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Sobre el autor

Gregg Bradden, autor de bestsellers, es un importante invitado en las conferencias internacionales y las presentaciones que exploran el papel de la espiritualidad en la tecnología. Gregg ha trabajado como diseñador de sistemas informáticos (Martin Marietta Aerospace), geólogo (Phillips Petroleum) y director técnico de operaciones (Cisco Systems), y en la actualidad es considerado como una de las principales autoridades en la integración de la sabiduría del pasado con la ciencia, la curación y la paz del futuro.

Durante más de veinte años, Gregg ha viajado a pueblos de alta montaña, visitado remotos monasterios y antiguos templos, y estudiado textos olvidados para descubrir sus secretos. Su búsqueda lo llevó a la publicación de su revolucionario libro The God Code, en el que revela las palabras de un antiguo mensaje codificado en el ADN de la vida.

Entre 1998 y 2005, los viajes de Gregg a los monasterios del Tíbet central le revelaron una olvidada forma de oración que se perdió a causa de las revisiones bíblicas realizadas durante los primeros tiempos de la Iglesia cristiana. En su libro de 2006, Secrets of the Lost Mode of Prayer, Gregg documentó este tipo de oración que no tiene palabras ni expresión externa, pero que nos permite acceder directamente a la fuerza cuántica que conecta todas las cosas.

Desde su innovador libro Awakening to Zero Point hasta la intimidad de Walking Between the Worlds y la controversia de The Isaiah Effect, la obra de Gregg Braden despierta lo mejor en cada uno de nosotros, inspirando nuestras más profundas pasiones con las herramientas para construir un mundo mejor.

Para más información, por favor comunícate con la oficina de Gregg:

Wisdom Traditions

P.O. Box 5182

Santa Fe, Nuevo México 87502

(505) 424-6892

Sitio web: www.greggbraden.com

Correo electrónico: ssawbraden@aol.com

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Si este libro le ha interesado y desea que lo mantengamos informado de nuestras publicaciones, escríbanos indicándonos cuáles son los temas de su interés (Astrología, Autoayuda, Esoterismo, Qigong, Naturismo, Espiritualidad, Terapias Energéticas, Psicología práctica, Tradición…) y gustosamente lo complaceremos.

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Título original: The Divine Matrix

Traducido del inglés por Eva González Rosales

Diseño de portada: Editorial Sirio S.A.

Composición ePub por Editorial Sirio S.A.

Sólo tengo una pequeña gota

de conocimiento en mi alma.

Deja que se disuelva en tu océano.

Rumi

Toda la materia tiene su origen y existe en virtud de una fuerza...

Debemos presuponer la existencia de una Mente inteligente y consciente

tras esa fuerza. Esta Mente es la matriz de toda la materia.

Max Planck, 1944

Con estas palabras, Max Planck, el padre de la teoría cuántica,
describió el campo universal de energía que conecta
todo lo que existe:
la Matriz Divina.

La Matriz Divina es nuestro mundo.

También es todo lo que existe en nuestro mundo.

La Matriz Divina somos nosotros y todo lo que amamos, odiamos,
creamos y experimentamos. Al vivir en la Matriz Divina, somos como artistas expresando nuestras pasiones, miedos, sueños y deseos más íntimos por medio de la esencia de un misterioso lienzo cuántico.
Pero nosotros
somos ese lienzo, así como también somos
las imágenes que aparecen en él.

Somos la pintura, así como también somos los pinceles.

En la Matriz Divina, somos el recipiente en el que existen
todas las cosas, el puente entre las creaciones de nuestro
mundo interior y nuestro mundo exterior, y el espejo que
nos muestra lo que hemos creado.

Este libro ha sido escrito para aquellos que deseen despertar y tomar
conciencia del poder de sus mayores pasiones y de sus más
profundas aspiraciones.

En la Matriz Divina, tú eres la semilla del milagro,

y también eres el propio milagro.

PORTADILLA

Introducción

Acercaos hasta el borde.

Podríamos caernos.

Acercaos hasta el borde.

¡Está demasiado alto!

ACERCAOS HASTA EL BORDE.

Y ellos se acercaron.

Y él los empujó.

Y ellos volaron.

Con estas palabras, se nos está dando un buen ejemplo del poder que nos espera cuando aceptamos aventurarnos más allá de los límites de lo que siempre hemos creído que era verdad. En este breve diálogo del poeta contemporáneo Christopher Logue, un grupo de iniciados se halla en una situación muy distinta a la que ellos esperaban.1 En lugar de simplemente estar en el borde, gracias al impulso de su maestro, se encuentran de repente más allá de él, de una manera sorprendente y fortalecedora. En este terreno inexplorado, ellos se experimentan a sí mismos de otra manera, y allí descubren una nueva libertad.

En muchos sentidos, las páginas siguientes son una exploración de lo que está más allá de ese borde. Describen la existencia de un campo de energía —la Matriz Divina— que es el puente entre nuestro mundo interior y el mundo exterior, así como el recipiente de todo lo que existe. La existencia de este campo tanto en las más pequeñas partículas subatómicas como en las distantes galaxias cuya luz acaba de llegar hasta nosotros, y en todo lo que hay en medio, cambia lo que hasta ahora pensábamos acerca de nuestro papel en la creación.

Para algunos de vosotros, lo que vais a leer representará una visión totalmente nueva de cómo funcionan las cosas. Para otros, será una reconfortante síntesis de la verdad que ya conocéis o que al menos sospecháis. Para todos, sin embargo, la existencia de una red fundamental de energía que conecta vuestros cuerpos, el mundo y todas las cosas abre la puerta a nuevas y poderosas posibilidades.

