image

Ética: Defi niciones y teorías

Miguel Ángel Polo Santillán

image
image

image

Colección Textos Universitarios

Ética: Definiciones y teorías

Primera edición digital, marzo 2016

 

©

Universidad de Lima

 

Fondo Editorial

 

Av. Manuel Olguín 125, Urb. Los Granados, Lima 33

 

Apartado postal 852, Lima 100, Perú

 

Teléfono: 437-6767, anexo 30131. Fax: 435-3396

 

fondoeditorial@ulima.edu.pe

 

www.ulima.edu.pe

Diseño, edición y carátula: Fondo Editorial de la Universidad de Lima

Versión ebook 2016

Digitalizado y distribuido por Saxo.com Peru S.A.C.

image
www.saxo.com/es

yopublico.saxo.com

Teléfono: 51-1-221-9998

Dirección: calle Dos de Mayo 534, Of. 304, Miraflores

Lima - Perú

Se prohíbe la reproducción total o parcial de este libro sin permiso expreso del Fondo Editorial.

ISBN versión electrónica: 978-9972-45-325-0

Índice

Prólogo

Presentación

1.  Ética y moral

1.1   La complejidad de la ética

1.2   Ética y moral: Bosquejo de una relación

1.3   A modo de conclusión

2.  La ética como filosofía moral

2.1   La ética es distinta de la moral

2.2   La ética como ciencia práctica

2.3   La ética como ciencia del comportamiento moral

2.4   La ética como búsqueda de la vida buena

2.5   La ética como filosofía moral

2.6   La ética es indistinta de la moral

2.7   A modo de conclusión

3.  Principales clasificaciones éticas

3.1   Éticas descriptivistas y éticas no descriptivistas

3.2   Éticas naturalistas y éticas no naturalistas

3.3   Éticas cognitivistas y éticas no cognitivistas

3.4   Éticas subjetivistas y éticas objetivistas

3.5   Éticas de móviles y éticas de fines

3.6   Éticas de bienes y éticas de fines

3.7   Éticas materiales y éticas formales

3.8   Éticas teleológicas y éticas deontológicas

3.9   Éticas de intención y éticas de responsabilidad

3.10 Éticas sustancialistas y éticas procedimentales

3.11 Éticas de máximos y éticas de mínimos

3.12 Conclusión

4.  Éticas teleológicas y éticas deontológicas

4.1   Éticas teleológicas

4.2   Éticas deontológicas

4.3   Articulación entre máximos y mínimos

4.4   Valoración

4.5   La corrupción en perspectiva teleológica y deontológica

5.  Moral y diálogo en la ética del discurso

5.1   Ética discursiva

5.2   Escuchar la voz de los implicados

6.  Ética del reconocimiento

6.1   Marco general de la ética del reconocimiento

6.2   Tres formas de desprecio personal

6.3   Tres formas de reconocimiento

6.4   Observaciones

6.5   Interculturalidad y reconocimiento

Bibliografía

Prólogo

Se ha dicho a menudo que no hay nada más práctico que una buena teoría. De ahí la enorme utilidad de obras como la que el lector tiene entre las manos: un conjunto de textos que indagan acerca de algunas cuestiones básicas de la teoría ética. En efecto, una buena teoría es la mejor herramienta de que disponemos los seres humanos para poder orientarnos en medio de la compleja realidad en la que estamos inmersos. Necesitamos saber para tomar decisiones acertadas, y las teorías bien construidas, bien expuestas y bien comprendidas son la base imprescindible para disponer de semejante saber.

Es una obviedad que sobre las cuestiones éticas existe cierta pluralidad de perspectivas, como se podrá observar a lo largo de este libro, y que esa variedad de puntos de vista puede dar la impresión de que en el terreno de la filosofía todo es controversias y desacuerdos, quedando muy lejos aún el momento en que sea posible aprovechar los avances filosóficos como un saber seguro y fiable, disponible para poder tomar las decisiones más prudentes. Sin embargo, como el lector observará a lo largo de las páginas que siguen, la filosofía moral proporciona distinciones conceptuales y reflexiones de hondo calado que no tienen fecha de caducidad. Por el contrario, la existencia de tales aportaciones permite que a las generaciones actuales y las venideras les sea más fácil la comprensión cabal de los fenómenos que preocupan a la humanidad en este ámbito, poniendo unas bases sólidas para poder orientarse en el complejo mundo de la moralidad.

