Dedicatoria/agradecimientos

Darle vida a un libro como este, créanme, es algo realmente complicado y agotador. Llega un momento en el que no valen las buenas intenciones, se necesita algo más, paciencia, mucha paciencia.

Es de justicia comenzar esta dedicatoria/agradecimientos por darle las gracias a mi editor, Antonio García Gutiérrez, y en su nombre a la editorial ExLibric, pues no solo no nos ha tomado por unos locos, que según la naturaleza y tamaño del libro es para estarlo, sino que ha hecho suyo el proyecto hasta sacarlo adelante. Gracias a él, este libro es una realidad.

Quiero dedicarles también unas palabras a todos aquellos que nunca creyeron en este proyecto, y a los que nos pusieron zancadillas y piedras por el camino. Las hemos sorteado todas, y además nos hemos hecho fuertes.

Son muchos los que piensan que el trabajo intelectual no es trabajo, y que las horas que se pasan investigando y escribiendo en un ordenador son horas muertas. De esos que piensan así tenemos alguno cerca… Hacer este libro también es una forma de ganarnos la vida. Somos investigadores, escritores, científicos, etc., y esta es nuestra manera de vivir, y además somos barroco´s in love.

Los libros existen porque los escriben personas. En el nuestro, una treintena de autores nos han prestado su tiempo para hacer que esto fueran verdaderas páginas escritas, y no retales de sueños. A todos ellos, gracias.

A Mari Ángeles Guerrero Fernández, por recordarme algunas cosas que realmente son importantes en la vida… Gracias.

A los niños de La Hornacina, que este año me dieron uno de los privilegios más importantes de mi vida, con el que tanto había soñado y, sin saberlo, han contribuido a que me haga grande. Gracias.

A Pepi Leiva, que cree en mí, y en mi supervivencia en estos lares, y además lo hace ciegamente, desde el convencimiento. Gracias.

A Pedro, que es el mejor amigo que un investigador puede tener. Gracias.

A Ana Sonia, que sigue creyendo en mí. Gracias.

A Royan, Juanje y Raúl, con los que comparto muchas cosas y me regalan cafés y procesiones. Gracias.

A Juan Antonio Sánchez López. Me he hecho grande, y todavía sigo soñando con ser el tipo de investigador que es él. Gracias.

A Alberto Ortiz Carmona, a ti simplemente gracias, gracias por estar.

A Juande, que me hizo ser mejor persona.

Antonio F. Paradas

En Málaga/Antequera, a 5 de mayo de 2016

Prólogo

Mucho ha llovido en la Historia del Arte español desde que, en 1983, el profesor Juan José Martín González publicase Escultura barroca en España. Desde su aparición, y sin menoscabo de su indudable mérito, esta obra vino a ser el manual de referencia y, prácticamente, el libro de cabecera para cuantos estudiantes y personas interesadas en el tema han querido acercarse a una visión generalista de uno de los más importantes capítulos en la intensa trayectoria histórica de este país. Además de apostar por una inteligente estructura basada en los variopintos núcleos territoriales que abastecieron de obra escultórica a la no menos heterogénea clientela del momento, aquel libro ofrecía una incipiente perspectiva panorámica en torno a aspectos colaterales, no menos interesantes que el estudio artístico-productivo, como la dimensión social del artista, las técnicas y materiales o las tipologías y géneros escultóricos, entre otros.

Si en más de una ocasión la cultura del Barroco y sus manifestaciones visibles son susceptibles de compararse a un prisma con versátiles e insólitas caras, la escultura española de los Siglos de Oro encarna, como pocas, esa metáfora de la piedra preciosa proclive a las iridiscencias caleidoscópicas capaces de convertir lo único en múltiple y lo múltiple en único. De hecho —y a raíz de la positiva evolución que los planteamientos historiográficos en torno al tema han experimentado a lo largo de los últimos años—, a nadie escapa que además de situarnos ante un fenómeno estrictamente artístico, estético e iconográfico, un análisis de la escultura barroca española que pretenda ser exhaustivo y verdaderamente científico nunca podrá serlo sin tener en cuenta un mosaico de posibilidades heurísticas, metodológicas y analíticas que suponen otros tantos enfoques ligados a la vertiente histórica, social, literaria, sociológica, antropológica o religiosa que, por lo demás, rebasan los propios límites cronológicos impuestos por el concepto histórico de barroco.

