XV

Aprovechó la ausencia de Selma y cogió su teléfono. Sabía que la mujer dormiría profundamente al menos un par de horas.

Después de marcar de nuevo los dígitos del teléfono, habló de manera escueta al escuchar la voz de Ángel.

—Entrégame a Megan y no le sucederá nada ni a Selma ni a tu familia.

—Dónde y cuándo.

—Mañana en Zaragoza, en la plaza del Pilar a las cinco de la tarde.

Jaouad no le dio tiempo a que le hiciera ninguna pregunta. Fue rápido para que no tuviese tiempo de localizar su ubicación. Abrió su ordenador y escribió un mensaje a sus colaboradores. Esperó unos minutos hasta que le llegaron instrucciones.

Estaba cansado, así que pensó que no estaría mal descansar un poco mientras Selma dormía.

Pasarían un par de horas cuando oyó un ruido en la cama de Selma, abrió los ojos y vio que ésta se movía.

—Gracias –le dijo–, me has desatado. Qué extraño, no me duele nada.

—Te puse otro calmante, te quejabas de dolor.

—Te lo agradezco, me siento como nueva. ¿Puedo levantarme y estirar un poco las piernas? –le dijo mientras se incorporaba en la cama.

—Hazlo, pero no intentes nada, ya ves que cada vez que procuras una intentona fallas y sales perjudicada –río.

Selma se puso a reír con él.

—Ja ja ja, pero qué tonta y atrevida que he sido. Cómo se me habrá ocurrido saltar por la ventana y escapar de alguien como tú, ja ja ja. Fíjate en mi pie, está hinchado como una bota.

—Tuviste suerte, Selma, te lo podrías haber roto.

Selma caminó un poco por la habitación. Jaouad le pidió que se sentase en el sofá al ver que cojeaba por el dolor.

—Voy a ponerte más pomada, no quiero que la inflamación empeore.

Selma se entregó a sus manos. Aquel masaje le aliviaba un poco el dolor, parecía que el calmante dejaba de hacer efecto.

—Gracias.

—No sé cómo puedes darme las gracias. Todo lo que estás pasando en estos momentos es por mi culpa y aún me das las gracias.

—Jaouad, no creo que seas una mala persona. Solo has sido otra víctima más de esta élite mundial pervertida y enviciada que nos manipula a su antojo. Solo espero que esto no acabe mal y que nadie sufra ningún daño.

Selma se mostraba tranquila. Haber conocido la historia de Jaouad le había acercado a él y a su sufrimiento y podía comprender el papel que había asumido en la vida. Ahora se sentía más segura que antes, sabía que Jaouad no le haría daño de forma voluntaria.

—Selma, me hubiera gustado conocerte en otro contexto. Haber sido en realidad aquel hombre de negocios regentando mi propio restaurante. De haberte conocido sin ser lo que soy no te hubiera dejado escapar, te hubiera conquistado y retenido a mi lado, seguramente hubiera sido un hombre feliz a tu lado.

—Me hubieras retenido a tu lado, exactamente lo que estás haciendo ahora. Qué ironía, ¿verdad?

—Sí, qué ironía. Vuelvo a decirte que me encandilé de ti, podríamos haber llevado aquella historia más allá, si yo no fuese un t…

—Sí –le cortó–, nuestras vidas son totalmente diferentes y tú… –calló, no le gustaba aquella palabra, terrorista. Ya no veía a Jaouad como tal.

—Me gustaría poder escribir tu historia, quizá algún día, si el destino no me lo impide y salgo viva de esto.

—Selma, no dejaré que te suceda nada –le dijo seguro.

Dejó con cuidado el pie de Selma sobre el suelo. Se incorporó y la ayudó a ponerse en pie. Mirándola a la cara muy de cerca volvió a decirle:

—No dejaré que nadie te haga daño.

Tuvo el impulso de envolver a Selma con sus brazos. Lo hizo con afecto mientras se fundían en un abrazo que entremezcló sentimientos. Selma se entristecía por aquel hombre, pensando que nadie tenía por qué vivir situaciones tan extremas, y Jaouad sufría por aquella mujer secuestrada, sabiendo que estaría preocupada por si volvería a ver a sus hijos. Le dolía ver que estaba herida. Su pie, su hombro, incluso su rostro rasguñado, que ahora acariciaba muy suave con la punta de sus dedos.

—Siento todos estos golpes.