Estas posibilidades sugieren que somos mucho más que simples observadores experimentando un breve lapso de tiempo en una crea­ción que ya existe. Cuando contemplamos la «vida» —nuestra abundancia material y espiritual, nuestras relaciones y trabajos, nuestros más profundos amores y nuestros mayores logros, y también nuestros mayores miedos y carencias—, puede que también estemos mirando en el espejo de nuestras creencias más básicas y a veces más inconscientes. Las vemos a nuestro alrededor porque se han manifestado a través de la misteriosa esencia de la Matriz Divina, y para que eso ocurra, la propia conciencia tiene que desempeñar un papel crucial en la existencia del universo.

Somos los artistas y también la obra de arte

Por muy inverosímil que pueda parecer esta idea, se halla justamente en el centro de las mayores controversias entre algunas de las mentes más brillantes de la historia reciente. En una cita extraída de sus notas autobiográficas, por ejemplo, Albert Einstein afirmó que somos esencialmente observadores pasivos viviendo en un universo preexistente sobre el que tenemos poca influencia: «Allí fuera está este inmenso mundo –dijo–, que existe independientemente de nosotros los humanos y que se alza ante nosotros como un gran y eterno enigma, pero que es accesible, en parte al menos, a la inspección y al pensamiento».2

En la actualidad, muchos científicos comparten esta misma visión. Éste no es el caso de John Wheeler, un físico de la Universidad de Princeton y colega de Einstein. Wheeler nos ofrece una visión radicalmente distinta de nuestro papel en el universo, y lo hace con gran claridad y audacia. «Teníamos esa vieja idea según la cual el universo está allí fuera y aquí está el hombre, el observador, separado del universo por una gruesa plancha de vidrio.» Refiriéndose a los experimentos de finales del siglo xx que demostraron que el mero hecho de observar algo ya lo modifica, Wheeler continúa: «el mundo cuántico nos enseña que para observar un objeto tan minúsculo como un electrón tenemos que romper esa plancha de vidrio: tenemos que pasar al otro lado... De modo que nos vemos obligados a eliminar la vieja palabra observador y colocar en su lugar la palabra participante».3

¡Qué gran cambio! En una interpretación radicalmente distinta de nuestra relación con el mundo, Wheeler afirma que es imposible que podamos ser meros observadores del universo que nos rodea. Los experimentos de la física cuántica muestran que el mero hecho de mirar algo tan pequeño como un electrón —simplemente centrar nuestra atención en lo que esté haciendo durante un instante— cambia sus propiedades mientras lo estamos observando. Los experimentos sugieren que el propio acto de observación es un acto de creación, y que la conciencia es la autora de esa creación. Estos resultados parecen respaldar la teoría de Wheeler de que ya no podemos considerarnos simples observadores que no afectan al mundo que están observando.

Considerarnos partícipes en el proceso de creación en lugar de simples transeúntes que pasan un breve período de tiempo en el universo requiere una nueva percepción del cosmos y de su funcionamiento. Esta nueva visión fue articulada en una serie de libros y ensayos por el también físico de Princeton y colega de Einstein, David Bohm. Antes de su muerte en 1992, Bohm nos dejó dos revolucionarias teorías que ofrecen una visión muy distinta del universo y de nuestro papel en él.

La primera fue una interpretación de la física cuántica que preparó el terreno para el encuentro de Bohm con Einstein, y para su posterior amistad. Fue esta teoría la que le abrió la puerta a lo que Bohm llamó «la operación creativa de niveles subyacentes de realidad».4 En otras palabras, creía que existen dimensiones más elevadas o más profundas que sustentan todo lo que sucede en nuestro mundo. Son estos niveles más sutiles de realidad los que dan origen a nuestro mundo físico.

Su segunda teoría era una explicación del universo como un sistema unificado de la naturaleza, con conexiones que no siempre son obvias. Cuando trabajó en el Laboratorio de Radiación Lawrence, de la Universidad de California, Bohm tuvo la oportunidad de observar pequeñas partículas de átomos en un estado gaseoso especial llamado plasma. Comprobó que cuando las partículas se encontraban en este estado de plasma, se comportaban menos como unidades individuales y más como si estuvieran conectadas entre sí y formasen parte de un todo mayor. Estos experimentos prepararon el terreno para su revolucionaria obra, La totalidad y el orden implicado. Publicado en 1980, es probablemente el libro por el que más se recuerda a David Bohm.

En este libro, que propició un cambio de paradigma, Bohm plantea­ba que si pudiésemos ver el universo en su totalidad desde una perspectiva más elevada, los objetos en nuestro mundo aparecerían de hecho como la proyección de algo que está sucediendo en otra dimensión que no podemos ver. Él consideraba que tanto lo visible como lo invisible eran expresiones de un orden mayor y más universal. Para diferenciar estas dos dimensiones, las llamó «implicada» y «explicada».

Las cosas que podemos ver y tocar, y que parecen estar separadas en nuestro mundo —como las rocas, los océanos, los bosques, los animales y la gente— son ejemplos del orden explicado de la creación. Sin embargo, por muy distintas que puedan parecer unas de otras, Bohm sugirió que están unidas por vínculos que no podemos percibir desde nuestro punto de vista. Creía que todas las cosas que aparentan estar separadas forman parte de un todo mayor, que él llamó el orden implicado.

Bohm usó la analogía de un río para mostrar tanto la diferencia entre el orden implicado y el explicado como la ilusión del estado de separación: «En este río, uno puede ver un continuo movimiento de formas, vórtices, ondas, salpicaduras, etc., que evidentemente no tienen ninguna existencia independiente».5 Aunque estas formas de agua puedan parecernos entidades separadas, Bohm las veía como entidades íntimamente unidas y profundamente conectadas entre sí. «La supervivencia transitoria de estas formas implica únicamente una independencia relativa y no una existencia absolutamente independiente», afirmó.6 En otras palabras, todas son parte de la misma agua.

