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Ejercicios Espirituales

San Ignacio

de Loyola

 

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Ejercicios

Espirituales

San Ignacio de Loyola

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Un Camino para Alcanzar Amor

Moisés Peña, S.J.

A LO LARGO DE LOS 20 AÑOS que Ignacio de Loyola fue escribiendo este pequeño libro de los Ejercicios Espirituales, nunca tuvo la intención de hacer una obra maestra de la literatura universal, ni una obra cumbre de la teología o la espiritualidad, ni una gran disertación filosófica. Su única intención era compartir con otros algo que les fuera útil para su vida interior y los pudiera conducir a alcanzar Amor.

Lo anterior lo expresa el P. Luis Gonçalves da Câmara en la autobiografía del santo diciendo: “los Ejercicios no los había hecho todos de una sola vez, sino que algunas cosas que observaba en su alma y las encontraba útiles, le parecía que también podrían ser útiles a otros, y así las ponía por escrito” (Autobiografía 99).

Este corto aparte de la Autobiografía nos ofrece cuatro elementos muy valiosos para comprender tanto los Ejercicios Espirituales, como la experiencia espiritual de Ignacio y a la vez nos ilumina para comprender nuestra propia experiencia.

1. UN PROCESO QUE SE VA CONSTRUYENDO Y CONSOLIDANDO EN EL TIEMPO.

San Ignacio fue escribiendo y enriqueciendo el texto de los Ejercicios Espirituales aproximadamente durante dos décadas. El proceso de escritura se inicia en 1521 durante su convalecencia en Loyola, cuando él empieza a notar diversos movimientos en su interior, los cuales le van permitiendo identificar aquello a lo que Dios lo está invitando y le dan elementos para tomar las decisiones correspondientes en su vida. Dicho proceso tiene su etapa más intensa y productiva en 1522 en Manresa, donde el Peregrino vive una honda y fuerte experiencia espiritual que lo confronta y lo centra en el servicio de su Señor, por medio del amor a sus criaturas. El proceso finaliza en 1541 cuando Ignacio, siendo ya el primer General de la Compañía de Jesús en Roma, ajusta y enriquece el texto basado en las múltiples experiencias de dar los Ejercicios a otras personas y en los importantes discernimientos sobre su vida y la vida de la Compañía. Es precisamente ese texto, que había recibido previamente el aval del papa Paulo III para su publicación, el que ahora se presenta en esta segunda entrega de la colección Clásicos Ignacianos editados por la Pontifica Universidad Javeriana.

Así como la escritura de este texto fue un proceso, de la misma manera, hacer los Ejercicios Espirituales es también un proceso. Es un itinerario sólidamente entretejido y presentado en cuatro semanas, etapas o momentos, enmarcados y atravesados por un eje que va desde el Principio y Fundamento hasta la Contemplación para alcanzar Amor.

Este peregrinar se inicia con la pregunta profunda por el principio, fundamento y sentido de la propia existencia en el contexto de la creación. En la primera semana el ejercitante, confiado en la misericordia de Dios, afrontará una detallada revisión de su vida confrontándola con su Principio y Fundamento y con el mandamiento del Amor. En la segunda semana, el ejercitante, inspirado en la vida de Jesús, tiene la oportunidad de tomar ciertas opciones en su vida para identificarse má s con Él en una opción comprometida con el servicio y amor a los demás. La tercera semana le ofrece al ejercitante la posibilidad de probarse en la opción tomada y en el compromiso adquirido, cuando llegan los tiempos de dificultad. Para ello, la identificación con Jesús en su pasión será iluminación, consuelo y fortaleza. La cuarta semana le brinda al ejercitante la posibilidad de experimentar el gozo y la alegría que trae una vida entregada entera y amorosamente a los demás, en la cual se hace evidente la presencia y la acción del Resucitado. Finalmente, retomando el eje central que soporta todo el proceso, San Ignacio invita al ejercitante a contemplar de qué manera le será posible alcanzar Amor en la totalidad de la cotidianidad de su vida.