—No lo sientas, me los hice yo –sonrió coqueta.

El sentimiento de Selma cambió por completo. Desde que supo que Jaouad era un terrorista, había ido aumentando hacia él un sentimiento de rencor y aversión. Ahora comenzaba a sentir compasión, incluso volvió a sentirse atraída ante la mirada de aquel hombre. Jaouad era un árabe muy atractivo y, a pesar de todo, Selma estaba convencida de que era una persona bondadosa.

Sintió la calidez en su rostro cuando Jaouad se le acercó y comenzó a besarlo con suavidad.

—Si pudiese deshacer todo el mal que te he ocasionado…

Empezó a acariciarle el cabello antes de dirigir los labios a su cuello. Lo hacía con una suavidad extrema, atento a su reacción. Selma cerró sus ojos y se entregó al cariño de Jaouad. Entreabrió su boca al notar en ella el contacto de los labios. Se atrevió a besarla delicadamente antes de absorber su lengua. Aquel gesto húmedo estremeció a la mujer. Jaouad sabía que podía continuar saboreándola, así que levantó su blusa y condujo sus labios hasta los pechos de Selma. En silencio ella se dejaba hacer, le gustaba notar cómo sus pezones se erguían con el roce de aquella lengua juguetona y cariñosa. Ahora también sus pechos eran absorbidos, parecía que Jaouad se los tragaría de un momento a otro. Aquellas manos masculinas buscaron la pelvis de Selma y la acarició durante varios minutos. Selma le jadeó en el oído, aquella señal activó sus impulsos y él comenzó a masturbarla con los dedos. Quiso hacerlo con suavidad, hasta que el movimiento de ella contra sus dedos le hizo saber que quería más intensidad en su sexo.

Jaouad deseaba comérsela entera, así que succionó la parte que sus dedos acababan de humedecer. Le resultaba placentero entretenerse en la vagina de Selma, vio como ésta abría cada vez más sus piernas, preparándose para la penetración. Jaouad le quitó los pantalones antes de quitarse los suyos. La mujer quiso deshacerse de su blusa pero su hombro lastimado se lo impidió, fue él entonces quien se encargó de liberar los dos cuerpos de la ropa restante. Recostó a Selma en una posición cómoda y comenzó a hacerle el amor. Ella sentía mucho placer con el delicado movimiento de aquel hombre sobre ella. Le introducía su miembro pausadamente, dejando que ella disfrutase del contacto en cada sacudida. Selma mantenía su mente ausente de todo lo que ocurría fuera de aquella habitación, en aquel momento no pensaba en nada ni en nadie, salvo en aquel excepcional hombre.

La vida podía haberlo convertido en un monstruo, aquella experiencia vivida en su juventud lo había arrojado a ser un rebelde y a querer conspirar contra quien creía culpables de su infortunio y de la desdicha de muchos países árabes. A Selma aquello no le parecía del todo incorrecto, muchas veces había pensado cómo las personas eran capaces de no hacer nada ante muchas de las situaciones que se estaban viviendo en la actualidad. Países que las grandes potencias diseñaban a su antojo o fronteras que implantaban para separar de forma intencionada a etnias, provocando así grandes conflictos. Esas potencias hacían estallar guerras civiles en territorio árabe, aprovechando el conflicto para suministrar armamento de guerra que beneficiaría su economía, engordando las arcas de su propio estado. De ese modo se encendía una mecha imparable, grupos radicales se formaban y querían vengarse a toda costa de aquellos a los que consideraban infieles. Cometían atroces atentados, lo que daba carta blanca a aquellos países occidentales que querían seguir lucrándose. Bombardeaban a aquellos países en guerra con la excusa de hacerlo en nombre de la libertad y de la justicia. Así pues la sociedad acababa aplaudiendo aquellos ataques estratégicos y conspirativos, creyendo que de aquel modo serían salvados del mal.

El pensamiento de Selma volaba mientras Jaouad la penetraba suave pero imparablemente. Era incapaz de imaginarse a ese hombre perpetrando un atentado sangriento. Jaouad comenzó a gemir aceleradamente y su ritmo corporal se avivó. Selma deseaba llegar al orgasmo, por eso decidió dejar su mente en blanco y pensar en aquel hombre como el Jaouad que conoció en Fez, no como su secuestrador.

—Oh, Selma, cuánto placer –gemía mientras llegaba al clímax.