Bohm usó ejemplos como éstos para expresar su convicción de que el universo y todo lo que hay en él —incluidos nosotros— forma parte de un gran orden cósmico. Para resumir esta visión unificada de la naturaleza, Bohm simplemente afirmó: «Este nuevo tipo de percepción podría tal vez llamarse Totalidad Integral en Continuo Movimiento».7

En la década de los setenta del siglo pasado, Bohm presentó una metáfora aún más clara para describir este universo disperso pero unificado. Al reflexionar sobre la naturaleza interrelacionada de la creación, quedó cada vez más convencido de que el universo funciona como un gran holograma cósmico. En un holograma, cada parte de un objeto contiene al objeto en su totalidad, sólo que en una escala menor. (Para aquellos que no estén familiarizados con el concepto de holograma, proporcionaré una explicación detallada en el capítulo 4.) Según Bohm, lo que vemos como nuestro mundo es de hecho la proyección de algo más real que está teniendo lugar en una dimensión más profunda de la crea­ción. Este nivel más profundo es el original, el orden implicado. En esta visión del «tal como es arriba, así es abajo» y «tal como es en el interior, así es en el exterior», las formas están contenidas dentro de otras formas, completas en sí mismas, pero a distinta escala.

La elegante simplicidad del cuerpo humano nos ofrece un buen ejemplo de un holograma, uno que ya conocemos. El ADN de cualquier parte de nuestros cuerpos contiene nuestro código genético —la estructura completa del ADN— para el resto del cuerpo, no importa de qué parte provenga. Tanto si tomamos una muestra de nuestro pelo, de nuestras uñas o de nuestra sangre, la estructura genética que nos hace ser quien somos siempre está presente en el código... siempre es la misma.

Al igual que el universo está siempre pasando del orden implicado al orden explicado, el flujo entre lo invisible y lo visible es lo que constituye la corriente dinámica de la creación. Esta naturaleza constantemente cambiante de la creación era lo que John Wheeler tenía en mente cuando dijo que el universo era «participativo» —es decir, incompleto y siempre respondiendo a la conciencia.

Curiosamente, así es como funciona el mundo según las antiguas tradiciones de sabiduría. Desde los Vedas, que según algunos historiadores se remontan a cinco mil años antes de Cristo, hasta los Ma­nus­critos del Mar Muerto, de hace dos mil años, hay una visión de que el mundo es, de hecho, el espejo de cosas que están sucediendo en una dimensión superior o en una realidad más profunda. Por ejemplo, al comentar las nuevas traducciones de unos fragmentos de los Manuscritos del Mar Muerto conocidos como Cánticos del Sacrificio Sabático, los traductores resumen su contenido: «Lo que ocurre en la tierra no es más que un pálido reflejo de una realidad superior».8

La implicación tanto de la teoría cuántica como de los textos antiguos es que creamos el patrón sobre el que se basarán las relaciones, los trabajos, los éxitos y los fracasos del mundo visible. La Matriz Divina funciona como una gran pantalla cósmica que nos permite ver la energía no física de nuestras emociones y creencias (nuestra ira, nuestra cólera y nuestro odio, 9 así como nuestro amor, nuestra compasión y nuestra comprensión) proyectada en el entorno físico de la vida.

Al igual que una pantalla de cine refleja sin juzgar la imagen de aquello que ha sido filmado, la Matriz parece proporcionar una superficie imparcial para que nuestras experiencias interiores y nuestras creen­cias puedan ser vistas en el mundo. A veces consciente y a veces inconscientemente, «mostramos» nuestras más verdaderas creencias sobre todas las cosas, desde la compasión hasta la traición, a través de la calidad de las relaciones que nos rodean.

En otras palabras, somos como pintores expresando nuestras pasiones, sueños y deseos más profundos a través de la esencia viva de un misterioso lienzo cuántico. Sin embargo, a diferencia del lienzo de un pintor normal, que existe en un solo lugar en un determinado momento, nuestro lienzo es la sustancia de la que todas las cosas están hechas —se halla en todas partes y siempre está presente.

Llevemos un paso más allá la analogía pintor/lienzo. Tradi­cional­mente, los pintores están separados de su obra y usan sus herramientas para transmitir una creación interior a través de una expresión exterior. Dentro de la Matriz Divina, sin embargo, la separación entre el arte y el artista desaparece: somos el lienzo, así como las imágenes que aparecen en él; somos las herramientas, así como el artista que las está usando.

La idea misma de crear desde el interior de nuestra propia creación recuerda un poco a esos dibujos animados de Walt Disney en blanco y negro de las décadas de los cincuenta y los sesenta del siglo pasado. Primero veíamos la mano del artista dibujando a un conocido personaje como Mickey Mouse en un cuaderno. La imagen iba cobrando vida a medida que la dibujaban. Entonces Mickey comenzaba a crear sus propios dibujos de otros personajes desde dentro del cuaderno. De repente, el artista ya no era necesario y quedaba fuera de la película... literalmente.

Ahora que la mano del dibujante había desaparecido, Mickey y sus amigos asumían sus propias vidas y sus propias personalidades. Mientras todo el mundo dormía en la casa, la cocina cobraba vida. Mientras el azucarero bailaba con el salero y la taza de té se divertía con el plato de la mantequilla, los personajes ya no tenían ninguna conexión con el artista. Aunque esto pueda ser una simplificación excesiva de cómo funcionamos en la Matriz Divina, sirve para ilustrar la sutil y abstracta idea de nosotros como creadores, creando desde el interior de nuestras propias creaciones.

