

La edificación del carácter para la eternidad

Tengo profundo interés en la juventud y deseo grandemente ver a los jóvenes esforzándose por adquirir un carácter cristiano perfecto, tratando de lograr, mediante el estudio diligente y la oración fervorosa, la preparación esencial para prestar un servicio aceptable en la causa de Dios. Anhelo verlos ayudándose mutuamente para alcanzar un nivel más elevado en la experiencia cristiana.

Cristo vino a enseñar a la familia humana el camino de la salvación e hizo este camino tan llano que hasta un niñito puede andar por él. Invita a sus discípulos a que avancen en el conocimiento del Señor; y a medida que éstos sean guiados diariamente por su dirección, aprenderán que su salida está aparejada como el alba.

Ustedes han observado la salida del sol, y la aparición gradual del día sobre la Tierra y el cielo. Poco a poco progresa la aurora, hasta que aparece el sol; la luz se hace cada vez más fuerte y clara hasta que se llega a la plena gloria del mediodía. Es ésta una bella ilustración de lo que Dios desea hacer por sus hijos en el perfeccionamiento de su experiencia cristiana. Andando día tras día en la luz que él nos envía, en la obediencia voluntaria a todos sus requerimientos, nuestra experiencia crece y se amplía hasta que alcanzamos la estatura plena de hombres y mujeres en Cristo Jesús.

Los jóvenes necesitan tener siempre presente el camino que Cristo siguió. Fue en todos sus pasos un camino de victorias. Cristo no vino a la Tierra como rey, para gobernar a las naciones. Vino como hombre humilde para ser tentado y para vencer la tentación; para que sigamos en pos de él, como debemos ir, para conocer al Señor. En el estudio de la vida de Jesús aprenderemos cuánto hará Dios, por su medio, en favor de sus hijos. Y sabremos que por grandes que sean nuestras pruebas, no pueden exceder a lo que Cristo soportó para que pudiésemos conocer el camino, la verdad y la vida. Mediante una vida de conformidad con su ejemplo, hemos de mostrar nuestro aprecio por el sacrificio que hizo en favor de nosotros.

Los jóvenes han sido comprados a un precio infinito: el de la misma sangre del Hijo de Dios. Consideren el sacrificio del Padre al permitir que su Hijo fuera inmolado. Consideren lo que Cristo abandonó cuando dejó los atrios celestiales y el trono real para dar su vida como sacrificio diario por los hombres. Sufrió reproches y abusos. Soportó todo el insulto y la burla que los hombres malvados pudieron acumular sobre él. Y cuando hubo cumplido su ministerio terrenal, sufrió la muerte de cruz. Consideren sus sufrimientos en la cruz: los clavos con que le atravesaron las manos y los pies; la mofa y el vituperio por parte de quienes vino a salvar; el ocultamiento del rostro de su Padre. Pero mediante todo esto Cristo hizo posible que todos los que quieran lleguen a poseer la vida que se mide con la vida de Dios.

Un fiel Amigo

Cuando Cristo ascendió al Padre, no dejó a sus seguidores sin ayuda. El Espíritu Santo como representante suyo, y los ángeles celestiales como espíritus ministradores, son enviados para ayudar a quienes están peleando la buena batalla de la fe con gran desventaja. Recuerda siempre que Jesús es tu ayudador. Nadie entiende tan bien como él las peculiaridades de tu carácter. Él vela sobre ti, y si estás dispuesto a dejarte guiar por él, te rodeará de influencias para el bien que te capacitarán para cumplir la totalidad de su voluntad respecto de ti.

En esta vida nos preparamos para la vida futura. Pronto habrá una gran inspección en la cual cada persona que trata de perfeccionar el carácter cristiano tendrá que someterse a la prueba de las preguntas escudriñadoras de Dios: “¿Has dado un ejemplo que los demás pudiesen seguir con seguridad? ¿Has estado expectante por los seres humanos, como quien debe rendir cuentas?” Los miembros de la hueste celestial se interesan por los jóvenes y albergan un intenso anhelo de que soporten la prueba y de que a cada uno se le dirijan las palabras de aprobación: “¡Bien, siervo bueno y fiel!... Entra en el gozo de tu señor”.1

Recuerden los jóvenes que aquí han de formar caracteres para la eternidad, y que Dios requiere de ellos que hagan lo mejor que puedan. Vigilen los que tienen más experiencia a los más jóvenes, y cuando los vean tentados, llámenlos aparte y oren con ellos y por ellos. El Señor quisiera que reconozcamos el gran sacrificio que Cristo ha hecho por nosotros, mostrando interés por la salvación de quienes él vino a salvar. Si los jóvenes buscan a Cristo, él hará que sus esfuerzos sean eficaces (The Youth’s Instructor, 21 de noviembre de 1911).


1 Mateo 25:23.

2

Un llamado a la juventud

Dios quiere que los jóvenes lleguen a ser hombres de mente seria, a estar preparados para la acción en su noble obra y a ser aptos para llevar responsabilidades. Dios llama a jóvenes de corazón incorrupto, fuertes y valientes, decididos a pelear varonilmente en la lucha que les espera, para que glorifiquen a Dios y beneficien a la humanidad. Si los jóvenes tan sólo hicieran de la Biblia un objeto de estudio, calmasen sus impetuosos deseos y escuchasen la voz de su Creador y Redentor, no sólo estarían en paz con Dios, sino que se sentirían ennoblecidos y elevados. Joven amigo, redundará en beneficio de tu interés eterno si prestas atención a las instrucciones que contiene la Palabra de Dios, pues son de inestimable importancia para ti.