La voz de Jaouad acabó de encender a Selma y estalló de placer junto a él. Llevaba meses tomando la píldora anticonceptiva, así que no se preocupó en absoluto al notar la eyaculación de Jaouad dentro de ella.

El hombre se estiró a su lado y tras besarle en la mejilla le dijo:

—Perdona por lo que acabo de hacer.

Selma le miró con ojos interrogantes.

—Eres una mujer casada y no he sido capaz de respetarlo.

—Eres un hombre muy raro. Me secuestras, me golpeas y después me cuidas y me haces el amor y acabas preocupado porque estoy casada. Me cuesta creer que seas quien eres.

—Aunque no lo creas, soy un hombre de principios.

—Un hombre de principios que atenta contra otras personas, algo no concuerda.

—Me cuesta quebrantar la vida de otras personas. No le arrebato la vida a nadie sin un motivo de peso. Nuestra organización suele atacar al gobierno estadounidense cibernéticamente, nos financiamos con secuestros, pidiendo rescates monetarios, solemos tener como rehenes a soldados que operan en países árabes y los liberamos a cambio de dinero.

—Y también asesinas a personas –afirmó Selma con dureza.

—No como tú crees.

—Un asesinato es siempre un asesinato.

—Los estados miembros suelen entrar en terreno cenagoso. Nosotros nunca hemos atentado contra civiles, no nos manifestamos a favor de la paz con pancartas, como soléis hacer en la calle los occidentales. Combatimos a la milicia con su misma moneda, con las armas. Y cuando la CIA entra en juego, no dudamos en prepararnos para una ofensiva.

—Jaouad, los terroristas han hecho cosas muy feas, os ganáis el odio de la gente.

—Sí, el mundo entero está cometiendo graves errores, no solo los terroristas. Parte del terrorismo desaparecería si las grandes potencias dejasen de regir el mundo del modo en que lo están haciendo. No dejan de sacudirnos y provocarnos, luego pretenden que nos mantengamos pasivos y que no nos revelemos. Es como dar patadas a un avispero y esperar a que las avispas no salgan a atacar.

—Sí, pero…

Joauad continuó con su exposición.

—¿Sabes que un alto porcentaje de los atentados terroristas responden a situaciones de ocupación extranjera y no son por motivos religiosos? Estados Unidos y Europa predican democracia y lo que realmente quieren es un libre mercado que los enriquezca exclusivamente a ellos. Y cuando se encuentran ante violaciones de los derechos humanos no hacen nada para evitarlo, porque al hacerlo pueden perjudicar su propia economía.

Selma estaba perdida, su mirada así se lo comunicó a Jaouad. Comenzó a palidecer.

—Selma, el mundo no está bien. Los gobernantes han podrido el significado de democracia. La humanidad tiene que tomar un giro radical para que el mundo sea un lugar justo y seguro para todos.

Enmudeció unos minutos quedándose pensativo. Su mente lo llevaba muy lejos de ahí, era de la única forma que podía llegar a sentirse realmente libre.

—Ven, acércate –le dijo con cariño.

La abrazó con fuerza, como queriéndola proteger de todo mal.

—Siempre aposté por las personas y por un cambio. Y mira dónde y cómo me encuentro. Esto parece surrealista. No sé de lado de quién estoy en estos momentos, si de ti y tu ideología o de Ángel y la CIA. Ángel es mi marido y un buen hombre, no tengo duda y supongo que hasta ahora ha luchado por el «bien», aunque creo que se siente defraudado, y tú eres una buena persona que probablemente luche por la libertad de los suyos. Estoy muy confusa. Quiero que esto acabe.

—Probablemente tú salgas ilesa de todo esto y nosotros tengamos lo que queremos para continuar con nuestra lucha. Pero hay muchas personas que no pueden volver a su territorio, porque seguramente ha desaparecido como tal. Muchos niños y niñas árabes han perecido en sus países al estallar estas guerras civiles de las que te he hablado. Sus casas han sido bombardeadas por los estados «aliados», ¿aliados de quién y con qué fin? Esto tiene que terminar, el modus operandi de occidente va en un camino equivocado. Cuando recapaciten y quieran sanar las heridas cometidas, será demasiado tarde.

—Si yo pudiese hacer algo, Jaouad.

—Sé que las armas no son siempre la mejor solución. Personas como tú pueden aportar mucho al mundo. Tú tienes tu pluma, ¡utilízala! Cuenta al mundo lo que sabes, lo que sientes. Seguramente mucha gente entienda.