Los Ejercicios Espirituales ignacianos son, además, un proceso que no termina, un proceso abierto que seguirá teniendo lugar en el día a día, donde realmente se expresa concretamente nuestro ser como humanos y como cristianos. Es este, en definitiva, un proceso espiritual en el que se juega la comprensión del propio proceso vital y existencial.

2. UNA ESPECIAL ATENCIÓN A LOS MOVIMIENTOS INTERIORES QUE GUIARÁN LA VIDA DE MANERA PRECISA.

Los Ejercicios son un itinerario hacia el interior de la persona que favorece un encuentro consigo misma y con Dios, lo cual la lleva hacia el encuentro con los demás y con lo demás. Este encuentro se da de una nueva manera, con mayor orden en la vida, más libertad en el actuar y mayor determinación por el Amor.

Dicho encuentro se ha de lograr mediante una especial atención a todos los movimientos interiores, pues es a través de estos como el ejercitante se conoce y se encuentra consigo mismo, con el Señor y su voluntad, hallando así aquello que más lo conduce para el fin que ha sido criado y, por lo mismo, encontrando maneras más precisas y asertivas para vivir en adelante.

Lo más importante en los Ejercicios es la persona y su experiencia espiritual, no una determinada doctrina o una enseñanza particular. El énfasis estará puesto sobre los movimientos interiores que se producen en el encuentro personal y directo del ejercitante con su Criador y Señor. San Ignacio le advierte de esto al que da los Ejercicios dícíéndole “que el mismo Criador y Señor se communique a la su ánima devota, habrazándola en su amor y alabanza y disponiéndola por la vía que mejor podrá servirle adelante. De manera que el que los da no se decante ni se incline a la una parte ni a la otra; mas estando en medio, como un peso, dexe inmediate obrar al Criador con la criatura, y a la criatura con su Criador y Señor” (EE.EE. [15]).

Los Ejercicios Espirituales no son un lavado de cerebro, son un proceso para ordenar la vida en procura de una existencia más sana, libre, feliz y amorosa.

3. Un sentido práctico de utilidad universal.

Los Ejercicios Espirituales no son una experiencia de aislamiento para ser recordada con nostalgia una vez se termíne; son un espacio para identificar más claramente la realidad de sí mismo y la realidad en la cual se está inmerso, para así poder enriquecer la manera de afrontar la vida en el día a día.

Los Ejercicios Espirituales son algo útil, práctico y aplicable en la vida cotidiana; no son un escape de la realidad. Ignacio tenía un especial talento para unir lo abstracto y universal con lo concreto, razón por la cual su honda experiencia espiritual se concreta de manera práctica en su manera de vivir, en su modo de proceder. Gracias a este talento, el Peregrino encontró la manera de compartir su experiencia espiritual a través de este texto, que lejos de ser una fórmula universal, es una invitación a entrar en una dinámica espiritual, útil para todo ser humano, que encuentra su expresión concreta en el estilo particular de vida de cada uno.

Cada vez es menos extraño que personas de diferentes confesiones religiosas descubran en los Ejercicios Espirituales Ignacianos un espacio de encuentro con ellos mismos, con la trascendencia de la realidad y con Dios. Más aún, es creciente el número de personas, que siendo ajenas a toda confesión religiosa, consideran que los Ejercicios Espirituales les brindan un espacio para comprenderse y comprender la realidad en la que se encuentran inmersas, desde una perspectiva trascendente. Es por esto que favorecer el acceso a esta experiencia por parte de los miembros de una comunidad universitaria diversa y autónoma es completamente pertinente. Su pertinencia es mayor en el caso de la Javeriana, pues los Ejercicios Espirituales inspiran y fundamentan su Misión y Proyecto Educativo, los cuales se comprenden y se realizan mejor a la luz de lo vivido en un proceso de Ejercicios.

El Peregrino expresa tres provechos principales, entre otros muchos, que el ejercitante puede sacar del hacer los Ejercicios Espirituales: primero, una mayor fluidez y libertad en su relación con Dios; segundo, una mayor disposición y concentración para alcanzar lo que se desea; y tercero, un mayor acercamiento a Dios, lo cual favorece la disposición para recibir sus gracias, dones y bondad (EE.EE. [20]).