Te ruego que seas prudente y consideres el resultado de llevar una vida sin freno, no gobernada por el Espíritu de Dios. “No os engañéis, nadie puede burlarse de Dios. Todo lo que el hombre siembre, eso también segará. El que siembra para su carne, de la carne segará corrupción”.2 Por amor a tu ser, por amor a Cristo, quien se dio a sí mismo para salvarte de la ruina, detente en el umbral de tu vida y pesa bien tus responsabilidades, tus oportunidades, tus posibilidades. Dios te ha dado la oportunidad de cumplir un elevado destino. Tu influencia puede dar testimonio de la verdad de Dios: puedes ser colaborador de Dios en la gran obra de la redención humana...

Llamados a un elevado destino

¡Ojalá los jóvenes apreciasen el elevado destino al cual son llamados! Examinen bien el sendero que siguen sus pies. Comiencen su obra con elevado y santo propósito y determinen que, por el poder y la gracia de Dios, no se apartarán de la senda de la rectitud. Si empiezan a ir en la dirección equivocada, cada paso estará lleno de peligro y desastre, y seguirán desviándose del camino de la verdad, la seguridad y el éxito. Ustedes necesitan que el poder divino fortalezca su intelecto y avive sus energías morales.

La causa de Dios requiere las facultades más elevadas del ser, y en muchos campos hay necesidad urgente de jóvenes que tengan aptitudes literarias. Hay necesidad de hombres a quienes se pueda confiar el trabajo en campos extensos que hoy están blancos para la cosecha. Los jóvenes de aptitudes comunes, que se entreguen completamente a Dios, que no estén corrompidos por el vicio y la impureza, tendrán éxito y serán habilitados para hacer una gran obra para Dios. Atiendan los jóvenes la amonestación, y sean de mente sobria.

¡Cuántos jóvenes han malgastado en insensateces y disipación la fuerza que Dios les ha dado! ¡Cuántas historias dolorosas recuerdo de jóvenes que, por entregarse a hábitos viciosos, han llegado a ser mental, moral y físicamente náufragos humanos! Sus organismos están arruinados, y la utilidad de su vida grandemente menoscabada por haberse entregado a placeres ilícitos.

Jóvenes indiferentes y descuidados de hoy, les ruego que se conviertan y lleguen a ser colaboradores con Dios. Sea el tema de estudio de su vida beneficiar y salvar a otros. Si buscan la ayuda de Dios, su potencia, obrando en ustedes anulará todos los poderes opositores y serán santificados mediante la verdad. El pecado prevalece de una manera alarmante entre los jóvenes de hoy día, pero sea el propósito de ustedes hacer cuanto puedan para rescatar a las personas del poder de Satanás.

Ser portadores de luz

Lleven la luz a dondequiera que vayan; muestren que tienen fortaleza de propósito, que no son indecisos, ni se dejan llevar fácilmente por las persuasiones de los malos compañeros. No den presto asentimiento a las sugerencias de los que deshonran a Dios; antes bien, traten de reformar, restaurar y salvar a las personas del mal.

Recurran a la oración, persuadan con mansedumbre y humildad de espíritu a los que se oponen. Un ser humano salvado del error y puesto bajo el estandarte de Cristo producirá gozo en el cielo y añadirá una estrella a la corona de regocijo de ustedes. El ser salvado, mediante su influencia piadosa traerá a otros al conocimiento de la salvación, y así la obra se multiplicará y sólo las revelaciones del día del juicio pondrán de manifiesto su extensión.

No vacilen en trabajar por el Señor porque les parezca que es poco lo que pueden hacer. Hagan ese poco con fidelidad, pues Dios obrará junto con sus esfuerzos. Él escribirá en el libro de la vida los nombres de ustedes, como nombres de quienes son dignos de entrar en el gozo del Señor. Roguemos fervientemente a Dios porque se levanten obreros, pues los campos están blancos para la siega; la cosecha es grande y los obreros son pocos...

Tener ideas amplias

Los jóvenes deberían tener ideas amplias, planes sabios, para sacar el mayor provecho de sus oportunidades e imbuirse de la inspiración y el valor que animaban a los apóstoles. Juan dice: “Os escribí a vosotros, jóvenes, porque sois fuertes, la Palabra de Dios mora en vosotros y habéis vencido al maligno”.3 Se presenta a los jóvenes una norma elevada, y Dios los invita a emprender un verdadero servicio por él. Los jóvenes de corazón recto que se deleitan en aprender en la escuela de Cristo, pueden hacer una gran obra por el Maestro si tan sólo quieren prestar oído a la orden del Capitán, tal como ha resonado a lo largo de las filas hasta nuestro tiempo: “Portaos varonilmente, y esforzaos”.4

Ustedes han de ser hombres que anden humildemente con Dios, que permanezcan delante de él con la virilidad por él impartida, libres de impureza, libres de toda contaminación, de la sensualidad que corrompe a esta época. Han de ser hombres que desprecien toda falsedad y maldad, que se atrevan a ser veraces y valientes, que mantengan en alto el estandarte ensangrentado del Príncipe Emanuel. Sus talentos aumentarán a medida que los usen para el Maestro y serán considerados preciosos por aquel que los compró a un precio infinito. No se sienten ni dejen de hacer algo simplemente por no poder hacer algo grande; antes bien, hagan todo lo que les viniere a la mano para hacer, en forma cuidadosa y enérgica...