La complejidad del fenómeno moral es patente mucho antes de que nos adentremos en el estudio de las controversias filosóficas: desde el mismo momento en que una persona se encuentra enfrentada a un problema en el que se ha de tomar una decisión entre varias alternativas, que a primera vista se muestran como deseables, la experiencia de la moralidad se hace presente en nuestras vidas. También se manifiesta la cuestión moral cuando se dan casos de abusos, injusticias o perjuicios que alguien inflige arbitrariamente. El sentimiento de indignación ante la injusticia es, con toda seguridad, un elemento consustancial de la experiencia moral, tal como sugiere alguna de las teorías éticas que se exponen en estas páginas. De este modo, sobre la base de subrayar la importancia de algunos elementos de la experiencia moral, y de elaborar las correspondientes definiciones y distinciones conceptuales, las diversas teorías éticas consiguen aportar nueva luz sobre aspectos de la vida moral que hasta el momento tal vez no han sido suficientemente aclarados.

Hacer memoria de algunas de las teorías éticas más relevantes, exponerlas con claridad, y subrayar sus aportaciones más notables son aciertos sustantivos de los textos que contiene este libro. Una lectura detenida de estos conducirá a una mejor comprensión de las complejidades del fenómeno moral, y eventualmente les ayudarán a fijar algunas ideas básicas que les permitan tomar decisiones o juzgar comportamientos desde un punto de vista moralmente acertado. En este sentido, los textos que componen esta obra funcionan como mapas, como cartografías de un territorio en el que es fácil perderse sin la ayuda de dichos mapas. Al profundizar en las ideas que se exponen aquí, los lectores encontrarán mayor facilidad para orientarse en ese terreno neblinoso, a veces pantanoso, en el que nos movemos los seres humanos en virtud de nuestra libertad, de nuestra capacidad de elegir entre bienes, males y opciones intermedias.

En definitiva, si lo más práctico es una buena teoría, el libro que estamos prologando puede ser sumamente práctico, puesto que aclara, orienta, distingue y reflexiona con acierto sobre esa vida moral que nos constituye como seres humanos, sobre esa experiencia moral, insoslayable, que día tras día hemos de afrontar.

Emilio Martínez Navarro
Universidad de Murcia

Presentación

Las personas, en su vida cotidiana, asumen ciertas obligaciones porque estiman que una acción es mejor que otra, que vale la pena esforzarse para lograr ciertas metas, que ciertos valores son más importantes que otros, y que, por ello, debemos actuar y vivir de determinada manera. Todas las personas viven bajo esos presupuestos a los que se les ha denominado moral. Es lo que Aranguren llama la “moral vivida”, lo que hacemos como padres, profesionales, ciudadanos, negociantes, políticos, etcétera.

Sin embargo, a veces nuestras pretensiones morales, es decir, nuestras valoraciones de cómo deben ser las cosas y nuestras acciones, chocan o entran en conflicto con otras. Es ahí donde los términos ‘ética’ y ‘moral’ entran en juego, especialmente porque también son puestos en cuestión. Ofrecer un poco de claridad a este confuso mundo de los significados de ética y moral, además de clasificar las teorías éticas y ver su valor, es lo que se propone nuestro pequeño trabajo.

Socialmente usamos los términos ‘ética profesional‘, ‘código de ética profesional’ o ‘comisión de ética’, pero no sabemos dar razones de por qué no llamarlas ‘moral profesional’, ‘código de moral profesional‘, ‘comisión de moral’. Y a la vez eso dependerá de las definiciones que les demos a las palabras ‘ética’ y ‘moral’. Por eso, debemos dotarlas de cierto contenido, que no debería estar basado en la arbitrariedad (“que cada quien le ponga el contenido que quiera”), sino en el devenir histórico de la palabra y el uso que le dan actualmente los académicos. Así, quizá nuestro uso de ‘código de ética’ y ‘comisión de ética’ se vean como incorrectas y prefiramos las de ‘código deontológico’ o ‘comisión deontológica’, porque fundamentalmente tienen que ver con aplicaciones de normas. En términos académicos, ni los ‘códigos de ética’ ni las ‘comisiones de ética’ hacen ética.