—Si sobrevivo a esto, tienes mi palabra de que voy a escribir sobre esto que me cuentas.

Jaouad silenció las palabras de Selma con un apasionado beso.

—Me gustaría que estuviésemos juntos en esto, serías una buena compañera de lucha.

—No te confundas, Jaouad, nunca recurriría a las armas y al terror. Me considero una persona pacifista.

—Entiendo. Eso también me gusta de ti.

Se levantó y le pidió a Selma que no saliera de la cama. Que siguiera descansando mientras él se daba una ducha.

Selma se alegró al ver que no volvía a inmovilizarla. Supo que Jaouad confiaría en ella. Ya no intentaría nada más, seguramente hasta pondría de su parte para que el plan de Jaouad fuera exitoso. De ese modo también se aseguraba de proteger a Ángel, al menos así lo sentía.

Al salir de la ducha le ofreció una toalla limpia a la mujer para que pudiera ducharse también. Selma se cubrió con ella y pasó al cuarto de baño. Permaneció debajo del agua caliente un buen rato, aquello le ayudó a relajarse y a sentirse mejor. Pensó en todo lo que Jaouad le había explicado. Quería salir con vida de todo aquello, haría todo lo posible por colaborar. Ángel parecía no haber quedado con muy buen sabor de boca tras su salida forzada de la organización para la que había estado trabajando. Por eso Selma no sentía afinidad y confianza hacia la CIA; además, Megan era una agente secreta que había traicionado a Ángel, así se lo manifestó él. En aquel momento confiaba más en Jaouad que en aquella agencia de inteligencia.

En cierto modo se sentía molesta con Ángel por haber desaparecido y haber ido a rescatar a Megan. Consideraba que aquella misión no le correspondía a él. La CIA tendría que dar la cara por sus agentes. Quizá Ángel se sentía responsable de aquella mujer porque todavía la amaba. A Selma le importaba muy poco la suerte de Megan, aquella mujer había decidido llevar una vida arriesgada, en cambio ella no, y por culpa de ellos dos ahora ella estaba en peligro a manos de aquella banda terrorista. Por eso le guardaba un poco de rencor a su marido y no se sentía culpable por aquellas infidelidades en su ausencia. Cada vez se convencía más de no querer continuar a su lado si volvían a encontrarse. Le dolía tener que separar a sus hijos de él, pero la situación había llegado a un punto en el que ya no había marcha atrás, a Selma le sería muy difícil volver a recuperar la confianza y el amor que había sentido por Ángel. Esperaba que nadie sufriese daño alguno, eso era lo único que ahora le importaba.

Salió de la ducha y le pidió a Jaouad que le ayudase a ponerse la ropa. El hombro la estaba fastidiando. Al terminar Jaouad le dijo que tenían que hablar.

—Está bien, pero antes me gustaría poder comer algo.

—De acuerdo, espera aquí, mejor que no te vayas paseando por la casa.

—Aquí te espero.

A los pocos minutos Jaouad volvió con un par de platos repletos de tallarines, condimentados con un poco de orégano.

—De momento no puedo ofrecerte nada más.

—Esto ya me vale, tengo un hambre que me muero.

Jouad dejó que comiera tranquila, él también se dispuso a terminarse la pasta que había en su plato.

—Selma, tu secuestro está llegando a su fin. Tendrás que colaborar conmigo si quieres que todo salga bien. En unas horas nos encontraremos con Ángel en un lugar específico. Habrá un intercambio de personas, tú por Megan. No creo que intenten ninguna tontería, porque estaremos en un lugar público y podrían poner en peligro a decenas de personas, Ángel no consentirá que eso suceda. Tú no hables con él hasta que nosotros no estemos lejos. Cualquier pista que puedas darle podrá abortar la operación y alguno de nosotros podría resultar herido.

Selma se acercó a él, en aquel momento necesitaba sentirse segura, sabía que la situación a la que se enfrentaban no iba a ser fácil. Se encontró con el rechazo de Jaouad. Éste la aparto de sí con un movimiento brusco.

—A partir de ahora voy a ser muy conciso. Tú y yo nos ceñiremos a entablar una relación de rehén-secuestrador. No habrá más acercamientos entre nosotros y limitaremos nuestra conversación. Ahora céntrate en contestar cuando te pregunte y háblame solo cuando sea necesario.