El llamado a alistarse

Cristo pide voluntarios que se alisten bajo su estandarte y sostengan ante el mundo la bandera de la cruz. La iglesia languidece por falta de la ayuda de jóvenes que den un testimonio valiente, que con celo ardoroso aticen las indolentes energías del pueblo de Dios, y aumenten así el poder de la iglesia en el mundo. Se necesitan jóvenes que resistan la marea de mundanalidad y eleven una voz de advertencia contra los primeros pasos de la inmoralidad y el vicio.

Pero los jóvenes que quieren servir a Dios y entregarse a su obra, deben primero limpiar el templo de su ser de toda impureza y entronizar a Cristo en el corazón; entonces estarán habilitados para poner energía en su esfuerzo cristiano y manifestarán celo entusiasta para persuadir a los hombres a reconciliarse con Cristo. ¿No quieren los jóvenes responder a la invitación de Cristo y contestar: “Aquí estoy, envíame a mí”?5 Jóvenes, pónganse resueltamente a la vanguardia, y muéstrense como colaboradores de Cristo, emprendiendo la obra donde él la dejó, para llevarla a su terminación (Review and Herald, 16 de junio de 1891).

Elementos esenciales del carácter

Dios no ordena que los jóvenes tengan menos aspiraciones. Los rasgos de carácter que dan éxito y honores a un hombre entre sus semejantes; el deseo inextinguible de algún bien mayor; la voluntad indomable; los esfuerzos arduos; la perseverancia incansable, no deben eliminarse. Por la gracia de Dios, deben encauzarse hacia fines que superen los intereses egoístas y temporales como los cielos son más altos que la Tierra (Patriarcas y profetas, pp. 651, 652).


2 Gálatas 6:7, 8.

3 1 Juan 2:14.

4 1 Corintios 16:13.

5 Isaías 6:8.

3

Tratar de agradarle

El Señor tiene una obra especial que hacer por nosotros individualmente. Al ver la maldad del mundo puesta de manifiesto en los tribunales de justicia y publicada en los diarios, acerquémonos a Dios y, por medio de una fe viva, echemos mano de sus promesas, para que la gracia de Cristo se manifieste en nosotros. Podemos ejercer una influencia, una influencia poderosa en el mundo. Si nos acompaña el poder convincente de Dios, seremos capaces de conducir a las personas del pecado a la conversión.

Nuestra sencillez realizará buena parte de esta obra. No debemos tratar de ascender hasta ocupar puestos elevados, ni conquistar la alabanza de los hombres. No debiéramos tener por meta el ser superiores a los demás. Debemos tener por único blanco la gloria de Dios. Debemos trabajar con toda la inteligencia que Dios nos ha dado, colocándonos donde fluye la luz, para que la gracia de Dios pueda derramarse sobre nosotros para amoldarnos y conformarnos a la semejanza divina. El cielo está esperando otorgar sus más ricas bendiciones a los que quieran consagrarse para hacer la obra de Dios en estos últimos días de la historia del mundo. Seremos probados; tal vez debamos pasar noches en vela; pero pasemos esos momentos en oración ferviente a Dios, con el fin de que él nos dé entendimiento y avive nuestra mente para discernir los privilegios que nos pertenecen (Review and Herald, 1º de abril de 1909).

4

Normas para alcanzar el éxito

“Venerar al Señor es el principio de la sabiduría”.6 Muchos de nuestros jóvenes no sienten la necesidad de ejercitar vigorosamente hasta lo sumo sus facultades en todo momento y bajo todas las circunstancias. No tienen ante la vista el temor de Jehová, y sus pensamientos no son puros ni elevados.

El Cielo entero conoce todo pensamiento, toda acción. Las acciones de ustedes podrán ser invisibles para sus conocidos, pero están abiertas a la inspección de los ángeles. Los ángeles tienen la comisión de servir a los que se esfuerzan por vencer todo hábito malo y mantenerse libres de las artimañas de Satanás.

Fiel integridad

No se da la importancia que se debiera al poder que los pequeños actos malos, las pequeñas inconsecuencias, tienen en la formación del carácter. En la Palabra de Dios se nos revelan los principios más grandiosos y elevados. Nos son dados para fortalecer todo esfuerzo en favor del bien, para gobernar y equilibrar la mente, para inducirnos a aspirar al logro de una norma elevada.

En la historia de José, Daniel y sus compañeros, vemos cómo la áurea cadena de la verdad puede ligar a la juventud al trono de Dios. No podían ser tentados a apartarse de su integridad. Valoraron el favor de Dios por encima del favor y la alabanza de los príncipes, y Dios los amó y los cobijó bajo su escudo.

El Señor los honró señaladamente delante de los hombres por su fiel integridad, por su determinación a honrar a Dios por encima de todo poder humano. Fueron honrados por el Señor Jehová de los ejércitos, cuyo poder se extiende sobre todas las obras de sus manos, arriba en el cielo y abajo en la Tierra. Estos jóvenes no se avergonzaban de desplegar su verdadero estandarte. Hasta en la corte del rey, en sus palabras, en sus hábitos, en sus prácticas, confesaron su fe en el Señor Dios del cielo. Rehusaron inclinarse ante cualquier mandato terrenal que detrajera el honor de Dios. Tenían fuerza del cielo para confesar su lealtad a Dios.