Al igual que los pintores refinan una idea hasta que quede exactamente como ellos quieren, en muchos sentidos parece que, a través de la Matriz Divina, hacemos lo mismo con nuestras experiencias vitales. Mediante nuestra paleta de creen­cias, juicios, emociones y plegarias, pasamos a encontrarnos en relaciones, trabajos y situaciones de afecto y traición que tienen lugar con distintos individuos en diferentes lugares. Al mismo tiempo, estas personas y situaciones a menudo nos resultan extrañamente familiares.

Tanto a nivel colectivo como individual, compartimos las creaciones de nuestra vida interior como un ciclo interminable de momentos superpuestos, día tras día. ¡Qué idea tan bella, poderosa y extraña! Al igual que el pintor usa el mismo lienzo una y otra vez al tiempo que busca la perfecta expresión de una idea, podemos vernos a nosotros mismos como perpetuos artistas, construyendo una creación en continuo cambio y que no tiene fin.

Las implicaciones de estar rodeados por un mundo malea­ble hecho por nosotros mismos son profundas y poderosas, y para algunos tal vez algo atemorizantes. Nuestra capacidad de usar intencional y creativamente la Matriz Divina nos proporciona de repente el poder para alterar totalmente nuestra visión del papel que cumplimos en el universo. Como mínimo, sugiere que la vida es mucho más que una acumulación de sucesos aleatorios y sincronicidades ocasionales a los que debemos hacer frente lo mejor que podamos.

A fin de cuentas, nuestra relación con la esencia cuántica que nos conecta con todas las cosas nos recuerda que nosotros mismos somos creadores. Como tales, podemos expresar nuestros más profundos deseos para alcanzar la abundancia, la alegría, la paz y la curación. Y podemos hacerlo conscientemente, en el momento y de la forma que elijamos.

Sin embargo, al igual que los iniciados del poema de Christopher Logue necesitaron un pequeño empujón para poder echarse a volar, todas estas posibilidades requieren un sutil pero poderoso cambio en nuestra forma de pensar. Al realizar este cambio, nuestros más grandes deseos, sueños y aspiraciones de repente parecen estar a nuestro alcance. Por muy milagroso que esto pueda parecer, todas estas cosas —y mucho más— son posibles dentro del ámbito de la Matriz Divina. La clave reside en comprender cómo funciona. También necesitamos un lenguaje para comunicar nuestros deseos que esta antigua red de energía pueda comprender.

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Nuestras más antiguas y apreciadas tradiciones nos recuerdan que existe de hecho un lenguaje para comunicarse con la Matriz Divina, un lenguaje que no posee palabras ni tiene que ver con las señales externas de comunicación que hacemos con nuestras manos o con nuestros cuerpos. Viene en una forma tan simple que ya sabemos «hablarlo» con fluidez. De hecho, lo usamos cada día de nuestras vidas —se trata del lenguaje de la emoción.

La ciencia moderna ha descubierto que con cada emoción que experimentamos en nuestros cuerpos sufrimos cambios químicos en aspectos como el ph y las hormonas. A través de las experiencias «positivas» del amor, la compasión y el perdón, y las emociones «negativas» del odio, los prejuicios y la envidia, cada uno de nosotros tiene el poder para afirmar o negar nuestra existencia en cada momento del día. Además, la misma emoción que nos da este poder en el interior de nuestros cuerpos extiende esta fuerza hacia el mundo cuántico que está más allá de nuestros cuerpos.

Puede resultar útil pensar en la Matriz Divina como una manta cósmica que comienza y termina en el reino de lo desconocido, y cubre todo lo que hay en medio. Esta manta tiene varias capas de profundidad, y está siempre en todas partes. Nuestros cuerpos, nuestras vidas y todo lo que conocemos sucede en su interior. Desde nuestra concepción en el útero de nuestra madre hasta nuestros matrimonios, divorcios, amistades y trabajos, todo lo que experimentamos puede ser considerado como «arrugas» en la manta.

Desde una perspectiva cuántica, todas las cosas, desde los átomos de materia hasta una brizna de hierba, desde nuestros cuerpos hasta los planetas, pueden ser consideradas como una «perturbación» en el tejido uniforme de esta manta espacio-temporal. Tal vez no sea una coincidencia que las antiguas tradiciones espirituales y poéticas describieran la existencia más o menos de la misma forma. Los Vedas, por ejemplo, hablan de un campo unificado de «pura conciencia» que impregna toda la creación.10 En estas tradiciones, nuestras experiencias mentales y emocionales —y todos los juicios que generan— son vistas como perturbaciones, interrupciones en un campo que de otro modo es uniforme e inmóvil.

Del mismo modo, el texto del siglo VI Hsin-Hsin Ming [Poema de la fe en el espíritu] describe las propiedades de una esencia que es el patrón para todo lo que existe en el universo. Esta esencia, a la que se llama Tao, está más allá de cualquier descripción, y lo mismo sucede en las escrituras védicas. Es todo lo que existe —el contenedor de toda experiencia, así como la experiencia en sí—. El Tao es descrito como algo perfecto, «como un inmenso espacio en el que nada falta y nada sobra».11

Según el Hsin-Hsin Ming, la armonía del Tao se nos escapa únicamente cuando perturbamos su tranquilidad con nuestros juicios. Cuando esto sucede y nos encontramos dominados por sentimientos de ira y separación, el texto nos ofrece consejos para remediar esta situación: «Para estar en armonía con esta realidad, cada vez que surja la duda di simplemente ‘‘no-dos’’. En esta ‘‘no-dualidad’’ nada está separado y nada está excluido».12

Aunque admito que vernos a nosotros mismos como una perturbación en la Matriz no es una idea muy atractiva, también nos proporciona una poderosa manera de concebir nuestro mundo y nuestras vidas. Si por ejemplo queremos tener nuevas y enriquecedoras relaciones, dejar que el amor entre en nuestras vidas o encontrar una solución pacífica al conflicto de Oriente Medio, debemos crear una nueva ­perturbación en el campo, una perturbación que refleje nuestro deseo. Tenemos que crear una nueva «arruga» en la sustancia de la que está hecho el espacio, el tiempo, nuestro cuerpo y todo cuanto existe.