A Selma la repentina actitud de Jaouad le hizo gracia. Sus palabras estaban tomando un matiz severo, parecía querer empezar a estar distante con ella. Lo entendía perfectamente, él no iba a echar a perder su plan, y si faltaba poco para su liberación ella también tenía que tomarse en serio aquel cambio de conducta. Pero no podía dejar de pensar que hacía un momento le había estado haciendo el amor de forma cariñosa y hasta le había destapado su vida hablándole de su pasado.

—¿Lo has entendido, Selma?

—Sí. Quiero que sepas que soy la primera que quiere que esto acabe bien. Temo por mi vida, por la de Ángel y ahora por la tuya también. Solo una pregunta, ¿qué pretendéis hacer con Megan? No es que sienta nada especial, pero yo soy la moneda de cambio, si yo salgo ilesa también desearía que ella no sufriera ningún incidente.

—Megan tiene información confidencial sobre la CIA, sobre próximas operaciones para combatirnos, entre otras. También fue una de las personas que torturó a presos de guerra, y para algunos de nosotros eso tiene que pagarlo.

—Me afecta pensar que Ángel haya podido estar con alguien así, capaz de hacer daño a otras personas. Pero no olvides que la venganza no lleva a nada.

—La vida de Megan no depende de mí. En cuanto me haga con ella procederé a entregarla a una persona específica del comando.

—¿La torturarán también para sacarle información?

—No hará falta. Ella sabe que su vida está en juego si no coopera. Por si te sirve de consuelo, hay un mandato que ordena su liberación después de que haya confesado, no de forma inmediata, pero la orden es clara.

—Te agradezco esta información.

Le sonrió y se acercó a ella, Selma creyó que iba a besarle, pero Jaouad en el último segundo se arrepintió echándose para atrás. Seguramente pensando en aquello que acababa de decirle, nada de acercamientos. Selma sonrió en su interior al ver que deseaba que la hubiera vuelto a besar. Se le acercó y le dijo:

—Jaouad, quiero que sepas que Ángel es alguien muy importante para mí y que en todos estos años he conocido a hombres maravillosos, pero tú eres extraordinariamente especial. Creo que me sería muy fácil enamorarme de ti.

Jaouad se plantó delante de ella y la besó con delirio. Al apartarse, Selma pudo ver que sus ojos estaban llenos de lágrimas.

—Selma, en pocas horas has sido capaz de llenar mi corazón de esperanza. Nunca nadie lo hizo antes. Gente como tú cambiará el mundo y a las personas. Deja que te diga algo: Te quiero.

Al pronunciar esas palabras rompió a llorar. Selma se le acercó y lo abrazó compasiva.

Después de llorar unos segundos le dijo:

—Ahora me siento mucho mejor. La última vez que le dije a una mujer te quiero fue hace muchos años. Se lo dije a mi estimada madre antes de partir a aquel maldito campo de batalla. Necesitaba volver a sentirlo, necesitaba volver a decirlo…

La abrazó de nuevo y la besó queriéndose fundir en ella y desaparecer por siempre. Aquel amor era imposible, así que se giró bruscamente y comenzó a recoger la habitación.

Selma se sentó en la cama afectada. Fue incapaz de decirle nada, sentía una pena inmensa. Cerró sus ojos e intentó reponerse mientras él recogía.

El teléfono de Jaouad sonó. Él contestó tranquilo, pero conforme avanzaba la conversación se alteró notablemente. Selma no podía entender qué decía, hablaba en árabe. Algo tenía que ver con Ángel y Megan, porque había pronunciado sus nombres. Al cortar la conversación tiró el móvil sobre la cama y dio una patada a un mueble, era evidente que algo no iba bien. Cubrió su rostro con las manos unos segundos antes de hablar con Selma.

—Selma, tenemos que salir de aquí ahora mismo.

—¿Qué pasa?

Jaouad no le contestó. Metió su portátil en la mochila y el móvil en el bolsillo del pantalón. Cogió el juego de llaves de la casa y del coche y apremió a Selma a salir de la habitación.

—Por favor, ¡dime qué sucede!

—No preguntes.

—Vayamos al coche.

Selma le siguió los pasos. Comenzó a ponerse muy nerviosa al ver la reacción de Jaouad. Se dirigieron al coche con apremio.

Justo al entrar en el vehículo volvió a sonar el teléfono de Jaouad. Comenzó a gritar enloquecido al tiempo que daba un golpe sobre la guantera del coche.

