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Más acá hay monstruos

Historia cultural

coolture 3

Justo Serna y Alejandro Lillo
(Serna & Lillo Asociados)

ISBN: 978-84-15930-69-3

© Justo Serna, 2015

© Alejandro Lillo, 2015

© Punto de Vista Editores, 2015

http://puntodevistaeditores.com

info@puntodevistaeditores.com

Cualquier forma de reproducción, distribución, comunicación pública o transformación de esta obra solo puede ser realizada con la autorización de sus titulares, salvo excepción prevista por la ley.

Índice

Los autores

CoolTure 3. Monstruos como nosotros

Nota previa

Los monstruos, dos o tres cosas que sabemos de ellos

La historia

Esos tipos raros y averiados

El miedo

El monstruo, lo monstruoso

El terror que vino de Providence

Racismo e hibridismo

Los que vigilan desde el tiempo

True Detective. El monstruo que nos habita

La amenaza surgida del frío

El gran miedo

Vigilad el cielo (y vuestras espaldas)

Lo sublime y lo siniestro

Pesadillas de clase media

Bates Motel

Fenómenos extraños

Prohibido asomarse al exterior

Mala gente que camina

El origen

The Walking Dead. Amanecer de los vivos

Cuidado con las metáforas

Fatiga de combate

¿Quién es Kurtz?

Sobre monstruos y héroes

You Talkin’ To Me?

Miedos domésticos

Brujas y demás parientes

El terror

El cotilleo, el chisme, lo que no sabemos que sabemos

Referencias bibliográficas

Filmografía y series

Los autores

Justo Serna y Alejandro Lillo, nacidos en Valencia, son licenciados en historia contemporánea. Ambos en la Universitat de València. El primero es doctor, el segundo es doctorando. Uno nació en 1959 y el otro en 1977. Ambos se han especializado en historia cultural. Han colaborado conjuntamente en distintos proyectos sobre el rock y sobre el mundo liberal del siglo XIX. Su obra Young Americans. La cultura del rock (1951-1965), publicada por Punto de Vista en formato digital y en formato tradicional “analógico” (en papel, vaya), está teniendo gran aceptación.

Serna y Lillo son coautores de volúmenes sobre la cultura del Ochocientos y Novecientos. El primero ocupa la plaza de catedrático de Historia Contemporánea; el segundo escribe una tesis sobre Drácula, sobre su construcción, sobre su dimensión cultural y sobre sus efectos. Ambos han creado una plataforma de difusión: Serna & Lillo Asociados. En Punto de Vista Editores publican la Colección CoolTure, de la que Más acá hay monstruos es la tercera obra.

A Encarnita, a Martita y a Victorcito. Os quiero, monstruos.

A mi mujer Isabel y a mi hija Helena que, sin saberlo, mantienen a raya mis monstruos.

CoolTure 3
Monstruos como nosotros

La civilización es un barniz, una fina película que fácilmente se rasga. O bien por los enemigos de la civilización, que son poderosos y feroces; o bien porque esa pátina apenas cubre la fiera que anida en el interior de cada uno. Las costuras... Lamentamos decir cosas tan obvias. Sí, ya sabemos que esto es un tópico recurrente. Dentro de cada uno hay un niño; dentro de cada uno hay un monstruo. Etcétera.

Desde los cuentos infantiles a las superproducciones de Hollywood, las bestias con aspecto o sentimientos humanos son multitud, son legión. Mandíbulas, garras, zarpas...: todo temible para confirmar que las fieras pueden abatirnos y que son tan temibles como los individuos. ¿Y el demonio? En el diablo pensamos y condensamos todo lo que de odioso hay en nosotros; o todo aquello a lo que no nos atrevemos y abiertamente deseamos.

En los espectros percibimos todo lo que hay de mal hecho, evanescente o turbio en nuestra vida de vigilia. Seres dolientes que pagan una deuda insaldable. Los fantasmas no son espíritus con sábanas, no son tipos que ululan. Son, por el contrario, ánimas sin recubrimiento, inaudibles, individuos que fueron algo y que ahora malviven a la intemperie.

En los seres deformes vemos a unos congéneres mal acabados, toscamente consumados. E incluso consumidos. Vemos a tipos que se nos parecen y que nos deforman. Llevamos siglos milenios interrogándonos por la deformidad, la patología, la pésima hechura de tantos y tantos que física o psicológicamente nos pueden, nos agreden, nos entretienen.