Ésta es nuestra relación con la Matriz Divina. Se nos ha dado el poder para imaginar, soñar y sentir las posibilidades desde el interior de la propia Matriz, de modo que pueda reflejar de vuelta hacia nosotros lo que hayamos creado. Las antiguas tradiciones y la ciencia moderna han descrito cómo funciona este espejo cósmico; en el caso de los experimentos que comentaré en los próximos capítulos, he explicado en lenguaje científico el funcionamiento de estos reflejos. Hay que admitir que por mucho que estos estudios resuelvan algunos misterios de la crea­ción, también plantean preguntas aún más profundas sobre nuestra existencia.

Obviamente, no sabemos todo lo que hay que saber sobre la Matriz Divina. La ciencia no tiene todas las respuestas —francamente, los científicos ni siquiera saben con seguridad de dónde proviene la Matriz Divina, y somos conscientes de que aun si pudiéramos estudiarla durante los próximos cien años, no íbamos a encontrar todas las respuestas—. Lo que sí sabemos, sin embargo, es que la Matriz Divina existe. Está aquí, y podemos explotar su poder creativo a través del lenguaje de nuestras emociones.

Podemos aplicar este conocimiento de una manera que nos sea útil en nuestras vidas. Al hacerlo, nuestra conexión con otros seres y todas las cosas no podrá ser negada. A la luz de esta conexión comprenderemos lo poderosos que realmente somos. Desde la posición de fuerza que nos proporciona esta comprensión, tendremos una oportunidad para convertirnos en personas más compasivas y llenas de paz, dispuestas a trabajar activamente para crear un mundo que refleje estas cualidades —y mucho más—. Por medio de la Matriz Divina, tenemos la oportunidad de centrarnos en estos atributos, usándolos como una tecnología interior de sentimientos, imaginación y sueños. Cuando lo hagamos, estaremos explotando el poder para cambiar nuestras vidas y el mundo.

Sobre este libro

En muchos sentidos, nuestra experiencia de la Matriz Divina puede compararse al software que hace funcionar un or­denador. En ambos casos, las instrucciones deben usar un lenguaje que el sistema pueda entender. Para el ordenador, se trata de un código numérico de ceros y unos. Para la conciencia, se requiere un tipo distinto de lenguaje, uno que no usa números, ni alfabetos, ni palabras. Como somos parte de la Matriz Divina, tiene mucho sentido que ya tengamos todo lo necesario para comunicarnos con ella, sin necesidad de manual de instrucciones o de adiestramiento especial. Y así es.

El lenguaje de la conciencia parece ser la experiencia universal de la emoción. Ya sabemos cómo amar, odiar, temer y perdonar. Al reconocer que estos sentimientos son de hecho las instrucciones que sirven para programar la Matriz Divina, podemos comenzar a comprender la manera de traer paz y felicidad a nuestras vidas.

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Este libro no pretende ser la obra definitiva sobre la historia de la ciencia y la nueva física. Hay varios otros libros que han hecho un gran trabajo haciendo público este tipo de información. Algunos de ellos son mencionados aquí —como Hiperespacio, de Michio Kaku, y La totalidad y el orden implicado, de David Bohm. Cada uno de ellos ofrece una nueva forma de ver las cosas, y los recomiendo a todos.

Este libro pretende ser una herramienta útil —una guía— que podamos aplicar a los misterios de nuestra vida cotidiana. Por esta razón, hay lugares en los que he elegido centrarme más en los revolucionarios y sorprendentes resultados de los experimentos cuánticos, y no detenerme demasiado en los detalles técnicos. Para que podamos comprender el poder de manifestar paz, alegría, amor y curación, lo importante es destacar lo que los resultados nos dicen sobre nosotros mismos, y no los pormenores sobre la forma en que se realizaron estos experimentos. Para los que estén interesados en los detalles técnicos, he incluido las fuentes en las notas al final del libro.

Para mucha gente, los descubrimientos en el mundo de la física cuántica no son más que datos interesantes —cuestiones sobre las que conversar en una conferencia, en un seminario o mientras uno se toma un café—. A pesar de lo profundas que son las implicaciones de estos descubrimientos, éstos parecen tener muy poco que ver con nuestra vida cotidiana. ¿De qué nos sirve, por ejemplo, saber que una partícula de materia puede estar en dos lugares al mismo tiempo o que los electrones pueden viajar más rápido de lo que dijo Einstein? ¿De qué nos sirven estos conocimientos si no agregan nada a nuestras vidas? Estos asombrosos descubrimientos sólo comenzarán a ser importantes para nosotros cuando podamos relacionarlos con la curación de nuestros cuerpos o con las experiencias de nuestra vida diaria, en nuestra sala de estar, en la tienda, en el aeropuerto o en las aulas.

Esta aparente brecha entre los misterios del mundo cuántico y nuestras experiencias cotidianas es la que La Matriz Divina pretende cerrar. Este libro no se limita a describir los resultados de estos experimentos, sino que explica cómo estos descubrimientos nos pueden ayudar a convertirnos en mejores personas y a crear un mundo mejor.