Ustedes deberían estar preparados para seguir el ejemplo de estos nobles jóvenes. No se avergüencen jamás de su bandera; tómenla y despliéguenla a la mirada de los hombres y los ángeles. No se dejen dominar por una falsa modestia, una falsa prudencia que les sugiera un curso de acción contrario a este consejo. Por la elección de sus palabras y una conducta consecuente, por su corrección, su ferviente piedad, hagan una profesión eficaz de su fe, decididos a que Cristo ocupe el trono en el templo del ser, y pongan sus talentos sin reservas a los pies del Señor, para que sean utilizados en su servicio.

Completa consagración

Conviene a tu bienestar presente y eterno ponerte enteramente de parte de lo recto, para que el mundo sepa cuál es tu posición. Muchos no se entregan completamente a la causa de Dios, y su posición vacilante es una fuente de debilidad en sí misma y una piedra de tropiezo para otros. Sin principios fijos, sin consagración, son apartados por las olas de la tentación de lo que saben que es recto, y no se esfuerzan santamente por vencer los errores y por perfeccionar un carácter recto mediante la justicia imputada de Cristo.

El mundo tiene derecho a saber exactamente lo que se puede esperar de cada ser humano inteligente. El que es una personificación viva de los principios firmes, inequívocos y rectos, ejerce un poder viviente sobre sus compañeros, y con su cristianismo influirá sobre otros. Muchos no perciben ni aprecian cuán grande es la influencia de cada persona para el bien o para el mal. Todo estudiante debiera comprender que los principios que adopta llegan a ejercer una influencia viva y modeladora sobre el carácter. El que acepta a Cristo como Salvador personal, amará a Jesús y a todos aquellos por quienes él murió; pues Cristo será en él un manantial de agua que brota para vida eterna. Se entregará sin reservas al dominio de Cristo.

Afirmar la propia libertad

Establezcan como ley de su vida, de la cual no los harán apartar las tentaciones ni ningún interés ajeno a la vida cristiana, el honrar a Dios, porque “de tal manera amó Dios al mundo, que dio a su Hijo único, para que todo el que crea en él, no perezca, sino tenga vida eterna”.7 Dios solicita de ustedes, como agentes morales libres, redimidos, rescatados mediante un precio infinito, que afirmen su libertad y utilicen las facultades que les ha otorgado el Cielo, como súbditos libres del reino celestial. No continúen en la servidumbre del pecado, sino muestren su lealtad a Dios como súbditos leales del Rey de reyes.

Muestren, mediante Jesucristo, que son dignos del sagrado cometido con que el Señor los ha honrado al otorgarles vida y gracia. Deben rehusarse a estar sujetos al poder del mal. Como soldados de Cristo debemos aceptar, deliberada e inteligentemente, sus condiciones de salvación en cualquier circunstancia, tener en alta estima los principios rectos y actuar de acuerdo con ellos. La sabiduría divina debe ser lámpara a sus pies. Sean leales consigo mismos y sean leales a su Dios. Será sacudido todo lo que vacile, pero si están arraigados y cimentados en la verdad, permanecerán firmes con las cosas que no pueden ser sacudidas. La ley de Jehová es inmutable, inalterable, pues es expresión del carácter de Jehová. Resuelvan que ni con palabras ni influencias arrojarán la menor deshonra sobre su autoridad.

Entrega completa

Tener la religión de Cristo significa que ustedes han entregado a Dios, de un modo absoluto, todo lo que son y tienen, y que han consentido en ser guiados por el Espíritu Santo. Mediante el don del Espíritu Santo se les dará poder moral, y no sólo tendrán los talentos que anteriormente se les habían confiado para el servicio de Dios, sino que la eficiencia de los mismos será grandemente multiplicada. La entrega de todas las facultades a Dios simplifica mucho el problema de la vida. Debilita y abrevia mil luchas con las pasiones del corazón natural. La religión es como un cordón de oro que liga a Cristo los espíritus tanto de los jóvenes como de los ancianos. Mediante ella, los voluntarios y obedientes son llevados en salvo a la ciudad de Dios, a través de senderos oscuros e intrincados.

Hay jóvenes que sólo tienen aptitudes comunes, y sin embargo, mediante la educación y la disciplina, con maestros que actúen de acuerdo con principios puros y elevados, pueden salir del proceso de preparación aptos para ocupar algún puesto de confianza al cual Dios los ha llamado. Pero hay jóvenes que fracasarán porque no han resuelto vencer las inclinaciones naturales y no están dispuestos a prestar oídos a la voz de Dios registrada en su Palabra. No han levantado alrededor de su ser barricadas contra las tentaciones ni han resuelto, contra todo riesgo, cumplir con su deber. Se asemejan a aquel que al emprender un viaje peligroso rehúsa toda guía e instrucción por las cuales pudiera evitar accidentes y ruina, y avanza por un camino de destrucción segura.