—Escúchame bien, Selma. Están ahí fuera.

—¡Ahí fuera quién!

—Han descubierto nuestro escondrijo y vienen a liberarte, sin Megan.

—¿Se trata de Ángel?

—No lo sé, eso es lo de menos. Ha sucedido algo inesperado, uno de los nuestros se ha radicalizado. Hace unos minutos ha habido un atentado con coche bomba en el centro de la ciudad, causando varios heridos. ¡Mierda! ¡Esto no estaba dentro del plan!

Jaouad estaba totalmente alterado, Selma comenzó a sentir un miedo implacable.

—Este integrante ahora se dirige hacia aquí, lleva consigo explosivos.

—Vayámonos de aquí, Jaouad.

—Imposible. La casa está rodeada por agentes de la CIA y el kamikaze se dirige hacia aquí descontrolado, viene a por todas. No solo quiere a Megan, también quiere a Ángel.

—Pero vosotros no podéis estar enfrentados.

—Ya tuvimos con él algún enfrentamiento mientras diseñábamos el plan. Él era el único que desde el principio pedía vuestras cabezas.

Selma estaba aterrada.

—Quería la vida de Megan, la de Ángel y la tuya. Lo convencimos de que solo queríamos la información que Megan tenía, que vuestras vidas no nos interesaban. Parece ser que su convencimiento no fue sincero y ha actuado por su cuenta.

El teléfono volvió a sonar. Después de una escueta conversación Jaouad le dijo a Selma:

—Me acaban de comunicar que varios agentes están intentando acceder a los muros de la casa. Saldrás del coche con rapidez y te dirigirás al interior de la casa.

Le dio las llaves de la vivienda y abrió despacio la puerta del coche.

—Ahora Selma, ve agachada y no te incorpores hasta que estés accediendo a la casa.

Los dos salieron, cada uno por una de las puertas del coche. Antes de bajar, Selma vio que Jaouad estaba armado. Le temblaban las piernas, comenzaba a estar horrorizada con todo aquello.

No había dado ni dos pasos más allá del coche cuando oyó un «¡alto!».

De repente aquel jardín quedó iluminado. Varios focos los apuntaban a los dos. Entre sombras Selma pudo ver a unos cuatro hombres armados que estaban en diferentes puntos del muro exterior, sobre su parte más alta.

—No te muevas, Selma.

Jaouad estaba por detrás de la mujer, a un par de metros escasos.

—¡Suelta el arma! –oyeron decir.

Jaouad dio un bote y se abalanzó sobre Selma. Con el cañón de su arma apuntó a la cabeza de Selma hasta tocar su sien.

—No intentéis nada o le vuelo los sesos.

Selma quedó paralizada, no esperaba aquel giro de la situación. Se había imaginado acompañada por Jaouad hasta un lugar en el que se produciría el cambio. Megan por ella. Quizá Ángel y sus camaradas tendrían un contraataque y salvaban también a Megan de aquel secuestro. Pero no esperaba aquello. Casi agradecía que hubieran ido a su encuentro para liberarla, pero no esperaba que aquel terrorista armado quisiera atentar contra ellos después de haber perpetrado ya una masacre. Tenía ganas de gritar, pero algo se lo impedía. Un temblor le tenía dominado el cuerpo.

—¡Suéltala, Jaouad!

Selma se estremeció al oír la voz de Ángel.

—¡Ángel! –gritó Selma de forma impulsiva.

Vio como dos de aquellos agentes saltaban al interior de la finca.

—Un paso más y disparo el arma.

—¡No! –gritó Selma.

Jaouad comenzó a retroceder lentamente, sin dejar de apuntar la cabeza de Selma.

—Suéltame, por favor –lloraba.

Jaouad hizo caso omiso a sus palabras.

—Suelta el arma y entrégate, Jaouad.

Selma volvió a escuchar a Ángel. Las lágrimas seguían aflorando de sus ojos. Comenzó a sentir que aquello no acabaría bien.

—Juro que si dais un paso más disparo.

Jaouad perdió la calma por completo. Cogió el arma con las dos manos como si ya se dispusiera a disparar.

Ángel volvió a gritar.

—¡No lo hagas, desgraciado!

—Retroceded todos o disparo –gritó enloquecido.

Ángel y el otro asaltante dieron marcha atrás hasta llegar nuevamente al muro.

—Tirad vuestras armas. ¡Ahora!