He escrito este libro por una sola razón: para dar esperanza, otorgar poder y abrir nuevas posibilidades en un mundo que muchas veces nos hace sentir insignificantes e impotentes. Y mi objetivo es hacerlo con un lenguaje coloquial que describa los asombrosos descubrimientos de la nueva ciencia de una manera que sea interesante y fácil de comprender.

Mi experiencia con presentaciones en directo me ha enseñado que para saber comunicarse con el público es importante prestar atención a la forma de aprendizaje de los oyentes. Independientemente del hemisferio cerebral —izquierdo o derecho— por el que nos rijamos, el hecho es que todos usamos ambos hemisferios para comprender el mundo. Y aunque sin duda algunas personas se valen más de uno que de otro, es importante honrar tanto nuestra intuición como nuestra lógica, cuando invitamos a la gente a dar un enorme salto en la forma en que ve el mundo.

Por esta razón, La Matriz Divina está escrita de una manera análoga a la creación de un tapiz. A lo largo de estas páginas, he entrelazado las descripciones de anécdotas y experiencias personales —correspondientes al hemisferio derecho— con las investigaciones e informes de descubrimientos —co­rrespondientes al hemisferio izquierdo— que nos explican por qué estas historias son importantes. Esta forma de comunicar la información hace que los datos no parezcan salidos de un libro de texto, sin que por ello el material pierda rigor científico.

Al igual que toda la vida depende de las cuatro bases químicas que constituyen nuestro ADN, el universo parece estar basado en cuatro características de la Matriz Divina que hacen que las cosas funcionen como lo hacen. La clave para explotar el poder de la Matriz está en nuestra capacidad para incorporar los cuatro descubrimientos principales que la conectan con nuestras vidas de una manera jamás vista.

Descubrimiento 1: Existe un campo de energía que conecta toda la creación.

Descubrimiento 2: Este campo desempeña el papel de recipiente, de puente y de espejo para las creencias que tenemos dentro de nosotros.

Descubrimiento 3: Este campo es holográfico y no local. Cada una de sus partes está conectada con todas las de­más, y cada parte refleja al todo a una escala menor.

Descubrimiento 4: Nos comunicamos con este campo mediante el lenguaje de la emoción.

Tenemos el poder de reconocer y aplicar estas realidades que determinan todas las cosas, desde la curación de nuestros cuerpos hasta el éxito de nuestras relaciones y de nuestras carreras. Al final, nuestra supervivencia como especie puede estar directamente relacionada con nuestra capacidad y disposición para compartir prácticas de afirmación de la vida que provengan de una visión cuántica unificada.

Para hacer justicia a los importantes conceptos planteados por La Matriz Divina, he dividido este libro en tres partes, y cada una de ellas cubre una de las implicaciones más importantes de los descubrimientos en este campo. En lugar de llegar a una conclusión definitiva al final de cada parte, he indicado las ideas más importantes en un resumen. Estas ideas están numeradas. Para una referencia rápida, se puede consultar la lista de los puntos más importantes al final del capítulo 8.

Una breve descripción de cada sección servirá de ayuda para asimilar mejor el material y encontrar la información deseada.

La primera parte, «Descubriendo la Matriz Divina: el misterio que conecta todas las cosas», explora la permanente intuición humana de que estamos unidos por un campo de energía que conecta todas las cosas. En el capítulo 1, describo el experimento que retrasó a los científicos más de cien años en la búsqueda de un campo unificado. En esta sección también menciono las investigaciones del siglo xx que llevaron a avances de la física cuántica y obligaron a los científicos a reexaminar el experimento original que les hizo creer que todas las cosas están separadas. Esto incluye tres experimentos representativos que muestran la última documentación científica sobre un campo de energía anteriormente no reconocido. Brevemente, estos resultados demuestran lo siguiente:

  1. El ADN humano tiene un efecto directo sobre la sustancia de la que está hecho nuestro mundo.
  2. La emoción humana tiene un efecto directo sobre el ADN que afecta a la sustancia de la que está hecho nuestro mundo.
  3. La relación entre las emociones y el ADN trasciende los límites del tiempo y del espacio. Los efectos son los mismos independientemente de la distancia.

Al final de la primera parte, ya no quedará ninguna duda sobre la existencia de la Matriz Divina. Desde un punto de vista tanto científico como espiritual, está claro que existe algo ahí fuera —un campo de energía que conecta todo lo que hacemos, así como todo lo que somos y experimentamos—. La pregunta lógica pasa a ser entonces: ¿qué hacemos con esta información? o «¿cómo podemos usar la Matriz Divina en nuestras vidas?

La segunda parte, «El puente entre la imaginación y la realidad: cómo funciona la Matriz Divina», explora lo que significa vivir en un universo donde, además de que las cosas estén simplemente conectadas entre sí (no localmente), todo está unido holográficamente. El sutil poder de estos principios es quizá uno de los mayores descubrimientos de la física del siglo xx —y al mismo tiempo, tal vez sea uno de los menos comprendidos y más ignorados—. Esta sección es intencionalmente no técnica y está diseñada para ser una guía que nos sirva para comprender el misterio de experiencias que todos compartimos, pero de las que rara vez aprendemos todo lo que nos podrían enseñar.

Cuando contemplamos nuestras vidas desde la perspectiva de que todas las cosas están en todas partes todo el tiempo, las implicaciones son tan enormes que se hace difícil asimilarlas. Precisamente gracias a nuestra conexión universal tenemos el poder para compartir y participar en las alegrías y tragedias de la vida, en cualquier parte y en cualquier momento. ¿Cómo podemos utilizar este poder?