La elección de mi destino

¡Ojalá comprenda cada uno que él es el árbitro de su propio destino! En ustedes yace su felicidad para esta vida y para la vida futura e inmortal. Si lo quieren, tendrán compañeros que, por su influencia, restarán valor a sus pensamientos, sus palabras y sus normas morales. Pueden dar rienda suelta a los apetitos y las pasiones, despreciar la autoridad, usar un lenguaje grosero y degradarse hasta el más bajo nivel. La influencia de ustedes puede ser tal que contamine a otros y la causa de la ruina de quienes podrían haber sido traídos a Cristo. Pueden hacer apartar a otros de Cristo, de lo recto, de la santidad y del cielo. En el juicio podrán los perdidos señalarlos y decir: “Si no hubiera sido por su influencia, yo no habría tropezado ni me habría burlado de la religión. Él tenía la luz, conocía el camino al cielo. Yo era ignorante y fui con los ojos vendados por el camino de la destrucción”. Oh, ¿qué respuesta podremos dar a tal acusación? Cuán importante es que cada uno considere hacia dónde conduce a las personas. Estamos a la vista del mundo eterno, y cuán diligentemente debiéramos computar el costo de nuestra influencia. No deberíamos excluir la eternidad de nuestra consideración, sino acostumbrarnos a preguntar continuamente: “¿Agradará esta conducta a Dios? ¿Cuál será la influencia de mi acción sobre la mente de los que han tenido mucho menos luz y evidencia en cuanto a lo recto?”

Preguntas escudriñadoras

¡Ojalá los jóvenes escudriñen las Escrituras y hagan como les parece que Cristo hubiese hecho en circunstancias semejantes! Nuestras oportunidades para obtener conocimiento de origen divino han colocado sobre nosotros grandes responsabilidades, y con solicitud intensa debiéramos preguntar: “¿Estoy andando en la luz? ¿Estoy, de acuerdo con la gran luz que he recibido, guiando a otros por el buen camino? ¿O estoy haciendo senderos tan torcidos que el cojo será desviado del camino?”...

Deberíamos estar imbuidos de un sentimiento profundo y constante del valor, la santidad y la autoridad de la verdad. Los rayos brillantes de la luz celestial están alumbrando tu sendero, querido joven, y te ruego que saques el mayor provecho de tus oportunidades. Recibe y aprecia cada rayo enviado del cielo, y tu senda aumentará en brillo hasta el día perfecto (The Youth’s Instructor, 2 de febrero de 1893).


6 Proverbios 9:10.

7 Juan 3:16.

5

Nuestro día de oportunidad

La experiencia de los que trabajaron para Dios en generaciones pasadas tiene lecciones que debemos aprender los que vivimos en este tiempo. Cuán poco conocemos los conflictos, las pruebas y las labores que soportaron estos hombres mientras se equipaban para hacer frente a los ejércitos de Satanás. Poniéndose toda la armadura de Dios, fueron capaces de hacer frente a las astucias de Satanás.

Estos hombres que en tiempo pasado se entregaron a Dios y al engrandecimiento de su causa eran tan firmes en los principios como el acero. Eran hombres que no decaían ni se desanimaban; hombres que, como Daniel, estaban llenos de reverencia y celo por Dios, llenos de propósitos y aspiraciones nobles. Eran tan débiles e impotentes como cualesquiera de los que hoy están ocupados en la obra, pero ponían toda su confianza en Dios. Tenían riqueza, pero consistía ésta en la cultura de la mente y el espíritu. Y puede tenerla cualquiera que dé a Dios el primero, el último y el mejor lugar en todas las cosas. Aunque estemos destituidos de sabiduría, conocimiento, virtud y poder, podemos recibir todo esto si queremos aprender de Cristo las lecciones que es nuestro privilegio aprender.

La clase de obreros que se necesita

Tenemos en esta época oportunidades y ventajas que no era fácil obtener en generaciones pasadas. Tenemos más luz, y ésta la hemos recibido gracias a la obra de los fieles centinelas que hicieron de Dios su sostén, y recibieron de él poder para hacer brillar la luz con rayos claros en el mundo. En nuestra época tenemos mayor luz de la cual sacar provecho, así como en épocas pasadas los hombres y las mujeres de noble valor aprovecharon la luz que Dios les diera. Largo tiempo trabajaron asiduamente para aprender las lecciones que les fueron dadas en la escuela de Cristo, y no trabajaron en vano. Sus esfuerzos perseverantes fueron recompensados. Se unieron con el mayor de todos los poderes, y sin embargo anhelaban siempre una comprensión más profunda, elevada y amplia de las realidades eternas, para poder presentar con éxito los tesoros de la verdad a un mundo necesitado.

Ahora se necesitan obreros de este carácter. Los que a la vista de Dios son hombres, y que así figuran en los libros del cielo, son los que, como Daniel, cultivan todas sus aptitudes en la forma que les permita representar mejor el reino de Dios en un mundo que yace en la impiedad. El progreso en el conocimiento es esencial, pues empleado en la causa de Dios, el conocimiento es un poder para el bien. El mundo necesita hombres de pensamiento, hombres de principios, hombres que estén creciendo constantemente en comprensión y discernimiento. La prensa necesita hombres que la usen aprovechando todas sus ventajas, con el objetivo de que la verdad reciba alas para ir velozmente a toda nación, lengua y pueblo.