Para señalar esos errores o ligerezas en nuestros usos se necesita conocer las fuentes de donde proceden las palabras ‘ética’ y ‘moral’. Ese es uno de los aportes que quiere ofrecer este libro, el cual consta de seis trabajos: “Ética y moral” presenta los grandes momentos epocales de los significados de ética y moral; “La ética como filosofía moral” ofrece un conjunto de definiciones contemporáneas de ética y moral; “Principales clasificaciones éticas” pretende ordenar las distintas teorías éticas, lo cual también puede orientarnos entre la multiplicidad de propuestas éticas; en “Éticas teleológicas y éticas deontológicas” se profundiza en una clasificación que considero, como otros autores, que puede ayudarnos mejor no solo a ordenar las teorías éticas sino a afrontar los diversos problemas morales contemporáneos; “Moral y diálogo en la ética del discurso” es una interpretación libre de la propuesta de Habermas. Finalmente, “Ética del reconocimiento” es una presentación de la teoría de Honneth que nos ofrece tópicos en la reflexión moral, como el valor de la indignación y el desprecio en el progreso moral.

Agradezco al doctor Emilio Martínez Navarro, de la Universidad de Murcia, por su prólogo, así como por sus valiosas observaciones y sugerencias.

El autor

1.  Ética y moral

Dos términos aparecen en el debate social: la ética y la moral, aunque por lo general de modo impreciso. Ejemplo de esa imprecisión es el uso de la expresión ‘una acción ético-moral’, como si fuera una sola palabra. Por ello, es necesario, aunque nada sencillo, esclarecer estos términos, porque los eticistas, sean filósofos o no, la definen de múltiples maneras. Cada uno tiene su idea de ética, y su idea de moral.

El francés Axel Kahn dice que el mundo contemporáneo es un gran consumidor de la palabra ‘ética’, pero le repugna utilizar la palabra ‘moral’ (2006: 7). Esto puede ser por dos razones: porque la moral está asociada con costumbres o tradiciones que limitan la libertad, o porque es identificada con deberes, sean particulares o universales; por lo que más obras prefieren usar el término ‘ética’ (introducción a la ética, ética kantiana, ética ecológica, ética profesional, códigos de ética, etcétera).

Esta doble problemática —usar los términos de manera indistinta e imprecisa y rechazar el uso de la palabra ‘moral’— hace que esta cuestión no sea baladí. Además, no solo es un tema propedéutico, sino que está en juego la naturaleza misma de la ética y la forma de desarrollarla. Primero procederemos a ver la complejidad del problema, luego haremos un bosquejo histórico de la relación entre ética y moral, y terminaremos con algunas conclusiones.

1.1  La complejidad de la ética

Partimos de un hecho: existe una diversidad de definiciones de ética, dependiendo de ellas también se definirá la moral. ¿Cómo explicar este fenómeno? ¿Cómo clasificar esta multiplicidad de definiciones de ética? ¿Cómo darles unidad? Exploremos tres posibilidades de entender las distintas definiciones de ética:

a)  La diversidad se puede entender por los cambios culturales, desde las perspectivas antigua, medieval, moderna y contemporánea. Las definiciones de las últimas épocas no cancelan las anteriores. Podemos incluir en esta perspectiva los renovados planteamientos clásicos, como las propuestas neoaristotélicas o neotomistas. Aquí también se encuentra la propuesta de fundar la ética en las ciencias, dado el valor de estas en la configuración del pensamiento y la praxis de la sociedad actual. Cualquiera sea la perspectiva epocal que se asuma, desde ahí se definirá la ética.

b)  Otra forma de entender y organizar esta complejidad es a partir de las necesidades o problemas de una época; por ejemplo, entenderlas como teleológicas y deontológicas. En ese sentido, la ética es identificada con las éticas teleológicas y la moral con las deontológicas. Una distinción que nos permite comprender las facetas y los problemas que están involucrados cuando hablamos de ética o moral. Si bien es cierto esta distinción también surge en una época, sin embargo, no busca tanto seguir una tradición como organizar los distintos debates y problemas.

c)  Una tercera posibilidad es dejar simplemente al uso cotidiano las palabras, es decir, hablar de manera indistinta, porque es el juego de dicho uso el que marcará las pautas de su significado. No cabe duda de que el uso es uno de los elementos que intervienen en los significados, pero no se puede ignorar la historia de las palabras, además de las doctrinas y teorías que las han definido previamente.