La respuesta comienza con nuestra comprensión de que realmente no existen ni el «aquí» ni el «allí», ni el «ahora», ni el «entonces». Desde la perspectiva de la vida como un holograma universalmente conectado, aquí ya es allí, y entonces siempre ha sido ahora. Las antiguas tradiciones espirituales nos recuerdan que en cada momento del día optamos o bien por aquello que afirma nuestra vida o bien por aquello que la niega. Cada segundo elegimos alimentarnos de una manera que nos fortalezca o nos debilite, decidimos que nuestra respiración sea profunda y portadora de vida o superficial y negadora de la vida, y pensamos y hablamos de otras personas de una manera que es honorable o deshonrosa.

A través del poder de nuestra conciencia holográfica no local, cada una de estas elecciones aparentemente insignificantes tiene consecuencias que van mucho más allá de las situaciones y circunstancias de nuestras vidas. Nuestras elecciones individuales se combinan para convertirse en nuestra realidad colectiva —esto es lo que hace que los descubrimientos sean a la vez excitantes y atemorizantes—. Gracias a esta comprensión, vemos:

– Por qué nuestros buenos deseos, pensamientos y plegarias ya están en su lugar de destino.

– Que no estamos limitados por nuestros cuerpos o por las «leyes» de la física.

– Cómo ayudamos a nuestros seres amados estén donde estén —sea en el campo de batalla o en la oficina— sin ni siquiera salir de casa.

– Que tenemos el poder para curarnos instantáneamente.

– Que es posible ver a través del tiempo y del espacio sin abrir nunca los ojos.

La tercera parte, «Mensajes provenientes de la Matriz Divina: la vida, el amor y la curación en la conciencia cuántica», aborda los aspectos prácticos de lo que significa vivir en un campo unificado de energía, y cómo esto afecta a lo que nos sucede. Con ejemplos de sincronicidades y coincidencias, poderosos actos de curación intencional y lo que nuestras relaciones más íntimas nos están mostrando, esta sección sirve como referencia para comprender el significado de experiencias similares en nuestras vidas.

A través de una serie de casos de la vida real, quiero comunicar el poder, la ironía y la claridad de cómo unos acontecimientos aparentemente insignificantes de nuestras vidas son de hecho «nosotros» mostrándonos a nosotros mismos nuestras creencias más profundas y verdaderas. Entre los ejemplos usados para describir esta relación, incluyo una historia real de cómo nuestras mascotas pueden mostrarnos con sus cuerpos los trastornos físicos que aún no hemos detectado en los nuestros.

La Matriz Divina es el resultado de más de veinte años de investigaciones, así como de mi búsqueda personal por comprender el gran secreto de nuestras más antiguas tradiciones espirituales y místicas. Y si siempre has buscado respuestas para las preguntas «¿estamos realmente conectados, y si lo estamos, cómo de profunda es esa conexión?» y «¿cuánto poder tenemos realmente para cambiar nuestro mundo?», entonces este libro te va a gustar.

La Matriz Divina ha sido escrita para aquellos de vosotros cuyas vidas conectan la realidad de nuestro pasado con la esperanza de nuestro futuro. Vosotros sois los que tenéis que encontrar la capacidad para el perdón y la compasión en un mundo marcado por las cicatrices del sufrimiento, el juicio y el miedo. La clave para sobrevivir en esta época consiste en crear una nueva forma de pensar mientras continuamos viviendo en circunstancias que amenazan nuestra existencia.

Al final, puede que descubramos que nuestra capacidad para comprender y aplicar las «reglas» de la Matriz Divina es la clave para gozar del máximo de felicidad y de salud, y para poder sobrevivir como especie.

Gregg Braden

Santa Fe, Nuevo México


1 Este poema de Christopher Logue se titula «Acércate al borde» y fue escrito en 1968 para un festival en honor al cincuenta aniversario de la muerte del poeta francés Guillaume Apollinaire. El poema se encuentra en Ode to the Dodo: Poems from 1953 to 1978 (Londres: Jonathan Cape, 1981): p. 96.

2 The Expanded Quotable Einstein, Alice Calaprice, ed. (Princeton, NJ: Princeton University Press, 2000): p. 220.

3 John Wheeler, citado por F. David Peat en Synchronicity: The Bridge Between Matter and Mind (Nueva York: Bantam Books, 1987): p. 4.

4 David Bohm y F. David Peat, Science Order, and Creativity (Nueva York: Bantam Books, 1987): p. 88.

5 David Bohm, Wholeness and the Implicate Order (Londres: Routledge & Kegan Paul, 1980): p. 62.

6 Ibíd.

7 Ibíd., p. 14.

8 Michael Wise, Martin Abegg Jr. y Edward Cook, The Dead Sea Scrolls: A New Translation (San Francisco, CA: HarperSanFrancisco, 1996): p. 365.

9 Glen Reid, Mike Atkinson y Rollin McCraty, «The Physiological and Pscychological Effects of Compassion and Anger», Journal of Advancement in Medicine, vol. 8, nº 2 (1995): pp. 87-103.

10 Las antiguas tradiciones védicas afirman que el campo unificado de energía es un infinito campo de energía que subyace al infinitamente diverso universo. Sitio web: www.vedicknowledge.com.

11 El antiguo Hsin-Hsin Ming es atribuido a Chien Chih Seng-ts’an, tercer patriarca, en el siglo vi. Esta cita aparece en la traducción al inglés, realizada por Richard B. Clark e ilustrada por Gyoskusei Jikihara, Hsin-Hsin Ming: Seng-ts’an Third Zen Patriarch (Buffalo, NY: White Pine Press, 2001).