Nuestra fuente de eficiencia

Necesitamos hacer uso de los jóvenes que cultiven la laboriosidad honrada, que no teman poner a prueba sus facultades. Jóvenes tales encontrarán empleo en todas partes, porque no vacilan en el camino; llevan la semejanza divina en la mente y el espíritu. Sólo tienen una cosa en vista, y avanzan y se elevan constantemente gritando: “¡Victoria!” Pero no hay llamamiento para el indolente, el temeroso y el incrédulo, quien, por su falta de fe y de disposición a negarse a sí mismo por la causa de Cristo, impide que la obra avance...

Dios llama a los que quieren ser sus colaboradores. Relacionada con Cristo, la naturaleza humana llega a ser pura e íntegra. Cristo provee la eficiencia y el hombre se convierte en un poder para el bien. La veracidad y la integridad son atributos de Dios, y el que posee estos atributos posee un poder invencible (Review and Herald, 10 de marzo de 1903).

Justicia interior

La justicia exterior da testimonio de la justicia interior. El que es justo por dentro, no muestra un corazón duro ni falta de simpatía, sino que día tras día crece a la imagen de Cristo y progresa de fuerza en fuerza. Aquel a quien la verdad santifica, tendrá dominio de sí mismo y seguirá en las pisadas de Cristo hasta que la gracia dé lugar a la gloria. La justicia por la cual somos justificados es imputada; la justicia por la cual somos santificados es impartida. La primera es nuestro derecho al cielo; la segunda, nuestra idoneidad para el cielo (Review and Herald, 4 de junio de 1895)

6

Alturas que se pueden alcanzar

Queridos jóvenes, ¿cuáles son la meta y el propósito de su vida? ¿Ambicionan una educación para tener renombre y posición en el mundo? ¿Tienen el pensamiento que no se atreven a expresar, de estar algún día en la cima de la grandeza intelectual; de sentarse en asambleas legislativas y deliberantes, y de ayudar a dictar leyes para la nación? No hay nada malo en estas aspiraciones. Cada uno de ustedes puede llegar a distinguirse. No deberían contentarse con adquisiciones mezquinas. Escojan una norma elevada y no escatimen esfuerzos para alcanzarla.

La religión es la base de la vida

El temor del Señor es el fundamento de toda verdadera grandeza. La integridad, la integridad inalterable, es el principio que necesitan en todas las relaciones de la vida. Lleven con ustedes la religión a la escuela, a la pensión donde viven, a todas sus ocupaciones. La cuestión importante para ustedes ahora es cómo escoger y perfeccionar sus estudios de modo que mantengan la solidez y la pureza de un carácter cristiano sin mancha, poniendo todos los intereses y las exigencias temporales en sujeción a las demandas superiores del evangelio de Cristo.

Ahora deben edificar de acuerdo con lo que después pueden amueblar, relacionarse con la sociedad y la vida en una forma que responda al propósito que tuvo Dios al crearlos. Como discípulos de Cristo, no se los priva de emprender ocupaciones temporales, pero deberían llevar su religión con ustedes. Cualquiera sea la empresa para la cual se preparen, no abriguen la idea de que no tendrán éxito en ella sin sacrificar los principios.

Responsabilidades elevadas

Equilibrados por el principio religioso, pueden ascender a la altura que quieran. Nos alegraría verlos elevarse a la noble altura que Dios ha determinado que alcancen. Jesús ama a la preciosa juventud; y no le agrada verla crecer con talentos sin cultivar ni desarrollar. Pueden los jóvenes llegar a ser hombres fuertes de principios firmes, capacitados para que se les confíen elevadas responsabilidades, y pueden consagrar lícitamente a este fin todo su vigor.

Pero no cometan jamás crimen tan grande como el de pervertir, para hacer el mal y destruir a otros, las facultades que Dios les ha dado. Hay hombres de talento, que usan su habilidad para extender la corrupción y la ruina moral; pero todos ellos están sembrando una semilla que producirá una cosecha que no se enorgullecerán en recoger. Es cosa terrible usar para esparcir daño y desgracia en la sociedad, en vez de bendición, las capacidades que Dios ha concedido. Es también cosa terrible envolver en un pañuelo el talento que se nos confió y esconderlo en el mundo, pues esto es despreciar la corona de la vida. Dios demanda nuestro servicio. Hay responsabilidades para cada uno; y sólo podemos cumplir la gran misión de la vida cuando aceptamos plenamente estas responsabilidades y las desempeñamos fiel y concienzudamente.

La influencia de la religión

Dice el sabio: “Acuérdate de tu Creador en los días de tu juventud”.8 Pero no supongan, ni por un momento, que la religión los hará tristes y sombríos y les cerrará el camino del éxito. La religión de Cristo no borra, ni siquiera debilita, una sola facultad. No incapacita al individuo para gozar de la verdadera felicidad; no ha sido designada para disminuir nuestro interés en la vida o para hacernos indiferentes a las demandas de los amigos y la sociedad. No cubre la vida de cilicio; no se la expresa en profundos suspiros y gemidos. No, no; aquellos para quienes Dios es lo primero, lo último y lo mejor, son las personas más felices del mundo. No se borran de su rostro las sonrisas y la luminosidad. La religión no hace tosco, desprolijo y descortés al que la acepta; al contrario, lo eleva y ennoblece, refina sus gustos, santifica su criterio, y lo hace apto para estar en la sociedad de los ángeles celestiales y para el hogar que Jesús ha ido a preparar.