En última instancia, todos ellos y muchos más serán responsables de la aludida visión poliédrica exigida por la escultura que protagoniza los argumentos del presente libro. Una obra que, por lo demás, nace con una dimensión totalizadora sin precedentes, ya sea por recoger en sus páginas cuantos focos productivos, artistas, iconografías e incidencias jalonaron la trayectoria secular de la escultura española a lo largo de los Siglos de Oro, como de las renovadas —a veces insólitas— miradas que sus páginas proyectan hacia la cultura moderna a través de apasionantes aproximaciones al mercado del arte, la conservación-restauración, el desarrollo y multiplicación de los autómatas, la propia escenografía barroca, la dimensión social del artista, la iconografía, las redes sociales, la gestión patrimonial, la cuestión de género, las potencialidades didácticas o, incluso, los reflejos identitarios.

En su aplicación concreta al ámbito de este género de creaciones y su secular trayectoria en España, la asunción de esta premisa nos insta a considerar a lo largo de las líneas que prosiguen no solo la construcción de un discurso crítico en torno a las aportaciones historiográficas sobre el tema, sino el establecimiento de un discurso integrador que, con visión totalizadora, aúna a lo anterior cuantos referentes específicos vienen, asimismo, sugeridos desde la más rigurosa y reciente investigación científica como desde el campo de las fuentes literarias y documentales. Y, todo ello, sin olvidarnos que por estas últimas se entienden no solo las de carácter escrito, sino aquellas otras cuya naturaleza neta y literalmente iconográfica —ya sea bajo la forma de pintura, grabado, litografía, modelino u otras— las convierte en testimonios consustanciales a la propia esencia de la escultura como objeto fenomenológico, material y plásticamente considerado.

No puede olvidarse cómo la escultura siempre ocupó un lugar privilegiado entre las creaciones plásticas del último Renacimiento y, singularmente, del Barroco hispano. La causa de esta posición de privilegio radica en el hecho de estarle reservado un especial carácter emblemático, claramente conectado con los principios básicos de una cultura de masas dirigida por los poderes eclesiásticos y estatales. Sin embargo, no es menos cierto que la profunda relación ritual y afectiva que la base popular estableció de inmediato con dichas creaciones artísticas acabaría por hacer de ellas unos elementos de identificación e integración simbólicas que sirvieron de aglutinante para numerosos colectivos, comunidades y variopintas fórmulas de asociacionismo o agrupación social, desde las células más primarias —llámese collación, casa de vecinos, calle, parroquia o barrio— hasta las más complejas, en el supuesto de un pueblo, una ciudad o una demarcación regional. Todavía hoy sigue vigente en muchos lugares esta situación, lo cual implica que sigan esculpiéndose obras con las técnicas tradicionales de ayer, pero inteligentemente reinventadas por mor de las exigencias culturales y el sustrato socio-antropológico de hoy mismo.

El universo barroco es simplemente ilimitado y se amplía de manera natural, en cuanto fenómeno vivo, orgánicamente considerado en nuestro caso gracias a la escultura. Hablamos de barroco en el sentido de un estilo artístico, pero no debemos olvidar que también existió una sociedad barroca, que se relacionaba y persiste en relacionarse con sus obras escultóricas de una manera muy particular, como hoy mismo pudiera hacerlo nuestra era neobarroca, situada ya más allá de la posmodernidad. Por supuesto que tampoco podemos dejar de reconocer en el respaldo popular a la escultura barroca, sin distingo de clases sociales, niveles adquisitivos, jerarquías o situaciones y en la entrega incondicional del público a sus heterodoxias, otras claves categóricas de su éxito, generando un efecto unificador en lo estético y lo cultural que no deberíamos reparar en calificar de inequívocamente globalizador, sin que ello suponga contradecir el sentido de lo poliédrico que, justo es decir, también impulsa a libres y casi infinitas interpretaciones de las constantes vitales barrocas, sin dejar de generar relecturas subjetivas del mismo, con personalidad propia y capacidad de perpetuarse en el tiempo más allá de los controvertidos Siglos de Oro, incidiendo con irrefrenable ímpetu en pleno siglo XXI.