12 Ibíd.

Agradecimientos

La Matriz Divina es la síntesis de las investigaciones, los descubrimientos y las presentaciones que comenzaron con una charla realizada ante unos pocos asistentes en 1986, en Denver, Colorado. Desde entonces, mucha gente se ha cruzado en mi camino y me ha proporcionado el puente de experiencia que ha conducido al poderoso mensaje de este libro. A menudo ha participado sin que yo me diera cuenta de ello. Aunque necesitaría un libro entero para nombrar a cada persona individualmente, estas páginas son mi oportunidad para expresar mi agradecimiento a aquellos cuyo esfuerzo ha contribuido a hacer posible este libro.

Le estoy especialmente agradecido a:

¡Toda la estupenda gente de Hay House! Mi más profundo agradecimiento a Louise Hay, Reid Tracy y Ron Tillinghast por vuestra visión y dedicación, y por vuestra extraordinaria manera de hacer negocios, una manera que se ha convertido en el sello del éxito de Hay House. A Reid Tracy, presidente y director general, mi mayor gratitud por tu apoyo y por tu inquebrantable fe en mí y en mi trabajo. A Jill Kramer, directora literaria, muchas gracias por tus sinceras opiniones y tus consejos, por atender siempre mis llamadas y por los años de experiencia que aportas en cada una de nuestras conversaciones.

Ángela Torres, mi publicista; Alex Freemon, mi corrector; Jacqui Clark, directora de publicidad; Jeannie Liberati, directora de ventas; Margarete Nielsen, directora de márquetin; Nancy Levin, directora de eventos, y Rocky George, extraordinario ingeniero de audio... ¡No podía pedir un mejor grupo de gente con quien trabajar, o un equipo más dedicado para apoyar mi trabajo! Vuestro entusiasmo y profesionalidad son insuperables, y estoy orgulloso de formar parte de todas las cosas buenas que la familia de Hay House ha aportado a este mundo.

A Ned Leavitt, mi agente literario: muchas gracias por la sabiduría y la integridad que aportas a cada paso que hemos hecho juntos. Gracias a tu trabajo y a tus consejos, el esperanzador mensaje de nuestros libros llega a cada vez a más gente. Aunque aprecio profundamente tu asesoramiento, te agradezco en especial tu amistad y tu confianza.

Stephanie Gunning, mi editora y amiga: muchas gracias por tu dedicación y profesionalidad, y por toda la energía que le pones a todo lo que haces. Sobre todo, muchas gracias por ayudarme a encontrar las palabras para explicar las complejidades de la ciencia de una forma amena y profunda. Me asombra cómo siempre haces la pregunta justa, que lleva a las decisiones más productivas.

Me enorgullece ser parte del equipo virtual y de la familia que ha crecido alrededor de mi trabajo a lo largo de los años, incluyendo a Lauri Willmot, mi gerente administrativo favorito. Recibe toda mi admiración y todo mi afecto por siempre poder contar contigo. A Robin y Jerry Miner de Sourcebooks, muchas gracias por vuestra lealtad a lo largo de los años y por la estupenda presentación del material de apoyo para nuestros programas. A M. A. Bjarkman, Rae Baskin, Sharon Krieg y Vick Spaulding: mi más profunda gratitud por todo lo que habéis hecho para difundir nuestro mensaje por el país.

A mi madre, Sylvia, y a mi hermano Eric: gracias por vuestro amor incondicional y por creer en mí. Aunque nuestra familia de sangre es pe­queña, juntos hemos comprobado que nuestra familia extendida es mucho más grande de lo que jamás imaginamos. Mi gratitud por todo lo que significáis en mi vida va más allá de las palabras y de lo que podría expresar en esta página. Eric, fantástico ingeniero de audio y gran gurú tecnológico, muchas gracias por tu paciencia con los múltiples y variados problemas que afrontamos en nuestro trabajo. Aunque estoy muy orgulloso de lo que hacemos juntos, me siento especialmente orgulloso de ser tu hermano.

A la persona que me ve en mis mejores y en mis peores momentos, Kennedy, mi amada esposa y compañera en el camino de la vida, gracias por tu continuo amor e inquebrantable apoyo, y por tu paciencia con nuestros largos días de trabajo, cortas noches y llamadas de larga distancia. Sobre todo, gracias por todo lo que haces para mantenernos fuertes y saludables, y por ayudarme a cumplir mi promesa de hacerlo siempre lo mejor posible, ¡siempre! Tus palabras de aliento siempre llegan en el momento adecuado.

Y un agradecimiento especial a todos los que han respaldado nuestro trabajo, libros, grabaciones y presentaciones en directo a lo largo de los años. Vuestra confianza me honra y admiro vuestra visión de un mundo mejor. Gracias a vuestra presencia, he aprendido a escuchar mejor, y a comunicar mejor mi mensaje de esperanza y de nuevas posibilidades. A todos, mi eterno agradecimiento.

LA MATRIZ DIVINA

AGRADECIMIENTOS

Primera parte

Descubriendo la Matriz Divina:
el misterio que conecta todas las cosas

Capítulo 1

Pregunta: ¿Qué hay en el espacio entre las cosas?
Respuesta: La Matriz Divina

La ciencia no puede resolver el misterio fundamental

de la naturaleza. Y esto es así porque, en el análisis final,

nosotros mismos somos... parte del misterio que

estamos intentado resolver.

Max Planck (1858-1947), físico

Cuando nos comprendemos a nosotros mismos y

a nuestra conciencia, también comprendemos el universo,

y la separación desaparece.

Amit Goswani, físico

Existe un lugar en el que comienzan todas las cosas, un lugar de pura energía que simplemente «es». En esta incubadora cuántica de la realidad, todo es posible. Desde nuestro éxito personal, riqueza y curación hasta nuestro fracaso, pobreza y enfermedad... todas las cosas, desde nuestros mayores miedos hasta nuestros deseos más profundos, comienzan en esta «sopa» de potencialidades.