4. UN GRAN DESEO DE COMPARTIR CON OTROS.

La autenticidad de la experiencia espiritual de Ignacio se constata porque desde el principio fue paralela a su deseo de compartirla con otros. No se trató de una experiencia intimista y aislada, sino de una profunda experiencia interior que lo llevó hacia afuera de sí, hacia los demás.

Es por esto que quienes hacen los Ejercicios a conciencia siempre quieren compartirlos con otros, siempre están invitando a otros a que vivan la experiencia y ellos mismos desean vivirla de nuevo cada año. Los Ejercicios son un tesoro, pero no un tesoro que sirve sólo para el enriquecimiento personal, sino que son esencialmente un tesoro para ser compartido. No se agota al compartirlo, sino que por el contrario, enriquece más al ser compartido con otros.

Los Ejercicios no son exclusivos para una élite o para un grupo humano excepcional o particular; son la herencia del Peregrino para todo aquel que quiera iniciar o continuar el itinerario hacia una vida espiritual profunda, completamente arraigada en la realidad cotidiana y con un inmenso alcance trascendente.

¿Qué son y para qué son los Ejercicios Espirituales de san Ignacio de Loyola?

Los cuatro elementos anteriores hacen más fácil comprender a qué se refiera Ignacio cuando dice, que “todo modo de preparar y disponer el ánima para quitar de sí todas las afecciones desordenadas y, después de quitadas, para buscar y hallar la voluntad divina en la disposición de su vida para la salud del ánima, se llaman exercicios spirituales” (EE.EE. [1]). Es decir, los Ejercicios Espirituales son todo un modo de prepararse y disponerse para ordenar los afectos, facilitando así la búsqueda y hallazgo de la voluntad de Dios para el bienestar de los seres humanos.

Ignacio expresa el “para qué” de los Ejercicios desde el mismo título de la experiencia, él escribe: “EXERCICIOS ESPIRITUALES PARA VENCER A SI MISMO Y ORDENAR SU VIDA, SIN DETERMINARSE POR AFFECCION ALGUNA QUE DESORDENADA SEA” (EE.EE. [21]). Aquí Ignacio le ayuda al ejercitante a ajustar sus expectativas sobre la experiencia que está a punto de comenzar. Le aclara que los Ejercicios espirituales son para tres cosas: primero, encontrar qué es aquello a ser vencido en la propia manera de vivir y hacerlo; segundo, ordenar la vida en todos sus aspectos; y tercero, colocar decididamente todo el ser en función de los afectos ordenados o, lo que es lo mismo, determinarse por el Amor ordenado.

Algunas sugerencias para quien se sienta movido a abordar esta gran aventura de los Ejercicios Espirituales.

Lenguaje del siglo XVI. Lo mejor es enfrentarse al texto tal y como fue escrito en su tiempo para no perder su más real y profunda esencia. Todo intento de actualización quedará siempre marcado por interpretaciones particulares e imposibilitará el contacto directo con el lenguaje propio de Ignacio como hombre de su época. Así como la lectura de cualquier clásico de la literatura, de la filosofía o de alguna otra ciencia, será siempre más rica en su estado original; de la misma manera, los Ejercicios Espirituales ofrecen su mayor riqueza en medio de las formas propias del castellano de su época y de las formas propias de la manera de expresarse de Ignacio.

Sabiduría más que conocimiento. Los Ejercicios no son conferencias o textos para aumentar el conocimiento de una doctrina, ni de una religión. Son unos ejercicios para “hacer", una experiencia para ser “vivida”, no un texto para ser leído. Son un espacio que se genera para acceder procesualmente a la sabiduría de lo sencillo y humilde, presente en la cotidianidad de la humanidad de Jesús y en la de cada ser humano. Ignacio lo expresa así, “no el mucho saber harta y satisface el ánima, mas el sentir y gustar de las cosas internamente” (EE.EE [2]).