Quienes confluyan en el universo barroco ampliado por la escultura española, no solamente protagonizarán una fascinante inmersión en la comprensión y la vida de las imágenes, sino que tomarán conciencia de la complejidad de una sociedad y de sus testimonios artísticos, que fueron capaces de transformar la noción de las cosas y convertirse, por sí mismos, en el epicentro de una particular visión del mundo. Esta vino reflejándose en una pluralidad de soportes y manifestaciones que, hoy en día, y a casi tres lustros discurridos del siglo XXI, nos demuestran que ese universo barroco ampliado no solamente sigue estando vivo, sino que goza, y hay que decir que por fortuna, de un perfectísimo estado de salud. Y aquí está este libro para demostrarlo, para demostrárnoslo…

Juan Antonio Sánchez López

Universidad de Málaga

Introducción. Entre el Barroco y el siglo XXI

Antonio Rafael Fernández Paradas

Han pasado 32 años desde que el profesor Martín González publicara su Escultura Barroca en España 1600-1770. Mucho ha llovido, historiográficamente hablando, desde entones. Aquel fue un trabajo, arduo, intenso, a la par que laborioso. No en vano, pretendía crear una magna obra que fuera, como fue y sigue siendo, el punto de referencia obligatorio al que todo investigador interesado en cuestiones relativas a la escultura barroca tuviera que dirigirse. Así, nos encontramos ante el libro de cabera de tres generaciones de investigadores.

Lo que Martín González consiguió, y pasó la prueba holgadísimamente, es lo que nosotros nos proponemos hacer, 32 años después, con la diferencia de que él era uno y nosotros treinta, en treinta y siete capítulos (en tres volúmenes).

La cuestión de la escultura barroca española no solo es una de las grandes aportaciones del país a la Historia del Arte Internacional, sino que, per se, es un mundo fascinante, que ha sido capaz de adaptarse no solo a los tiempos, sino lo que es más importante, a los caracteres de las comunidades de personas con las que se relacionaba. Así, nunca serán igual las piezas que afloraron en Antequera, que se estrena en esto de las grandes historias, como las se realizaron en Valladolid. Todos eran barrocos, peros sus idiosincrasias e interrelaciones personales eran diferentes. Existe una escultura barroca porque existe una sociedad barroca, que asume, consume y hace suya esas interrelaciones personales con la imagen religiosa, que trascienden a la propia divinidad, humanizando lo que muchos ven solo como un fragmento de madera, marfil, plata, o piedra. Pero para otros tantos, esas imágenes, ese barroco, en el sentido más amplio del término, es el día a día, que se perpetúa generación tras generación, donde personas y esculturas conviven por los tiempos de los tiempos. Esta es la clave del éxito de la escultura barroca en el siglo XXI, conjugar una perfecta y armónica convivencia entre hombres y mujeres de escultura, con hombres y mujeres de carne y hueso. Los segundos se ven reflejados en los primeros. ¿Escultura barroca en el siglo XXI? Sí, por favor.

Hagan memoria y deténganse a pensar en algún producto de la Historia del Arte que no solo haya sido capaz de reinventarse a sí mismo hasta la saciedad, sino que haya perdurado siglo tras siglo, superando guerras, cambios en el gusto, prohibiciones, etc., hasta ganarle la batalla a los propios representantes del clero y a la Santa Madre Iglesia. Probablemente ninguno. ¿El cubismo? ¿El expresionismo? ¿El romanticismo?... Todos tuvieron su época. De los pocos, la escultura barroca. Si empezamos a contar desde el manierismo, o del primer naturalismo, como está ahora tan de moda, nosotros somos hijos de nuestro tiempo, la escultura barroca lleva, en esencia, más de 400 años tal cual. Han cambiado muchas cosas, pero ella sigue moviendo masas, siendo reclamada y producida y, además, no solo está viva, sino que a día de hoy goza de una salud inmejorable, situándose en una de las cotas de esplendor más altas de su propia historia, probablemente la más alta. Los talleres y las esculturas en pleno 2015 afloran por doquier. No en vano, en su capacidad camaleónica, la escultura barroca que ya tenía como muy bien aprendido eso de las masas, y la sociedad, se ha sumado otro tanto, y se ha convertido en 2.0, y tiene perfil en todas las redes sociales y, además, se ha cansado de la oscuridad de las naves de las iglesias, prestándose a verse como una obra de arte, sin más, que puede ser adquirida y consumida desde una galería de arte hasta en una exposición. Que se lo digan a los compañeros de La Hornacina y sus premios…

Naturalista, barroca, clásico-barroca, preciosista, de Olot, de repoblación, popular, neo-barroca, neo-barroca gay, realista, hiperrealista, hipernaturalista, post Miñarro, post Zafra, post Buiza, post Duarte, post Suso de Marcos, 3D, ufff… Larga vida a la escultura barroca.