Los dos hombres dejaron sus armas en el suelo

—Que se desarmen también los otros o disparo –gritó contundente.

Un estruendo cogió desprevenidos a todos. Varios disparos se escucharon desde el exterior de la casa. Uno de aquellos agentes armados que estaban encima del muro que rodeaba la parcela cayó sin vida tras recibir un impacto.

Jaouad oyó un grito desde fuera.

—Voy a abrir la puerta de entrada y vamos a salir con el coche.

—Déjame aquí, Jaouad. ¡Libérame!

—¡Calla!

Jaouad presionó el botón de un pequeño mando que sacó de su bolsillo. La puerta automática comenzó a abrirse.

Empujó a Selma al interior del coche mientras veía entrar al terrorista.

Se quedó pálido al ver que llevaba un cinturón de explosivos en su cintura. Selma pudo ver un rostro totalmente poseído por el odio. Miraba hacia Jaouad con una sonrisa diabólica.

El terrorista miró hacia los dos agentes que estaban cerca del muro, luego alzó la mirada hacia el que estaba en lo alto.

—¡Al menor movimiento y acciono el cinturón!

Jaouad comenzaba a sentir un sudor frío, sabía que sería capaz de hacerlo. Poco le importaba la información de Megan. Probablemente lo único que quería era explosionarse y llevarse por delante a varios enemigos infieles.

—No salgas del coche.

—¡Hamza! –gritó–. Escapemos juntos de aquí –le dijo mientras salía del coche.

—¿Y ahora me hablas en español? ¿Te has convertido en uno de ellos?

Dijo algo más que Selma no pudo entender. Continuó gritándole a Jaouad mientras se le acercaba.

—¡Que baje la mujer del coche te digo!

Ángel dio varios pasos al frente, el terrorista cargado con explosivos le gritó.

—Quédate ahí parado o me inmolo delante de esta furcia europea.

—No tiene sentido que lo hagas aquí.

—No quieres que mueran estos infieles. Eres una deshonra para el Islam.

—El Islam no predica el crimen.

—¡¿Qué sabrás tú del Islam?!

Volvió a hablarle en árabe mientras se acercaba al coche.

—No lo hagas, Hamza.

—¡Que salga del coche te digo! –gritaba enajenado.

Jaouad le hizo a Selma un gesto y le pidió que saliera. Selma veía como Ángel y su compañero avanzaban lentamente, el terrorista esta vez no les dijo nada. Todos sabían que quería que se le acercasen. También vio como el otro no dejaba de apuntar con su rifle desde lo alto.

Jaouad no perdía de vista la mano de Hamza, en la que tenía un activador.

Ángel continuaba dando pequeños pasos en dirección a ellos. De repente aquel hombre con ganas de venganza comenzó a reír y a gritar poseído.

—No dejaré que la mates. ¡Corre, Selma!

Jaouad corrió hacia él. En una carrera desesperada se situó a medio metro del hombre. Selma corría hacia el lado opuesto. Un estallido le ensordeció los tímpanos, se tiró contra el suelo cubriéndose la cabeza. La onda expansiva desplazó el coche hacia un lateral, llegando casi a arrollarla. Notó como los cristales del coche estallaban por el impacto de la metralla y cayeron encima de su cuerpo rasgándole la ropa y cortándole la piel. Entró en un ataque de pánico y fue incapaz de moverse del suelo. Continuaba con vida, pero Jaouad se había acercado demasiado. Sabía que habría volado por los aires junto al kamikaze por salvarla a ella. No dejó aquella postura contra el suelo hasta que sintió unas manos tocándole la cabeza.

—Selma, mi amor, ¿estás bien?

Selma se giró y miró a Ángel. Éste le ayudó a sentarse y se puso a su lado. La abrazó fuertemente mientras le decía:

—Oh, dios mío, estás viva.

Los dos comenzaron a llorar desconsolados. El ambiente se llenó con el sonido de varias sirenas. Varios coches de policías y ambulancias entraron en el recinto. Ángel estaba herido, una herida en la cabeza empapaba la parte superior de su traje. Selma tenía el cuerpo totalmente magullado. Con mucho esfuerzo consiguió ponerse en pie y dirigió su mirada hacia el lugar en el que había visto por última vez a Jaouad. Ahí no había nada, ni Jaouad ni el terrorista. Solo un montón de escombros esparcidos por el suelo. No quiso fijar su mirada, sabía que el cuerpo de Jaouad habría quedado destrozado por la explosión. Su llanto se acentuó, Jaouad no merecía morir de aquel modo. Ella sabía que había dado su vida por salvar la de ella.