No perdamos nunca de vista el hecho de que Jesús es un manantial de gozo. No se deleita en la miseria de los seres humanos, sino en verlos felices. Los cristianos tienen a su disposición muchas fuentes de felicidad y pueden decir con exactitud infalible qué placeres son lícitos y buenos. Gozarán de las recreaciones que no disipen la mente ni rebajen el ser, que no desilusionen ni dejen tras sí una triste influencia que destruye el respeto propio u obstruye el camino de la utilidad. Si pueden llevar consigo a Jesús y mantener un espíritu de oración, están perfectamente seguros...

Nuestra administración de los talentos

Jóvenes amigos, el temor del Señor se halla a la base misma de todo progreso; es el principio de la sabiduría. El Padre celestial tiene derechos sobre ustedes, pues sin que se lo soliciten y sin que haya méritos de parte de ustedes, les da la plenitud de su providencia, y más aún, les ha dado todo el cielo en una dádiva: la de su amado Hijo. Como retribución por este don infinito, les pide obediencia voluntaria. Por cuanto son comprados por precio, la misma preciosa sangre del Hijo de Dios, él requiere que hagan el debido uso de los privilegios que disfrutan. Las aptitudes intelectuales y morales son dones de Dios, talentos que se les han confiado para que los aprovechen sabiamente, y no tienen la libertad de dejarlos latentes por falta del debido cultivo, o que sean mutilados o atrofiados por la inacción. A ustedes les toca decidir si habrán o no de hacer frente fielmente a las pesadas responsabilidades que descansan sobre ustedes, si sus esfuerzos serán o no bien dirigidos, y si serán o no los mejores de que son capaces.

Vivimos en medio de los peligros de los últimos días. Todo el cielo se interesa por el carácter que están formando. Se ha hecho plena provisión para que participen de la naturaleza divina, habiendo escapado de la corrupción que está en el mundo a causa de la concupiscencia. El hombre no es dejado solo para vencer los poderes del maligno por sus propios y débiles esfuerzos. La ayuda está a mano y será dada a todo el que realmente la desee. Los ángeles de Dios, que ascienden y descienden por la escalera que Jacob vio en visión, ayudarán a toda persona que quiera ascender hasta el más elevado cielo. Ellos están guardando al pueblo de Dios y observando cómo da cada paso. Los que ascienden por el camino iluminado serán recompensados; entrarán en el gozo de su Señor (Fundamentals of Christian Education, pp. 82-86).

Un alto ideal que alcanzar

El ideal que Dios tiene para sus hijos está por encima del alcance del más elevado pensamiento humano. La meta a alcanzar es la piedad, la semejanza a Dios. Ante el estudiante se abre un camino de progreso continuo. Tiene que alcanzar un objeto, lograr una norma que incluye todo lo bueno, lo puro y lo noble. Progresará tan rápidamente e irá tan lejos como fuere posible en todos los ramos del verdadero conocimiento. Pero sus esfuerzos se dirigirán a fines tanto más altos que el mero egoísmo y los intereses temporales, cuanto son más altos los cielos que la Tierra (La educación, pp. 18, 19).

Conductos de la gracia de Dios

Es el privilegio de toda persona ser un canal vivo por medio del cual Dios pueda comunicar al mundo los tesoros de su gracia, las inescrutables riquezas de Cristo. No hay nada que Cristo desee tanto como agentes que representen al mundo su Espíritu y carácter. No hay nada que el mundo necesite tanto como la manifestación del amor del Salvador mediante la humanidad. Todo el cielo está esperando que haya canales por medio de los cuales pueda derramarse el aceite santo, de modo que sea un gozo y una bendición para los corazones humanos (Palabras de vida del gran Maestro, p. 345).


8 Eclesiastés 12:1.

7

Las normas de eficiencia

Pesan sobre la juventud graves responsabilidades. Dios espera mucho de los jóvenes que viven en esta generación de luz y conocimiento abundantes. Espera de ellos que impartan esa luz y ese conocimiento. Desea usarlos para disipar el error y la superstición que nublan la mente de muchos. Han de disciplinarse reuniendo toda jota y tilde del saber y la experiencia. Dios los hace responsables de las oportunidades y los privilegios que se les dan. La obra que tienen delante espera sus esfuerzos diligentes para ser llevada adelante progresivamente, como la época lo requiera.

Si los jóvenes quieren consagrar su mente y corazón al servicio de Dios, alcanzarán una elevada norma de eficiencia y utilidad. Es ésta la norma que el Señor espera que los jóvenes alcancen. Hacer menos que esto es rehusarse a sacar el mayor provecho de las oportunidades dadas por Dios. Esto será considerado como traición a Dios, como dejar de trabajar para el bien de la humanidad.

Cómo adquirir idoneidad para el servicio

Quienes se esfuerzan por ser colaboradores de Dios, que buscan diligentemente adquirir para impartir, recibirán constantemente luz de Dios, para que sean medios de comunicación. Si, como Daniel, los jóvenes de ambos sexos conforman todos sus hábitos, apetitos y pasiones con los requerimientos de Dios, se harán idóneos para realizar una obra más elevada. Deberían apartar de sus mentes todo lo vulgar y frívolo. Deberían abandonarse la propensión a los placeres y la liviandad como cosas que están fuera de lugar en la vida y la experiencia de los que viven por la fe en el Hijo de Dios, comiendo su carne y bebiendo su sangre.