Un camino acompañado. Los Ejercicios son un itinerario de experiencias personales, vividas en la soledad y el silencio temporales, pero orientadas a fortalecer la vida y relación con los demás. Son un itinerario hacia el interior que nos lleva hacia afuera, hacia el encuentro amoroso con los otros, con lo otro y con Dios. Aunque los ejercicios los hace el ejercitante, él cuenta con un Acompañante de Ejercicios, quien le propone puntos de consideración, meditación, o contemplación y luego lo acompaña en el discernimiento de lo experimentado en cada ejercicio.

Ánimo y libertad. Hacer los Ejercicios Espirituales es un acto de la voluntad. Además, la decisión de hacerlos ha de ser tomada con entera libertad. Nadie debe hacer Ejercicios obligado, pero tampoco deberá dejar de hacerlos por ser presa de prejuicios que lo esclavizan y le quitan libertad. Los Ejercicios sólo darán todo su fruto si se viven intensamente y siguiendo la recomendación de Ignacio de “entrar en ellos con grande ánimo y liberalidad con su Criador y Señor, ofreciéndole todo su querer y libertad, para que su divina majestad, así de su persona como de todo lo que tiene se sírva conforme a su sanctísima voluntad” (EE.EE [5]).

Una condición que no excluye, pero que facilita. El peregrino antes de iniciar el proceso de los Ejercicios hace una aclaración de una actitud que es fundamental para vivir hondamente la experiencia espiritual y a la cual están invitados todos antes de empezar. Él la llama el Presupuesto y la escribe así: “Para que así el que da los exercicios espirituales, como el que los rescibe, más se ayuden y se aprovechen: se ha de presuponer que todo buen christiano ha de ser más prompto a salvar la proposición del próximo, que a condenarla; y si no la puede salvar, inquira cómo la entiende, y, si mal la entiende, corríjale con amor; y si no basta, busque todos los medios convenientes para que, bien entendiéndola, se salve” (EE.EE [22]). El prosupuesto ígnacíano es una importante clave para mejorar las relaciones ínterpersonales y la perspectiva de los demás. Invita a dejar de juzgar y condenar las palabras, los gestos, las decisiones, las acciones y en general la vida de los demás. Invita también a hacer un decidido esfuerzo por comprender a los demás y su forma de vivir, antes de sugerirles creativa y amorosamente un cambio favorable que traerá como consecuencia un mayor bienestar y calidad de vida para todos.

***

 

Con esta edición del texto autógrafo de los Ejercicios Espirituales de san Ignacio de Loyola, se quiere renovar la invitación que el santo nos hace para alcanzar Amor.

Alma de cristo

Alma de Cristo,  santifícame.
Cuerpo de Cristo, sálvame,

Sangre de Cristo, embriágame.

Agua del costado de Cristo, lávame.
Pasión de Cristo, confórtame.

¡Oh, buen Jesús!, óyeme:
dentro de tus llagas, escóndeme;
no permitas que me aparte de ti;
del maligno enemigo defiéndeme;

En la hora de mi muerte llámame
y mándame ir a ti, para que con tus santos
te alabe por los siglos de siglos.
Amén.

Ejercicios espirituales*
San Ignacio de Loyola

 

 

 

 

 

 

 

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[1]  ANNOTACIONES PARA TOMAR ALGUNA INTELIGENCIA EN LOS EXERCICIOS SPIRJTÜALES QUE SE SIGUEN, Y PARA AYUDARSE, ASI EL QUE LOS HA DE DAR COMO EL QUE LOS HA DE RESCIBIR.

1.a anotación. La primera annotación es que, por este nombre, exercicios spirituales, se entiende todo modo de examinar la consciencia, de meditar, de contemplar, de orar vocal y mental, y de otras spirituales operaciones, según que adelante se dirá. Porque así como el pasear, caminar y correr son exercicios corporales, por la mesma manera todo modo de preparar y disponer el ánima, para quitar de sí todas las afecciones desordenadas, y después de quitadas para buscar y hallar la voluntad divina en la disposición de su vida para la salud del ánima, se llaman exercicios spirituales.

[2] 2.a