En lo que sigue se presenta una forma de entender y valorar las definiciones de ética y moral, atendiendo a su contexto epocal, para darnos cuenta de que sus definiciones han estado ligadas a los cambios culturales e históricos.

1.2  Ética y moral: Bosquejo de una relación

Las formas de entender la ética están muy ligadas a las maneras de entender la filosofía y a los temas centrales de cada época.1 Así, el paradigma naturalista y racionalista de la filosofía griega marcó la forma de entender la ética, mientras que el paradigma subjetivista moderno hizo entender la ética en correspondencia con ese modelo. Mientras que el paradigma lingüístico contemporáneo hace que la filosofía se entienda como una investigación sin compromiso moral alguno o como una actividad de clarificación del discurso moral.2 Especifiquemos más estas formas en que se ha manifestado la ética en Occidente. Esto pretende ser un bosquejo, como tal solo presentaremos los aspectos que consideramos más relevantes de cada época. Posteriormente veremos una variedad de definiciones de ética pertenecientes a la época contemporánea. Pero empecemos por el término griego de donde deriva la palabra ética.

1.2.1  Del êthos a la ética

¿Por qué la etimología? Quizá la etimología no sea el camino privilegiado, pero es un camino que puede permitir acercarnos a la realidad de la cual queremos hablar. Dice el filósofo español Aranguren, autor del clásico texto Ética: “La etimología nos devuelve la fuerza elemental, gastada, con el largo uso, de las palabras originarias, a las que es menester regresar para recuperar su sentido auténtico, la arkhé, que es, como diría Zubiri, no lo arcaico por el mero hecho de serlo, sino por lo que tiene de árquico” (Aranguren 1965: 22).

Si bien la etimología puede acercarnos a los primeros significados de la palabra, a su “plenitud original” dice Aranguren, no hay que olvidar los significados posteriores y actuales.3 Pero ahora detengámonos en su etimología griega. ¿Qué nos dice el significado griego de donde deriva la palabra ética? Hay que distinguir un doble origen, porque la palabra ética procede de dos vocablos griegos:

a)  Ēthos image, con eta, cuyo sentido antiguo es morada, lugar donde se habita. Se usaba para referirse al lugar donde viven los animales (Aranguren 1965: 21-22). Luego se usó para referirse a los hombres, como modo de ser o forma de vida. Se puede traducir como modo de ser o estar, forma de vivir o habitar un territorio, de crearlo, de recrearlo, modo de relacionarnos con el universo y con los demás hombres. Este es el sentido que ha explorado Heidegger, quien nos ha devuelto la atención hacia este êthos, como estancia propia de nuestro ser, en la que nos movemos, vivimos y somos, que nos transforma y podemos transformar.

Decíamos que Heidegger ha puesto la atención en êthos como estancia, morada, propia de nuestro ser, hasta sostener que la ética es en realidad ontología. Afirma:

De acuerdo con la significación fundamental de la palabra η´ θος, ha de decir ahora el nombre ética que ella piensa la estancia del hombre, entonces aquel pensar, el que piensa la verdad del ser como elemento originario del hombre, como el de un ec-sistente, es en sí ya la ética original. Pero este pensar es entonces primeramente ética porque él es ontología. Pues la ontología piensa sólo al ente (’óν) en su ser (Heidegger 1970: 57).