Deberían comprender que, aunque estén a su alcance todas las ventajas del saber, pueden no llegar a obtener la educación que los hará aptos para trabajar en alguna parte de la viña del Señor. No pueden ocuparse en el servicio del Señor sin las cualidades indispensables de una piedad inteligente. Si dedican al placer y las diversiones la preciosa mente que debería ser fortalecida por un propósito elevado y noble, degradan las facultades que Dios les ha dado y se hacen culpables a su vista, porque no mejoran sus talentos mediante un uso sabio.

Su espiritualidad empequeñecida es una ofensa a Dios. Manchan y corrompen las mentes de los seres con quienes se asocian. Por sus palabras y acciones estimulan el descuido y la desatención de las cosas sagradas. No sólo ponen en peligro su propia vida, sino que dan un ejemplo perjudicial a todos aquellos con quienes se relacionan. Son enteramente incompetentes para representar a Cristo. Siendo siervos del pecado, descuidados, temerarios y desatinados, hacen apartar a otros del Señor.

Los que se satisfacen con normas bajas, no llegan a ser colaboradores de Dios. A los que permiten que su mente vaya a la deriva, hacia donde irá si no se la vigila, Satanás les sugiere cosas que la absorben en tal forma, que los hace adiestrarse en su ejército para engatusar a otras personas. Pueden profesar ser religiosos, pueden tener una forma de la piedad, pero son amadores de los placeres más bien que de Dios.

La habilidad no es piedad

Hay jóvenes que tienen cierta clase de habilidad, reconocida y admirada por sus conocidos, pero esta habilidad no está santificada. No está fortalecida y solidificada por las gracias y las pruebas de la experiencia, y Dios no puede usarla para beneficiar a la humanidad y glorificar su nombre. Bajo la máscara de la piedad, usan sus facultades para erigir normas falsas, y los inconversos lo consideran como excusa para seguir su errónea conducta. Satanás los induce a divertir a sus compañeros con su tontería y así llamada agudeza. Todo lo que emprenden tiende a la vulgaridad, porque se hallan bajo el control del tentador, quien dirige y modela sus caracteres para que hagan su obra.

Tienen habilidad, pero sin cultivar; tienen capacidad, pero sin aprovechar. Han recibido talentos, pero los usan mal y los degradan con necedades, arrastrando a otros a su propio bajo nivel. Por la vergüenza y el vituperio que soportó, por la abnegación, el sacrificio y la humillación, Cristo pagó el rescate de sus vidas. Lo hizo para libertarlos de la esclavitud del pecado, de la esclavitud de un amo que se ocupa de ellos sólo en la medida en que puede usarlos para arruinar a las personas. Pero ellos invalidan el amor que el Redentor les prodiga, y su obra es contemplada por él con tristeza.

Tales jóvenes hallarán eterna perdición. ¿Qué les parecerán sus diversiones en aquel día cuando el Juez de toda la Tierra recompense a cada hombre de acuerdo con sus acciones? Ellos han aportado para el cimiento, leña, heno y paja, y toda la obra de su vida perecerá. ¡Qué pérdida!

¡Cuánto mejor es la condición de los que desempeñan su parte en el servicio a Dios, que miran a Jesús en busca de su aprobación, que diariamente escriben en sus libros de registro sus errores, sus equivocaciones, sus penas, las victorias que han ganado sobre la tentación, su gozo y paz en Cristo! Tales jóvenes no tendrán que hacer frente a la crónica de su vida con vergüenza y desaliento (The Youth’s Instructor, 22 de junio de 1899).

El agente escogido

Nuestra confesión de su fidelidad es el factor escogido por el cielo para revelar a Cristo al mundo. Debemos reconocer su gracia como fue dada a conocer por los santos de antaño; pero lo que será más eficaz es el testimonio de nuestra propia experiencia. Somos testigos de Dios mientras revelamos en nosotros mismos la obra de un poder divino. Cada persona tiene una vida distinta de todas las demás y una experiencia que difiere esencialmente de la suya. Dios desea que nuestra alabanza ascienda a él señalada por nuestra propia individualidad (El ministerio de curación, pp. 67, 68).

8

Escalar las alturas

Al perfeccionar un carácter cristiano, es esencial perseverar en el bien hacer. Quisiera impresionar a nuestros jóvenes con la importancia de la perseverancia y la energía en la obra de la formación del carácter. Desde los más tempranos años es necesario entretejer en el carácter principios de severa integridad, para que los jóvenes de ambos sexos puedan alcanzar, al llegar a adultos, la más alta norma personal. Deberían tener siempre presente el hecho de que han sido comprados por precio, y deberían glorificar a Dios en sus cuerpos y espíritus, los cuales son de él...

El progreso diario

Es tarea de la juventud progresar día tras día. Pedro dice: “Poned la mayor diligencia en agregar a vuestra fe, virtud; a la virtud, conocimiento; al conocimiento, dominio propio; al dominio propio, paciencia; a la paciencia, piedad; a la piedad, afecto fraternal; y al afecto fraternal, amor. Porque si estas virtudes están en vosotros, y abundan, no os dejarán ociosos, ni sin fruto en el conocimiento de nuestro Señor Jesucristo”.9

10The Youth’s Instructor


9 2 Pedro 1:5-8.

10 Mateo 25:23.