Mientras veamos o leamos historias de monstruos, podremos salir indemnes. Leer no provoca gran o grave trastorno. Del mismo modo, contemplar un film no produce tremendas consecuencias. Mientras caminamos con pie firme y no con el mal paso de los zombis, nos sabemos a salvo. Mientras tenemos corporeidad y no somos meros ectoplasmas, nos congraciamos con nuestra condición. Mientras el cascarilleo de huesos es fantasía o simple aturdimiento, nos felicitamos por haber sobrevivido a la fatalidad del camposanto. Mientras el ser informe, hecho de jirones, de carnes tumefactas, sólo es nuestro destino final, nos aliviamos pensando en la suerte de los vivos. La suerte de los vivos. ¡Ja!

Los autores de este libro visitaron recientemente el cementerio de Montparnasse. Numerosas celebridades están allí inhumadas. Desde Jean-Paul Sartre hasta Simone de Beauvoir; desde Durkheim hasta Cioran. Que se sepa, nadie ha conseguido escapar del recinto, nadie ha logrado perturbar el sueño de los vivos. ¿O sí?

Cuando estamos en un cementerio, todo nos parece ornamental y ficticio; todo lo creemos artificioso. Hasta la vida, que se nos antoja una vaciedad. Sin embargo, no hay más allá, no hay un más allá. Hay, por el contrario, un más acá que nos aturde: los muertos conviven con los vivos, los deformes con los apolos, los dionisíacos con los bellos. Ésa es la clave de la cultura fúnebre.

Este libro pertenece a la serie CoolTure. Publicada por Punto de Vista Editores, la obra nos revuelve las entrañas, nos acongoja. Repasamos una nómina de monstruos del Novecientos, principalmente del Novecientos. Examinamos a fieras con piel de cordero. Evaluamos su influencia. La historia cultural no sólo se ocupa de lo realmente vigente o efectivo. También detalla los pormenores de nuestras fantasías.

Hay dos o tres casos de bichos deplorables que han despertado la admiración o el terror del público. Hay varios ejemplos de alimañas que nos acechan. Las asechanzas de los monstruos son acometidas de los indeterminados, de los evanescentes. Pero son también el resto de lo material, de lo visible. La ficción engendra monstruos, pero el horror no lo provocan únicamente las bestias tangibles.

Cuando una odiosa fiera se alza contra uno de nosotros, entonces experimentamos el espanto. Pensamos en la humanidad, coaligada y entera, sintiéndonos solidarios. Pero esa bestia se nos parece. Tiene unos rasgos prácticamente equivalentes y sus zarpas no son tan diferentes de nuestras pezuñas. ¿Nos miramos al espejo y qué vemos?

El monstruo, el extraño que se desconoce, de repente percibe algo o a alguien que le provoca pánico, el pánico de su propia visión, pero que él lo ignora. No sabe que es él mismo, y no lo sabe porque en su solitaria educación nadie le enseñó qué cosa era un espejo...

Nota previa

1- En Más acá hay monstruos comentamos un conjunto de libros, de películas y de series de televisión. Hablamos, por ejemplo, de True Detective o de la segunda temporada de The Walking Dead. En ningún caso desvelamos información sensible sobre estas series o sobre las películas y novelas de aparición reciente (lo que en el mundo televisivo se conoce como spoilers). Quien no haya visto dichas producciones puede leer las páginas que siguen tranquilamente.

2- En cambio, sí desvelamos información sensible sobre películas más antiguas, como El enigma… de otro mundo (1951), Psicosis (1960), La noche de los muertos vivientes (1968), Taxi Driver (1976), Acorralado (Rambo, 1982) o Poltergeist: fenómenos extraños (1982). Hacemos lo mismo con ciertos relatos de H. P. Lovecraft, de Edgar Allan Poe o de Franz Kafka. En cualquier caso, los autores de Más acá hay monstruos pensamos que comentar determinados aspectos de estas creaciones no merma en nada su interés; es más, puede incluso incitar al lector a acercarse a estas obras desde una nueva perspectiva.

3- En ‘Más acá hay monstruos’ mezclamos intencionadamente reconocidas obras maestras de la literatura y del cine con otras producciones literarias y cinematográficas consideradas por la crítica de menor calidad. Lo hacemos para trasmitir con mayor efecto una serie de motivos transversales que pueden detectarse en los distintos estratos sociales. Nos interesa, por supuesto, la calidad artística o cinematográfica de las obras que comentamos. Pero nos interesan más las ideas que nos transmiten, las concepciones de época, aquello que nos desvela la sociedad que las produce.

4- Una última advertencia: tengan cuidado ahí fuera.