Heidegger toma como sustento de su tesis el fragmento 119 de Heráclito, cuya traducción, según Diels, sería: “Su carácter propio es para el hombre su daimon (es decir, su destino)”. Sin embargo, recurriendo al significado antiguo de êthos, Heidegger lo traduce así: “El hombre, en la medida en que es hombre, habita en la vecindad del dios”. Maliandi comenta al respecto:

Según Heidegger, Heráclito habría querido precisamente contraponer êthos y daimon, y, a la vez, mostrar que, sin embargo, esos conceptos coinciden en el hombre. La “morada” del hombre, su esencia, aquello a lo cual pertenece, aquello que le es más propio, contiene, sin embargo, al dios, es decir, a aquello que aparentemente lo trasciende (1994: 15).

Heidegger recuerda un texto de Aristóteles donde aparece la anécdota de unos forasteros que visitan a Heráclito, quien se hallaba calentándose junto al fuego. Mientras se acercaban Heráclito les dijo: “aquí también están presentes los dioses”.

Todo esto hace decir a Heidegger que el ser se manifiesta en la morada del hombre. Así, el fragmento 119 no es un texto ético sino ontológico. O dicho con sus palabras, la verdadera ética es ontología, un pensar que afirma la morada del hombre en el ser. La verdad del ser es en el hombre lo primero y más originario.

Por su parte, Zubiri ha señalado que êthos tiene un significado amplio:

[…] el vocablo griego êthos tiene un sentido infinitamente más amplio que el que damos hoy a la palabra “ética”. Lo ético comprende, ante todo, las disposiciones del hombre en la vida, su carácter, sus costumbres y, naturalmente, también lo moral. En realidad, se podría traducir por “modo o forma” de vida, en el sentido hondo de la palabra, a diferencia de la simple “manera” (Zubiri 1948: 223).

Sin embargo, también el mundo griego derivó la ética de otro término.

b)  Éthos (έθος), con épsilon, suele traducirse como hábito o costumbre. Ha sido Aristóteles quien derivó la virtud ética del éthos, queriendo señalar que el “modo de ser” se logra mediante el hábito. Dice: “[…] la [virtud] ética (ethiké) procede de la costumbre (éthous), como lo indica el nombre que varía ligeramente del de ‘costumbre’ (éthous)” (EN, II, 1, 1103 a 17-18).4

La virtud ética se constituye así en una segunda naturaleza que se logra a través del hábito, de actos que se practican a través del tiempo. Mientras el páthos es dado por naturaleza, la virtud ética es adquirida por el hábito (éthos). Dice el estagirita: “[…] así, pues, es necesario que ejercitemos nuestras actividades de una manera determinada, porque las diferencias de conducta dan lugar a hábitos distintos. La manera en que uno ha sido educado desde la niñez tiene, en estas condiciones, no poca importancia” (EN, II, 2, 1103 b).

Eso le permite a Aristóteles relacionar éthos con héxis (costumbre, hábito, disposición adquirida). Esta forma de entender la virtud ética ha tenido doble importancia:

i)   La forma aristotélica se constituyó en el sentido clásico de la virtud ética, entendida esta como una disposición adquirida por hábito, un modo de comportarnos que se logra como segunda naturaleza.

ii)  La forma aristotélica de entender la ética hizo que se centrara la atención en las acciones (sin ellas no es posible hábito alguno) y las cualidades del agente, pero quedó olvidada la dimensión más amplia del êthos: el cuidado de la estancia, la preocupación por la morada en la que vivimos y recreamos, el espacio vital que nos sostiene y hacemos.

Siguiendo esta línea, Maliandi sostiene que la ética es la tematización del ethos:5

En el lenguaje filosófico general, se usa hoy ethos para aludir al conjunto de actitudes, convicciones, creencias morales y formas de conducta, ya sea de una persona individual o de un grupo social, o étnico, etc. En este último sentido, el término es usado también por la antropología cultural y la sociología. El ethos es un fenómeno cultural (el fenómeno de la moralidad), que suele presentarse con aspectos muy diversos, pero que no puede estar ausente de ninguna cultura. Es, como se verá luego, la facticidad normativa que acompaña ineludiblemente a la vida humana. Cuando se quiere destacar el carácter concreto de esa facticidad, en oposición a la “moralidad” (entendida entonces como abstracta o subjetiva), se suele hablar, siguiendo en esto a Hegel, de “eticidad” (Sitt lichkeit) (1994: 14).

Así, el éthoséthos