Ellas, las esculturas, salvo que se produzcan catástrofes naturales o intervengan las manos del hombre, pervivirán por los siglos. Nosotros nos iremos, pero los que vienen detrás siempre encontrarán en ellas un espejo en el que mirarse o, por lo menos, hasta que la sociedad deje de ser barroca.

De todas estas cosas da buena cuenta el libro que tienen entre sus manos. Nosotros, que le hemos dado vida a todas las historias que se cuentan en estas páginas, estamos en una sociedad, barroca, ciertamente, pero de un Barroco diferente al que le tocó vivir a Martín González, como diferente fue el Barroco del XVII al del XIX. Nuestras visiones, realidades, circunstancias, trabajos, etc., obligatoriamente nos tienen que hacer diferentes, y como tal queríamos que este espíritu se reflejara en esta obra, que es transversal a más no poder. En el libro hay Historia, pues había que contarla, pero el lector encontrará otras tantas historias que probablemente ni siquiera se hubiera cuestionado que existieran dentro de la escultura barroca.

A nuestros autores, seres de carne y hueso, repartidos por toda la geografía española y alguno allende los mares —Internet es maravilloso—, les pedimos que nos hablaran de lo que mejor saben hablar, de escultura, de sus circunstancias y sus problemas. Hemos buscado, como si de un casting se tratase, a quienes pesan en la materia, un peso mucho más contundente que los títulos y los grandes puestos de trabajo universitario. Buscamos, sobre todo, que fueran grandes conocedores de las esculturas con las que conviven, las que tienen cerca, con las que se pelean, rezan o a las que odian —alguno hasta las llevan sobre su hombros, pero esa es otra historia—. Si a estas alturas de la introducción, alguien sigue pensando que va a encontrar una retahíla de catedráticos/as, que los hay, este no es su libro. A nosotros, que a nuestra corta edad nos gusta que nos escuchen, lean, nos gusta también escuchar a nuevas voces y leer a nuevos escritores. Y aquí todos tienen cosas que contar, y además con toda la propiedad y autoridad del mundo.

Cada uno de los capítulos que a continuación el lector se encontrará se configuran como una serie de micro-relatos secuenciados, que quieren ser reflejo de cuantas historias se produjeron en la historia de la escultura barroca española, y que se están produciendo. Si venimos lloriqueando en toda la introducción que la escultura barroca ha sido capaz de perdurar a lo largo de los tiempos, no tenía ningún sentido cortar hacia 1770, con la explosión neoclásica que vive Europa en este periodo.

Como los grandes pintores, nosotros también queríamos hacer un gran libro, que por motivos de espacio y edición se ha convertido en tres, y sumando los granitos de arena de los treinta autores que lo componen, hemos creado un gran castillo de treinta y siete plantas/capítulos, con tres sedes, que nos cuentan una bonita historia barroca que se extiende desde finales del siglo XVI hasta ayer, cuando cualquier imagen, ya sea naturalista, barroca, clásico-barroca, preciosista, de Olot, de repoblación, popular, neo-barroca, neo-barroca gay, realista, hiperrealista, hipernaturalista, post Miñarro, post Zafra, post Buiza, post Duarte, post Suso de Marcos o 3D, fue compartida en una red social —alguno a lo mejor hasta se hizo un selfie con ella—, las queremos a todas.

El texto que tiene el lector entre sus manos Entre el Barroco y el siglo XXI. Esculturas, personas y sociedades, es el primer volumen de la trilogía Escultura Barroca Española. Nuevas lecturas desde los Siglos de Oro a la Sociedad del Conocimiento, una magna obra configurada en tres partes, cuya edición, con el fin de facilitar el acceso a la misma, se ha estructurado en diversos volúmenes con personalidad independiente, pero con solución de continuidad.

Con el permiso del profesor Martín González, nuestro tiempo comienza a continuación y, si lo hemos hecho bien, nos encontraremos dentro de 32 años.

Antonio F. Paradas

En Málaga a 5 días del quinto mes del año 2016.

Bloque 1
ESCULTURA, TEORÍA E ICONOGRAFÍA

1 Dimensión social del escultor en época moderna

Carmen González-Román