—Ya estás a salvo, no tienes nada que temer.

—Ángel, Jaouad era un buen hombre. Ha dado su vida por proteger la mía.

—Lo sé, Selma. De no haber sido por él…

Unos médicos se les acercaron. Uno de ellos miró la herida de Ángel.

—Esto tiene muy mal aspecto. Acompáñanos al interior de la ambulancia. Tenemos que cortar la hemorragia.

Otro se acercó a Selma e hizo un reconocimiento rápido.

—Ven tú también. Tienes varios cortes profundos que hay que desinfectar. Quizá tengamos que darte algún punto.

Selma se estremecía por el dolor mientras era ayudada a subir a la ambulancia. Vio como Ángel era introducido en otra. Aquel lugar se llenó de policías que comenzaban a inspeccionar la zona. Otra ambulancia llegaba y se ocupaba del otro agente que también había estado cerca de la explosión. Selma no dejaba de llorar y de repetir en su interior el nombre de Jaouad.

Nunca olvidaría a aquel hombre.

La ambulancia se puso en marcha en dirección a algún hospital cercano. Suponía que Ángel sería conducido al mismo lugar. Tenía ganas de volverle a abrazar y de decirle cuánto le quería y que se alegraba de que estuviese con vida. Tenían mucho de qué hablar y mucho que perdonarse el uno al otro. Ahora era incapaz de pensar en nada más que en aquel hombre que había salvado su vida.

—Prometo, Jaouad, escribir tu historia y dignificar tu persona –se escuchó a sí misma decir mientras lloraba de forma amarga.

La enfermera que estaba a su lado intentando calmarla le cogió una de sus manos y le dijo:

—Imagino por lo que habrás pasado. Has tenido suerte al quedar con vida.

«¿Suerte?»

Se preguntaba qué sentido tenía la palabra suerte. Por qué unos podían tenerla y otros no. Qué injusta era la vida para muchos.

—Acabo de ver morir a una persona valiente y extraordinaria, no sé si puedo decir que he tenido suerte –le dijo a aquella enfermera.

La ambulancia se puso en marcha. Cerró los ojos intentando ocultarse del mundo entero. El dolor era demasiado intenso como para seguir despierta. Aturdida vio a Jaouad, le sonreía mientras le decía adiós.

—«Adiós, Selma».

Aquella cara cambió, ahora veía a Rubén, también le sonreía.

—«Adiós, Selma».

No supo por qué, pero tuvo la certeza de que Jaouad y Rubén emprendían juntos un viaje, un viaje al más allá.

Aquellos dos hombres se despedían de ella antes de ascender por el camino de lo eterno.

FIN

Lola Salmerón

El té de
medianoche


los libros de lola


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Tiempo de sosiego y felicidad.


Ilusión compartida, señalada en el calendario de nuestras vidas.

Existencia colmada de amor.

Un solo nombre, una persona, que adquiere protagonismo en mi vida y en la dedicatoria de este libro.


Albert

Prólogo

¿Cuánto tiempo se puede guardar un secreto? Un secreto, convertido en una mentira.

Una mentira capaz de destruir toda una vida.

Te enamoras. Forjas los cimientos del presente, en alas de promesas al futuro. Palabras escritas en amor, de nombre Hugo. Regalo de paternidad.

Piel tatuada de alegría, felicidad, junto a tu madre, tu marido, el mayor de los tesoros, tu hijo.

¿Realmente conoces a la persona que un día te robó el corazón?

Solo sabes de él su profesión, enólogo.

El resto de su vida son mentiras guardadas durante años. Un día afloran a la superficie en arenas movedizas, destruyen los pilares del cariño, el respeto, la sinceridad. Despiertas en medio de un caos emocional, un pandemonio inconexo de confesiones imposibles de aceptar, una ilógica verdad, revelación de un oscuro pasado que regresa, dueño del tiempo, el espacio, dos vidas, un destino, completamente destruido.

El mundo a tu alrededor deja de existir. A cámara oculta, la secuencia de cada palabra en cuerpo de confesión ha sido la losa pesada desde que te conoció. Años en falsedad de comunicación, un día te revela la explicación a un engaño, imposible de aceptar. Mareada, sientes arcadas desde la boca del estómago hasta la garganta, quieres morirte y desaparecer…